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indíjenas al catolicismo, a asegurar su sometimiento al soberano de España, i a buscar qué comer.

Los dos primeros objetos son mui fáciles de comprender.

Pero ¿qué llamaban buscar qué comer?

Poseer indios para hacerlos trabajar, especialmente en la esplotacion de minas.

Era este el principal aliciente que atraia a los españoles; era este el principal recurso de que se valian los caudillos para alistar bajo sus banderas capitanes i soldados.

Apénas entrados en Chile, Valdivia i sus compañeros se informaron sobre el número de los habitantes para calcular de cuántos podria disponer cada uno segun su rango.

Los indios a quienes interrogaban les contestaron, sin saber bien lo que decian, ser mucha la poblacion de la comarca que se estendia hasta el Maule.

Los españoles lo creyeron, tanto porque aquello les halagaba el deseo, como porque fué mui larga la lista de los nombres de los caciques, que, segun los indios, rejian el país.

Valdivia, ansioso de complacer a los suyos, procedió, sin entrar en mas indagaciones, "porque así convino para aplacar el ánimo de los conquistadores", a lo que confiesa él mismo, a hacer una distribucion aproximativa de indios imajinarios entre sesenta i tantos vecinos de la recien fundada ciudad de Santiago.

De igual modo se portó con los de la Serena, a quienes, segun las palabras de Valdivia, repartió indios "que nunca habian nacido" por no declararles desde luego que sin la debida recompensa iban a nuevos trabajos despues de tantos como habian soportado.

Pero los conquistadores de Chile no eran hombres de contentarse con encomiendas imajinarias, o siquiera poco numerosas.

Pedro de Valdivia deseaba ardientemente que el soberano prolongara el territorio de su gobernacion hacia el sur cuanto tuviera a bien, hasta el mismo estrecho de Magallanes, si era posible.

Para conseguirlo, exajera indudablemente en sus relaciones a Cárlos V la escasez de la poblacion que habitaba la parte septentrional de Chile, así como los cronistas i contemporáneos de la primera época habian de ponderar mas tarde el exceso de la misma poblacion.

La esperiencia, segun Valdivia, no tardó en manifestar que desde Copiapó hasta el valle de Aconcagua solo habia así como unos tres mil indios, de modo que a cada uno de los diez vecinos primitivos de la Serena solo tocaron ciento o doscientos indios.

Esto hacía temer al gobernador Valdivia que habria que abandonar aquella poblacion, por útil que fuera, si detras de la cordillera de la nieve, no se descubrian indios para aumentar aquellos repartimientos.

La misma esperiencia, siempre segun Valdivia en sus relaciones al emperador, trajo luego una nueva i amarga decepcion.

Aquellos caciques cuya larga lista enumerada por los indíjenas del Mapocho habia alucinado a los compañeros de Valdivia tenian bajo su dependencia solo unos veinte o treinta individuos. ¡Eran unos pobres miserables!

Valdivia aseguraba al monarca que desde Santiago hasta el Maule no habia indios mas que para veinte i cinco vecinos a lo sumo.

Agregaba que esta conviccion le habia causado

una penosísima impresion, porque no habia dado de comer, esto es, no habia todavía distribuido indios, aunque fuera en el papel, a doscientos de los hombres que habian seguido su bandera de conquista; pero que esa conviccion habia sido tambien uno de los poderosos estímulos que le arrastraron a esplorar la rejion austral hasta mas allá del Biobio.

Tenia que encontrar indios a toda costa, i eso le impulsaba a marchar adelante sin reparar en nada.

El resultado de sus correrías le llenó bajo este aspecto de satisfaccion.

La tierra de Arauco se le presentó mui poblada, "mas poblada que la Nueva España", a lo que afirmaba.

"Tengo esperanza en Nuestro Señor, escribia con la mayor complacencia a Cárlos V, de dar en nombre de Vuestra Majestad de comer en ella a mas conquistadores que se dió en Nueva España e Perú; digo que haré mas repartimientos que hai en ambas partes, e que cada uno tenga mui largo e conforme a sus servicios i calidad de personas".

Alentado con aquella tan buena i tan poblada tierra que habia descubierto, se apresuró a reducir a la mitad las encomiendas que habia creado entre el Mapocho i el Maule, reservándose dar de comer, i mui bien, con los indios de Arauco, a los vecinos que quedaban desposeídos por esta providencia.

El gobernador empleó su acostumbrado procedimiento de distribucion en globo para repartir los araucanos entre ciento veinte i cinco conquistadores.

I todavía sobró un gran número para acomodar a otros, pues, segun las palabras de Valdi

via, aquella rejion estaba tan poblada, que parecia un pueblo; estaba tan cultivada, que parecia una sementera; i era tan rica, que parecia una mina de

oro.

"Si las casas no se ponen unas sobre otras, decia, no puede caber en ella mas de las que tiene". En su concepto, habia descubierto un paraíso donde poder dar de comer a todos los hambrientos de España (1).

I en verdad que para quedar un crecido sobrante de indíjenas por repartir, debia ser la comarca en estremo poblada, si hemos de aceptar como aproximativamente exactos los censos de algunas de las encomiendas concedidas por Valdivia que contienen las crónicas primitivas.

A lo que refieren sus autores, que fueron testigos presenciales, la de Antonio de Ulloa constaba de dos mil indios; la de Andres Hernández de Córdoba, de seis mil; la de Pedro Olmos de Aguilera, de ocho mil; la de Jerónimo de Alderete, de doce mil; la de Pedro de Villagra, de quince mil; la de Diego Nieto de Gaete, de mas de quince mil; la de Francisco de Villagra, de mas de treinta mil, a diez leguas de la Imperial, encomienda que le proporcionaba una renta de cien mil pesos por año.

Sin embargo, tengo para mí que los guarismos precedentes deben tomarse, no como exactos, sino solo como una manera de espresar lo numerosos que eran aquellos repartimientos.

Dejó el gobernador Valdivia para sí, i para los que pudiesen venir de España casi todos los indios de la jurisdiccion de la ciudad que fundó con su nombre, los cuales, segun el lenguaje indudablemente harto hiperbólico de los cronistas, llegaban

(1) Valdivia, Cartas a Carlos V.

a quinientos mil en el espacio de diez leguas (1).

II.

Valdivia encarece mucho en sus cartas a Cárlos V el esmero que habia desplegado para el buen tratamiento i conversion de los naturales. Llegó aun a decirle en la que le escribió el 26 de octubre de 1552, que la tierra de Chile llevaba en esto la ventaja "a todas cuantas habian sido descubiertas, conquistadas i pobladas hasta entónces en Indias." Ya ántes, en la que le dirijió el 4 de setiembre de 1545, le aseguraba que él i sus compañeros miraban a los yanaconas empleados en las minas como a hermanos "por haberlos hallado en sus necesidades por tales"; i que a fin de no fatigarlos miéntras estaban trabajando, ellos mismos les acarreaban a caballo la comida.

Bien pudo ser así; pero si hemos de atenernos al testimonio de otros contemporáneos, el tratamiento fraternal de que se alababa Valdivia no tenia nada de envidiable.

Valdivia i sus soldados comenzaron por tomar indios para obligarlos a que les construyesen habitaciones, i a que cultivasen en su provecho los campos, o les proporcionasen bastimentos.

Los forzaron ademas a que les sirviesen de domésticos.

Se pudo ver entónces a los hijos de los caciques principales ocupados en el cuidado de los caballos i en el aseo de las caballerizas.

(1) Valdivia, Carta a Carlos V, fecha 4 de setiembre de 1545.—Góngora Marmolejo, Historia de Chile, capítulo 13.—Mariño de Lovera, Crónica del reino de Chile, libro 1.o, capítulos 38 i 39, i libro 2, capítulo 24.

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