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Pero al difundirse por la capital las felices nuevas traidas por el viento del Mediodía, acerca de la gloriosa victoria obtenida por el ejército de la nacion sobre los restos borbónicos acaudillados por el general Pavía, la excitacion fué tal, tan rápido y poderoso el ímpetu de la opinion, que á las once de la mañana ya el general D. Manuel de la Concha se dirigia á los Sres. D. Joaquin Jovellar y D. Pascual Madoz; declarábales que su hermano D. José corria á San Sebastian á depositar en manos de su señora el poder que esta le habia otorgado; reconocia la imposibilidad de sostener un minuto mas el antiguo órden de cosas y resignaba en los referidos señores el gobierno de Madrid.

Los Sres. Madoz y Jovellar recogieron desde luego el legado que el Sr. Concha les dejaba, atentos sobre todo á que el pueblo de Madrid encontrase constantemente personas á quienes poder dirigir sus reclamaciones, expresar sus votos y encomendar su seguridad. Pero bien penetrados de que aquello era el principio de una época nueva, despues de tranquilizar al excitado pueblo, entregáronse sin reserva al recto y generoso instinto de Madrid.

Bien pronto reuníase en la casa de Villa un número considerable de ciudadanos, como por maravilla ilesos de la tiranía anterior, ante quienes el Sr. Madoz, ya encargalo del gobierno civil de la provincia, depositaba el mantato que del antiguo Gobierno habia recibido, mientras el Sr. Jovellar, constituido en el gobierno militar, tomaba las disposiciones oportunas para precipitar la ya latente simpatía entre el ejército y el pueblo.

A sus comunes esfuerzos y á la sensatez, sagacidad y agnánimo corazon del pueblo de Madrid, debióse que bien pronto apareciese constituida una Junta, compuesta de los hombres que más se habian señalado en los últimos años en la defensa de las reclamaciones populares; que la capital, ya del todo confiada en la salvaguardia del pueblo, apareciese como por encanto vestida de gala, rebosando en gente, con el ánimo visiblemente dilatado; que las tropas, que determinados cuerpos del ejército á quienes las

circunstancias habian colocado en una situacion excepcional y seguramente lamentable, apareciesen confundidos en la fiesta universal; que los Borbones desapareciesen al fin de este recinto entre las maldiciones, sí, pero tambien entre el general regocijo de los ciudadanos.

La Junta provisional revolucionaria de Madrid se componia de los señores cuyos nombres verán nuestros lecto res al pié de los documentos que más abajo insertamos. No todos aparecieron á una misma hora, en un mismo punto, y como á virtud de prévia combinacion. Hubo en la constitución de la Junta algo de aquella espontaneidad, de aquel entusiasmo que se reflejaban en la actitud de Madrid. Ya instalada, la Junta procuró ante todo hacer conocer á las provincias cuáles eran la resolucion y propósitos de esta poblacion, procurando á la vez describirles la facilidad con que todo habia cambiado y cuán de descar sería una transicion semejante en lo restante de la Península. Tal fué el propósito de la Junta al comunicar a las provin cias el siguiente telégrama:

A las Juntas revolucionarias de todas las capitales.El pueblo de Madrid acaba de dar el grito santo de libertad y abajo los Borbones: y el ejército, sin excepcion de un solo hombre, fraterniza en todas partes con él.

»El júbilo y la confianza son universales. Una Junta provisional, salida del seno de la revolucion y compuesta de los tres elementos de ella, acaba de acordar el armamento de la Milicia Nacional voluntaria y la eleccion de otra Junta definitiva por medio del sufragio universal, que quedará constituida mañana. ¡Españoles! Secundad todos el grito de la que fué córte de los Borbones y de hoy más será el santuario de la libertad. » D

La Junta atendió despues á la seguridad interior de Madrid, bien segura de que, confiado todo á la sensatez del pueblo, ningun peligro sério correria esta; pero estimulada á la vez por centenares de ciudadanos que espontáneamente se ofrecian á custodiar los establecimientos todos, públicos o privados, que pudiesen excitar la codicia

de los malvados, bien pronto fueron custodiados por el pueblo mismo y en medio de la satisfaccion de sus respectivos gerentes, establecimientos tales como el Banco de España, Caja de Depósitos, Casa de moneda, etc.

Dividióse además la Junta en secciones, organizó sus trabajos, repartió sus fuerzas é hizo llegar á los ciudadanos sus consejos, y al llegar la noche, Madrid presentaba el aspecto de una poblacion libre, gozosa, dueña de si misma y tan tranquila por lo demás, más realmenté tranquila que cuando se creia necesario, para su seguridad, el estado de sitio y la existencia de una numerosa policía.

Antes, sin embargo, la Junta habia tenido el placer de adherirse al movimiento del pueblo de Madrid contra los Borbones en el siguiente manifiesto:

«La Junta revolucionaria provisional de Madrid se asocia por unanimidad al grito conforme del pueblo, que ha proclamado:

» La soberanía de la nacion.

»La destitucion de doña Isabel de Borbon del trono de España.

>>La incapacidad de todos los Borbones para ocuparle.

»Madrid, etc.-Pascual Madoz.-Nicolás María Rivero. -Amable Escalante.-Juan Lorenzana.-Facundo de los Rios y Portilla.-Estanislao Figueras.-Laureano Figuerola. José María Carrascon.-Marqués de la Vega de Armijo. Mariano Azaia.-Vicente Rodriguez.-Félix de Pereda. José Cristóbal Sorni.-Manuel Garcia y García.Juan Moreno Benitez.-Mariano Vallejo.-Francisco Romero Robledo.-Antonio Valles.-José Olózaga.—Francisco Jimenez de Guinea.-Ignacio Rojo Arias.-Ventura Paredes. Eduardo Chao.-Ruperto Fernandez de las Cuevas.-Manuel Pallares.-Manuel Ortiz de Pinedo.-José Ramos.-Nicolás Calvo Guaili.-José Abascal.-Manuel Merclo.-Adolfo Joaristi.-Francisco García Lopez-Bernardo García. Camilo labrador.-Miguel Moraita.-Ricardo Muñiz.-Tomás Carretero.-Antonio Ramos Calde

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ron.-Carlos Navarro y Rodrigo.-Francisco Javier Carratalá.-Antonio María Orense. »

Asegurada ya la tranquilidad de Madrid, obra debida en verdad, antes á la cultura del pueblo que álos trabajos de la Junta, seguros los ciudadanos sobre el porvenir de su aspiracion, se convocó al pueblo para que eligiese por sufragio universal una Junta de gobierno ante la cual declinase sus poderes la que no se consideró desde el primer instante sino como una corporacion interina consagrada á llenar el espacio intermedio entre el antiguo régimen y la primera aplicacion del nuevo derecho proclamado por la marina, el ejército y el pueblo, del sufragio universal.

El pueblo de Madrid acudió gozoso á emitir sus votos en favor de los que habian de ser su personificacion, quedando constituida el 5 por la noche la Junta de gobierno, á quien entregó sus poderes la interina revolucionaria, del siguiente modo:

Presidentes honorarios.-Excmo. señor duque de la Torre; Excmo. señor marqués de los Castillejos.

Presidente efectivo.-Exemo. señor D. Joaquin Aguirre. Vicepresidentes.-D. Nicolás María Rivero; señor marqués de la Vega de Armijo.

Secretarios.-D. Inocente Ortiz y Casado, D. Felipe Picatoste, D. Telesforo Montejo, D. Francisco Salmeron.

Diputados.-D. Gregorio de las Pozas, D. Cárlos Rubio, D. Eduardo Martin de la Cámara, D. Práxedes Mateo Sagasta, D. José Simon, D. Francisco García Lopez, D. Laureano Figuerola, D. Vicente Rodriguez, D. Fermin Arias, D. Pedro Martinez Luna, D. Francisco de Paula Montemar, D. Manuel Carretero, D. Nicolás de Soto, D. Pascual Madoz, D. José Olózaga, D. José Cristóbal Sorní, D. Juan Sierra, D. Julian Lopez Andino, D. Baltasar Mata, D. Camilo Lahorga, D. Juan Fernandez Albert, D. Juan Antonio Gonzalez.

El 29 de Setiembre, dia en que el pueblo de la capital de España, secundando el movimiento iniciado en Cádiz por los bravos marinos, daba el grito de abajo la dinastía,

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salia de San Sebastian para Francia doña Isabel de Borbon acompañada de su familia y del inseparable Sr. Marfori, comprendiendo sin duda que el pueblo rey queria volver á colocarse nuevamente la corona que tan generosamente puso en las sienes de quien, en lugar de aumentar su brillo y su gloria, no hizo más que empañarla con la torpeza de sus actos.

No teniendo otros cimientos el trono de los monarcas, como dice Melo, sino la misma permision y conformidad de los súbditos, los españoles, en uso de su sagrado derecho, quitaron la corona de la frente de Isabel á los 35 años de la muerte de Fernando VII y á los 168 de reinar en nuestro páírio suelo la casa de Borbon.

El movimiento nacional iniciado en Cádiz proseguia su desarrollo, ganaba el ánimo de todos y era seguro que en breve iba á ser la fórmula política necesaria del país.

Pues bien, á pesar de esto existia un punto oscuro en el horizonte político: en medio del gozo universal, todavía se divisaba una region donde reinaban la desesperacion y el deseo de guerra. El general D. Juan de la Pezuela, el autor del célebre bando sobre la prensa clandestina, faltando con una obstinacion incalificable al doble deber de ciudadano y de soldado, insistia en sostener la causa de la exreina Isabel, oprimiendo á una gran parte de Cataluña, encadenando á Barcelona, alentando solapadamente aspiraciones execrables é intentando, sin remordimiento, la guerra civil, y acaso la disolucion nacional y la destruccion de la integridad de nuestro territorio.

La verdad es que mientras el Sr. Pezuela se obstinaba en contrariar una revolucion nacional tan inevitable como gloriosa, una por una declaraban todas las provincias y pueblos de importancia que deseaban vivir libres ó perecer, y Barcelona esperaba el momento oportuno para romper el yugo que queria imponerle un defensor de la tiranía, que tuvo al fin que acceder á los deseos de un pueblo culto y liberal, cuando supo la aproximacion de la escuadra, declinando el mando á pesar de la resistencia á que quiso apelar.

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