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senlace; es preciso que no veamos en ese cuadro, sino la consecuencia necesaria de los antecedentes de nuestra sociedad; i que hagamos justicia sin dejarnos sorprender de las pasiones que han dominado a los actores i espectadores de aquel drama sangriento.

La revolucion, cortando los lazos que nos vinculaban a la metrópoli, variando la forma legal de la organizacion del Estado, propagando principios que despertaban la dignidad del hombre i que relajaban la obediencia brutal, el ciego respeto que le mantenian ligado al despotismo español, no hizo otra cosa que poner en efervescencia los elementos corruptores i antisociales que formaban el fondo, el espíritu de nuestra sociedad; pero sin variarlo, sin rejenerarlo. Las leyes, i las costumbres que esas mismas leyes habian radicado en la colonia, solo conspiraban al único fin de mantenerla en servidumbre, impidiendo en ella el conocimiento i el deseo de una condicion mejor, ocultando la idea de la importancia moral del hombre, extinguiendo todas las relaciones, todos los intereses que podian despertar la conciencia de su valor, fortificando el egoismo i los instintos antisociales de la individualidad, sin presentarles otro término mejor que la quieta e irracional sumision al poder sagrado de los reyes; sancionando en fin la pereza i la indolencia como dos bienes supremos, constitutivos de la felicidad única que el hombre podia alcanzar en este mundo, para vivir libre de aspiraciones locas i de tentaciones heréticasion!

No habia pues un solo elemento de unidad, un solo interes, un solo principio que pudiera servir de centro a una mayoria respetable de prosélitos ardientes, una véz que desapare ciera de la sociedad el único vínculo que la

ligaba a su metrópoli. No habia ideas sobre la organizacion del Estado, sino las que se plajiaban de la civilizacion romana i de la filosofía del siglo XVIII, pero sin órden ni sistema; no habia mancomunidad social ni politica; en una palabra, no habia otra cosa en pié que los instintos excéntricos i disolventes del sistema colonial de la España. Por eso es que la anarquía asoma con la revolucion, i con ella esa interminable serie de reacciones, esa perpetua fluctuacion, que no podia ménos de resolverse en el triunfo del interés español, que era el mas poderoso, el mas conforme a los antecedentes, a la educacion i a las inclinaciones de la sociedad.

La revolución despierta ideas nuevas, ilusiones encantadoras, i atrae desde luego a muchos que por la novedad, o por un entusiasmo efímero, o por el deseo de mejorar de condicion, la abrazan sin fe i sin principios fijos. Pero no por esto varia la civilizacion, las costumbres, el modo de ser de los chilenos. Los que la encaminan esperanzados en dar a la patria una existencia nacional se dividen desde luego en la táctica que se ha de observar: los unos quieren escluir de la participacion del poder a los amigos de la metrópoli, mientras qué otros piensán alcanzar el mismo fin con el disimulo i valiéndose de la cooperacion de los enemigos comunes. Principia el choque del egoismo individual encarnado en el corazon de todos; la irritacion cunde porque no es posible que cedan de su propósito los contendientes, puésto que todos son hijos de la España i no pueden ménos de ser consecuentes con el carácter i las inclinaciones que les ha inspirado la madre patria. Los que tienen fe en la empresa insisten por algun tiempo, pero no pudien

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do vencer las resistencias, cejan al cabo i se pliegan a las circunstancias i aun a los caprichos de las preocupaciones para alcanzar algo en la senda que se han trazado; pero los que no tienen esa fe, los que carecen de valor i de virtud se fatigan, se rinden ante el primer desengaño. El proceder de los primeros se confunde con la debilidad i la falta de tino; mientras que el de los segundos se interpreta como efecto de la cordura i de la prudencia. Las rivalidades se fortifican, el chisme, que hace tan notable papel en esta sociedad, lo perturba todo: no hai relaciones, no hai mancomunidad; i los representantes del interes de la corona, sin poner nada de su parte, sin intelijencia, sin plan i casi instintivamente aprovechan la division para sacar triunfante ese interes, apoyados por el espíritu español, que está en la sociedad i que se purifica i acrisola en aquel incendio que él mismo ha producido i atizado.

¿A quién culpar de este desarrollo natural de los elementos que forman la vida de nuestra sociedad? ¿Incriminaremos a los patriotas porque no tuvieron unidad, porque carecian de un interes estable, de los conocimientos i de la prudencia que debieran haber poseido para salvar la empresa que acometieron? Eso seria desconocer la naturaleza humana, seria castigar al que obra un bien porque no hace mas que lo que naturalmente puede hacer; seria tan injusto como si condenáramos a los realistas porque se aprovecharon de las ventajas que traian a su mano los antecedentes coloniales.

Convengamos pues en que el resultado de estos primeros ensayos de la revolucion fué una consecuencia necesaria e indispensable de los elementos constitutivos de

nuestra vida social, cuya influencia mortífera no habria podido ser enfrenada ni modificada, sino por los esfuerzos de un jenio elevado i superior a las preocupaciones, el cual a la verdad no existia entre nosotros. Pero esta consideracion no puede excusarnos de tributar elojio al desinteres, al heroismo de los pocos esforzados patriotas que concibieron i realizaron la revolucion; asi como tampoco puede servir de disculpa a las faltas, a la villania de muchos que por desgracia influyeron en los negocios, para hacerlos servir a sus pasiones mezquinas. Si el proceder de la revolucion fue lójico i si su fin fué necesario, no por eso desaparece la moralidad de las acciones.

La historia que hemos hecho de la constitucion del gobierno en ese primer período de la revolucion es realmente la historia de los desaciertos i de los errores políticos de un pueblo nuevo que va a lanzarse en una carrera desconocida, sin antecedente alguno que le favorezca. En ella vemos el sello de la ignorancia, de la nulidad social en que viviamos; vemos los primeros esfuerzos de la civilizacion moderna, que pugna por establecerse, por vencer los antecedentes sociales, pero sin tener todavia quien la comprenda bien, quien la ame de veras, quien la apoye i la dirija. Los resultados no le son favorables, pero su espíritu prende en el corazon de esa sociedad que va a rejenerar, i no es posible que de allí lo aranque la reaccion española por enérjica i poderosa que sea. Este es el efecto mas importante de aquellos primeros ensayos, i en él está el jérmen de la nueva revolucion que mas tarde aparecerá triunfante en las cumbres del Chacabuco, en donde el potente brazo de San Martin hará trizas la corona de Fernando i levantará del caos una nueva república.

No caigan jamas ni el vituperio ni la verguenza sobre aquellos desaciertos: ellos fueron lójicos i mas de una vez provechosos: en ellos dejaron los padres de la patria vinculada su gloria i una leccion de grande utilidad para el porvenir.

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