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LEGACION DE CHILE.

Lima, Abril 19 de 1804.

El infrascrito, Encargado de Negocios dǝ Chile, ha tenido la honra de recibir ayer á segunda hora, la nota que el Excmo. Sr. Ministro de Relaciones Exteriores del Perú se ha servido dirigirle con fecha 16 del actual.

El Honorable Sr. Ribeyro expone al infrascrito en dicha nota que las halagüeñas esperanzas que la llegada á esta capital del Sr. D. Eusebio de Salasar y Mazarredo habia alentado en el pueblo y gobierno peruanos, de que se difinieran pacífica y amigablemente las relaciones que han conservado el Perú y la España y que debian conservar, en beneficio recíproco de ambos estados, acaban de frustrarse á causa, segun las palabras de S. E., de "la incalificable conducta que ha observado el Sr. Mazarredo desde que entró en comunicacion con el infrascrito y por los hechos atentatorios y depresivos de la honra y de la propiedad nacional que sigue realizando en union del jefe de la flotilla de su nacion".

Pasa en seguida el Excmo. Sr. Ministro á referir al infrascrito esos sucesos, y llama su atencion al hecho de haberse embarcado el Sr. Mazarredo en uno de los bu ques de guerra de su nacion surto en la hahía del Callao, y, "despues de hacer falso rumbo al norte, haberse dirigido á las aguas del sur con el objeto de consumar, en union del resto de la escuadra, la detentacion de las islas de Chincha y el apresamiento de sus principales autoridades y de uno de los buques de nuestra armada" (de la armada peruana): "hecho que, realizado el 14 del actual, fué puesto en conocimiento del Sr. Ministro "por medio de una nota del Almirante Pinzon á la cual acompañó una exposicion firmada por él y por el Sr. Mazarredo en que, despues de algunos considerandos, manifiesta que ha tomado posesion de las islas, hasta que el Gobierno de S. M. determine lo conveniente, y que conserva en rehenes varios jefes y oficiales de la marina peruana que responderán de cualquier atropello que se quiera cometer con los súbditos españoles."

El Honorable Sr. Ministro viene, por último, "en protestar á nombre de su Gobierno y del Perú ante las naciones cultas de ambos continentes, de la ocupacion que acaba de realizarse de los depósitos de guano, que constituyen la principal riqueza de la República (del Perú), sobre los que esta nacion conserva un perfecto doininio, sean cuales fueren los actos que últeriormente practiquen los detentadores;' y concluye prometiendo al infrascrito el oportuno envío de cópias auténticas de los documentos relativos al asunto.

No disimulará el infrascrito al Excmo. Sr. Ministro de Relaciones Exteriores del Perú, cuan profunda ha sido la sorpresa que ha experimentado al tomar conocimiento de los hechos expuestos, que se relacionan en la nota del Sr. Ministro y cuan hondamente deplora semejantes acontecimientos de un carácter tan grave y que pueden implicar tan trascendentales consecuencias. Auméntase naturalmente la estrañeza del infrascrito al notar que en la declaracion expedida el 14 del presente en el fondeadero de las islas de Chincha por los Señores Comisario especial de S. M. C. en el Perú y Comandante general de su escuadra en el Pacífico, se consigna como titulo ó uno de los fundamentos de la ocupacion de esa parte del territorio peruano un derecho de revindicacion que se atribuye á la España, como tambien que la adoptarse las resoluciones que se contienen en la declaracion citada, no habian precedido las formalidades y despachos que en tales situaciones y antes de las vias de hecho, se acostumbran entre las naciones civilizadas, de conformidad con los principios del derecho público.

En tan extraordinario caso, no previsto en las instrucciones del infrascrito, cree el infrascrito que sería mal intérprete de los sentimientos eminentemente americanos

que en todo tiempo han abrigado el Gobierno y pueblo Chilenos, si se limitára solo á participar al Excelentísimo señor Ministro de Relaciones Exteriores del Perú que se apresurará á comunicar á su Gobierno el contenido de la nota del Señor Ministro y á informarle de todos los incidentes que tengan relacion con este grave asunto, asegurando asi mismo al Honorable S. Ribeyro que él será tomado en la mas séria y detenida consideracion por el Gobierno de Chile, y no declarára, como declara el infrascrito, que continuará considerando á las islas de Chincha como parte integrante del territorio peruano, que no reconoce en la España el derecho de revindicacion que han invocado, como título ó uno de los fundamentos de la ocupacion, los señores Comisario especial de S. M. C. y Comandante en gefe de su escuadra en el Pacífico. El infrascrito tiene la honra de reiterar al señor Ministro de Relaciones Exteriores, en esta ocasion, las seguridades de su alta y distinguida consideracion.

J. NICOLAS HURTADO.

Al Excmo. Señor Ministro de Relaciones Exteriores del Perú.

CIRCULAR A LOS GOBIERNOS EXTRANJEROS.

Lima, Abril 26 de 1864.

Desde que el Perú adquirió su independencia, una de sus mas importantes. atenciones fué establecer sobre bases de justa reciprocidad y de acuerdo con las exigencias de la civilizacion, sus relaciones con los demas Estados del Mundo. Su política ha sido lealmente observada sin que pasajeros accidentes hayan podido en manera alguna interrumpirla; y desde entonces hasta los dias que contamos, la generosidad para con los extrangeros que se han avecindado en esta tierra hospitalaria ha sido tan ámplia como permanente. Mas de un testimonio; y mas de un hecho pudieran presentarse á la consideracion de los Gobiernos ilustrados, á quienes el infrascrito tiene el honor de dirijirse, con el fin de revelarles el suceso mas escandaloso de estos tiempos, si esta fuera la oportunidad de entrar en el exámen y apreciacion de nuestra historia. Mas, para que el Excmo. Sr. Ministro de Relaciones Exteriores de.... juzgue con imparcial criterio de la cuestion que trae preocupados á los hombres públicos que se han instruido de su verdadero carácter y de las consecuencias funestas que envuelve, referirá el infrascrito, contando con el beneplácito de S. E., cuanto ha ocurrido en la República en demanda y satisfaccion de exajeradas pre

tensiones.

Los españoles, por negocios antiguos unas veces, y otras por intereses recientes, se colocaron contra el Perú en cierta actitud, que, sin ser completamente hostil, ha contribuido á deshonrar un pais por muchos títulos digno de estimacion y de respeto. La prensa periódica de Madrid ha sido convertida, con desnaturalizacion de sus principios esenciales, en órgano de difamacion y de calumnias; y nuestras instituciones, nuestras costumbres y nuestros mas distinguidos personajes han sido el blanco de tiros emponzoñados y alevosos. Esta conducta, seguida con sistemático empeño, junto con informes apasionados de algunos súbditos de la Península, cuyas esperan→ zas frustradas los han llevado á extremidades vergonzosas, han dispuesto de tal manera las cosas en la Corte de Madrid, que vino en acreditar un Enviado especial para formular cargos contra esta Nacion.

El Gobierno, que nada quiere tanto como ostentar su buena fé, miró con regocijo la venida del Ajente, porque creyó, como era probable, que, á la par de explicaciones francas, cordiales y amistosas, se acordarian las principales bases de un Tratado, que fijase definitiva é irrevocablemente la suerte y la comunicacion de dos Naciones ligadas por vínculos creados por la naturaleza y robustecidos por el sentimiento mútuo.

El señor de Salazar y Mazarredo se presentó en esta capital con el título de Comisario especial de S. M. C.; y al exhibir las credenciales de su encargo, se permitió, contra las reglas de la etiqueta y de cierto muy extemporáneamente, algunas alusiones depresivas del decoro nacional, que hubieran podido engendrar sin la circunspeccion del infrascrito, un lance desagradable que malograse los planes y las intenciones de un acomodamiento equitativo. Sin faltar el infrascrito á la energia mesurada, que en tales casos es preciso emplear, defendió la dignidad del puesto elevado que desempeña y esperó, con vista de las credenciales del Gobierno de España, adoptar una línea de conducta que conciliase las exigencias de éste con el decoro y derechos nacionales.

El titulo de Comisario, de que venia investido el señor de Salazar, fué un motivo de discusion para el Gobierno, porque queriendo negociar para satisfacer las esperanzas y los deseos del Gabinete de Madrid, no apetecia tampoco que la dignidad de la República fuese atropellada, ni menoscabados en lo menor los miramientos que, por mas de un título, le son debidos. Se contestó con una templanza y una moderacion que en nada podian ofender la susceptibilidad, tanto del Agente como del Gobierno que representaba; pero esa conducta tan medida y esa contemplacion llevada hasta el exceso no fueron bastantes para captarse la benevolencia del señor de Salazar. Sin negarse á su admision, se le hizo una explicacion que, conciliando los derechos y el decoro de una y otra parte, dejaba expeditas las vias de las nego ciaciones.

Despues de muchos dias de un silencio estudiado y sospechoso, una tarde, cuando los negocios del servicio diario habian conluido, recibió el infrascrito, ya fuera del local de su despacho, una manifestacion y un oficio, cuyo contexto no pudo dejar de producir una sensacion profunda de desagrado á todos los miembros que componen la Administracion Suprema del Estado. Cuando debia esperarse, contando aun con las reglas usuales de la cortesía, una respuesta, si no satisfactoria, que abriese al menos la discusion, para arribar á resultados proficuos y convenientes para las dos partes, se formuló contra la República, contra sus autoridades y contra sus ciudadanos particulares tal cúmulo de cargos, la mayor parte falsos ó exagerados, que se hacia inverosímil que un diplomático pudiese comenzar de este modo la mision delicada que su Gobierno le confió. A los cargos casi desfigurados ó fingidos, añadió el señor Salazar tantas injurias, tantas calmunias y tal virulencia y apasionamiento en sus escritos, que ya desde entonces el Gobierno empezó á temer otras demasias y mayores desafueros..

No fué equivocado este concepto, porque el 14 del mes que corre, á mansalva y aprovechándose de la buena fé del Gabinete Peruano, en plena paz, y cuando, libres de peligros y de asechanzas, las autoridades descansaban tranquilas en la lealtad española, tan decantada antes como ahora, fueron arrebatadas por la fuerza nuestras islas guaneras, capturado un buque de nuestra Escuadra y enarbolado el pabellon; de Castilla, tanto en éste como en aquellas. Tal suceso, por las circunstancias que le precedieron y por los accidentes que concurrieron á su consumacion, parece increible; pero el Gobierno ha tenido el profundo pesar de verlo realizado, y califica esta desgracia como la mayor de todas, entre las que ha recibido durante el curso bonancible de su existencia política.

Muchas consideraciones se desprenden de este malaventurado hecho que, por las condiciones de alevosía que lo acompañan, es sin duda el mayor y mas escandaloso abuso de la fuerza, en los tiempos actuales de civilizacion y de cultura. El Perú, débil por sus medios de accion, pero fuerte, y mucho ciertamente, por sus conviccio

nes y por la justicia que le asiste, no consentirá que se le atropelle inpunemente, y apelará á cuantos medios apruebe la moral y aconseje la defensa propia, para recobrar su propiedad arrebatada y para dejar á salvo sus derechos soberanos, tan inmerecida como violentamente vulnerados. Pero si bien el Gobierno Peruano quiere, con esta simple y verídica exposicion, captarse la benevolencia del Gobierno de.... tan ilustrado y tan sensato, se propone al mismo tiempo someter á su acreditada é imparcial consideracion algunas otras reflexiones que son de todas las Naciones, de todas las épocas y de todos los hombres de estado.

El ataque, los insultos y la presion que se ejerce contra el Perú por los agentes de España en estos críticos momentos, son demasiado vituperables ciertamente para que dejen de ser apreciados en su justo valor por todos los Gobiernos que se intere san vivamente en la santidad de los principios internacionales y en la inviolabilidad de la soberanía de los pueblos.

Si hemos sufrido los peruanos la mas escandalosa ofensa, los extranjeros no padecen menos con el atentado cometido; porque paralizadas todas las transaciones, obstruidos los canales del comercio, sin arbítrios la industria para continuar los progresos que felizmente llevaba y sin elementos de vida un pais cuya riqueza principal consiste en sus copiosos depósitos de guano, todo tiene que ser por necesidad trascendental á las demas Naciones que conservan en nuestro suelo sus hijos, sus capitales y sus elementos de trabajo. Ellos pierden, sin duda, á la par de los peruanos, y los detrimentos que experimenten, y los quebrantos que les sobrevengan no serán, por cierto, por culpa nuestra, que, moderados hasta donde lo exije la prudencia, y sufridos como pocos para evitar conflictos, hemos sido víctima escogida para hacernos sentir las amarguras de un estado de hostilidad, que ni hemos buscado, ni hemos provocado directa ni simuladamente.

Mientras mas tiempo dure esta violenta situacion, serán mayores y mas costo sos nuestros sacrificios, y no menos embarazosa la posicion de nuestros huéspedes. El Gobierno se defenderá con energía y excogitará expedientes para sustraerse de esta crisis; pero cuanto haga y cuanto emprenda será, como siempre, respetando los intereses y los derechos ajenos, sin que asuma esas responsabilidades morales que son, sin duda, de los que han colocado al Perú y á muchas naciones, cuyos intereses comerciales comprometen con su inusitada conducta, en tan tristes y en tan inesperadas circunstancias.

La España y su Gobierno reprobarán, así lo cree el infrascrito, este atentado de sus agentes en el Pacífico; pero, si á pesar de todas estas probabilidades y todas estas lisonjeras esperanzas, nuestras creencias fuesen burladas por hechos desconsoladores y aprobatorios de las faltas perpetradas, el Perú seguirá llenando su deber hasta donde le alcanzen sus fuerzas y hasta donde lo permita el derecho, con la misma circunspeccion y con la misma dignidad que hasta aquí ha desplegado.

Con sentimientos de particular aprecio, tiene el infrascrito el honor de suscribirse del Excelentisimo Señor Ministro de Relaciones Exteriores de.... Su mas atento seguro servidor.

JUAN ANTONIO RIBEYRO.

Al Excelentísimo Señor Ministro de Relaciones Exteriores de....

Fondeadero de las islas de Chincha, 21 de Abril de 1864.

Señor Ministro:

He recibido la comunicacion que US. se ha servido dirijirme con fecha 16 del corriente. Manifestaré ante todo con franqueza militar, que contestarla en términos semejantes á los que emplea US.; seria impropio del decoro de España y del de sus Ajentes oficiales.

Asumo juntamente con el Señor Comisario especial toda la responsabilidad de los actos ejecutados. La conciencia pública juzgará de parte de quien está la razon; si

de la de los Representantes de S. M. ó de la del Gobierno peruano, que me ha obligado á tomar medidas que correspondiesen á la magnitud de las ofensas hechas, y de los proyectos que se preparaban.

US. sabe que al ausentarme de Lima á principios del mes de Marzo, se me presentaron varios personajes en nombre del Presidente de la República á pedirme que indicára cuales eran las reclamaciones de España, pues serian atendidas prontamente.

Yo no estaba facultado por el Gobierno de la Reyna para entrar en ninguna negociacion, pero como el Ministro de Francia era entonces el único Agente diplomatico de S. M. en Lima, respondí que aquella no era la forma mas adecuada para resolver asuntos de esa importancia, y que el Gobierno podia entenderse con Mr. de Lesseps.

Zarpé para Valparaiso, y, si bien conocia el proceder tradicional del Perú para con España, jamás imajiné que aquellas promesas serian tan solo una nueva decepcion. Llegué á Chile donde supe el 29 de Marzo el arribo á Lima de un Comisario español, y la respuesta dada por el General Pezet á las personas referidas. El Presidente contestó que la escuadra tenia órden de volver á Europa, y que era por consiguiente innecesario el entrar en arreglos con el Gobierno de Madrid.

Si hallándose en el Callao las fuerzas de mi mando deseaba el Gobierno del Perú entenderse con el de la Reyna, claro es que su dignidad y consecuencia le obligaban á cumplir los compromisos que contrajo, puesto que el alejamiento de la escuadra manifestaba el deseo de no ejercer presion en las negociaciones.

A principios del mes de Marzo llegó á mi noticia en Lima, que despues del relevo del Cónsul Sr. Ugarte, ningun Representante Español seria recibido con carácter oficial, cualquiera que fuese su categoría. Así me lo aseguró una de las personas mencionadas, y no lo ocultaban en público, ni US. mismo ni los hombres mas importantes de la administracion.

Convencido ya de que lo que el Gobierno peruano anhelaba con su política habitual, era ganar tiempo y terminar la contratacion del empréstito, encomendada á agentes de todos conocidos, el cual tenia por objeto dificultar el arreglo con España; escribí al Sr. de Salazar y Mazarredo para que saliese á conferenciar conmigo el dia 14, y mi carta se cruzó con otra suya que no pude recibir, pero que en el fondo abundaba en el mismo pensamiento.

Inmediatamente que leí en la mar sobre las Islas de Chincha la contestacion del Gobierno peruano á la credencial del Comisario español, tomamos ambos la determinacion de obrar con energía.

El Sr. Salazar y yo estamos dispuestos á responder de nuestra conducta ante el Gobierno de S. M. Mis instrucciones me facultaban para hostilizar los puertos del Perú en el caso de que la mision del Comisario especial no tuviera un éxito satisfactorio, dando un plazo razonable para empezar las operaciones, porque podrian causar daños de consideracion á la propiedad particular. Ha parecido preferible en cambio tomar posesion de las expresadas Islas, para que el Gobierno fuese el único perjudicado; y mal pudo el Sr. de Salazar dirijir á US. un ultimatum explícito, antes de ser recibido y de celebrar ninguna entrevista conmigo, siendo yo como jefe de las fuerzas la persona autorizada para hacer intimaciones.

Podria citar muchos autores de derecho internacional, cuya doctrina guarda consonancia con el acto ejecutado, pero me limitaré á copiar las siguientes palabras de Wattel, por ser uno de los que gozan de mas crédito: dice así este escritor. Las represalias se usan entre las naciones para hacerse justicia ellas mismas, cuando no la pueden obtener de otro modo. Si una nacion se apodera de lo que pertenece á otra; si se resiste á pagar una deuda ó reparar una injuria, ó dar una justa satisfaccion, puede apoderarse de alguna cosa que pertenezca á la primera, y aprovecharse de ella hasta la concurrencia de lo que se le debe, ó retenerla en clase de prenda hasta que se le haya dado una plena satisfaccion.

Las razones aducidas en la declaracion diplomática del 14 de este mes, daban mayor fuerza á las prescripciones del Derecho de gentes; y he tomado rehenes por

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