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nucion, que no valen al presente los tributos mas de tres mil pesos al año; i a este paso va todo lo demas, de suerte que ha venido el negocio a tanta miseria, que lo lastan agora los hijos de los que ganaron la tierra con tanto estremo, que hai muchas huérfanas hijas de conquistadores i descubridores del reino que andan a buscar de comer por casas ajenas, i sirviendo a los que en España estaban por nacer cuando los pobres hombres andaban descubriendo i conquistando estos reinos por muchos años i con muchos trabajos, derramando su sangre. Mas todo esto no es sin disposicion divina, pues allá en la divina escritura a cada paso amenaza con semejantes calamidades a los que atesoran por medios tan desordenados."

IV.

Los conquistadores no tardaron en esperimentar las funestas consecuencias de su inhumanidad. Los indios del norte de Chile eran mucho ménos numerosos, ménos altivos, ménos protejidos por los accidentes del terreno, que los del sur, los de ultra-Biobio, los renombrados araucanos.

No obstante, los españoles, sin hacer distinciones, trataron a los unos con igual dureza que a los otros.

No pensaban mas que en hacer por toda especie de medios que los indios les entregasen oro i

mas oro.

En solo las minas de Concepcion, pusieron a trabajar veinte mil indíjenas.

Esto, advierte un cronista contemporáneo, importaba tanto como hacerlos trabajar a todos; "pues así como para sacar veinte mil hombres de pelea, es necesario que haya mas de trescientas

mil personas de donde entresacarlos, así el sacar veinte mil mineros es ocupar medio reino, pues los que restan son sus hijas i mujeres (que ni aun esas dejaban en la ocasion presente); ultra de que es inescusable el remudarse por sus tandas por ser el trabajo excesivo, i haber ellos de ir a sembrar lo que habian de comer so pena de morir de hambre, de suerte que acudiendo siempre veinte mil, venian a ser mas de cien mil al cabo del año, que es lo mesmo que decir todo el reino, pues los hombres que quedaban servian a los españoles de caballerizos, pajes i hortelanos, de beneficiar sus sementeras, i guardar sus ganados, si suyos pueden llamarse, que no sé con cuán justo título lo poseen.'

Los indios del norte, despues de alguna resistencia, se habian sometido a este réjimen arbitrario i tiránico; pero los del sur fueron mucho ménos pacientes.

Con otro sistema, ¿los conquistadores habrian evitado la insurreccion de Arauco? ¿habrian conseguido que fuera ménos sangrienta, ménos porfiada?

No es mi ánimo lanzarme en el vasto e ilimitado campo de las presunciones; quiero concretarme a los sucesos realizados i a sus consecuencias.

Pedro de Valdivia, allá por el año de 1553, tenia ocupados ochocientos indios en sacarle oro de unos lavaderos mui ricos que se habian descubierto cerca de Concepcion.

Cierto dia le trajeron una batea grande i honda llena del precioso i codiciado metal, que habia sido estraído en mui pocos dias.

-"Desde ahora, esclamó Valdivia al verlo, comienzo a ser señor."

Nunca habia estado mas próximo a su ruina.

Precisamente por aquellos dias comenzaba el formidable alzamiento de Arauco.

Desde luego se esparció por los fuertes i encomiendas una noticia vaga i trasmitida por lo bajo de la insurreccion que se estaba tramando entre Ios indíjenas.

Los medios que algunos españoles emplearon para descubrir la verdad pueden dar a conocer la manera brutal con que estaban acostumbrados a tratar a los naturales.

El gobernador del fuerte de Puren, Sancho de Corónas, hizo acostar desnudos a ocho caciques sobre brasas derramadas por el suelo, intimándoles primero que moririan en aquel lecho de dolor si no revelaban lo que sabian.

Pero los indios de esta tierra, dice un cronista, "son tan hombres en sus cosas," que aquellos caciques lo soportaron todo ántes que declarar una sola palabra.

El encomendero don Francisco Ponce de Leon, para conseguir igual objeto, ató de piés i manos a un indio de su repartimiento, i le hizo asperjar con un hisopo empapado en manteca hirviendo; pero tampoco logró su intento, porque el indio prefirió morir en aquel espantoso tormento, ántes que responder a lo que se le preguntaba.

Es de todos conocido cuál fué el resultado de esta insurreccion, famosa en nuestros anales.

El gobernador Valdivia fué vencido i muerto con todos los españoles que le acompañaban.

Segun una de las versiones que corrieron, los araucanos triunfantes presentaron a su ilustre prisionero una olla de oro fundido, i se lo echaron por fuerza en la boca, diciéndole: "Hártate de este metal, de que te has mostrado tan sediento".

Sea verdadera o falsa esta version, de todos mo

dos suministra un símbolo poético i espresivo de la codicia que impulsaba a los españoles, i del castigo que por ella recibió su caudillo en Chile (1).

Así comenzó la larga i tenaz guerra entre los españoles i los araucanos, que constituye el acontecimiento culminante de la historia colonial de Chile, i que aun no ha concluido.

El teson inquebrantable de aquel pueblo idólatra de su libertad para rechazar al invasor estranjero mantuvo por muchos años, por siglos aun, la dominacion española en nuestro país bajo la amenaza de un peligro permanente i mui serio.

Aquella porcion de bárbaros, poco considerable i desprovista de recursos, ofreció durante toda la época colonial un bello ejemplo de lo que puede hacerse en favor de la independencia nacional.

Su conducta, aplaudida por el mundo, sirvió de modelo al principio de este siglo, a los chilenos descendientes de los españoles, para alentarse en la lucha contra la metrópoli.

V.

Las encomiendas i el servicio personal eran lo que habia producido el alzamiento de Arauco i la muerte desastrosa de Valdivia.

A pesar de todo, los españoles, en vez de escarmentar, perseveraron por el contrario en el mismo sistema respecto de los indíjenas.

Precisamente, Francisco de Villagra, quien sucedió como gobernador interino a Valdivia despues de varias turbulencias i disensiones intestinas, repartió, a fin de ganar prosélitos i de reunir

(1) Mariño de Lovera, Crónica del Reino de Chile, libro 1.o, capítulos 11, 13, 19, 21, 23, 34, 36, 41 i 42, i libro 2, capítulo 27.

jente contra los rebelados araucanos, cuantas encomiendas habia dejado vacantes su antecesor en la rejion austral, ya fuera que las hubiese reservado para sí, ya fuera que hubiera querido hacerlas servir de aliciente para que viniesen del Perú o de España personas que le ausiliasen.

De esta manera, Villagra distribuyó mas de seiscientes mil indios, "en que habia paño, segun un contemporáneo, para satisfacer a doscientos vecinos" (1).

¿Dónde estaban aquellos seiscientos mil indios? En Arauco.

Estaban alzados, i ademas victoriosos.

Pero eso importaba poco para los españoles que consideraban aquella insurreccion como cosa de poco momento; i que si los recibian, era para ir a sujetarlos, i a castigarlos, i a hacerlos trabajar, especialmente en los lavaderos.

El levantamiento de Arauco tenia por causa conocida el sistema de las encomiendas; pero sin embargo, para sosegarlo, se creaban otras nuevas.

¡Tan profundo era el desprecio que los indíjenas inspiraban a los conquistadores!

Pero mientras tanto, los araucanos tenian cercadas las ciudades de Valdivia, Villarrica i la Imperial; habian arrasado las de Angol i Concepcion; i habian osado marchar contra Santiago, llegando hasta las riberas del Mataquito, a las órdenes del intrépido Lautaro, a quien Francisco de Villagra tuvo la buena fortuna de arrebatar la victoria i la vida, salvando así de un ataque terrible la primera ciudad del reino.

(1) Gongora Marmolejo, Historia de Chile, capítulos 18 i 19.-Mariño de Lovera, Crónica del reino de Chile, libro 1.o, capítulo 50.

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