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REVOLUCION DEL 25 DE MAYO DE 1810; INSTALACION DR UNA JUNTA DE GOBIERNO.–Cuando la revolucion era sosocada en el Alto Perú, renacia con mayor vigor i consistencia en la capital del vireinato. La situacion de Cisneros habia ido complicándose rápidamente desde que tomó las riendas del gobierno; i la opinion se preparaba para un cambio radical que parecia próximo.

Ei virei pasó los primeros meses de su administracion en arreglos interiores, reorganizó las milicias i mandó suspender el proceso que se seguia a los autores de la revolucion del 1.0 de enero de 1809. Comprendiendo los males que aquejaban a aquel pais por causa del monopolio que existia en el comercio, Cisneros, despues de oir los pareceres inas carac. terizados, decreió la libertad comercial como una medida transitoria, i hasin que la España se viera libre de la guerra contra los franceses i pudiera seguir surriendo los mercados de sus colonias. Pero, mientras aquel alio funcionario estaba ocupado en estos trabajos, la revolucion arjentina nncia en las reuniones de los criollos que mas se habian distinguido en la lucha contra los ingleses. Las noticias de España que llegaban a Buenos Aires desde 1808, daban motivo a los proyectos de un cainbio gubernativo. En las elecciones de cabildantes que tuvieron lugar el 1.o de enero de 1809, los patriotas habian alcanzado a equilibrar la influencia española en el ayuntamiento, llevando a él los miembros necesarios para contar con la iniiad de los votos.

A mediados de mayo llegó al rio de la Plata una noticia que debia ser fatal a In dominacion española. La junla central que gobernaba en la peninsula desde Sevilla, habia siilo disuelta: los ejércitos francescs, vencedores en todas paries, habian penetrado en las Andalucias i parecian dispuestos n consumar la sumision completa de España. El virei conociendo la impresion que esa noticia habia producido en Buenos-Aires, creyó conveniente exitar la fidelidad de sus gobernados por medio de una proclama que hizo circular el 18 de aquel mes. En ella enunciaba la idea de establecer una representacion de la soberanía real en América, de acuerdo con los demas vireyes, i concluia pidiendo el apoyo de los

a

nos documentos publicados en diversas épocas i con lo que acerca de ella ha consignado don Manuel José Cortes en su Ensayo sobre la historia de Bolivia, Sucre 1861, i don Manu Maria

en una obrita apó nima que dió a luz en Sucre con el titulo de Apuntes para la historia de Bolivia.

colonos, como si reconociera que sus títulos para el gobierno habian caducado. “Aprovechaos, si quereis ser felices, decia, de los consejos de vuestro jefe.” Cisneros no hablaba ya de obediencia ciega, como habian hablado siempre los manda. tarios españoles.

El pueblo arjentino no oyó los consejos del virei. Se creía que el gobierno español habia dejado de existir; i los patriotas hablaron en sus reuniones de la necesidad de formar una junta encargada de rejir el vireinato en aquellos momentos de acefalia. Por medio de dos de sus parciales del cabildo, el alcalde don Juan José Lezica, i el procurador de ciudad don Julian Leiva, arrancaron privadamente de Cisneros el permiso de celebrar una asamblea en que se tratara de lo que debia hacerse en aquellos momentos. Fué inutil que el virei solicitara el apoyo de los comandantes de los cuerpos que formaban la guarnicion de Buenos-Aires, porque el mas acreditado de todos ellos, el comandante de Patricios don Cornelio Saavedra, que debia representar en breve un importante papel en la revolucion, le dijo francamente que ha. biendo caducado el gobierno español, el pueblo debia proveer as propia seguridad (20 de mayo).

El siguiente dia se reunió el cabildo. Como estaba conve. nido, envió una diputacion cerca del virei Cisneros, a fin de pedir la autorizacion para convocar una asamblea a que debia concurrir la parte sana del vecindario, con el objeto, decia, de "evitar los desastres de una convulsion popular. El virei se vió comprometido a acceder a esta solicitud. El 22 de innyo tuvo lugar la reunion acordada: concurrieron a ella cerca de cuatrocientas personas, bajo la presidencia de las corporaciones civiles i del obispo Lue. El doctor don Juan José Castelli, revolucionario osado e impetuoso, el comandante Saavedra i otros parciales suyos, repesentaban el pueblo arjentino i pedian la formacion de un gobierno nacional. El obispo, los miembros de la audiencia i algunos altos funcioDarios sostuvieron con toda arrogancia los derechos de España i de los españoles para gobernar las colonias de América, Un tercer partido, que buscaba un térinino medio entre tan encontradas exijencias, luvo ménos eco, i acabó mas tarde por reunirse, a lo menos su mayoría, a los revolucionarios. Despues de una discusion de muchas horas, en que casi la mitad de los concurrentes habia fundado su voto, quedó acordado que el cabildo reasumiese el gobierno, mientras noinbraba una junta que rijiese el vireinaio.

Como es fácil suponer, todo esto mantenia viva la ajita

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cion del vecindario de Bijenos Aires. Los habitantes de aque. lla capital, que nunca se habian hecho conocer de la metrópoli por movimientos sediciosos, liabian adquirido la conciencia de su valer despues de haber rechazado las invasiones inglesas en el rio de la Plata. Los caudillos revolucionarios querian a todo trance la deposicion del virei; i como ellos eran en su mayor parte los hombres que mas se habian dis. ringuido en aquellas luchas, poseian un prestijio inmenso entre sus conciudadanos. El cabildo, compuesto de españoles i de patriotas irresolutos, conoció, aunque tarde, la tempiestad que se acercaba, i quiso desarmarla. En efecto, el dia 23, el cabildo, en cumplimiento del encargo que le habia conferido el pueblo, dispuso que el virei conservase el mando asociado con algunos funcionarios, dos de los cuales eran el comandante Saavedra i don Manuel Belgrano, mui famoso despues en los fastos de la revolucion arjentina, los cuales Tenian un gran prestijio en la ciudad. Sin embargo, ambos se negaron a aceptar el puesto que se les ofrecia: el pueblo i Jos jefes de las tropas aspiraban a una revolucion mas radical; i el acuerdo del cabildo no satisfacia sus esperanzas i sus de. seos. El cabildo se vió obligado a publicar por bani, la cesacion del virei, conio el pueblo lo habia acordado el dia apterior.

No fué éste el último esfuerzo del cabillo para dominar la situacion eludiendo artificiosamente el acuerdo de la asamblea del 22 de mayo. El 24 decretó la organizacion de un junta gubernativa compuesta de cuatro miembros, todos ellos patriotas, bajo la presidencia del viei. Pero el pueblo no pudo tolerar impasible la supercheria de que era víctima. la njitacion cundia en la ciudad tomando a cada momento cajacteres mas alarmantes; i en ella tomaban parte las tropas que permanecian acuarteladas. Los miembros de la junla recien elejida conocieron los peligros de la situacion, i en aquella misma noche hicieron su renuncia. El cabildo co. menzó a comprender que era imposible luchar contía el pueblo entero. La situacion iba a resolverse el siguiente dia, 25 de mayo. El cabildo se reunió mui temprano para discu. vir lo que convenia hacer en aquellos momentos; pero blo se agolpó a las puertas de la sala capitular pidiendo a voces la instalacion de una junta de gobierno en que no tu. viera participacion el virei Cisneros. Los comandantes de las tropas declararon que era imposible contener la ajitacion por ono medio que no fuera accediendo a la solicitud del pueblo. El mismosirei, notificado de lo que pasaba en la ciudad, consintió en abandonar el mando para evitar peligrosas con. mociones. Talvez el cabildo habria vacilado iodavia sin saber qué partido tomar en definitiva; pero el pueblo invadió de nuevo el lugar de sus sesiones, i allí espuso que desconocia la junta instalada el dia anterior, i que pedia la designa

el pue

រំ cion de otra presidida por el comandante Saavedra i compuesla de seis miembros mas, entre los cuales figuraban Castelli i Belgrano. Fué necesario ceder a esta exijencia: el cabildo se vió forzado a proclamar la junta que se le proponia, como gobernadora del vireinato durante el cautiverio de Fernando VII. Apesar de esta fórmula, usada, como ya se ha visto, en wodas las colonias ainericanas, la revolucion del 25 de mayo de 1810 marca la época de la cesacion del gobierno español i el nacimiento de la república en las provincias del Plata.

No pasó mucho tiempo sin que los realistas comprendieran la importancia del cambio gubernativo efectuado en BuenosAires. A principios de junio llegó allí la confirmacion de la noticia de haberse organizado en Cádiz el consejo de rejen. cia; i los oidores pretendieron que fuera reconocido por la junia gubernativa. Esta, sin embargo, no solo no accedió a lo que se le pedia, sino que obligó a la real audiencia a preslar jurainento de fidelidad al nuevo gobierno. Pocos dias despues, liabiendo circulado el rumor de que el vitei Cisne. ros i los oidores trataban de fugarse a Montevideo, los hizo cilar a la casa de gobierno i los einbarcó de noche en un buque ing!es que zarpó inmediatamente para las islas Canarias (21 de junio). Aquel golpe de autoridad asentó el respeto de la junta gubernativa.

PRIMERAS CAMPAÑAS EN EL ALTO PERÚ, EL PARAGUAY I LA BANDA ORIENTAL. -Los defensores del rejimen español no se dejaron engañar con esas apariencias de fidelidad. Impotentes para operar una contrarevolucion en la capital, i en las provincias centrales, en donde la autoridad de la junia habia sido reconocida, contaban en cambio con poderosos elementos de resistencia en las provincias del Allo Perú, en el Paraguny i en la Banda Oriental del rio de la Plata. El pueblo de Buenos Aires, que comprendia su situacion, habia pedido el 25 de mayo, el mismo dia en que se instaló el nuevo gobierno, el envio de una espedicion de 500 hombres contra las provincias del vorte.

La junta gubernativa no desatendió este encargo. El pue- . blo habia nombrado dos secretarios de gobierno. Uno de éstos era don Mariano Moreno, abogado jóven que se habia

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hecho conocer por uu talento raro i por un carácter impetuo. 80 i firme. La junta le encargó el ministerio de gobierno i guerra, ramos en que todo estaba por crearse, depositando en él una confianza ilimitada. Moreno supo corresponder dignamente a tan delicado encargo. Fue el consejero del destierro del virei i el organizador del primer ejército arjenlino. Faltaban jefes preparados para dirijir una campaña i recursos para hacer frente a los gastos que ella debia orijinar: Moreno suplió a todo utilizando los cortos conocimientos militares de los oficiales de milicias que se habian ilustrado en la defensa contra los ingleses, i promoviendo suscripciones patrióticas en todas las ciudades.

A mediados de julio salió a campaña con direccion a las provincias del norte, una division de 1,200 hombres bajo el mando del coronel don Francisco Antonio Ortiz de Ocampo, como jeneral en jefe, i del coronel don Antonio Gonzalez Balcarce como jefe de estado mayor. En Córdova, el gobernador intendente de la provincia don Juan de la Concha, ausiliado por Liniers, que se encontraba retirado del servicio, por el obispo Orellana i por otros empleados españoles, habia desconocido las nuevas autoridades i se habia preparado a combatirlas. Al saber la aproximacion de las tropas de Buenos Aires, Concha i los suyos se pusieron en fuga hácia el norte; pero fueron alcanzados por Balcarce i tomados prisioneros (7 de agosto). La junta gubernativa dió órden de fusilar inmediatamente a cinco de ellos; i como Ocampo vacilara para cumplirla, partió de la capital el doctor Castelli, i mandó ejecutar la sentencia en el sitio denominado Cabeza del Tigre, en la provincia de Córdova (5). Este acto de rigor, solo puede esplicarse despues de conocer las crueldades cometidas por los españoles en el Alto Perú: sin embrago, los caudillos de la revoluciou arjentina habian decretado el fusilamiento de aquellos prisioneros no solo para tomar represalias sino para deslindar claramente su situacion haciendo imposible todo avenimiento. "Hemos decretado el sacrificio de estas víctimas, decia la junta en una proclama, a la salud de fanlos millones de inocentes. Solo el terror del suplicio puede servir de escarmiento a sus cómplices".

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(5) Los seis prisioneros eran el capitan de fragata Concha, el jeneral Liniers, el coronel Allende, el tesorero Moreno, el obispo Orellana i pl asesor de la intendencia de Córdova Rodriguez, con cuyas iniciales formaron los españoles la palabra clamor. Todos ellos, menos el obispo Orellana, fueron fusilados por el delito de rebelion contra las autori dades constituidas.

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