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llo, donde se habian establecido las secretarías del cabildo i de la audiencia, i las escribanías.

La parte interna del mismo cuerpo encerraba las habitaciones del presidente-gobernador i de los oidores, i además, la cárcel, en cumplimiento del número 1 de la real cédula de 17 de febrero de 1609, según cuyo tenor debia «haber en la ciudad de Santiago casa de audiencia donde estén i habiten mis presidente i oidores, i estén mi sello real, i rejistro, i la cárcel i alcaide de ella, i la fundición» (fábrica de moneda).

Estando a las palabras de Ovalle, sería de presumirse que todos los oidores se alojaban en las casas reales; pero parece que, si algunos de estos majistrados vivieron en ellas, fueron mui pocos, i por lo menos hai constancia oficial de que el oidor don Pedro de Lugo estuvo residiendo en el palacio episcopal, que habia tomado en arriendo, probablemente porque no cupo en las dichas casas de gobierno.

En el segundo cuerpo de éstas, el cual tenia corredores o balcones a la plaza, se hallaban situadas, viniendo de oriente a poniente, las salas del cabildo, de la audiencia i de la contaduría i tesorería.

Al lado occidental de la plaza, se levantaba una catedral fabricada de piedra blanca, i cuya fachada caia, no al oriente, como la de la actual, sino al norte en la calle de su nombre.

Lo que debió influir para que se diera al mencionado templo esta posición irregular, fué la circunstancia de que, detrás de la iglesia, se habia dejado un solar particular, que ésta adquirió solo años mas tarde, i que, entonces o después, perteneció a la familia de don Francisco Núñez de Pineda i Bascuñán, el autor del Cautiverio Feliz.

En el solar contiguo a la trasera de la catedral, acababa de construirse la casa o palacio del obispo, «con un curioso jardín, i mui alegres piezas, i cuartos altos i bajos, i soportales de ladrillo con corredores a la plaza.»

El cementerio de la catedral se estendia a espaldas de la casa episcopal, calle de la Compañía, en el sitio que actualmente está ocupado por la casa número 81.

El sitio ocupado por la casa contigua hacia el poniente, la que ahora lleva el número 83, pertenecia a los jesuitas, que lo compraron, en 27 de octubre de 1589, a Pedro de Almentes en la cantidad de setecientos pesos, i donde construyeron una habitación. (1)

Los edificios que deslindaban la plaza mayor por el sur i por el oriente, pertenecientes a diversos individuos, no correspondian por la solidez i la

(1) Esta casa fué vendida en subasta pública el 26 de octubre de 1771 al abogado don Juan de Aldunate en ocho mil setecientos pesos al contado.

ornamentación, especialmente los del sur, que eran viejos, a los públicos que se levantaban al norte i al poniente, «aunque se habian hecho en ellos de nuevo mui buenos balcones, i todos los altos con buen ventanaje para ver los toros i demás fies

tas.»

El padre Ovalle manifestaba el deseo de que se fabricaran en los lados meridional i oriental de la plaza portales semejantes a los que se ostentaban en los frentes de las casas reales i de la casa episcopal.

En medio de la plaza, habia una fuente, a que se habia traído la famosa i esquisita agua de Ramón o Rabón.

A la proximidad de ella, se alzaba la picota o rollo, en que se afrentaba, se azotaba i se ahorcaba.

Hacia la parte oriental de la plaza, estaba el mercado o abasto.

Así, todos los centros del movimiento social se habian agrupado en este lugar, que, a causa de ello, era naturalmente el mas concurrido, bullicioso i animado de la ciudad.

Las calles de oriente a poniente se denominaban derechas; i las de norte a sur, atravesadas.

Las primeras, a que daban jeneralmente las puertas de las casas, eran las principales; las segundas eran inferiores, menos la del Rei, hoi

del Estado, i la que entonces se llamaba calle de Ahumada, porque el jeneral o ex-correjidor don Valeriano de Ahumada tenia en ella su morada, i ahora se llama simplemente Calle Ahumada, las llevar a la plaza, eran tan pobladas i

cuales, por
estimadas, como las derechas.

Las calles tenian a los lados, calzadas de piedra para los transeuntes de a pié, i en el medio, una pequeña acequia para el riego i la policía de aseo.

Además de la plaza mayor, habia la de San Saturnino, que se habia formado al pié del cerro de Santa Lucía, en la manzana ocupada por el edificio de la actual cárcel, i que, por el lado meridional, comunicaba con la Cañada.

En esa plaza, habia una antigua capilla, dedicada a dicho santo, la cual daba también nombre a la calle conocida ahora con el de calle del Chirimoyo, en cierta estensión, i de la Moneda, en otra.

Delante de las iglesias de la Merced, de San Agustín, de Santo Domingo, de la Compañía i de Santa Ana, habia plazuelas.

El convento de la Merced se prolongaba desde la actual calle de las Claras, hasta la actual de Mesías.

La iglesia estaba, no donde ahora existe, sino en el estremo orientad del convento, en la calle que entonces i ahora ha llevado su nombre.

El convento de Santo Domingo comprendia dos

manzanas.

Los jesuitas dirijian un colejio de seculares denominado convictorio de San Francisco Javier, el cual estaba establecido en el sitio donde existe al presente el palacio de los Tribunales, antigua plazuela de la Compañía, hoi plaza de O'Higgins.

Ese terreno, con los correspondientes edificios, habia sido avaluado, allá por los años de 1630, en ocho mil seiscientos cincuenta pesos.

El otro colejio que funcionaba a la sazón en Santiago era el seminario, cuya casa situada en la calle de la Catedral, ocupaba el espacio donde se levantan las casas números 110, 112, 114 i 116, entre las calles del Peumo i de las Cenizas.

Anexa al seminario, estaba la capilla de los Anjeles Custodios.

En aquella época remota, habia, como al presente, una calle que sobresalia entre las otras. Era la Cañada.

Aunque, en la traza primitiva, habia quedado fuera de la ciudad, las condiciones ventajosas que le eran peculiares le habian granjeado ya en aquel tiempo la importancia que después ha asegurado.

«Es esta Cañada, dice el padre Ovalle, absolutamente el mejor sitio del lugar, donde corre siempre un aire tan puro i apacible, que, en la mayor fuerza del verano, salen los vecinos que allí viven a tomar el fresco a las ventanas i puertas de calle, a que se añade la alegre vista que de

EL TERREM.-2

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