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vecinos i encomenderos del norte estaban espuestos con motivo de la larga i costosa guerra de Arauco.

A veces se tomaban los caballos, las vacas, los granos, las mercancías de todo jénero, librando el gobernador o sus ajentes la paga contra la caja real "para cuando tuviese de qué pagar", dice un cronista, lo que importaba tanto como arrebatarlo todo grátis, "porque ha placido a Dios, agregaba el mismo cronista, que hasta ahora no tenga un grano de sobra" (1).

Se concibe que repetidas i fuertes contribuciones de esta especie bastasen para impedir la prosperidad de una sociedad naciente, i aun para arruinarla.

Efectivamente fué lo que sucedió.

El presidente Bravo de Saravia manifestaba al rei en 8 de mayo de 1569: "Ya tengo escrito a Vuestra Majestad como la mayor necesidad que esta tierra tiene es de jente por los muchos indios que hai en ella i pocos españoles, i éstos tan pobres i cansados, i los indios tan animosos, i ellos tan temerosos, que si Vuestra Majestad con brevedad no los manda socorrer, tengo por cierto que no solo no se podrán sustentar, pero que se perderá; i esto mandando que de España, o del Perú, o Tierra Firme vengan cuatrocientos hombres, o por lo ménos trescientos pagados en el Perú, porque acá no hai qué darles, ni Vuestra Majestad tiene renta de qué pagarlos."

Don Miguel de Olaverría escribia en 1594: "Jeneralmente estantes i habitantes, todos padecen suma pobreza por no hallar en qué ganar, ni en dónde valerse, con tanta inquietud que no tienen

(1) Mariño de Lovera, Crónica del reino de Chile, libro 3, capítulo 27.

sosiego ni seguridad en sus casas por sacarlos dellas cada hora para la guerra; i si nó, contribuyendo para ella de sus pocas haciendas, dejando desamparadas sus casas, llenas de mil necesidades i de mujer i hijos con suma pobreza, que quedan tan aventurados a los daños i ofensas que de la soledad, necesidad i ausencia, nacen, cuanto se deja ver. Los vecinos encomenderos están sus casas hechas hospitales con los continuos gastos de la guerra, i tan empeñados i pobres, que no tienen de qué sustentarse por la disminucion de sus rentas, que es cosa de lástima ver las casas llenas de hijas de un gran número de conquistadores, hombres de muchos merecimientos i valor, sin que tengan jénero de remedio para tomar estado, ni aun para sustentarse."

"Las haciendas de los indios de la Serena, Santiago, Concepcion i las demas, que solian ser ricos, agrega todavía el mismo escritor, están tan disipadas, gastadas i destruidas con la continua distribucion que han hecho dellas para el sustento de la guerra, que ni aun con qué curarlos en sus enfermedades no tienen los miserables indios."

"Finalmente está el pobre reino tan consumido sin sustancia i en lo último, dice, que es bien menester cuidar aquel cuerpo enfermo, i que está en los fines, administrándole algun remedio que le aproveche."

IX.

Las exijencias de los gobernadores en medio de esta jeneral pobreza exacerbaron en mas de una ocasion a los vecinos de Santiago, que ya no podian soportar tantas exacciones, dando oríjen a violentos disturbios.

El año de 1581, gobernaba interinamente a Chile don Martin Ruiz de Gamboa.

Desde Arauco, donde se encontraba, envió a Santiago al capitan Pedro Olmos de Aguilera en comision para echar una derrama, como entónces se llamaba, de veinte mil pesos entre todos los mercaderes, que debian pagarla en ropa destinada al ejército de la frontera.

Aquella órden produjo un verdadero alboroto en la ciudad.

I ciertamente que no era para ménos: ¡veinte mil pesos de contribucion estraordinaria!

No se apreciaria bien el fundado disgusto del vecindario si no se tuviera presente que la demanda de tan cuantiosa suma no era el primer caso de su especie que ocurria, sino por el contrario, el último de una larga serie de otros iguales.

Hasta las mismas autoridades dieron la razon a los mercaderes.

El cabildo envió procuradores al virrei del Perú don Francisco de Toledo "para que remediase la vejacion de los ordinarios tributos de esta tie

rra.

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Lo mas notable del asunto fué que prestó su aprobacion a ello el representante mismo de Ruiz de Gamboa en Santiago, su teniente-gobernador, el doctor Azócar.

Apénas tuvo noticia de lo que acontecia, don Martin Ruiz de Gamboa se dirijió apresuradamente a la capital del reino, a la cabeza de un cuerpo de cuarenta hombres.

Inmediatamente que supieron los de Santiago la llegada del gobernador, salieron a recibirle a un cuarto de legua, con toda solemnidad, probablemente con la esperanza de hacerse perdonar la resistencia a la contribucion.

El doctor Azócar iba como de uso i de derecho presidiendo a las autoridades i al vecindario.

Habiendo pedido la mano al gobernador, éste le dijo:-sed preso en nombre de Su Majestad.

-Su Majestad no ha podido mandarlo, replicó al punto el doctor Azócar, sacando una real cédula que llevaba a prevencion, por la cual el monarca le nombraba justicia mayor del reino.

Esto que oyeron i vieron varios de los soldados que venían con Ruiz de Gamboa, cargaron contra el doctor, dieron con él de la mula abajo, i le condujeron medio arrastrando a Santiago, de donde a los tres dias fué traslado a Valparaíso, i de allí a Lima.

Tan severo castigo hizo callar a todos los de

mas.

Don Martin Ruiz de Gamboa arrancó a los mercaderes i a otras personas de la ciudad los veinte mil pesos para la ropa del ejército.

Ademas ordenó que los indios promaucáes suministrasen luego al punto tres mil quintales de bizcocho, cuatro mil de tocino, gran número de cargas de cecina, muchos carneros i cosas de refresco, que debieron trasportar a hombros hasta Arauco.

El gobernador prometió, segun la fórmula acostumbrada, que todo sería pagado de la real caja cuando tuviera cómo; i se volvió a Arauco a proseguir la guerra.

Cerca de dos años despues, vino a reemplazar a Ruiz de Gamboa el gobernador propietario don Alonso de Sotomayor.

Los vecinos agraviados quisieron aprovecharse de la residencia de Ruiz de Gamboa para acumular contra él tantas i tan tremendas acusaciones, que segun un cronista, "habria parecido piadoso

castigo cortarle diez cabezas, si diez tuviera."

Sin embargo, Sotomayor descubrió pronto que, entre otros, el motivo de tanta zaña era "porque Ruiz de Gamboa echaba derramas para sacar ropa i mantenimientos para los soldados, ordenando que los vecinos los sustentasen, o acudiesen por sus personas a la guerra, lo cual esperimentó don Alonso ser mui escusable so pena de dejar a los enemigos a su albedrío, pues no pueden los soldados pasarse sin comer, ni tienen otra parte de dónde les venga. I así habiéndolo considerado todo, juzgó al mariscal Ruiz de Gamboa, por hombre cabalísimo en su oficio, como lo era" (1).

Esto quiere decir en otros términos que el nuevo gobernador continuó procurándose recursos para la costosa guerra en la misma forma, que don Martin Ruiz de Gamboa i que sus antecesores.

Existe una informacion o espediente del cual consta que en 1597, gobernando el reino el sucesor de Sotomayor, don Martin García Oñez de Loyola, volvió a haber en Santiago disturbios promovidos por igual motivo.

Por entónces llegó un cuerpo de ciento cuarenta soldados que enviaba el virrei del Perú don Luis de Velasco.

El gobernador, que se hallaba en la frontera, hizo por medio del capitan Nicolas de Quiroga, uno de los que intervinieron en la aprension del doctor Azócar, apercibimiento jeneral a los vecinos encomenderos de Santiago, de cualquiera edad que fuesen, como pudiesen andar a caballo, para que a toda prisa se dirijiesen con armas i caballos a donde él se encontrase; i a los que fuesen de tan

(1) Mariño de Lovera, Crónica del reino de Chile, libro 3, capítulos 27 i 28.

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