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Domingo Tristan, igualmente pasado de las filas españolas, recibió el mando de dos batallones i el itulo de comandante militar de Ica, con el encargo de aumentar las fuerzas patriotas al sur de Lima i de evitar todo combate con fuerzas superiores. Desgraciadamente, estas distinciones produjeron como debia suponerse, celos i rivalidades; i algunas veces, grandes contratiempos.

Canterac, entre tanto, permanecia en el valle de Jauja con cerca de 3,000 hombres. Desde ahí preparó un golpe de mano sobre la division de Tristan, i haciendo una marcha de mas de cincuenta leguas, fué a colocarse al noreste de Ica para cortar la retirada i los patriolas. Al amanecer del 7 de inarzo (1822), sorprendió las fuerzas de éstos; i despues de un corio coinbate, las puso en la mas completa dispersion Canterac, hizo inas de 1,0110 prisioneros, quitó cuatro piezas de artillería i un gran número de caballos i de mulas, i volvió a In sierra para sustraerse a toda persecucion. Este desastre, el primero que habian sufrido los patriotas despues de una felicísima campaña, tuvo una grande influencia en el curso de la guerra i en el crédito i desprestijio de San-Martin. .. ENTREVISTA DE B Livar i San-MARTIN; ESTE ÚLTIMO SE' RETIRA DEL PERÚ. - La funesta impresion causada por esta derrota se minoró en parte pocos dias despues cuando lle. gó a Lima la noticia de la victoria de Pichincha i de la libertad de toda la antigua presidencia de Quilo. Pero como estos sucesos habian tenido lugar bajo el mando de un jeneral colampbiano, el prestijio de esos triunfos venia a empañar la gloria de San Martin. Desde algun tiempo atras se acusaba à éste de irresolucion, i hasta de cobardía por no haber atacado inas resueltamente a los realistas. Algunos de los jefes que habian servido a sus órdenes desde tiempo atras, se se. pararon disgustados del servicio i volvieron a Chile a quejar, se de su conducta indecisa. Viendo que los españoles conta. ban lodavía con mui poderosos elementos en el interior del Perú, desconfiando de la importancia de sus propios recursos, i temiendo que cundiera en su ejército el principio de insurreccion que nacia entre sus jefes i oficiales, San-Martin comenzó a perder la confianza que habia abrigado de que en breve, veria terminada la campaña i definitivamente alianzada la independencia del Perú.

El protector, ademas, estaba preocupado con otro pensamiento. Las fuerzas colombianas que habian invadido el territorio de Quito estaban resueltas a conservar la provincia de Guayaquil, cuya posecion interesaba en gran manera a los

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peruanos. Bolívar, que pretendia estender la influencia de Colombia, prometia iambien su proteccion al Perú. SanMartin creyó que el medio mas seguro de transijir las dificultades referentes a la posecion de Guayaquil, i de convenir en algo respecto de la cooperacion que Colombia podia prestar al Perú, era tratar personalmente con Bolívar. El 26 de julio (1822) los dos grandes capitanes de la América del sur se encontraron reunidos en la ciudad de Guayaquil. El Libertador de Colombia recibió a San-Martin con las mas seisala das manifestaciones de entusiasta amistad; pero sus conferencias no dieron en realidad resultado alguno. A pesar de que aquella famosa entrevista está envuelta en un profundo misterio, que no quiso descubrir ninguno de los dos ilustres personajes que tomaron parte en ella, se sabe que ambos se separaron descontentos. Bolívar, impetuoso i violento por carácter, envanecido por sus grandes triunfos en Colombia, iniraba con profundo desprecio a los soldados del sur. SanMartin tan frio i reservado como sagaz i penetrante, comprendió que la arrogancia del Libertador aspiraba nada iné- . nos que a avasallarlo hasta ponerlo al nivel de sus propios jenerales, por quienes no tuvo nunca mui marcada estimacion. Dos dias despues, San-Martin i Bolivar se separaron recelosos i desconfiados, sin convenir en nada; el primero volvió al Perú: el segundo se quedó en Guayaquil ocupado en diferentes trabajos administrativos para afianzar la incorporacion de aquella provincia a la República de Colombia.

En Lima, mientras tanto, habia tenido lugar un movi. miento revolucionario que comprometia gravemente la situa. cion de San-Martin. Al partir ésie para Guayaquil habia confiado el gobierno del Perú al marques de Torre- Tagle, quien debia aconsejarse con los ministros del protector. Uno de ellos, don Bernardo Monteagudo, patriota listinguido desde los primeros dias de la revolucion americana, pero hombre de un carácter de fierro, se habia hecho aborrecer por las persecuciones de que era instigador, i que iban dirijidas no solo contra los españoles sino tambien contra los patriotas que le eran desafecios. En 1818 habia sido el consejero de las inedidas estremas, de las ejecuciones de los dos hermanos Carreras (don Juan José i don Luis), i de don Manuel Rodri. guez (8); poco mas tarde de la muerte de los prisioneros realistas detenidos en la ciudad de San Luis (Provincias Ar

(8) Véase las pájs. 331 i 352 de e: te libro.

jentinas). En el Perú habia decretado la prision de los españoles i el embargo de sus bienes; i bajo su ministerio estas órdenes se cumplieron con todo rigor. Monteagudo, ademas, era conocido por sus ideas monárquicas, de manera que los inas liberales entre los revolucionarios miraban con mal seño el ascendiente de que gozaba cerca de San-Martin. Mientras éste permaneció en Liina, la poblacion soportó en silencio el despotismo del poderoso ministro; pero cuando el protector habia partido para Guayaquil, la ajitacion i el descontento no conocieron límites. Al fin, una asonada popular apoyada por el cabildo, pidió la deposicion de Monteagudo; i éste, conociendo que no le era posible resistir a tales exijencias, se apresuró a presentar su renuncia para hacer creer que lo hacia espontáneamente (25 de julio de 1822). Monteagudo, sin embargo, fué apresado; i al fin se le obligó a salir del Perú, embarcándolo para Guayaquil.

Quando Sani-Martin volvió a Lima (19 de agosto) observó con profundo pesar este estado de cosas. Formado bajo el ré. jimen severo de la disciplina militar, acostumbrado a imponer su voluntad en todas partes, no podia ver impasible las contrariedades i las resistencias que comenzaba a encontrar en el gobierno. En Lima fué recibido con señaladas muestras de admiracion i de respeto; pero San-Martin venia de Guayaquil meditando una resolucion suprema, i el Jisgusto que le ocasionaron las ocurrencias del Perú no hizo mas que fortalecerlo en esa determinacion. Contra sus inclinaciones, i cediendo solo a las exijencias de la opinion, San-Martin habia decretado de antemano la convocacion de un congreso. Ælejidos los diputados que debian componerlo, i reunidos en Lima, el protector en persona abrió sus sesiones con gran 30– lemnidad (20de setiembre). Alli mismo depuso el mando militar i político de que estaba investido, e inmediatamente se retiró a una casa de campo que ocupaba en los alrededores de la capital. El congreso lo nombró jeneralísimo del ejército del Perú i le acordo un voto de gracias por los servicios preslados a la independencia; pero San-Martin aceptó solo aquel título i rehusó el ejercicio del mando.

A pesar de todo esto, pocos creian en Lima que ese desprendimiento fuese sincero. La revolucion americana habia visto surjir tantos ambiciosos que no se podia creer fácilmente que hubiera un hombre tan desinteresado que habiendo llegado a la altura en que se hallaba colocado el protector se desprendiese libre i espontáneamente del mando i de los honores. Sin embargo, la resolucion de San-Martin era firme e

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irrevocable. En aquella misma noche, casi sin dar aviso a nadie, se embarcó en Ancon i se hizo a la vela para Chile, dejando una proclama que circuló impresa al dia siguiente, i que revelaba su determinacion. En ella decia que estaba canzado de oir decir que pensaba en coronarse, que creia que era peligrosa la presencia de un soldado feliz en los paises nuevos, i que sus servicios estaban recompensados con usura con la satisfaccion que tenia de haber couperado a la independencia de Chile i del Perú (9).

(9) La separacion de San Martin del mando del ejército i del gobierno del Perú ha dado lugar a los juicios mas contradictorios. Sus enemigos, entre los cuales figuran hombres tan caracterizados como lord Cochrane, no han querido creer en su desinteres. Unos han dicho que su renuncia fue arrancada por la conviccion profunda de que su poder estaba completamente minado, i que por tanto, su ruina era inevitable.

i Otros, que San-Martin se proponia obtener que el congreso peruano le confiriera un mando absoluto i discrecional. La verdad es que el ilustre jeneral abdicó el poder porque estaba cansado de diez años de gue. rra i porqué presumia que tendria que vencer todavia grandes dificultades para llevar a término final la empresa en que estaba comprometido. El jeneral arjentino don Tomas Guido, amigo i confidente del jeneral San-Martin, i entonces ministro de la guerra, publicó en 1861, en la Revista de Buenos-Aires, un articulo mui interesante en que da cuenta de este hecho con pormenores desconocidos, i que revela que San-Martin habia preparado desde tiempo atras su retirada del Perú, pero que habia guardado sobre ella la mas profunda reserva, hasta el momento en que la ejecutó. Don Benjamin Vicuña Mackenna, en un opúsculo publicado en Santiago en 1863 con el titulo de Et jeneral don José de San-Martin, ha dado a conocer, mejor que nadie hasta ahora, esta última parte de la vida pública del ilustre jeneral, i ha revelado la sinceridad i el desprendimiento con que hizo aquella renuncia.

El historiador aleman Gervinus, investigador tan prolijo como juicioso observador, ha sido mui injusto con San-Martin. Ha tomado à lo serio el tejido de torpísimas calumnias publicado en Paris en 1858 Cort el título de Memorias i documentos para'la historia de la independencir del Perú, por P. Pruvonena, seudómino con que se han ocultado los injustos detractores del verdadero fundador de la independencia pe

Este último acto cierra la vida pública, de San Martin. Despues de una corta residencia en Chile i en la República Arjentina, se traslado à Europa, donde vivió hasta 1830, completamente ajeno a todas los súcesos que por entonces se desenvolvian en América.

ruana.

CAPITULO XIV.

Bolivar en el Perú.-Junin i Ayacucho. Forma

cion de la República de Bolivia.

Gobierno del triunvirato; derrotas de Torata i de Moquegua.-Presiden

cia de Riva-Agüero.-Su deposicion.- Arribo de Bolivar al Perú. Desavenencias entre los jefes españoles. - Batallo de Junin.- Batulla de Ayacucho.- Rendicion del Callao; independencia definitiva del Perú.-Creacion de la Repúbiica de Bolivia.

(1822-1826).

GOBIERNO DEL TRIUNVIRATO; DERROTAS DE TORATA I DE MOQUEGUA.-Aunque San-Martin habia necesitado de una verdadera grandeza de alma para separarse del mando en el Perú, su renuncia imprevista, mas que el fruto de la magnanimidad i del desinteres, era el resultado de su conocimiento profundo de los hombres i de las cosas. El protecfor habia comprendido que ante las conspiracionies del ejército, ante los levantamientos populares i las acechanzas de Bolívar, su gobierno debia convertirse en despotismo franco para sybsistir. Al retirarse del Perú, San-Martin estaba convencido de que los resortes administrativos estaban gastados i de que habria que vencer grandes dificultades para establecer un orden regulari para llevar a término la guerra.

En efecto, la separacion del protector fué seguida de una serie de contrastes en la guerra i de una gran perturbacion en el gobierno del estado. El congreso confió el poder ejecu. livo a una junta compuesta de tres miembros i presidida por

i el jeneral La-Mar. Despues de muchas vacilaciones, esa junia acordó un plan de campaña contra los españoles, que consistia en enviar dos divisiones; lina al sur bajo las órdenes del jeneral arjentino don Redecindo Alvarado, para obrar contra el ejército del virei La-Serna; i la otra a cargo del je. neral Arenales para atacar a Canterac en sus posiciones de la sierra de Jauja.

Si se hubiera puesto en ejecucion este plan de campaña con toda actividad i resolucion, no habria sido difícil alcanzar grandes ventajas sobre el enemigo; pero desgraciada. mente no sucedió así. Arenales no pudo reunir las fuerzas i los elementos indispensables para llevar a cabo la espedicion que se le habia encomendado. Se encontraban entonces en el Callao 2,000 soldados colombianos que Bolívar habia en

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