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invocando el nombre de la gloriosa Vírjen Nuestra Señora i el del glorioso apóstol Santiago, con cuyo patrocinio vieron a los indios irse retirando con mucho órden hacia el rio, donde dieron en ellos animosamente, obligándolos a meterse por él, i echar a huir por donde cada cual podia, yendo tan ciego de temor, que ni sabian el camino que llevaban, ni aun de sí mismos. Entónces dieron tras dellos los cristianos sin cesar de dar heridas, i tender hombres por el suelo, porque el aprieto en que los indios los habian puesto, encendió en ellos tanta cólera i coraje, que sin usar de piedad con algunos de ellos, echaron el resto en apurarlos, llevándolo todo por punta de lanza, que era el instrumento de que usaban, pues apénas habia cuál i cuál arcabuz i escopeta, i esa sin municion ni lo demas necesario para aprovecharse della en las batallas.

"Estando ya cansados los cristianos de correr a tantas partes, i alancear tantos hombres, se fueron recojiendo a la ciudad, trayendo por delante muchos indios presos en manos de los yanaconas de servicio, los cuales venian despavoridos i embelezados, diciendo que aquel caballero del caballo blanco que los habia vencido en la primera batalla habia peleado tambien en ésta, i era el que les hacía la guerra aterrándolos con la gran braveza de sus fuerzas i severidad de su aspecto. Demas desto, venian publicando que cuando la refriega estaba en el mayor furor, habia salido de la ciudad una señora que les echaba tierra en los ojos cegándolos, de suerte que no vian a los cristianos, obligándolos a volver las espaldas, sin ver en qué lugar ponian los piés, ni saber si estaban en cielo o tierra. Sobre lo cual hizo el teniente dilijentísima pesquiza examinándolos a parte sin saber unos la declaracion de los otros. I los halló a todos tan contestes, que no hubo

hombre que discrepase en una tilde desto que públicamente venian pregonando. I para mas satisfacerse, les puso delante a doña Ines Suárez diciéndoles que aquella debia ser la señora que habian visto, i la cual les quitaba a ellos la vista; de lo cual se rieron ellos mucho, haciendo burla della, diciendo que habia tanta diferencia de la una a la otra como de la noche obscura en medio del invierno al dia claro i despejado cuando va ilustrándolo el sol en tiempo de primavera.'

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El cronista Lovera asegura que "los muertos en esta batalla de parte de los indios pasaron de dos mil; i los heridos en mas grueso número, sin haber fallecido hombre de nuestro ejército, aunque quedaron muchos mal heridos, i la ciudad saqueada i destruida con los incendios, que casi no se conocían las calles ni casas della."

En otro lugar dice que aquello de no haber muerto ningun español "lo dispuso así la Divina Providencia para el aumento de su santa fe católica en estas partes" (1).

Esta aseveracion se halla formalmente desmentida por el gobernador Valdivia en la carta que dirijió al emperador Cárlos V en 4 de setiembre de 1545. Los indios de Michimalonco, dice, "pelearon todo un dia en peso con los cristianos, i le (a Monroi) mataron veinte i tres caballos i cuatro cristianos, i quemaron toda la ciudad, i comida, i la ropa, i cuánta hacienda teníamos, que no quedamos sino con los andrajos que teníamos para la guerra, i con las armas que a cuesta traíamos, i dos porquezuelas, i un cochinillo, i una polla, i un pollo, i hasta dos almuerzas de trigo; i al fin al venir de la noche

(1) Mariño de Lovera, Crónica del reino de Chile, libro 1., capítulos 14, 15 i 16.

cobraron tanto ánimo los cristianos con el que su caudillo les ponia, que con estar todos heridos, favoreciéndolos señor Santiago, que fueron los indios desbaratados, i mataron dellos gran cantidad."

Sea de esto lo que se quiera, los compañeros de Valdivia adquirieron la conviccion de que habian merecido una proteccion señalada de la Vírjen María bajo la advocacion del Socorro, i lo trasmitieron así a sus descendientes.

El gobernador Valdivia, gran devoto suyo, le erijió una hermita o capilla, precisamente en el lugar donde al presente se levanta la iglesia de San Francisco, junto al hospital que habia fundado, i que existe hasta el dia.

Allí colocó una imájen que habia traído consigo

de Italia.

Aquella hermita, a la cual concurria de preferencia el vecindario, fué de historia.

Su servicio se confió desde luego a un padre mercenario.

Habiendo fallecido aquel sacerdote, la hermita pasó al cuidado de dos clérigos.

En este estado se encontraban las cosas, cuando cinco frailes de San Francisco, que acababan de llegar al país, solicitaron del cabildo que se la entregase.

Los capitulares accedieron a la solicitud.

El cronista Carvallo, que tuvo a la vista la escritura de donacion fecha 17 de marzo de 1554, refiere que la cesion se hizo con condiciones: "Se obligó la relijion de San Francisco a dedicar el convento que allí levantase a Nuestra Señora del Socorro; a no separar del altar mayor la milagrosa imájen, i colocarla en el tabernáculo cuando fabricasen templo; a mantener tumba con cuatro luces por tiempo de dos años, i rezar un responso por el alma de Pedro

de Valdivia; i a permitr que cuando el ayuntamiento quisiese, o pudiese, o lo tuviese por conveniente, haga abrir en la pared del presbiterio un busto de Pedro de Valdivia con sus trofeos militares" (1).

A virtud de esta escritura, los franciscanos, dice Mariño de Lovera, "pretendieron tomar la posesion de aqueste templo; i aunque los clérigos se lo defendieron, pudieron ellos mas por ser en mayor número, echándolos fuera a fuerza de brazos" (2).

+

Los clérigos desposeídos sostuvieron que los capitulares que habian firmado la donacion éran unos perjuros, i habian quedado escomulgados.

Los vecinos de Santiago comenzaron por su parte a susurrar que los clérigos i los frailes que habian venido a las manos dentro de la capilla habian incurrido en irregularidad.

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Estas cuestiones se prolongaron hasta el 21 de marzo de 1556, dia en que el cabildo se reunió para tratar si realmente estaban escomulgados los que habian firmado la donacion, i si habian incurrido en irregularidad los clérigos i los frailes de la pendencia.

Despues de haber oído sobre la materia a un teólogo i tres lejistas, probablemente todos los que a la sazon habia en Santiago, "se concluyó, dice el acta, que se perjuraron en haber dado la dicha hermita, i quedó que se absuelvan del perjuro ante el visitador (don Rodrigo González Marmolejo); i si no tuviere poder, que los frailes absuelvan por el poder que para ello tienen de Su Santidad. I tambien se acordó que los curas se absuelvan de la

(1) Carvallo, Descripcion Histórica-jeográfica del reino de Chile, parte 1., libro 1.°, capítulo 34.

(2) Mariño de Lovera, Crónica del reino de Chile, libro 1., capítulo 16.

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lo

que pasaron con los

irregularidad que están por
frailes cuando se les dió el monasterio."

En la misma sesion, seguramente por via de (avenimiento, se determinó que dentro del hospital, se construyera otra capilla i altar a Nuestra Señora del Socorro, que tuvo así dos, inmediatas la una a la otra. Tanta era la veneracion que se le profesaba! (1).

Cincuenta años despues del capitan Mariño de Lovera, el jesuita Alonso de Ovalle consignó en su historia que "desde los principios de la fundacion del reino de Chile, mostró siempre la soberana reina del cielo que le tomaba debajo de su proteccion i amparo;" i cita, entre otras, como comprobacion, esta misma maravilla del caso de Nuestra Señora del Socorro, arrojando polvo a los ojos de los indios rebeldes, que dice "haber oído contar a sus mayores."

El piadoso padre concluye su narracion con la siguiente oracion dirijida a la Vírjen: "O valerosa capitana de los ejércitos de Dios, que asististeis a los cristianos con vuestro favor i ayuda para que fuese vuestra la victoria de que dependia el logro de la sangre de vuestro hijo en la salvacion de los predestinados que de aquel jentilismo han subido al paraíso! justo es que todos tengamos mui presente esta vuestra misericordia; i mas los que somos mas interesados en ella; i así para su eterna memoria i gloria vuestra, es bien que se esculpa en bronce, i se ofrezca por voto en el altar de vuestros beneficios, i quede rejistrada en este libro, en esta imájen, que en nombre del reino de Chile os presento en señal de agradecimiento i debido obsequio."

• pre

(1) Premer Libro Becerro de Santiago, cabildo de 21 de marzo de 1556.

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