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XVII.

Actos de devoción practicados después del terremoto.

Como era natural en un pueblo tan creyente i relijioso, todos, llenos de fervor i de contrición, pidieron gracia i amparo a los santos, a la Virjen i a Dios.

Los ejercicios piadosos principiaron desde el instante mismo del terremoto, i se continuaron en los dias siguientes.

Solo eran interrumpidos para atender a las faenas propias de tan calamitosas circunstancias, i para entregarse al indispensable descanso.

Todos rezaban.

Todos procuraban reparar sus faltas.

Todos hacian propósitos de enmienda.

El terror de lo que habia sucedido el 13 de mayo, i el recelo de que pudiera sobrevenir algo semejante o peor, habia encendido en los mas tibios una ardorosa devoción.

EL TERREM-53

Los padres de la Compañía de Jesús, sin pérdida de tiempo, trataron de fomentar, i juntamente de satisfacer, esta sed de oración, i esta hambre de penitencia que los aflijidos habitantes de la arruinada ciudad esperimentaban.

El jesuita Miguel de Olivares, que pudo consultar la tradición i los papeles de la orden, describe como sigue la tribulación del vecindario, i el remedio que sus correlijionarios le aplicaron.

«Diez i seis años habia que los jesuitas gozaban de una iglesia la mas hermosa i bien adornada de Santiago, que se habia hecho sin reparar en costos, aun a espensas de grandes empeños en que se habia cargado el colejio por tener iglesia decente en que ejercitar los ministerios, i que Dios tuviese casa decente en que fuese reverenciado. Tenia su colejio bien edificado, sus patios i aposentos decentes con separación de viviendas para padres i hermanos, estudiantes, i las oficinas correspondientes, cada una para su ministerio, cuan

do ya los padres, desahogados de fábricas, contentos con casa e iglesia, pensaron en vivir desahogados, i poco a poco irse desempeñando de las deudas contraídas entonces.

» A los primeros remezones, que fueron tan fuertes, (el terremoto del 13 de mayo) dió con colejio i templo en tierra hasta moler su enmaderación. Deshaciendo todos los lazos hermosos, destrozó sus arcos, derribó sus murallas de cal i

canto, i deshizo garbosas conchas. El retablo, que costó trescientos pesos, lo desmenuzó en astillas, viniéndose todo al pavimento, sin que se reservasen las reliquias i estatuas de los santos que tanto lo adornaban i curiquecian, que todo se despedazó i molió, sin que se escapase mas que un bulto de Nuestra Señora de Loreto, que estaba en la capilla de la mano izquierda del crucero, i un santo crucifijo, de preciosa hechura, de cuerpo entero, que estaba en la capilla del lado del evanjelio, quedando en pié con un modo admirable i prodijioso, porque, viniéndose toda la enmaderación de la capilla al suelo, i derrumbándose tantos pedazos de muralla a la parte de adentro, con que se destroncó el retablo en que estaba, i habiéndose de hacer pedazos el Santo Cristo, quedó pendiente solo del clavo de los piés, despedidos los clavos de las manos, cortados los dedos de ellas, casi divididos los brazos de los hombros, herido en la cabeza i en la frente, partiéndose por allí la corona, que no son otros los gajes que Cristo saca de librarnos, como el que, en un sangriento combate, entra a meter paz, teniendo nosotros tan esforzado medianero, que desocupa los brazos para defendernos, saca las heridas en su rostro que merecia el pueblo por cuya corrección venía este tan justo, como merecido castigo. Mas puede quedar consolado, i con gran confianza de que, por medio de María, Señora Nuestra, i de su hijo santísimo,

se aplacará la ira divina, que tan justamente embiste contra las ofensas que los hombres ingratos

cometen.

>> Los jesuitas, aunque quedaron tan destruidos de templo i vivienda, sin tener a donde recojerse, porque todo quedó arruinado, i si algo se mantuvo en pié, era amenazando nuevas ruinas, que el Hlegarse a sus paredes causaba susto, antes de separarse, ni buscar como vivir, dispusieron que primero todos buscasen la vida de la gracia, desenojando por la penitencia la majestad ofendida de Nuestro Señor i Dios, i quitasen los pecados, causa de que vengan semejantes plagas i azotes. Para esto, levantaron un altar a la puerta de nuestra iglesia, i en él colocaron la imajen de Cristo crucificado, i la de la santísima Virjen de Loreto, a quien solo habia respetado el temblor, i publicaron misión para la placeta que está enfrente. Divulgóse por la ciudad, i acudió a nuestra plazuela, que se llenó de jente, a quienes hacian guarda i escolta dos compañías de a caballo, por el recelo que se tenia de que los indios domésticos, i esclavos, no intentasen alguna traición.

>> Estando el teatro lleno, se dió principio a la predicación o misión con la mayor emoción que esperimentó Santiago de Chile. Predicaron cinco раdres con grande espíritu, en cinco sucesivas noches, sin descansar su fervor, ni minorarse los auditorios. Sus palabras eran dardos que penetrahan, i

saetas agudas que herian i traspasaban los corazones, deshaciéndose on lágrimas los ojos del auditorio. Tiraban solamente las razones a la reformación de las costumbres, enmienda de las vidas, confesión de los pecados, contrición de ellos, ponderando la justísima indignación de Dios, alentando juntamente a la esperanza que debemos tener en su misericordia infinita. Continuáronse estos sermones hasta que la furia de un continuado aguacero estorbó tan devoto ejercicio, habiéndose llenado la plazuela de tanto barro, que la jente no podia, sin notable daño a la salud, estar oyendo; i se llenaron sus corazones de tristeza por perder tan buenas doctrinas, porque, con tan eficaces sermones, i llorar delante de Cristo sus pecados, se consolaban.

» Fué tan grande la emoción, tantas las lágrimas, tan grandes los alaridos i lamentos, tan frecuentes las bofetadas i golpes de pecho, que era necesario a los predicadores hacer pausas hasta que acabasen de llorar, i se acabase el ruido de los clamores para poder proseguir, porque, con tanto jemido, no se podia percibir. Allí se mesaban los cabellos; allí se daban públicamente bofetadas, confesando a voces ser ellos la causa por la cual Dios habia enviado tan espantoso castigo. De allí, salian los hombres a cortarse las compuestas melenas, i a vestirse sacos. De allí, iban las mujeres a dejar las galas i afeites, que son los ídolos en

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