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DE LA INDEPENDENCIA DEL Perú. La situacion del virei parecia cada dia mas dificil. Las calamidades de la capital se renovaron desde la terin nacion del armisticio, i el cabildo i la ciudad entera lamentaron la obstinacion de los jefes españo. les para no aceptar el convenio propuesto por San-Dlartio. Mientras tanto, a espaldas de Lima, la division del jeneral Arenales sublevaba los pueblos de la sierra, i cortaba a los realistas toda comunicacion con el interior. La-Serna coinprendió que era imposible sostenerse por mas tiempo en la capital; pero ocultó cuidadosamente sus temores para no hacer los llegar a conocimiento de San-Martin ispara no alarmar al vecindario.

El jeneral don José Canterac, a la cabeza de una division de 4,000 hombres, salió de Lima en direccion a la sierra, con apariencias de dirijirse contra Arenales, pero en realidad para emprender la retirada i salvar ese cuerpo de tropas. El 4 de julio, anunció La-Serna su pensamiento de evacuar a Lima, confiando su gobierno al jeneral marques de Montemira, peruano de nacimiento, jeneralmente considerado i respetadlo. En la capital dejaba tambien 1,000 soldados enfermos, entregados a la jenerosidad de San Martin, i en el Callao una guarnicion de 2,000 hombres para la defensa de sus castillos. Dos dias despues, el altanero virei abandonó la opulenta ciudad en son de fuga, i emprendió su marcha hacia la sierra para reunirse con la division de Canterac (6 de julio de 1821).

Como debe suponerse, San-Martin celebró grandemente este şuceso; pero no se abandonó a grandes trasportes de alegría. La frialdad de su razon i de su carácter no le permitia dejarse mecer por lisonjeras ilusiones. El prudente jeneral habia visto con profundo desencanto que la gran masa de la poblacion peruana permanecia, a lo menos al parecer, estrañña a la revolucion. San-Martin habia esperado en vano que las provincias del centro i del sur se rebelasen abiertamente, como lo habian hecho Guayaquil i Trujillo; pero en lugar de ver realizados sus deseos, observaba que la poblacion de Lima, aun despues de la retirada de La-Serna, no se atrevia a dar el grito de independencia, i llamaba al ejército patriota mas bien para que la resguardara contra todo intento de saqueo, que por entusiasmo i decision. San-Martin llegó a creer que pisaba un suelo no verdaderamente hostil, pero si indiferente; i si bien es verdad que habia conseguido organizar algunos cuerpos de soldados peruanos,

estaba convencido que fria una derrota no podria reofganizar su ejército en el Perú.

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Solo así se esplica la excesiva cautela con que San-Martin dirijin las operaciones militares. Despues de la retirada del virei despacho solo algunos montoneros para que lo hostilizaran en su marcha. Cuando comunicó a Arenales la evacuacion de Lima por las tropas realistas, le recomendó que no les presentuse batalla en la sierra sino estaba seguro de derrotarlas. Estas medidas de rigorosa precaucion permitieron, a los realistas refujiarse en el interior, cuando todo hacia creer que su ruina era inevitable. San-Martin, por otra parte, eslaba persuadido de que la pérdida del litoral era la peor de las desgracias que podian ocurrir a los españoles.

La entrada de Lima quedó completamente espedita para el ejército patriota. Las avanzadas penetraron en esta ciudad el 9 de julio; i tres dias despues (12 de julio) hizo su entrada San-Martin sin la menor ostentacion. Cuando el cabildo salió a su encuentro para saludarlo, el jeneral no manifestó descontento ni frialdad, pero se conservó grave, sério i modesto, como lo habia sido siempre. Queriendo que el misnto pueblo peruano decidiese de su propia suerte, dispuso que se cele. hrara un cabildo abierto a que debian concurrir el arzobispo de Lima, los prelados de las órdenes relijiosas i todos los vecinos notables por su nobleza i por su posicion a fin de que

i resolvieran lo que debia hacerse. Los asistentes a aquella reu. nion acordaron que era urjente declarar la independencia absoluta del Perú así de España como de cualquiera otra potencia (15 de julio).

La proclamacion solemne tuvo lugar el 28 de julio. SanMartin, acompañado por su estado mayor, i por todas las corporaciones civiles i relijiosas anunció al pueblo reunido que desde ese dia cesaba la dominacion española en el Perú. A este acto se siguieron un Te Deum, i el juramento de res. petar la independencia prestado por todas las autoridades. Pocos dias antes, San-Martin habia mandado arrancar todos los escudos de armas de España que adornaban los edificios públicos de Lima.

Hecha esta declaracion, era urjente crear en Lima un gobierno que tomara la direccion de los negocios administrativos. San-Martin habria querido tal vez conservar solo el mando del ejército, i pedir que se colocase en el poder a un hombre de patriotisino i de prestijio a quien no se le pudiera reprochar el que fuese estranjero. Esto era lo que habia he. cho en Chile en 1817, cuando O'Higgins fue nombrado director supremo; pero la revolucion peruana no babia producido todavía ningun hombre que se encontrasé a una allura conveniente para ese elevado puesto. San-Martin creyó que él mismo debia asumir el mando supremo; por un

i decreto de 3 de agosto, tomó el título de protector del Perú, i nombró los ministros de estado con quienes debia gobernar. Los primeros actos de esta administracion fueron el complemento del nuevo órden de cosas inaugurado por la proclamacion de la independencia. Declaró que loda persona nacida en el Perú era libre, i aun los hijos de esclavos; suprimió la mita, o impuesto de trabajo que pesaba sobre los indíjenas, i el derecho de capitacion, o impuesto de dinero a que estaban sometidos, mandó que en adelante se les llamara peruanos en vez de indios, como entonces se les nombraba; creó una biblioteca nacional en Lima, i mandó abrir escuelas de am. bos sexos. San Martin, ademas, dictó mil medidas de policía i persiguió el juego con singular teson, En esą épuça creó tambien una orden denominada del Sol, con cuya medalla fueron premiados los mas ilustres servidores de la indepen dencia del Perú.

RENDICION DEL Callao; DERROTA DE IOA. - La gcu. pacion de Lima i la proclamacion de la independencia no pusieron término a la guerra. Los españoles ocupaban todavía las importantes fortificaciones del Callao,; i,dominaban en una vasta estension del interior del Perú, de modo que podian prolongar la lucha por largo tiempo mas. San-Martin dirijió sus esfuerzos contra el Callao, combinando los ataques del ejército de tierra con las operaciones de la escuadra; pero despues de infructuosos combales se convenció de que importaba mas entablar negociaciones con los defensores de la plaza.

Mientras tanto, los españoles reorganizaban sus fuerzas en la sierra. La excesiva prudencia de San Martin habia sido tal vez la causa de que el jeneral patriota Arenales los dejara reunirse i reforzarse sin atacarlos. A fines de agosto, La Serna contaba ya con un ejército respetable en Jauja, de tal modo que pudo desprender un cuerpo de 4,000 hombres bajo el mando del jeneral don José Canterac, con encargo de socorrer a los defensores del Callao i de atacar si le era posible al ejército de San Martin, que los realistas creian en un triste estado de postracion.

Canterac salió de Jauja (24 de agosto) con todas sus fuerzas en marcha hacia la cosia.' El 9 de setiembre estuvo a la vista del ejército patriota, que se hallaba colocado detras de buenos parapesos i puesto a la defensiva. En vez de empessar el ataque, el jefe realista pasó derecho'nl Callao, i se mantuvo allí hasta el 17 de setiembre, tratando de desmontar las fortalezas i de arbitrar medios para proveerlas de víveres. El ejército de San-Marlin habia cambiado de posiciones a fin de observar todos los movimientos del enemigo; pero Canterac volvió a pasar hacia la sierra dejando tras de sí a los defensores del Callao próximo a rendirse, i un gran número de oficiales i soldados que abandonaban sus filas i se pasaban a los patriotas. El coronel Miller fué enviado por San-Martin con 700 hombres en seguimiento de los realistas, i en efecto, los persiguió muchos dias hostilizándolos sin descanso i fomentando la desercion de sus tropas (6).

Esta campaña de Canterac, mui ponderada por los españoles i por todos los enemigos de San Martin, no produjo en realidad ningún resultado favorable a los realistas. Cuando éstos se retiraban molestados por las guerrillas patriotas, el protector del Perú entabló inmediatamente nuevas negocia. ciones con los defensores del Callao. El gobernador de esta plaza, jeneral' don José La-Mar, peruano de nacimiento que habia alcanzado el grado de mariscal de campo en el ejérci. to español, convencido de que el virei La-Serna no podria socorrerlo en adelante, i creyendo talvez perdida la causa es. pañola en el Perú, entregó las fortalezas a los patriotas (2L de setiembre), i tomó en seguida servicio en el ejército independiente.

La guerra se sostuvo desde entonces con mayor flojedad. Los réalistas no se atrevieron a acercarse nuevamente a Lima, i permanecieron en el interior reforzando sus tropas con

(6) Muchas veces se ha acusado a San-Martin de haber perdido esta oportunidad de atacar i de destruir al enemigo; i al efecto se ha dicho que poseía en Lima un ejército de 12,000 hombres,, segun unos, de 7,000, segun otros, que habrian bastado para derrotar a Canterac, Las Memomorias de Miller, escritas bajo el dictado de este jeneral, que fué testigo i actor de aquellos sucesos, justifican a San-Martin, diciendo que las tropas de su mando eran en gran parte compuestas de reclutas sin disciplina alguna. Pero en un opusculo publicado en Lima en 1853, he encontrado una apreciacion exacta de esta campaña i una justificacion mas completa del jeneral San-Martin. Copio en seguida sus inismas palabras: «Esta marcha de Canterac fué para los españoles no solo inutil, sino de consecuencias desastrosas, porque no produjo otro resultado que exaltar el entusiasmo de Lima, cuya poblacion se armó en masa, i decidir a la guarnicion del Callao a capitular, entregando sus importantes fortalezas, al convencerse de que no tenia esperanza de ausilio con la forzosa retirada de Canterac, que se verificó en un estado equivalente a una derrota. San-Martin obró sábiamente con su actitud reservada i amenazante; i consiguió con ella lo que talvez no habria logrado en una batalla, atendida la calidad de sus tropas.» Ensayo histárico de las operaciones del ejército libertador del Perie cn la campaña de 1824, por Valentin Ledesma, páj. 5

los ausiliares que podian reunirse en todo el vireinato. LaSerna se trasladó al Cuzco para acercarse al Alto-Perú i reconcentrar las fuerzas españolas diseminadas en las provincias del sur. Canterac quedó en el valle de Jauja asechando una ocasion propicia para hostilizar a los patriotas.

San Martin, por su parte, estaba preocupado en esos momentos con negocios de otro jénero. Durante toda la campaña habia mantenido relaciones poco cordiales con lord Cochrane; i las primeras diferencias se convirtieron al fin en abierta rivalidad. El alınirante se sublevó de hecho, se apoderó de los caudales que el gobierno del Perú tenia en Ancon, i vol: vió al Callao a repartirlos entre sus oficiales a título de sueldos atrazados i de gratificaciones ofrecidas i no pagadas (setiembre de 1821). San-Martin, no queriendo tolerar este acto, mandó a lord Cochrane que abandonase las costas del Perú, lo que éste hizo al cabo de algunos dias, dirijiéndose primero al norte en busca de otros buques españoles. Los inilependientes perdieron el importante apoyo que podia prestarles las escuadra chilena.

El protector, a parte de estos asuntos, tenia otros motivos para estar vivamente preocupado. Como hemos referido en otra parte (7), la provincia de Guayaquil, cuya posesion dispulaba sériamente el gobierno de Colombia, habia pedido ausilios al Perú. San-Martin, llegó a emprender un viaje a aquella provincia, pero instruido en el camino de que Boli- . var no habia venido aun a Guayaquil, volvió a Lima (febrero de 1822). Poco antes habia enviado bajo el mando del coTunel don Andrés Santa-Cruz, una division ausiliar que se cubrió de gloria en Pichincha.

Mientras tanto, el ejército independiente continuaba en grosándose con los oficiales i soldados peruanos que hasta entonces habian servido en las filas realistas, i que ahora las abandonaban. Deseando San-Martin fomentar la desercion, daba a esos oficiales las pruebas mas manifiestas de confianza ya encomendándoles delicadas comisiones, ya poniendo bajo su mando algunos cuerpos de tropas. Santa-Cruz, america. no de nacimiento (natural de la Paz), que habia hecho su carrera en el ejército español hasta que cayó prisionero en Pasco (6 de diciembre de 1820), fué puesto a la cabeza de la division ausiliar de Guayaquil. La-Mar, el defensor del Callao, fué incorporado en el ejército patrioía. El jeneral don

(7) Páj. 398.

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