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año, que espresamente prohibia escuchar proposiciones sin conocimiento y acuerdo de los contratantes. Pero era tal el anhelo de recobrar la plaza de Gibraltar, que Florida Blanca dió nuevas instrucciones verbales á Mr. Hussey, y con una carta que, en términos generales, le facultaba para tratar con el gobierno inglés, le hizo restituirse à Londres el 9 de enero de 1780.

Cuatro sesiones ocupó el ministerio británico en discutir las proposiciones de Madrid. Reposaban estas en el principio ó conditio sine qua non de la restitucion de Gibraltar. No se atrevieron los ministros á aceptarla como base, pero acordaron proponer al gobierno español que siguiese la negociacion sobre las estipulaciones del tratado de París de 1763, sin escluir que incidental ó accesoriamente se tratase de aquella restitucion. Para el caso en que el ministerio llegase å entrar en la discusion de este punto, fijó, como medios de compensacion, la cesion de Puerto-Rico; de la fortaleza y territorio de Homoa; de un puerto y territorio para una fortaleza en la bahía de Oran; pago de los efectos militares de la plaza y diez millones de duros como indemnizacion de los gastos hechos en fortificarla; renuncia á toda alianza con la Francia en una guerra eventual contra la Gran Bretaña; confirmacion del tratado de Paris; aliarse á la Inglaterra contra los insurgentes de América ú obligarse al menos á no darles socorros directos o indirectos; Puerto-Rico y Gibraltar no se entregarian hasta que la Inglaterra hubiese sometido á sus colonias.

Poner precio tan subido á Gibraltar, por ardientes que fuesen los deseos del rey de España de arrojar de la Península vecindad tan odiosa como incómoda, muestra claramente que el ministerio británico, en su vago anhelo de romper la alianza de la casa de Borbon, queria á la vez entretener á la corte de Madrid, sin comprometerse con la oposicion que violentamente le hostilizaba en el parlamento. Como Florida Blanca ignoraba esta segunda é irritante parte del acuerdo del ministerio inglés, no reLusó continuar la negociacion. Vinó para ello á Madrid desde Lisboa y con pretesto de regresar á Londres Mr. Cumberland en fines de junio de 1780. Ocho meses empleó en inútiles negociaciones con el ministro español. Con estudio huia el comisionado inglés de abordar la cuestion de Gibraltar, y este era precisamente el punto á donde Florida Blanca queria buscar la reconciliacion de las dos córtes. Noticiosa al fin la de Versalles de estos tratos, consiguió cortarlos, tanto con sus justas reclamaciones como con la promesa de auxiliar con todas sus fuerzas para recobrar por las armas lo que en vano se habia procurado obtener por medios diplomáticos.

Seguiase al mismo tiempo otra negociacion entre los aliados y la Inglaterra por mediacion de las cortes de Viena y Petersburgo. Ajustada la paz de Teschen en 1779, el emperador de Alemania y la emperatriz de Rusia ofrecieron al gobierno británico constituirse mediadores para restablecer la paz entre los beligerantes. Aceptó aquel la mediacion y aun convino que se reuniese un congreso en Viena para discutir y resolver sus respectivas pretensiones. Carlos III y Luis XVI, aunque convencidos de que este arreglo era demasiado prematuro, no pudieron desairar á las córtes imperiales. El congreso no llegó á reunirse, pero la negociacion se entabló por conducto de los representantes da Austria y Rusia en Londres, París y Madrid. Renováronse en ella todas las discusiones que hemos visto eu la mediacion de España de 1778. Exigia el gabinete británico, como preliminar, que la Francia abandoó bien reconase la causa de los americanos, y esta á su vez pretendia con el ministerio español que, nociese desde luego la Inglaterra la independencia de sus colonias, ó se estipulase nna larga tregua durante la cual, gozando estas la independencia de hecho, se pudiesen ventilar todas las cuestiones de una paz general y definitiva. En tan opuestos intereses y en el que tenian la España y Francia de continuar la guerra para enflaquecer á su rival, siguióse friamente la negociacion hasta el 29 de enero de 1782 en que el gabinete de Versalles pasó una nota á los mediadores, declarando que no habia términos convenientes para continuarla; en cuyo sentido dirigió tambien una comunicacion el conde de Florida Blanca al conde de Kaunitz y al señor Finowieff, ministros de Viena y San Petersburgo en Madrid. Los mediadores prosiguieron sin embargo dando pasos conciliatorios; pero estos fueron infructuosos, y si en el tratado definitivo del siguiente año se hizo mencion de sus respectivos plenipotenciarios, fue mas bien un acto de atencion que señal de que sus oficios hubiesen tenido influjo en la conclnsion de estas estipulaciones.

A la inútil mediacion de aquellas cortes se siguió una negociacion directa iniciada por el ministerio británico. Hallábase este fuertemente combatido en el parlamento por una numerosa oposicion que

pedia se restableciese la paz y declarase independientes á los Estados-Unidos. Lord North envió á París en marzo del mismo año de 1782 un emisario secreto llamado Mr. Forth, con el encargo de ofrecer la paz al gobierno francés sobre la base del uti possidetis en todas las partes del mundo; prometiendo en cuanto á los americanos que se les trataria con equidad siempre que se sujetasen de nuevo al dominio de la metrópoli. El conde de Vergennes, despues de haberse puesto de acuerdo con Florida Blanca, contestó que la Francia anhelaba por su parte poner término á las calamidades de la guerra, pero que antes de entrar en negociacion era preciso que el gabinete británico declarase: 1. si estaba dispuesto á seguirla juntamente con todos los aliados, y 2. en el caso positivo, si aquella sería directa ó por conducto de los mediadores.

Antes que se resolviesen estas cuestiones preliminares, la oposicion habia triunfado en el parlamento inglés, formándose un nuevo ministerio de coalicion bajo la presidencia del marqués de Rock-ingham, al cual se asociaron lord Schelburne y Mr. Fox. Uno de sus primeros actos fue comisionar en mitad de abril á Mr. Oswald para que pasase à Francia á conferenciar con el ministro americano Mr. Francklin sobre los medios de reconciliarse Inglaterra con sus colonias, ofreciéndolas desde luego la independencia. Francklin rehusó escuchar proposicion ninguna sin el acuerdo é intervencion del gabinete francés. Dirijiose pues á este el comisionado británico, pero el conde de Vergennes le contestó que la negociacion debia comprender à todos los aliados y ventilarse en ella los intereses de cada uno, sin limitarla, cual pretendia el gobierno inglés, á la independencia de sus colonias.

Oswald regresó á Londres para recibir nuevas órdenes o instrucciones del gobierno y el 3 de mayo se hallaba ya de vuelta en París, trayendo en su compañía dos agentes mas; Mr. Hydfort para tratar juntamente con él los asuntos peculiares á los Estados-Unidos y Mr. Thomas Grenville, joven de 28 años y hermano de lord Temple à quien se habian dado plenos poderes para seguir la negociacion con los aliados. En la primera conferencia que tuvo Grenville con los condes de Vergennes y de Arauda manifestó que la Inglaterra estaba dispuesta á declarar la independencia de las colonias, causa principal de la guerra; y en cuanto 'á España y Francia, se negociaria tomando por norma el tratado de París. Aunque el ministro francés rechazó desde luego esta última base, se acordó no responder defiuitivamente hasta tanto que las cortes de Madrid y el Haya diesen instrucciones à sus respectivos plenipotenciarios.

Al conde de Aranda se las remitió Florida Blanca el 29 del mismo mes de mayo. Son algun tanto estensas, pero como forman la base de la parte española de la negociacion, y de su cotejo con el tratado definitivo puede calcularse con seguridad cual era el espíritu del gabinete de Madrid y sus esperauzas en una y otra época, las insertamos literalmente. Dicen así:

» Un tratado en estos tiempos es como la transaccion de un pleito pendiente, para la cual no solo se deben tener en consideracion los derechos de las partes, sino el estado del mismo pleito: la proporcion que algunas de ellas tengan de ganarle ó perderle en todo ó en parte: los gastos y costas hechas y las que queden por hacer.

» Comenzando por la España y sus intereses, que son los que directamente nos tocan, no puede negarse que su pleito está en muy buen estado y con esperanzas próximas de ganarle en todo, á cuyo fin basta dar una ojeada sobre los objetos que podemos tener y que se han litigado ó litigan.

>> En el seno Mejicano teniamos el objeto de arrojar de él toda dominacion estranjera; lo que efectivamente hemos conseguido con las conquistas de la Mobila, Panzacola y los fuertes del Missisipí; y así solo resta afirmar la posesion perpétua de estos establecimientos con sus pertenencias hasta desembocar al canal de Bahama, poniéndose por punto el cabo Cañaveral, y desde este, tierra adentro, se fijarán los límites para redondear aquellos territorios y evitar disputas hasta volver á encontrar los tér– winos de las provincias internas de la España, como la de Apalaches, Luisiana, etc., que se indicarán cuando la materia se halle en estado.

» No debe haber dificultad en ceder ó ratificar la cesion hecha por el tratado de París á la Inglaterra de lo restante de la Florida, desde dicho cabo Cañaveral, incluso el presidio y ciudad de San Augustin, y aun de garantirlo; quedando á cargo de la misma Inglaterra arreglar con el congreso americano la esteusion y límites de la misma Florida por aquella parte de las colonias. El dejar esta barrera intermedia y este motivo de disputa entre ingleses y colonos se ha creido fundado en principios de buena

politica y puede ser un medio de transaccion sobre este punto, supuesto que podremos hacer presto aquella conquista con mucha facilidad y que los gastos estan hechos para ella.

» En el golfo y bahia de Honduras y costa de la península de Yucatan y Campeche teniamos igualmente el objeto de destruir los establecimientos ingleses y arrojarlos enteramente. Lo que habiamos conseguido ya en el año pasado por la mayor parte y á estas horas se habrá logrado en el todo: pues, segun los últimos avisos del presidente de Goatemala y de los oficiales de marina destinados á la espedicion, debian dentro de pocos dias apoderarse de la Criba ó el Piche y despues de la isla de Roatan, arrojando hasta los indios Mosquitos del continente.

>> Sobre estos hechos que conviene dar por sentados y seguros, segun las medidas tomadas, pudiéramos pretender que la uacion inglesa, no solo no volviese á formar establecimientos en aquellos parages, supuesto que ha contravenido á los tratados que la permitian únicamente el corte del palo y los edificios civiles y almacenes para su custodia, sino que la quedase prohibida la misma corta del palo.

>> Sin embargo, por via de transaccion, si se acomodasen los demas puntos en la forma que despues se dirá, podriamos condescender á dicha corta, con tal que precediese licencia y señalamiento de los parages, hecho por los gobernadores ó personas que destinase la España; y con tal que los ingleses que se hallasen establecidos sin la espresada licencia y señalamiento fuesen arrojados con prohibicion de volver á establecerse y á cortar, fuese con licencia ó sin ella. A esto deberia añadirse el pacto de no formar pueblos, ni unirse en colonias los súbditos de la Gran Bretaña, y la promesa de que ni esta ni sus gobernadores de Jamaica ó islas Antillas ni otros algunos darán patentes de gobernadores, jueces, gefes ni otra casta de superiores de aquellos establecimientos, bajo la pena de perder el derecho á la corta en caso de contravencion, y de no volver á ser admitidos á ella los súbditos de la Inglaterra.

» En Europa fue el tercer objeto de la España la readquisicion de Gibraltar y Menorca. Esta última se halla ya en nuestro poder y de Gibraltar podemos esperar otro tanto dentro de cuatro meses, segun los preparativos y resoluciones'tomadas. Añádese á esto la gran epidemia que ha picado en la guarnicion, la cual la va destruyendo á pesar de los socorros de tropa y viveres que se han introducido en la plaza.

» No podemos, pues, á vista de lo sucedido, ceder en nada de estos objetos que se pueden llamar, con el del seno Mejicano, los puntos cardinales de nuestra guerra y de nuestra paz; y para que haya algun equivalente por via de transaccion que facilite un tratado, esperamos el buen éxito de la conquista de la Jamaica ó noticias del estado próximo á conseguirla.

» Esta restituciou de Jamaica de parte de la España y de la Francia y cesacion de las hostilidades comenzadas para ella deben formar una superabundante recompensa para retener á Menorca y adquirir á Gibraltar y para otras pretensiones de la Francia. Todo esto procede en el aspecto presente de las

cosas.

» Pero si este aspecto se mejora en los términos que esperamos dando competentes dilaciones al tratado; como si por ejemplo nos vienen noticias positivas de haberse tomado Jamaica, ó de haber sido derrotada la escuadra de Rodney, en términos de no poder socorrer aquella isla, y de haberse completado la espulsion de los ingleses del golfo de Honduras, convendrá añadir á los objetos indicados el de que se nos restituya el derecho á la pesca de Terranova, y se nos facilite terreno donde formar nuestros establecimientos para la seca y salazon. El clamar sobre este derecho siempre será útil para aprovecharse del sacrificio de su cesion; pero los principales son los otros objetos indicados

arriba.

» Así como puede mejorarse el estado de las cosas puede empeorarse, y en tal caso para obtener la cesion de Gibraltar y Menorca pueden pensarse varios arbitrios, por ejemplo: la oferta de formar un puerto franco en Menorca para el recurso de la navegacion inglesa y su comercio en el Mediterráneo, sin perjuicio de las precauciones que el rey quiera tomar para impedir el abuso de la internacion de los géneros en la isla y el continente. Puede tambien pensarse en la idea de pactar y establecer para siempre la neutralidad del Mediterráneo, aun en caso de guerra entre estas u otras potencias beligerantes, á semejanza de lo que ahora se practica en el Baltico, convidando á las potencias maritimas interesadas en su navegacion y comercio y á las que tienen dominios en sus costas á garantir la tal neutralidad. Este sería un gran bien de todos y la fuglaterra no necesitaba de puertos ni establecimien

tos costosos en el Mediterráneo, una vez que tirada una línea entre los cabos Espartel y Trafalgar se supiese que de ellos adentro no debia haber guerra ni pasar embarcaciones armadas para ella. La esperiencia nos ha mostrado que estas ideas que parecian de pura especulacion se han podido reducir y reducido á práctica; y un pacto semejante se puso en el tratado de España y Portugal de 1750 por lo respectivo á la América meridional.

>> Cuando todo esto no bastase y se dilatase la adquisicion de Gibraltar, se daria por nosotros algun equivalente ya fuese en dinero, ya en algunas posesiones, como podrian ser de las que nos pertenecen por la cesion de Portugal en la costa de Guinea y sus islas, sin perjuicio de quedarnos con los territorios y derechos necesarios para hacer nuestro comercio de negros, si queriamos, y los establecimien– tos que nos pareciesen para este fin.

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» A mas no poder cederiamos algunos de los presidios de Africa, escepto el de Centa, si acomodasen á la Inglaterra para tener pie en el Mediterráneo y facilitar su navegacion y aun su comercio con las regencias. De esto podria tener celos la Francia, pero se la sosegaria haciéndola observar que tal vez las regencias concebirian mas celos del poder inglés establecido en aquel continente; y en lugar de formar relaciones de amistad, podrian encenderse disensiones y disputas.

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Aunque la Francia debe saber mas bien que nosotros lo que la conviene, debemos ayudarla para sus objetos, que son quitar el borron de Dunquerque; asegurar la posesion de la Dominica, aunque en el dia querrá tambien à Santa Lucía para navegar con libertad à Martinica; recobrar, bajo de alguna regla y con libertad, el comercio de la India Oriental; retener la posesion de! Senegal, afianzar con reglas y limites la pesca y establecimientos de Terranova, y hacer ratificar por el parlamento de Inglaterra los artículos de comercio del tratado de Utrech ó anularlos enteramente.

» En esta última parte, nosotros, en lo que mira á nuestro interés, siempre opinaremos que conviene en cuanto se pueda romper los grillos de los tratados sobre puntos de comercio, y que cada nacion quede en libertad de tratar con las otras segan ellas la trataren, como sucede entre los particulares. El gritar é insistir sobre esto, aunque no se consiga, puede ser tambien un medio de reducir á las potencias beligerantes á procurarnos algun medio de acallarnos, supuesto que ellas son las gananciosas en los tratados de comercio contra nosotros.

>> Se procurará que en las restituciones de la Francia no se comprenda, si se puede, la isla de la Granada por su cercanía á Caracas, y en los reglamentos de la India Oriental ver si puede asegurarse mas nuestra libertad de comerciar y navegar; y si dejarian los ingleses que nos situásemos en Santo Tomás de Meliapur, en caso de cedernos sus derechos Portugal. Esto se debe tocar sagazmente y no removerlo si se teme cavilacion ó contradiccion.

» Por lo que mira á Holanda, solo ocurre el apoyar sus restituciones é indemnizaciones de acuerdo enteramente con la Francia, sacando el partido del buen trato, así en el cabo como en Batavia, de nuestras embarcaciones que vayan á Filipinas. Segun lo que se nos avise, se iran especificando mas estos y demas puntos.

» Pero se ha de tener presente que este apuntamiento es para noticia del que haya de negociar sobre las materias del tratado, siu que convenga concluir cosa alguna sin nuevas órdenes ó instrucciones; aunque se diga que hay las suficientes para tratar y proponer despues de haber oido á los demas. Esto dará tiempo que es lo que se necesita.

» En cuanto á las colonias basta fijarse el sistema de que conviene dejar las inglesas de la parte del norte y del sur, como ahora sucede. Con esto tendrán unos y otros en qué pensar entre sí mismos. Por lo demas, se hablará aqui con Mr. de Carmichael, adjunto de Mr. Jay y se verá la disposicion de concluir algun tratado con el congreso, y avisaremos lo que ocurra y convenga, combinandolo con lo que se nos diga de Paris. Lo que si es necesario, es adaptarse á lo que permitiere hacer la Francia en lo que trataren los diputados del congreso con la Inglaterra. Aranjuez 29 de mayo de 1782 - Florida Blanca.»

Provistos de instrucciones los plenipotenciarios de las cortes aliadas, vino un nuevo incidente á paralizar la negociacion. Segun los plenos poderes presentados por Grenville al conde de Vergennes se hallaba autorizado para seguirla únicamente con el gobierno francés sin hacerse mencion ninguna de los aliados. El conde de Aranda, à quien se habia encargado que no diese priesa, antes bien buscase

pretestos para diferir la conclusion de todo arreglo hasta ver el éxito de la empresa contra Gibraltar, aprovechó aquella circunstancia para declarar al plenipotenciario inglés que no entraria en género ninguno de negociacion mientras no exhibiese nuevo poder que le facultase para tratar con la corte de España. Grenville recibió en mitad de junio otra plenipotencia con la cláusula de negociar con la Francia y demas beligerantes; pero Aranda tambien la rechazó pretendiendo que ó no se nombrase á la Francia, comprendiendo á todos los aliados bajo la fórmula de potencias beligerantes, ó caso de mencionarse á aquella potencia, se hiciese nominalmente del mismo modo con España.

Mientras se ventilaba este punto falleció el marqués de Rockingham: organizóse un nuevo ministerio en Londres bajo la presidencia de Schelburne, tomando parte el jóven William Pitt, hijo segundo del lord Chatam; y Carlos Fox se retiró colocándose de nuevo al frente del numeroso partido que se habia declarado contra la guerra. Sin embargo de este cambio politico no se interrumpieron las negociaciones de París. Vinó á seguirlas Mr. Fitz-Herbert, mas adelante lord Saint-Helene, reemplazando á Grenville que pasó de secretario de su hermano lord Temple virey de Irlanda.

El nuevo plenipotenciario tuvo su primer conferencia con Aranda el 5 de agosto, mostrándole en ella su pleno poder que le autorizaba ya positivamente para abrir una negociacion directa con los representantes de la corte de Madrid. Aseguróle con encarecidos términos el deseo del gabinete británico de ajustar cuanto antes la paz, y le entregó una carta particular escrita en igual sentido y espresiones amistosas por lord Grantham, el mismo que se hallaba de embajador en España antes de la guerra y se habia encargado ahora del ministerio de relaciones esteriores. Aranda le contestó haciendo tambien las mas cordiales protestas del anhelo del rey católico por restablecer cuanto antes la paz y armonía entre las dos coronas, pero siguiendo sus instrucciones, procuró dilatar la discusion por algunos dias, aguardando noticias de Gibraltar, en cuyo sitio se trabajaba ahora tan eficazmente que nadie dudaba de la rendicion de la plaza.

Pero esta misma razon y el acallar las exigencias de los partidos impelia al ministerio británico á apresurar las negociaciones. Aprovechando el regreso á París del conde de Grasse, que habia estado prisionero despues de la malograda empresa contra Jamaica, le dió encargo de presentar al gabinete francés nuevas facilidades para la paz. Eran en cuanto á España, segun aquel las comunicó á Vergen. ues el 17 de agosto, cesion y definitiva conservacion de las conquistas hechas en el golfo de Méjico; y eleccion de una de las dos plazas de Mahon y Gibraltar, debiendo quedar la otra á la Inglaterra para escala de su comercio en el Levante. Florida Blanca autorizó el 25 de este mes á Aranda para que con arreglo á dichas bases concluyese y firmase los preliminares de la paz, siempre que se ajustase antes de la toma de Gibraltar, porque despues serian otras las proposiciones que se hiciesen. Indicábale sin embargo que procurase obtener à Mahon y Gibraltar, ofreciendo á la Inglaterra, para su comercio del Mediterráneo, á Oran y puerto de Mazalquivir. Pero viéndose precisado á la eleccion, recayese esta sobre Gibraltar, bien que pretendiendo que á los ingleses quedase solamente Mahon y cierto radio territorial, y en el dominio español el resto de la isla.

El gobierno francés, á quien se hacian concesiones aun mas lisonjeras, quizá con el fin de introdu cir la division entre los aliados, se apresuró á enviar á Londres á Mr. Rayneval, oficial primero del ministerio de negocios estrangeros para asegurarse de la autenticidad de los preliminares del conde de Grasse. Cuando este emisario llegó á aquella capital se habia malogrado ya la empresa de España contra Gibraltar; y comprometido el ministerio británico con una declaracion hecha al congreso de los Estados-Unidos por el general Carleton, habia declarado la independencia de este territorio el 24 de setiembre. Desembarazado pues de tan poderoso enemigo y gozoso por la malograda tentativa de los españoles, no solo negó el gabinete británico haber facultado á Grasse para proponer aquellos preliminares; pero aun mostró una invencible repugnancia de entrar en discusion sobre la entrega de Gibraltar. « Preveo, dijo lord Grantham en una de sus conferencias con Rayneval, preveo que esta plaza " será una roca en nuestras negociaciones, como lo es en el mar. » Indicó sin embargo, aunque vagamente, que quizá pudiera tratarse de su cesion si se compensase con Menorca, Puerto-Rico y la Florida occidental y algun territorio por la parte de Nueva Orleans.

Pero al mismo tiempo que tan dificil se mostraba aquel gabinete con España, accedió à las principales pretensiones de la corte de París, de modo que aunque abiertamente no se atrevió esta á separarse de

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