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do sistemáticamente en dividir á los miembros de una misma familia, que debian disfrutar de multitud de afinidades comunes, ha añadido á sus errores antiguos, otros nuevos de funesta consecuencias y de mas dolorosas impresiones. En esta época, en que los hombres y las sociedades se acercan para comunicarse sus adelantos recíprocos, para extender las operaciones mercantiles y para dar perfeccionamiento á todos los ramos de la inteligencia humana, se han invocado los principios de los siglos feudales, para autorizar una guerra sin prévia declaracion legal, para ejercer, so capa de amigo, actos de hostilidad sobre pueblos indefensos y benévolos y para exijir reparaciones y entablar demandas, tanto mas insólitas y desacordadas, cuanto son escasas y débiles las razones en que pudieran apoyarse. Sensible es, que el pueblo que tan imperecedero nombre ha conquistado en la historia por sus esclarecidos hechos militares, por su tradicional hidalguia, por su literatura monumental y por sus preclaros hombres, quiera hoy renunciar espontáneamente sus pasadas glorias, oscurecer sus antiguos y nobles ejemplos y presentarse al mundo con los feos atavíos de la mas injustificable sinrazon. Explícase, no obstante, este proceder tan desacostumbrado por el deseo que algunos pueblos de Ultramar tienen de ejercer cierta positiva injerencia en la suerte y en los negocios de las Repúblicas Sud-Americanas; pero á ser verdadera esta presuncion, otros medios y otras acciones han podido emplearse para la realizacion del pensamiento; medios y acciones que tienden á la fusion de intereses sociales de inmenso valor, á propagar las luces y á conservar inalterablemente la paz; y de los cuales debió echarse mano por estar mas en armonía con los fueros de la

razon.

Atribúyese, no sin motivo fundado, la interdiccion y fatal desacuerdo con España á falsos informes de personas que, burladas en sus esperanzas y en sus especulaciones de bastardo orígen, han buscado arbitrios condenados por la decencia y el buen sentido para satisfacer falsas acreencias y para dar anza á pasiones cuya falta de nobleza se manifiesta á todas luces. Sin dejar de aceptarse esta opinion, muy sensata y á la vez imparcial, el espíritu investigador de una política ilustrada debe remontarse á regiones de mas alta esfera, para encontrar allí el motivo del antagonismo que estudiosamente se fomenta entre algunas naciones del antiguo, con todas ó la mayor parte de las del nuevo mundo.

Cuando se consumó la Independencia de las vastas regiones del Continente, cambiaron las colonias sus tradiciones, sus costumbres y sus leyes, impuestas por el régimen absoluto de España, por instituciones, que siendo la expresion genuina de la democracia representativa, abriesen anchas vías y grandes horizontes á la causa de la libertad y del

progreso social. Este cambio repentino, si bien puso en comunicacion directa á pueblos que antes estaban totalmente separados, si bien facilitó inmensos mercados á las negociaciones lícitas del comercio y si bien estableció una circulacion libre y provechosa de ideas y principios, no dejó de producir sérias alarmas, exajerados recelos tal vez, en potencias que tenian diversa y aun opuesta organizacion. Y no les faltaba razon hasta cierto punto, porque no siendo el sistema liberal esencialmente americano, sino de carácter universal, y el resultado de trabajos que han ido sucesivamente elaborándose á beneficio del desenvolvimiento de la razon humana, tanto aquí como allá tenia que ejercer la misma influencia y el mismo predominio. Se ha tratado, pues, de quitar de la vista un ejemplo que puede inducir á levantamientos contra órdenes preexistentes; y de alejar, mediante operaciones coercitivas y odiosas, las lecciones fructuosas que desde aquí se daban á los pueblos del otro lado de los mares. Se ha empeñado una contienda que unas veces directa y otras solapadamente, propende á destruir las formas de Gobierno adoptadas en el Continente, sin advertir que esta empresa, menos que á abolir prácticas y reglas profesadas por la conciencia pública, tiende á luchar con las ideas que no son siempre fácilmente vencidas.

Cuando la América, en uso de un derecho imprescriptible, levantó el grito de emancipacion, la España se hallaba en una situacion muy difícil y trabajada por pasiones que vinieron formándose en el curso de varios reinados y completaron su funesto desarrollo en el del último de los Fernandos-No es tiempo de recordar ni las demasias, ni las crueldades de la conquista, ni los males políticos con que fué acompañado el inestimable presente del cristianismo, cuna de la civilizacion moderna, ni los errores económicos y sociales cometidos durante el coloniaje; porque mas de una vez y con acierto siempre, se han referido los hechos y se han notado las injusticias de esa época histórica fecunda en errores, cuya influencia dura todavia con daño de nuestros mas valiosos intereses.

Grande era, sin duda, el poderio de la España en el siglo en que la inmortal Isabel, por medio de un bienhechor de la humanidad y de la ciencia, descubria un mundo, imperfectamente conocido á la sazon, para presentarlo como una nueva joya á la corona de Castilla; pero débese notar que las proezas de esa muger extraordinaria, sus talentos y su perseverancia en la ejecucion de tan hazañosas empresas, estuvieron acompañadas de ciertos sucesos que fueron el gérmen de otros, que mas tarde habian de consumar la decadencia de la España, que malamente y por una equivocacion, muy deplorable por cierto, se atribuye al descubrimiento de las vastas regiones de la América. Las fuentes de la prosperidad nacional, fue

á

ron cegándose poco a poco en ese pueblo cuya unidad imperfecta y no sólidamente establecida requeria, en lugar de rigor y de inclemencia, esa tolerancia salvadora y dulce á cuya sombra prosperan las artes, crece la riqueza y se forman la conciencia pública y la fisonomía nacional con sus rasgos y formas especiales. Entonces se nos enviaron funestos errores; y en vez de educar á las colonias para colocarlas en el rango de naciones civilizadas, se trató nada mas que de explotar sus riquezas sin provecho positivo de la nacion conquistadora, de infiltrar absurdos que en ella misma pululaban, languideciéndola á traves de apariencias de grandeza, y de sostener por la fuerza lo que debia lograrse por la amistad, por la ilustracion y por la recíproca conveniencia.

La insurreccion del mundo americano fué el estallido uniforme de las doctrinas que, tanto en éste como en aquel hemisferio, preparaban los fundamentos del sistema representativo, fruto de muchas luchas, de grandes sacrificios y de no pocos martirios sociales. Impotente la España para mejorar la situacion de las que tenia sumidas en las preocupaciones de la ignorancia á título de colonias; y sin recursos propios para satisfacer exigencias creadas por inveteradas corruptelas, fué necesario é indispensable la separacion de la Metrópoli que tan mal representaba su papel, y á la que tantas atenciones absorvian de preferencia todo su tiempo, todos los recursos de su deficiente hacienda y todas las elucubraciones de los estadístas de la época.

La consecucion de esta obra fué, no de mucha duracion, pero muy rica en acciones heróicas y en inmarcesibles glorias: el premio de tantas fatigas y de tan esforzados procederes no podia ser otro sino el triunfo definitivo de las armas independientes. Así se realizó por fortuna; y la América fué absoluta é irrevocablemente libre. La España no podia conformarse con este resultado, espléndido para nosotros, y tristísimo para ella, en castigo de no haber hecho la felicidad de las colonias, á la vez que la propia.

Desde que el continente completó la obra de su emancipacion, la España entró en uno de aquellos períodos críticos que las Naciones atraviesan no sin esfuerzos para arrostrar el ímpetu de los acontecimientos. Perdidas las posesiones que por tres centurias fueron el emporio de la Corte de Madrid, en pugna las ideas reinantes con los falsos sistemas que tanto han trabajado la existencia moral de la Península, en fuego latente pero vivo ciertos intereses dinásticos no concluidos todavía, sin elementos materiales suficientes para distraerlos de las atenciones de la política interior, el Gabinete español vió con pesar la creacion de las Repúblicas Americanas sin

poder contener una evolucion política que, á la fuerza de su justicia, agregaba una irresistible cooperacion en los destinos ulteriores del mundo Europeo. No dejó, á pesar de esta postracion, de hacer algunos esfuerzos confiado en los falsos datos que, ó impostores 6 malos agentes le trasmitian, sobre la falsa adhesion de estos pueblos á sus antiguos Señores, á quienes no debieron esa solicitud tierna y paternal que cumplía otorgarles. Las cosas quedaron en este estado despues de la batalla de Ayacucho que tantos resultados proficuos ha dado, sin que la España pueda haber alegado derecho alguno contra hechos consumados y reconocidos por todas las naciones civilizadas.

El Perú ha estado con ella en esas relaciones tácitas que, sin compromisos escritos, tienen tanta ó mas significacion que estos mismos. Aqui las familias españolas gozan y siguen gozando de las mismas ventajas que las leyes conceden á los hijos del Perú, el Gobierno no impone trabas de ninguna clase ni á la industria, ni al comercio, ni á las lícitas especulaciones que los peninsulares traen con harta frecuencia para darles asiento en nuestra patria; y muchos de ellos hay que, por su fortuna, sus buenos antecedentes, su posicion social muy elevada y sus extendidas relaciones, ejercen cierta preponderancia que el pais no ha contrariado jamas, como que no tenia ni carácter ni tendencias de mala índole.

La

paz ha estado restablecida entre el Perú y la que fué su Metrópoli, y no por meras inducciones, ni por rasgos de dudosa interpretacion, sino por actos de cuya solemnidad no puede absolutamente hacerse ninguna apreciacion errónea y antojadiza-los agentes mas elevados de la Reina han entrado en comunicaciones francas con los nuestros; buques de ambos Estados han visitado los puertos de los dos países con señales de mútua cordialidad; los pabellones de ambas naciones han sido saludados tanto aquí como allá, sin recordar para nada los hechos que pasaron al dominio de la historia; y comunicaciones oficiales se han cruzado con repeticion entre funcionarios peruanos y españoles acerca de no pequeñas cuestiones y de principios de no escasa importancia. Esta conducta implica no solamente la completa cesacion de la guerra, sino una inteligencia cordial, una armonía que no puede llevarse tal vez mas adelante con otros pueblos con quienes no tenemos ni las semejanzas, ni las simpatías que con España. Faltaba, á pesar de lo expuesto, un tratado que se ha buscado por nosotros con afan; pero que circunstancias independientes de la voluntad de los Gobiernos nacionales, han frustrado en algunas ocasiones. De aquí procede en una gran parte la actual cuestion con el Gabinete Español, ó mejor expresado, este es el pretexto de que se han valido sus agentes para inferirnos todos los ultrajes de que sereis instrui

dos, y para atropellar nuestros derechos, que serán salvados aun á costa de los mayores sacrificios y de los mas grandes esfuerzos.

Se ha llegado á un punto que bien merece examinar detenidamente á fin de destruir los motivos especiosos en que se apoyan nuestros adversarios para exhibirnos como sociedades en estado embrionario, que no Pertenecen ni á la civilizacion ni á la barbarie. A las miras secretas que se llevan, en la adopcion de esta política, se agregan otras muchas de interés Puramente privado que son de naturaleza compleja; pero que, sin embargo, se dirigen á acumular tesoros á costa de las rentas de la nacion, cuya creciente y proverbial prosperidad llama la atencion, y atrae sobre nosotros la envidia universal despertando otras pasiones egoistas y espúreas.

La conquista de la América por la España fué la consumacion de un abuso, tanto mas vituperable y odioso cuanto fueron desleales, violentos y pérfidos los medios empleados para su ejecucion. Ese abuso que tan tos episodios sangrientos simboliza, y que tantos recuerdos inolvidables dejó en pos de sí, se prolongó por mucho tiempo, sin que nada se hiciese durante él, para borrar las huellas dolorosas que se iban trasmitiendo de una generacion á otra. La soberanía de los pueblos se sojuzga por mas o menos tiempo pero jamas se pierde, ni se extingue como no se pueden perder ni extinguir aquellas prerogativas, aquellas facultades que no obtienen las Naciones de manos de nadie, sino de la naturaleza misma, que es imperecedera en su esencia y en sus condiciones.

La guerra santa que los americanos sostuvieron con tanta gloria y ven taja de la causa que la hizo inevitable, no pudo llamarse una guerra internacional. Ni las circunstancias que la acompañaron desde el origen de su aceion hasta su definitivo desenlace, ni el motivo justo que le dió orígen, ni el objeto que se propuso aleanzar, ni el Gobierno contra quien fué y tuvo necesariamente que ser dirijida, le atribuian otro carácter que el de una legítima y natural insurreccion. Ella en su curso empleó todos aquellos medios que el derecho público y la práctica de las naciones autorizan; y si hay todavía frescos algunos hechos cuya fealdady pernicioso ejemplo imprimen en el ánimo sensaciones de profundo desagrado, no fueron por cierto sus autores hijos de esta patria, sino de los que en sus extraordinarios arranques no excusaron arbitrios para conservar objetos de cuya posesion no querían desprenderse. Las hostilidades no degeneraron en el suelo del Perú, pues siempre se distinguieron por aquella templanza, por aquella moderacion imperturbable que da al país una reputacion de benigna índole, que no han podido desmentir gratuitas malquerencias é inverosímiles acusaciones.

Cuando concluyó la revolucion americana, los Gobiernos de las nuevas

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