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Efectivamente, como lo pregonaba el marques de Báides, el obispo Villarroel fué un modelo de mansedumbre i de conciliacion que hacía contraste con otros prelados belicosos que hubo, tanto en Chile, como en los demas reinos de América. Los testimonios de los contemporáneos, i las acciones de su vida entera, así lo testifican.

"No es tan bueno para obispo, especialmente en las Indias, escribe en su obra este bondadoso prelado, un anacoreta, grande ayunador, mui dado a la oracion mental, con mas celo que libros, con mas disciplina que letras; a título de reformador, opuesto al patronazgo real; que sin saber los límites de la jurisdiccion eclesiástica, quiere ser mártir por la libertad e inmunidad de la iglesia, pareciéndole que es un sagrado pundonor oponerse a los ministros de el rei; como un hombre docto, versado en los dos derechos, pacífico, que pone el honor en ser buen vasallo del rei, que tiene bastante prudencia para convenir los sacros cánones con las órdenes de su príncipe, que le arrastran las cortesías con las reales audiencias, i que al consejo no envíen los tribunales quejas, sino alabanzas."

Cuando el candoroso obispo ha llegado a este punto del paralelo, se siente obligado a declarar que "la modestia le va embargando la pluma, porque habia visto en lo dicho mui al vivo su retrato."

Pues bien, este tipo acabado de los obispos pacíficos tuvo tambien sus dificultades con los majistrados.

Sigamos ovéndole a él mismo.

"Aunque la real audiencia que en esta ciudad (Santiago de Chile) reside, dice, tiene por oidores, ánjeles, entre ánjeles puede haber diferentes pretensiones...

Sin embargo, pues, de la anjelidad de los oidores, hemos tenido grandes dificultades; pero conteniéndonos unos i otros dentro de ciertos límites, hemos acallado con cordura, sin quiebra del derecho, nuestras jurisdicciones; i como es tan poderoso el brazo del rei, he tenido yo mucho que sufrir" (1).

Si el señor Villarroel con su índole tan mansa tuvo disputas, ya se presumirá como las tendrian aquellos de sus antecesores i sucesores que no se hallaban dotados de tan amable prenda.

Es de advertirse que las tales acaloradas controversias versaban (comunmente sobre los asuntos mas fútiles i aun ridículos.

No quiero mencionar, por ser demasiado conocida, la ruidosa cuestion referente a la precedencia para recibir el agua bendita, levantada el año de 1612, por cuyo motivo el obispo don frai Juan Pérez de Espinosa puso la ciudad de Santiago en entredicho, i obligó a los miembros de la audiencia a que se le humillasen.

Aquella habia sido la última de una serie de frívolas competencias del mismo jénero.

A pesar de su espléndido triunfo, el obispo Espinosa, que no podia soportar a los oidores, determinó irse a España en secreto i sin licencia, probablemente para quejarse al monarca.

Poco ántes de realizar su propósito, tocóle examinar para órdenes a un relijioso, el cual manifestó poseer mui escasísimos conocimientos.

-¿Cómo siendo Ud. un hombre ya entrado en años, le preguntó el obispo, que parece no sobresalia por la induljencia, ha estudiado tan poco?

-Ilustrísimo señor, le contestó el examinando,

(1) Villarroel, Gobierno Eclesiástico Pacífico, parte 2, cuestion 11, artículo 2.

he tomado el hábito con barbas, i en el siglo me habia ocupado, no del latin, sino del arte de ma

rear.

Antes de seguir la conversacion, el obispo pidió que le trajesen un mapa que tenia en su estudio, i presentándoselo al fraile, le dijo:

-Trato de irme a España, i no quiero ver oidores en mi vida. Hágame aquí un derrotero por donde pueda ir sin encontrar uno solo, que no es poca gramática saber andar tres mil leguas sin que en tanta distancia se vea una audiencia.

El fraile le señaló al punto el puerto de Buenos Aires i el Brasil con escala en Portugal.

Con esto, el obispo quedó mui contento; i el exmarino aspirante a órdenes, aprobado (1).

El señor Pérez de Espinosa se fué por el derrotero señalado, sin encontrar un solo oidor; pero el rei rehusó recibirle; i despues de varios desaires, murió retirado en una celda de un convento de Sevilla.

El señor Villarroel, aunque tan pacífico i manso, como se ha visto, temia mucho que el gran terremoto del 13 de mayo de 1647, que arruinó la ciudad de Santiago, hubiera sido un terrible castigo de los ultrajes que los oidores habian hecho sufrir al señor Pérez de Espinosa, a pesar de que aquello habia sucedido diez años ántes, i que desde entónces se habia conservado la paz entre el obispo i los ministros, i estos eran cristianos i sesudos, porque "Dios, que sabe cuando ha de castigar, dice, pudo ser que por mis pecados hubiese trasladado a este tiempo el castigo" (2).

(1) Villarroel, Gobierno Eclesiástico Pacífico, parte 2, cuestion 11 artículo 2.

(2) Villarroel, Gobierno Eclesiástico Pacífico, parte 1., cuestion 1,. artículo 12.

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VI.

Pero sea que hubiera sido así, sea que nó, lo cier to fué que la correccion no vino, porque si ántes del terremoto habian estallado disturbios entre la autoridad civil i la eclesiástica, tambien siguió habiéndolos despues, como lo manifiestan los tres ejemplos, que, entre muchos, he elejido para fijar la atencion sobre los sucesos de esta clase, que son tambien característicos de la época colonial.

El primero por el órden de fechas es una competencia entre el obispo i los oidores.

"El Rei. Mi gobernador i capitan jeneral de las provincias de Chile, i presidente de la real audiencia de ellas. Don Francisco de la Puebla González, obispo de la iglesia catedral de esa ciudad de Santiago, en carta de nueve de enero del año pasado de mil i setecientos, dió cuenta, entre otras cosas, de lo que padecia él i su cabildo en las ocasiones de ocurrir esa audiencia a su iglesia a las celebridades, donde sucedia ir su personal cuando ya se habia acabado en el coro lo que debia preceder; i que siendo tiempo de continuar, esperaba a veces una hora, i otras media, por no haber acudido la audiencia; i que, aunque el obispo, hallándose en el estado de particular, toleraria sin pesar la dilacion, no podia ménos de sentir el desaire que en esto padecia su dignidad, ni tampoco la mala obra de su cabildo, que habiendo salido de mañana los capitulares para asistir a tiempo, i teniendo que volver a la tarde, se malograba el descanso que era preciso, i se lo impedia la dilacion; i que, aunque sabía estaban espedidas cédulas a fin de poner remedio, como veia que no se lograba, me instaba de nuevo para él, proponiendo

lo que juzgaba por conveniente; i habiéndose visto en mi consejo de las Indias, con lo que dijo i pidió el fiscal de él, he tenido por bien ordenaros i mandaros, como lo hago, que en todas las ocurrencias que tuviéredes vos i esa audiencia con el obispo i su cabildo en las festividades de la catedral, os convengais con él en una señal de campana, la que se determinare, para que hecha, si no llegáredes vos i esa audiencia a tiempo, se pueda empezar el oficio; i que lo ponga por acuerdo para que no falteis en ningun caso a la hora regular, sin alterarla. He estrañado esta noticia, pues por ministros mios, i que representais mi persona, debiérades esmeraros en todo el respeto i atencion a la iglesia, i por vosotros mismos, con advertencia que manifestaré mi desagrado, siempre que no cumpliéredes con la veneracion debida a cuanto mirare al mayor culto de la relijion, dando ejemplo i enseñanza a todos los demas ciudadanos i comunidades.-Fecha en Madrid a 26 de abril de 1703 años.—Yo el Rei.-Por mando del Rei Nuestro Señor.-Don Domingo López de Calo Mondragon."

El segundo ejemplo se refiere a una singularísima serie de etiquetas entre el presidente i el obispo.

"El Rei. Presidente de mi audiencia de la ciudad de Santiago en las provincias de Chile. En 8 de setiembre de 1710, se espidió la cédula cuyo tenor es como sigue:

"El Rei. Presidente i oidores de mi audiencia en la ciudad de Santiago de las provincias de Chile. El obispo de ella en carta de 2 de octubre del año pasado de 1708, entre diferentes dudas que en ella me representa habérsele ofrecido en materias de ceremonias i cortesanías con vos i con el presidente de ella, espone las siguientes, suplicándome resuel

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