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mos la costumbre de guardar silencio sobre las que nos parecen glorias de España en América; y cuando nos consideramos obligados á hablar de ellas para defender la verdad histórica, pedimos perdon de ello, y rebajamos cuanto podemos el tono de nuestro estilo, para que se nos perdone la evocacion de recuerdos tan grandes.

Dice tambien el artículo: «Pasemos ahora á lo << que dice el señor Portilla sobre la preferencia de << los padres de familia...... para casar á sus hijas.» Nada dijimos nosotros sobre esto, sino que lo dijo el señor Esteva, y nosotros no hicimos más que responderle. Nosotros nos guardamos bien de decir nada que ofenda á nadie ni por asomo, y nunca nos habriamos permitido la pueril vanidad de traer á colacion tal especie. El señor Esteva dijo que la situacion de la colonia era tan afrentosa, que muchos padres preferian los españoles á los mexicanos para darles la mano de sus hijas; y nosotros respondimos que no habia tal afrenta ni tenian de ello la culpa el gobierno y las leyes, porque tambien ahora hacen eso mismo algunos, sin que se pueda achacar á las leyes, actuales ni al actual gobierno. «Eso va en gustos, como dice muy bien el señor Esteva; no es cosa de las leyes ni de las instituciones..

Claro es que entre los españoles que vienen á México los hay malos y los hay buenos; pero sin vacilacion podemos afirmar que son más los buenos

que los malos. Puede ser que algunos busquen en el matrimonio un medio fácil y cómodo de enriquecerse; pero no es esto lo general; lo general es que hacen fortuna, los que la hacen, por medio de la honradez, de la economía y del trabajo. Recordamos que hace mucho tiempo tuvimos que responder, como ahora, á esta misma especie; y entonces hubo algunas personas que nos demostraron con nombres y con números, que por un español que se case aquí con señora rica, hay más de ciento que se casan con pobres. Por lo demás ¿qué necesidad tienen las mexicanas de ser ricas para cautivar el corazon de los que le tengan bien formado? ¿Quién piensa en el dinero al verlas? ¿Dónde hay tesoro mayor que su belleza y sus virtudes? ¿Y por qué hemos de sospechar que la riqueza de las ricas ha estimulado á sus pretendientes, si ellas sou dignas de ser amadas por bellas y virtuosas?

Nuestros lectores recordarán que entramos de mala gana en esta polémica, y comprenderán que tenemos ahora nuevos motivos para desear terminarla, por mucho que nos honre la manera bondadosa con que nos trata el señor Esteva. Él dice que continuará, pero nosotros no podrémos seguirle en un camino tan largo. Para responder á cada una de sus afirmaciones necesitamos hojear crónicas, citar documentos y escribir mucho; y esto nos cuesta mucho trabajo, nos roba mucho tiempo, hace ramplon nuestro estilo, y nos expone á que parezca to

do ello pobre alarde de erudicion indigesta y vana. Esto no nos conviene; y en consecuencia, estamos resueltos á dar punto á la cuestion con algunas palabras que le consagrarémos por última vez uno de estos dias..celand ab 400m

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Supuesta ingerencia de los españoles en los asuntos interiores de México.—Acusaciones graves.→Injusticia de ellas.Defensa de los españoles. ngroh obanie d omitió

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El señor Esteva dice en el Federalista de 24 del corriente, que en Guadalajara, en San Luis y en Puebla, los españoles toman actualmente una indebida ingerencia en nuestros asuntos interiores;» y agrega que « muchas casas fuertes de comercio españolas han ayudado ahora y otras veces á la anarquía, al desórden y al retroceso en esos Estados.»

Dice tambien, citando el curso de historia de don Eufemio Mendoza, que « los españoles reciben aquí un bautismo de civilizacion que no tuvieron antes en su patria.»>

1 Aunque este artículo parece extraño á la cuestion de que tratan los anteriores, le reproducimos aquí por haberse publicado en medio de la misma polémica, el que dió lugar á él,

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Agrega que desea ver en México millares de extranjeros, pero en calidad de ciudadanos mexicanos, y que á ningun extranjero debe concedérsele el derecho de preponderancia que pretenden arrogarse los españoles sobre los mexicanos en nuestra propia patria.>>

Dice además que los españoles en general vienen á buscar fortuna, y que una vez ricos, se vuelven á su país á insultar á México, como la señora Calderon, Zorrilla y Dorliac, ó se quedan aquí á formar parte de una aristocracia ridícula, « olvidándose de cómo desembarcaron en nuestras playas.>>

Dice por último, hablando de un artículo que ha publicado en la Habana don Fernando Dorliac, que no quiere devolver injuria por injuria y herir á España, «cuya historia contemporánea debiera hacer más cautos y menos imprudentes á sus escritores.>>

Todo esto es muy grave, pues da por resultado inspirar odio y desprecio á los españoles. Es verdad que no es esta la intencion del señor Esteva, puesto que en el mismo número del Federalista, donde está el artículo que hemos extractado, hay un párrafo suyo que dicé así:

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« Ni en el artículo de hoy, ni en ninguno de los « que hemos escrito, pretendemos despertar animo«sidades contra los españoles. Como antes lo diji<< mos, repetimos ahora, que entre estos, como en to<«<das las nacionalidades, se encuentran personas << muy dignas de estimacion. En lo que llevamos

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