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CAPÍTULO TERCERO.

Constitucion del Gobierno en 1812 i 1813.

Desde la disolucion del Alto Congreso verificada en 2 de diciembre de 1811 hasta el 27 de octubre de 1812, la junta soberana que ejercía toda la suma del poder público no recibió modificacion alguna en su constitucion (*). Ella gobierna i representa al Estado con entera independencia; se muestra activa i laboriosa, lo constituye

(*) Pero en Enero de 1812 hicieron su dimision los Señores Cerda i Manzo, i fueron reemplazados por Don José Santiago Portales i Don Pedro Prado.

i organiza todo, no hai reforma que no acometa; restituye a Chile su antigua unidad, sometiendo a la provincia de Concepcion que se habia separado del gobierno jeneral bajo la direccion de Don Juan Martinez de Rosas; establece una absoluta libertad de imprenta, declarando que el hombre tiene derecho de examinar cuantos objetos esten a su alcance; decreta la formacion de una bandera nacional, distinta de la española que hasta entónces se habia tremolado; en varios de sus documentos oficiales proclama abiertamente la causa de la independencia,llama tiránico el sistema español, recuerda con dolor la ominosa dominacion de tres siglos, excecra a sus mandatarios i deslinda la causa americana de la causa de los reyes católicos aprisionados por Napoleon. La prensa dirijida por el esforzado i sabio Camilo Enriquez, guardando un perfecto acuerdo con estos procedimientos, inculca las doctrinas revolucionarias i zanja los primeros cimientos de una nueva civilizacion, de una rejeneracion completa en las ideas.

En Agosto se dirijia a los pueblos americanos aquel escritor hablándoles de sus derechos i usando este lenguaje:

a¡Si conocieseis la ignominia de vuestras cadenas, la miseria de vuestra situacion actual! ¿Inmensas rejiones han de depender de una pequeña comarca de la Europa? ¿En vano la naturaleza paso entre ella i vosotros la inmensidad del Occéano? ¿Habreis de surcar los mares para mendigar favores, para comprar la justicia de las impuras manos de unos ministros perversos?»

Este es el tono de la prensa periódica: el disimulo ha desaparecido de sus columnas, asi como de los actos de la administracion; los revolucionarios se han apoderado de

los primeros resortes de la sociedad i la harán marchar en la nueva senda; a lo ménos tal es la esperanza de los que han aceptado cordialmente la revolucion.

Con todo, los amigos de la metrópoli no desmayan en su esperanza de conservar estos dominios para el rei Fernando, i cuentan en su favor el interes, las simpatías que despiertan en el ánimo de los chilenos las recientes desgracias del jóven monarca, i sobre todo el imperio de las preocupaciones i de las costumbres. Mas la reaccion no es aparente, sino sorda i disimulada, porque mejor vale, que un proceder enérjico, el tentar la pusilanimidad de los unos, alhagar el espíritu conservador de los otros i sublevar disimuladamente las preocupaciones de todos. Una opinion principia a prevalecer entre las jentes de mas nota, una opinion que reclama algo de mas seguro i estable en el sistema de la administracion i que aconseja guardar por lo menos alguna deferencia, algun respeto, aunque sea simulado, ácia los derechos de la corona de España, para no traer al pais las calamidades de una guerra ni esponerlo a caer bajo el cetro de Napoleon o del Brasil, que lo amenazan.

El gobierno i la prensa principián a cejar, porque no se atreven a combatir de frente esa opinion, que ha llegado a hacerse robusta i poderosa. El mismo Camilo Henriquez revela con cierta amargura, en Setiembre de aquel año, el influjo letal de esa reaccion. «La revolucion americana, dice, lleva en todas partes como dos años; i en las mas de ellas ofrece un aspecto no mui diferente del que tuvo en sus principios: riesgos que pudieron haberse aniquilado; una marcha lenta e incierta; fluctuacion entre esperanzas i temores; irresolucion i las veces frialdad.»

En otro pasaje del mismo escrito reconoce con su certero tino filosófico las causas de esta reaccion, i aconseja al gobierno que use mas enerjía. «La naturaleza de las cosas, esclama, presajiaba a la revolucion un progreso lento i difícil. Un gobierno indolente i tenebroso; una corte corrompida; una larga série de tirános subalternos; tres centurias de ignorancia, de indiferencia por la educacion popular; el hábito del egoismo i de pasiones tan serviles como miserables...... todo se reunia para que fuesen los pueblos una masa mui irregular e informe. Las costumbres i hasta los deseos i los pensamientos debian llevar impreso el carácter de la administracion. Entre todas las causas capaces de influir sobre la especie humana, ninguna obra de un modo tan notable como el gobierno. Los hombres se forman. Los árboles de una misma especie varian por la diversa cultura que reciben. Pero dar la razon de los acontecimientos tristes, ni consuela, ni debe lisonjear la incuria i la desidia: antes debe crecer la actividad a proporcion de la grandeza i gravedad de las causas infaustas, cuya influencia hai que destruir. »

Empero, la junta gubernativa parece que desmaya de su antiguo propósito i muestra someterse al imperio de esas causas infaustas que el sabio escritor aconseja destruir: teme contrariar las preocupaciones, no tiene ánimo para atacarlas, i deja libre el campo a la reaccion, que cada mo mento se ostenta mas enérjica i vencedora. El Jeneral Carrera, que dirije el gobierno, ha renunciado el esfuerzo con que antes encaminaba la revolúción: colocado en la severa alternativa de someterse al interes conservador i retrógado de los contra-revolucionarios i de los patriotas medrosos, o de atacarlos empleando todos los medios de

i de

rigor que necesitaba para salvar la revolucion, prefiere el primero de estos estremos fatales, acepta el disimulo, no se siente bastante fuerte para arrostrar los peligros de un combate a muerte con los representantes del pasado o para separar del teatro de los negocios a los patriotas que por ignorancia o por miedo embarazaban su marcha; teme ratificar la nota de ambicioso que se le reprocha, i cree todavia poder dirijir la revolucion, a pesar de tantos embarazos, aunque sea engañando las preocupaciones i haciendo el sacrificio de sus principios, de sus convicciones e su amor a la libertad. El jeneral adopta el partido mas prudente, o mejor dirémos, el mas suave; pero se equivoca al suponer que jamas haya de triunfar esa reaccion que por ahora no teme; i al creer que su heróico desinteres será reconocido i que se le dejará a lo menos un lugar para combatir por la independencia que medita, se forma una ilusion alhagüeña, que mas tarde va a romperse de un modo cruel i terrible. ¡Desgraciado jeneral! ¡quién podrá mirar los esfuerzos que desplegaste por salvar a tu patria, sin tributarte un aplauso! ¡Quién podrá conocer tu desinteres, tus sacrificios, quién podrá saber que tu vida gloriosa se terminó en un patíbulo sangriento que erijieron tus mismos compañeros de revolucion, sin que derrame una lágrima de dolor sobre tu memoria.....!

El Jeneral Carrera, sus hermanos i amigos fueron los primeros que trataron de dar a la reaccion un jiro pacífico, a fin de conciliar la opinion de la mayoria con los intereses del pais. Al efecto promovieron asociaciones privadas, en las cuales se trataba de obrar una reforma en la constitucion del gobierno i de conceder algo a los amigos de la metrópoli para lisonjearlos i adormecer sus es

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