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la malevolencia comun, i el apoyo de algunos ministros de la real audiencia que con el presidente estaban declarados contra la Compañía; por lo cual, pospuesto el temor de las censuras, i despreciados nuestros privilejios, el apóstata fué amparado en el uso de su dimisoria, i honrado con lucidas funciones en la Catedral, encomendándole aquellos primeros dias el sermon del domingo de ramos i el de la pasion el viernes santo del año de 1613, siendo así que cuando Fonseca vivia dentro de la Compañía, le profesaba su ilustrísima particular aversion, i disgustaba por estremo de sus sermones."

"Pretendió nuestro provincial nombrar juez conservador, pero nunca pudo conseguir la aprobacion de la real audiencia, que ántes bien se puso de parte de Fonseca, e infundió nuevos alientos al obispo para hacerse juez ordinario de esta causa, por mas que le recusó, i declinó jurisdiccion. I aun fuera tolerable este atentado, si no estuviese tan declarado a favor de la injusticia, que se negaba aun a recibir los alegatos de nuestro derecho, i oír nuestras peticiones, i hacía otras vejaciones que manifestaban cuánto puede la pasion armada del poder. Era aquel prelado ardiente en sus empeños, i de ménos consideracion en sus resoluciones, de que se puede formar alguna idea por tal cual que refiere el maestro Jil González Dávila, cronista mayor de las Indias, en su Teatro Eclesiástico de la primitiva iglesia de las Indias Occidentales (tomo 2, folio 82), donde escribe de él quese volvió a España (son palabras formales de aquel autor) sin licencia de Su Santidad, ni rei, i dió la razon que tuvo para ello, que no fué tenida por suficiente, quedando quejosa aquella iglesia (de Santiago de Chile) i sus pobres, porque trajo

sesenta mil pesos de oro sin rejistro; i llegando a España fundó en Toledo, en Alcalá de Henares, en Sevilla, memorias que no tuvieron efecto, porque eran de hacienda ajena, i no suya. Mandáronle volver a su obispado, i murió en Sevilla en el convento de su órden, año de 1622. La riqueza que trajo, por sentencia pública i jurídica, se declaró pertenecer a la santa iglesia de Chile como verdadera i lejítima heredera de sus bienes.Hasta aquí aquel autor. Véase tambien por indicio de su jenio poco sosegado lo que refiere su sucesor mediato el ilustrísimo señor don frai Gaspar de Villarroel en su Gobierno Eclesiástico Pacífico (2a parte, cuestion 17, artículo 2, número 7).

"Un prelado, pues, de tan poco miramiento considérese qué molestias no causaria a los que nunca fué propicio, i contra quienes ahora estaba empeñado, i los miraba indefensos i aborrecidos. Como conspiraba con el presidente en un mismo designio, aunque por rumbo diverso, le fué fácil alcanzar guardia de soldados que acompañase al apóstata, porque no pudiese la Compañía apoderarse de su persona, i le contraponia en las funciones mas graves de los jesuitas. Estos, como viesen que en fiesta principal, a que concurrian con las demas relijiones en el convento de Santo Domingo, queria asistir tambien Fonseca, se vieron forzados a salirse de la iglesia, por no comunicar in sacris con el descomulgado, hasta que los reverendos padres predicadores le obligaron a desampararla i salirse, porque no faltase a su funcion solemne nuestra comunidad, obrando consiguientes al empeño en que entraron desde el principio de esta causa, movidos de la razon, porque defendieron constantes que Fonseca era verdadero apóstata, i debia ser tratado como tal, i habia incurrido

en las censuras, como tambien todos sus fautores.

"El mismo parecer siguieron los reverendos padres mercenarios, que favorecieron tambien grandemente a la Compañía. El licenciado Gabriel Sánchez de Ojeda, abogado de mucho nombre, publicó un doctísimo parecer contra Fonseca, i le suscribió el licenciado Antonio Rosillo, abogado célebre; el fiscal de la real audiencia de Chile i el doctor Juan Cajal, uno de sus oidores, estuvieron tan firmes en el propio dictámen, que jamas quisieron acudir a sermon o funcion sagrada del apóstata, o se salian de la iglesia, si él coneurria. I lo que mas es, la universidad de Lima, emporio celebérrimo de la sabiduría, se declaró a favor de nuestra justicia; i movido de su dictámen, el excelentísimo señor marques de Montes Claros, virrei del Perú, escribió una carta a favor de la Compañía al obispo, i otra al presidente, para que sobreseyesen de sus empeños, i dejasen a nuestros superiores castigar aquel mal hijo. Ni aun tan soberana insinuacion fué poderosa a hacerles retroceder; ántes bien el obispo continuó las vejaciones, i nos solicitó ocasiones de desaires pesados. Tal fué el que intentó a principios del año de 1614, porque habiendo sido estilo desde que en aquella capital se fundó nuestro colejio que el dia de la Circunscision fuese el cabildo eclesiástico en procesion, acompañado de los nuevos alcaldes, desde la catedral a nuestra iglesia, pretendió que se omitiese esta funcion, aunque se frustraron estas dilijencias por la constancia de los prebendados que reprobaron este designio, fundándose en lo aparente en otras razones políticas, pero en realidad movida poderosamente su relijiosa discrecion de la indignidad de que se echase mano de lo sagrado para despique de ciegas pasiones.

"El presidente, no solo movido de su inclinacion, sino arrastrado tambien de las interceciones de nuestros émulos, proveyó a Fonseca en un oficio igualmente honroso que útil, gozando el miserable apóstata del aplauso popular, de que abusaba para malquistar a los jesuitas en público i en secreto, culpándolos tanto con su ingrata lengua, cuanto a sí se santificaba. Pero con el tiempo volvió él mismo por nuestro crédito con sus procederes; i descubriendo la hilaza, verificó el comun adajio, que no es oro todo lo que reluce, porque el que pretendiente i necesitado procedió compuesto, moderado i quieto, despues que se vió en alto, se dejó cegar de su presuncion loca. Empezó a despreciar a sus fautores, i a muchos de ellos dió no poco que hacer, disponiendo altamente próvida la Divina Justicia que aquel por cuyo amor pecaron fuese el cuchillo de sus honras i haciendas, i el mas idóneo instrumento de su merecido castigo. Movióles pleitos en que lastaron con la pérdida del crédito i bienes temporales, las aflicciones que contra razon i justicia causaron al provincial jesuita i sus súbditos, dándoles la vejacion entendimiento para conocer cuán mala causa patrocinaron, i cuán acertada andaba la Compañía en descartarse de este mal hijo, i en desterrarle del reino de Chile. Así dispone sabiamente el cielo que la misma materia de la culpa se convierta en azote que la deje bien castigada, i haga abrir los ojos al escarmiento a los que se dejaron cegar de sus pasiones para cometerla, i a otros sirva de luz que los haga advertidos para huir de las temeridades. En fin paró todo en que viendo destituida nuestra justicia, resolvió la Compañía espeler totalmente de sí a este mal hijo, i darle de órden de nuestro padre jeneral la dimisoria absoluta.

"Esto no sucedió hasta tres años despues; i en todo el tiempo de este ruidoso litijio, no es ponderable cuánto crecieron las molestias i vejaciones contra la Compañía, hecha blanco de las lenguas maldicientes i del odio comun, que tenia tan poderosos promotores, que por todos caminos i maneras le fomentaban, ideando cada dia trazas para desfogar sus injustos sentimientos. A eso los incitó poderosamente con diabólicas sujestiones el apóstata, complicando su causa con la comun del reino, porque les hacía creer que su espulsion de la Compañía i mal tratamiento no tenian otro orijen que el de haberse sentido mal afecto a los arbitrios del padre Valdivia. Con esto se encendian mas los émulos, como si estas razones echaran nueva leña al fuego de sus iras contra nosotros, i dieron tanto que padecer a los jesuitas, que se tiene por cosa averiguada, no fué inferior, o ménos fecunda de trabajos i tribulaciones esta persecucion del reino de Chile, que las primitivas de Zaragoza i del cardenal Siliceo, permitiéndolo altamente la Divina Providencia para que campease mas la virtud invicta de los perseguidos" (1).

XIV.

A pesar de tan furiosa oposicion, el padre Valdivia permanecia incontrastable en sus propósitos de traer los indios a la paz solo por medio de la persuasion.

Para ello, quiso enviar nuevos misioneros jesuitas al territorio araucano; pero el gobernador, temeroso de que fueran a correr la misma suerte que

(1) Lozano, Historia de la Compañía de Jesus de la provincia del Paraguai, libro 7. capítulo 15.

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