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Es esta una observación que todos los críticos españoles i estranjeros han hecho.

«Por parte de los españoles no aparecen en todo el poema, dice Martínez de la Rosa, sino dos cualidades loables, el valor en los combates i la constancia en los trabajos; pero deslustradas ambas prendas, tan propias del carácter de la nación, con la avaricia i la crueldad, pintadas por el poeta con el color mas negro. Por el contrario, todo lo noble, todo lo heroico i estraordinario está de parte de los araucanos: así es que naturalmente resulta un efecto contrario al que debía procurar el autor, i el interés del público acompaña al partido vencido. A fuerza de querer Ercilla ensalzarle para que se muestre mas difícil el triunfo, ha oscurecido de tal suerte a los españoles, que solo aparecen como una sombra empleada para que resalten las figuras de sus enemigos: éstos están retratados de mano maestra; los vencedores apenas bosquejados» (1).

<<Cansa no poder fijar la atención con agrado e interés en otros personajes que en los araucanos, dice don José Luis Munarriz, el traductor de la obra de Blair, habiando del poema de Ercilla; pues los españoles, si son valientes, no tienen matices que los distingan, ni prendas que los hagan recomendables, i pongan alguna gradación entre ellos; mientras que entre los araucanos nos ocupan desde el principio al fin Colocolo, Caupolicán, Lautaro, Tucapel, Rengo i otros, i nos interesan sus consejos, sus emulaciones, sus ardides, i aún su causa. Defienden unos terrenos secos i campos incultos i pedregosos; pero defienden. con ellos sus vidas i su libertad: las defienden en

(1) Martínez de la Rosa, Arte Poética, Apéndice sobie la poesía épica.

campo abierto, contra enemigos superiores en las armas, que con la rapidez de sus conquistas, tenían consternados a sus vecinos, i las defienden resueltos a morir i a abrasarlo todo antes que rendirse» (1).

Se comprende que una obra de esta especie, tan interesante por su asunto para los chilenos, tan leída por ellos, fuese disponiéndolos en favor de los araucanos, i sobre todo de su simpática causa; i se comprende igualmente que cuando los criollos, por motivos que esplicaré con la debida oportunidad, emprendieron el alzamiento contra la metrópoli, tomaron por modelos a los intrépidos i heroicos indios que tanto habían sufrido por la independencia i la libertad, i en cuyas bocas el poeta había puesto repetidas veces, no en vano, el grito que muchos años mas tarde debía inmortalizar en Waterloo a la gran guardia de Napoleón: primero muertos que rendidos (2).

¿Quién habría adivinado jamás que, andando los años, la sombra de Ercilla había de ser el Tirteo que había de alentar a los patriotas contra la soberanía del señor de las Españas i de las Indias?

El autor de la Araucana principió su carrera sirviendo de paje al príncipe que después fué Felipe II, i se distinguió siempre por una profunda i sincera veneración al rei.

Ese respeto llegaba hasta la mas sumisa idolatría.

Don Alonso de Ercilla había vuelto de América a España, famoso por sus hazañas i por su aplaudido

(1) Munarriz, Lecciones sobre la retórica i las bellas letras por Hugo Blair, lección 42.

(2) Ercilla, Araucana, canto 15.

poema; i sin embargo, carecía de bríos para hablar a Felipe II.

Un antiguo escrito español, citado por don Manuel José Quintana, Avisos para palacio, refiere la siguiente anécdota, que pinta al hombre.

<<Hablando algunas veces a Felipe II don Alonso de Ercilla i Zúñiga, siendo mui discreto hidalgo, que compuso el poema la Araucana, se perdió siempre, sin acertar con lo que quería decir, hasta que conociendo el rei, por la noticia que tenía de él, que su turbación nacía del respeto con que ponía los ojos en la majestad, le dijo: Don Alonso, habladme por escrito. Así lo ejecutó, i el rei le despachó e hizo merced».

Si alguien hubiera dicho a Ercilla que al fin de tres siglos sus versos habían de estimular a la rebelión contra uno de los sucesores de su real amo, habría recibido este pronóstico como la mas feroz de las injurias; i espada en mano, habría procurado castigar al provocador con tanto arrebato, como el que en la Imperial, al tiempo de la jura de Felipe II, desplegó contra don Juan de Pineda.

I sin embargo, aquello había de suceder así.

III

Esta influencia de la Araucana fué fortificada por casi todas las obras nacionales que se escribieron en Chile, durante la época de la colonia, casi todas relativas a sucesos históricos, las cuales presentan siempre a los araucanos i a sus caudillos bajo un aspecto brillante.

Hubo entre ellas una mui popular, que mereció ser

impresa en Madrid el año de 1795, el Compendio de la Historia Civil del reino de Chile, escrito en italiano por el jesuíta chileno don Juan Ignacio Molina, i traducido al castellano por otro chileno, don Nicolás de la Cruz i Bahamonde.

Molina enaltecía a los araucanos como todos los que desde Ercilla habían escrito sobre historia de Chile.

«Este pueblo (el araucano), constantemente adicto a la independencia, decía en una parte, ama con gusto ser llamado aucá, esto es, franco o libre. Aquellos españoles que de las guerras de los Países Bajos pasaban a militar a Chile dieron a esta comarca por analojía el nombre de Flandes araucana, o el de Estado indómito; i tuvieron consecutivamente la jenerosidad de celebrar con cinco o seis poemas, en una de sus colonias, las alabanzas de un pueblo que por conservar la antigua libertad, ha esparcido con intrépido valor tanta sangre de sus compatriotas» (1).

«Se ve que la posesión de este país (Chile), añadía en otra parte, ha costado a los españoles mas sangre i mas dinero, que la del resto de la América. El araucano, restrinjido en su pequeño cantón, ha sabido en él con armas débiles, no solo contrabalancear sus fuerzas, reputadas hasta entonces invencibles, pero aun ponerlos en peligro de perder las adquisiciones mas sólidamente establecidas. Sus oficiales fueron allí por la mayor parte desde la escuela de la guerra, esto es, desde los Países Bajos, i sus soldados tenían la reputacion bien merecida de ser los mejores de la tierra. Ellos estaban armados de aquellos rayos destruidores con que

1) Molina, Compendio de la Historia Civil del reino de Chile, libro 2, capitulo 1.0

habían hecho temblar los mas vastos imperios de aquel continente.

«Esto parecerá mas maravilloso si se reflexiona la decidida superioridad que la disciplina europea ha tenido en todas partes de la tierra. Los españoles mismos hicieron asombrar el mundo con la rapidez de sus conquistas..

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. Pero, a pesar de la fuerza i el arte, los araucanos permanecen siempre en sus terrenos, lo que hace conocer el valor i constancia de este pueblo» (I).

«El indómito araucano, agregaba todavia, es incapaz de ceder a los mas fuertes reveses de la fortuna. Las pérdidas mismas, tan lejos de abatirlo o desmayarlo, antes parecen infundirle mas vigor i mas valor. Uno solo que quede, dice el esperto historiador Tesillo, no dudará de oponerse a los progresos de nuestras armas. Esta constancia, o llámese contumacia, si se quiere, es ciertamente maravillosa, por no decir heroica» (2).

IV

Era natural, en vista de tales antecedentes, que cuando los criollos, impulsados por agravios que se habían ido enconando de día en día i aprovechándose de circunstancias favorables, principiaron a recurrir a las vías de hecho para separarse de la metrópoli, se sintieran inclinados a identificar su causa con la de la tribu india que tanto admiraban, i que les ofrecía un ejemplo

(1) Molina, Compendio de la Historia Civil del reino de Chile, libro 4, capítulo II.

(2) Molina, Compendio de la Historia Civil del reino de Chile, libro 4, capí

tulo 1.0

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