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SEGUNDA PARTE

UNIV. N CALIFORNIA

CAPÍTULO PRIMERO

LA RAZA INDÍJENA EN LOS DOMINIOS HISPANO

AMERICANOS

Conducta dura de los conquistadores de América con los indíjenas.— Doctrina de la irracionalidad de los indios.-Repetidas órdenes de los reyes de España para que los naturales de América fuesen considerados iguales a sus otros vasallos, i para que fuesen bien tratados.-Privile jios que decretaron en su favor. -Oposición entre las ideas de los reyes de España i de los conquistadores de América acerca del modo de tratar a los indios.-Motivos que obligaron a los reyes de España a tomar un término medio.-Determinación legal de la condición de los indíjenas.— Escepciones establecidas por la lei i por la práctica contra el sistema adoptado.-Participación de la raza indíjena en la revolución de la in

dependencia.

I

He manifestado con documentos auténticos i con hechos innegables en el primer tomo de esta obra que la sociedad hispano-americana de la época colonial tenía por principal i sólido fundamento, el dogma de la majestad real.

Aquella singular organización política era sostenida, no tanto por el temor de los ejércitos i de las escua

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dras, como por el imperio de una especie de creencia relijiosa.

He espuesto a la lijera, aunque con la posible exactitud, muchas de las providencias que, a medida que los años trascurrían, fueron tomando los monarcas españoles para consolidar el sistema de gobierno que habían establecido en sus vastos dominios del nuevo mundo, i para evitar que sus súbditos ultramarinos se alzaran contra la esplotación i la opresión de que eran víctimas.

Es, a la verdad, difícil imajinar precauciones mas esquisitas i minuciosas, que las enumeradas en el primer tomo.

Sin embargo, aquel sistema elaborado i reforzado con tanta prolijidad i perseverancia presentaba puntos bastante débiles, por los cuales en circunstancias dadas. podía comenzar la ruína de una fábrica social defendida tan cuidadosamente de los peligros, así interiores, como esteriores.

A fin de completar la obra que me he propuesto llevar a término, ha llegado el caso de examinar las causas que podían favorecer la empresa de trasformar una organización tan artificial i laboriosamente arreglada.

He descrito lo mejor que he podido el plan de aquel inmenso i estravagante edificio, levantado sobre tan profundos cimientos, i reparado año a año con una constancia i un desvelo realmente admirables. Toca ahora entrar a estudiar cuáles de los materiales de que estaba formado tenían poca solidez, o no tenían ninguna.

Este nuevo aspecto del asunto contribuirá a acabar de hacer conocer lo que era la América colonial.

Fijemos antes de todo la atención en la manera cómo fué formándose la sociedad hispano-americana, i en las distintas clases de que llegó a componerse.

Esta investigación nos revelará la existencia de otros poderosos apoyos de la dominación metropolitana, aun no mencionados, pero al propio tiempo la de elementos declaradamente hostiles, o que podían llegar a serlo.

Los conquistadores españoles encontraron en el nuevo mundo una gran diversidad de pueblos, que ocupaban todos los grados de la civilización, desde los pueblos que cultivaban los campos, habitaban ciudades i practicaban la vida civil hasta los que vagaban por las florestas o los llanos, alimentándose de la caza o de la pesca.

En el espacio de pocos años, gracias a una ventaja incomparable de armas i recursos, sometieron con mucha facilidad a las mas numerosas e importantes de las poblaciones indíjenas.

Con todo, varias de ellas, o amparadas por una situación especial, o dando pruebas de una entereza heroica, rechazaron inquebrantables el yugo estranjero, i prolongaron la lucha por siglos, permaneciendo algunas indómitas hasta el presente.

Los españoles trataron a los indios subyugados con el rigor, con la aspereza, con la crueldad e inhumanidad (me valgo de los términos propios) que los conquistadores de todos los países i de todos los tiempos han acostumbrado emplear para con los conquistados, El va victis estuvo mui lejos de ser desmentido por ellos. Al contrario, la conducta que observaron escandalizó al mundo, que nunca se ha mostrado mui severo sobre este particular. La conocida obra del obispo

de Chiapa, por mui exajerada que se la suponga, queda siempre una acusación terrible i abrumadora.

Ansiosos de adquirir riquezas, los españoles impusieron a los indefensos i desvalidos indíjenas las mas penosas i mortíferas tareas.

Les dieron un tratamiento peor del que suele darse a las bestias.

El hombre guarda consideraciones a su caballo i a su buei; atiende a que no sucumban bajo el peso del excesivo trabajo; cuida de que estén bien comidos it bien alojados; porque tiene necesidad de ellos, i porque su reemplazo le exije dinero.

Al conquistador no le importaba la muerte del indio.

¡Había tantos!

Si unos morían, se tomaba a otros, i eso sin que costara el mas pequeño desembolso.

II

Para tranquilizar sus conciencias, para acallar los remordimientos, que quizá esperimentaban de cuando en cuando, los conquistadores inventaron la teoría de que los indios no eran hombres como los otros hombres; eran simplemente animales superiores al mono; eran siervos a natura, según la espresión técnica, escolástica, que se creó para formular la idea.

Estos indios, decían los conquistadores, son tan brutales, que no merecen el hombre de racionales.

«A título del barbarismo, silvestre i fiero natural de las mas naciones de estos indios, espone el jurisconsulto Solórzano, fueron muchos de parecer que se les

podía hacer guerra justa, i aun cazarlos, cautivarlos i domarlos como a salvajes, movidos por la doctrina de Aristóteles i otros» (1).

Se ve por esta cita que aquella llegó a ser una opinion, no vulgar, sino científica, por decirlo así, apoyada en las mas excelsas i acatadas autoridades.

I efectivamente, fué defendida con el mayor calor de palabra i por escrito; i en ciertas ocasiones solemnes, delante del emperador Carlos V, que asistió desde su trono, i rodeado de sus altos dignatarios, a controversias sobre esta materia (2).

La doctrina de la condición inferior i servil de los indíjenas americanos llegó a jeneralizarse tanto, i a ser tan aceptada, que el papa Paulo III se creyó obligado a condenarla, como lo hizo por dos breves espedidos en Roma a 10 de junio de 1537, en los cuales decidió «que es malicioso i procedido de codicia infernal i diabólica el pretesto que se ha querido tomar para molestar i despqjar los indios, i hacerlos esclavos, diciendo que son como animales brutos e incapaces de recirse al gremio i fe de la iglesia católica; i que él, por autoridad apostólica, después de haber sido bien informado, dice i declara lo contrario, i manda que así los descubiertos como los que adelante se descubrieren sean tenidos por verdaderos hombres, capaces de la fe i relijión cristiana, i que por buenos i blandos medios sean atraídos a ella, sin que se les hagan molestias, agravios, ni vejaciones, ni sean puestos en servidumbre, ni privados del libre i lícito uso de sus bienes i haciendas, con pena de escomunión latæ sententiæ

(1) Solórzano Pereira, Política Indiana, libro 2, capítulo 1.o, número 1.o (-) Herrera, Historia Jeneral de las Indias, década 2, libro 4, capítulos 4 i 5, i década 3, libro 8, capítulo 10.

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