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CAPITULO XXVII.

Recibe Carrera algunos socorros del gobierno.- Resuelve ejecutar su plan de ataque y manda á su hermano José marchar con su coluna sobre Bulluquin.

La demora con que ejecuta esta órden le ocasiona el ser detenido por el enemigo en Membrillar, en donde tiene que atrincherarse. Alcazar le niega los socorros que le pide. Miguel Carrera le envia 300 hombres. — Salida del jeneral para el teatro de la guerra. — O'Higgins ataca á Elorreaga, le obliga á pasar el Itata, y se reune en Bulluquin con Miguel Carrera. — Accion del Roble. - Guerrilla de Valenzuela atacada en Tracoyan, y muerte de su comandante.

Mientras que O'Higgins trabajaba por mantener el ardor de sus soldados, aguirriéndolos é inspirándoles la pasion de la gloria, principio del verdadero valor militar, y de amor á la patria, Carrera continuaba pidiendo y recibiendo cada dia reclutas, que eran instruidos y organizados como por encanto. Hasta entonces, bien que conociese la importancia que tenia la posesion de la plaza de Arauco, se habia visto obligado á temporizar sin pensar en ir á atacarla; pero no por eso dejó de enviar fuerzas á castigar la insolencia de algunos Indios araucanos, los cuales se habian establecido en San Pedro, y no cesaban de hacer, desde allí, demostraciones de forfantería, que al fin le apuraron la paciencia. De suerte que envió un destacamento contra ellos, con órden de replegarse, una vez hubiese desempeñado su comision, en atencion á que se acercaba el momento de concentrar sus fuerzas en las inmediaciones de Chillan.

En efecto, llegaron el 5 de octubre los socorros tan esperados de Talca, conducidos por el coronel Sotta, y escoltados por cuarenta guardias nacionales al mando del

capitan Prieto. Clemente Lontaño los habia seguido con el intento de apoderarse de ellos y de acampar en las vegas de Itata con toda su guerrilla reunida á la de Olate; pero la proximidad del destacamento de don José María Benavente, establecido en Dihueño desde la toma de la Florida, le contuvo, y el convoy pudo llegar sin accidente á su destino. Con él venia el obispo Andrew y Guerrero, hombre ardoroso, entusiasta y capaz de contrapesar el influjo de los misioneros españoles por el prestijio de su dignidad y de su ministerio.

Desde aquel momento, ya Carrera no pensó mas que en llevar á ejecucion el plan de ataque que habia meditado y preparado desde su llegada á Concepcion. En consecuencia, ya algunos dias ántes, despues de la marcha de Benavente para ir á desalojar el enemigo de la Florida, habia mandado á su hermano José, que permanecia en Quirihue, se pusiese en movimiento para ir á reunirse al ejército en Bulluquin; pero, como siempre, José descuidó de ejecutar aquella órden, y no la ejecutó hasta algunos dias despues, de suerte que advertido del movimiento, el enemigo lo siguió y lo bloqueó en Membrillar, de donde no le fué posible salir. En tal situacion, pidió socorro á Alcazar, que acababa de llegar á Talca con la espedicion chilena de Buenos-Aires; pero este oficial alegó para no enviarle el socorro pedido, que no tenia órdenes del gobierno para ello. Esta respuesta irritó su-mamente á José, y aun mucho mas al jeneral en jefe, el cual no podia comprender que fuese sacrificada una division entera á una mera interpretacion de puro capricho, por lo menos, sino de malas intenciones. Sea lo que fuese acerca de esto, Carrera se apresuró á enviarle un refuerzo de trescientos hombres, entre los cuales habia

cien dragones y ciento y cincuenta fusileros de la guardia jeneral acampada en Dihueño.

Al mismo tiempo, envió otro refuerzo á O'Higgins, bajo el mando de Muñoz, para que atacase á Elorreaga, que estaba acampado en Rere, y el 8 por la mañana, se puso personalmente en marcha en la direccion de Membrillar para ir á tomar el mando de todas sus fuerzas reunidas, dejando el gobierno de Concepcion y de Talcahuano al coronel Spano con instrucciones reservadas.

Antes de cuarenta y ocho horas, despues de la órden de ponerse en marcha con su division, ya Benavente se hallaba sobre el Itata y forzaba Lantaño, al cabo de un corto tiroteo, á desalojar y á replegarse á Urejola, que estaba acampado en Quinchamali. Justamente en aquel instante, llegaba Carrera cerca de las alturas del Quilo, en donde supo que la division del centro habia sido desbloqueada, y resolvió marchar á la Florida con la mayor parte de sus fuerzas á reunirse á O'Higgins. El ataque que este habia ejecutado contra Elorreaga no habia tenido mas resultado que el de cojer algunos realistas, y 400 vacas encerradas en un corral; pero en el hecho de seguir la retirada al enemigo hasta las márjenes del Itata, retardaba su llegada al punto de reunion jeneral, con gran sentimiento de Carrera, que temia se viese comprometida la division Benavente, acampada en la Florida, por su inferioridad numérica, si la otra no llegaba para sostenerla en caso que fuese atacada.

Otro motivo de grande impaciencia para él era el retardo de los caballos, cañones y municiones que habia mandado enviar de Concepcion á la division Benavente, retardo que llegó á inquietarle en términos de resolverse á retrogradar á Concepcion, á donde llegó el 10.

Cuatro dias despues, todos los objetos arriba dichos habian sido espedidos, y Carrera se ponia de nuevo en camino para la Florida y operar su juncion con O'Higgins.

Una vez reunidas las dos divisiones, emprendieron la marcha, y fueron á campar á las inmediaciones de Pantanillos; solo quedó en la Florida una guerrilla mandada por el teniente Cárdenas, encargado de protejer el transporte de los cañones y demas objetos que habian salido de Concepcion el 14.

El 16, las dos divisiones, cuya fuerza total era de ochocientos hombres, se pusieron en movimiento, y llegaron á las 4 al paso del Itata, llamado el Roble. Las descubiertas solas tiraron algunos tiros á la proximidad del vado de las piedras, situado un poco mas arriba.

Miguel Carrera mandó acampar sus tropas en una posicion cubierta de árboles y rodeada de barrancos que no fué sin embargo del gusto de O'Higgins, el cual propusó ir á ocupar una colina que habia sobre el lago Avendaño, distante solo de ocho cuadras del punto escojido por Miguel Carrera. Confiado este en la poca probabilidad de que el enemigo pudiese pasar el rio, desechó el parecer de O'Higgins, y mandó plantar sus tiendas en las pequeñas eminencias que dominan el paso que tenian á la vista.

« Un cañon de á 4 con 40 fusileros guardaba el paso y era sostenido por un reten de 150 granaderos y voluntarios. La guardia nacional, que habia servido de infantería, ocupaba la izquierda de la línea de infantería y era sostenida por la caballería del capitan Benavente, que se campó en la arboleda que está al pié de la altura. La artillería se colocó en el centro de la infantería. Todo el

campo se cercó de centinelas y se colocaron grandes guardias desde la hacienda de los Mardones hasta el vado del peñasco, que distaba una legua, al sur, del campamento (1).»

Sanchez, que tenia conocimiento del movimiento simultáneo de las tres divisiones, habia mandado á Urrejola atacarlas en detal ántes que operasen su juncion. En aquel instante, Elorreaga llegaba bastante malo á San Xavier, dejando la tropa al mando de Don Pedro Ascenjo para dirijirse sobre Chillan. Deseando sacar partido de aquella division, Urrejola proyectó una sorpresa á favor de la noche y dió órdenes al valiente Lantaño para que la ejecutase con Ascenjo, militar no menos decidido y arrojado. Al mismo tiempo, afin de no dar sospechas al enemigo, y de desorientarlo, mandó á Olate, que quedaba en el campamento al frente de Carrera, encendiese muchas hogueras, multiplicase las centinelas para aumentar los gritos de alerta á los oidos del enemigo, y mandase que todas las bandas de tambores tocasen la Diana.

En cuanto á él mismo personalmente, se quedó de observacion á poca distancia para defender el paso, y protejer, en caso necesario, la retirada (2).

El 17 octubre tuvo lugar la espedicion. Los realistas, haciendo un gran rodeo, pasaron el rio en el lugar llamado el Carrizal, junto al cerro negro, y desde allí, por una marcha muy forzada, se dirijieron hácia el campamento de Carrera, á donde llegaron ántes del amanecer.

La primera guardia que encontraron fué la del teniente don Manuel Valenzuela, compuesta de cincuenta hombres, todos durmiendo, así como tambien su jefe, tan

(1) Diario de José Miguel Carrera.

(2) Conversacion con don Clemente Lantaño.

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