Imágenes de páginas
PDF
EPUB

no habian de adevinar, que eran evangelistas.

Los lacandones, que dieron muerte al felicísimo p. Vico, bien es que conocian á los religiosos domínicos, y sabian que eran evangelistas, y mientras predicaban el evangelio, nada intentaron contra ellos; pero cuando éstos emprendieron nueva policia en sus pue blos, cesó la confianza, y sin duda juzgarón que su suerte habría de identificarse con la de Verapaz, donde habian visto que Alvarado encomendó índios sin miramiento á lo tratado: que Munguya, poblacion de indígenas, tornó en villa de españoles; y que sometida la comarca á españoles de Guatemala, todavia era conquistada por españoles de Yucatan, dando á sus moradores malos tratamientos, y tomando la muger de un cacique: no olvidaban que ellos, los mopanes y mancheses soportaron todas las vejaciones del tránsito de Cortés; y los caciques acalanos, que vieron con asombro ahorcar á otros caciques mas poderosos, y al gran Guatemuz, no creyeron que bajo los españoles fuesen ellos mas venturosos, que el emperador mexicano; y así no sería remoto obtuviesen tambien disculpa los lacandones, en concepto de Casas..

No obstante: por lo mismo, debiera aquí desde luego haber tenido lugar el aviso que da el propio obispo, de que la cosa que le parecia permitida era levantar fortaleza en el pais ya sometido y pacificado: con que habiéndolo sido diferentes pueblos, eşpecialmente el primero formado por el p. Vico, nada impedia se hubiese dispuesto tambien una poblacion española ó cobanense en el confin de ellos, que sirviese como de fortaleza para su resguardo. Y sin duda, es á lo que alude una cédula de 22 de enero de 1556, transcrita por Remesal lib. 10 cap. 11, que hablando de estos nuevos cristianos de Tesulutlan, primero reducidos y amenazados, y luego seducidos y alzados, dice: los naturales no tienen ayuda de los españoles, ni gente de los naturales en frontera, ni aderezos de armas; y mas adelante, ellos no son ayudados de los cristianos españoles, ni de Nos. ¿Qué deberá, pues, decirse de la revuelta del gobernador sobre los acalanos, con exterminio de 300? ¿Y qué de sus entradas subsiguientes? Lo que se sabe es, que su gobernacion desagradó en la corte.

Por este tiempo no se habian establecido corregidores en el Perú, y los índios y pueblos encomendados permanecian bajo el señorío de los encomenderos; y éstos no conteniéndose con disputar las encomiendas por una y por dos vidas, esto es, durante la pro

pia vida y la de un heredero, solicitaban que ellas fuesen perpétuas en sus herederos, y la razon con que esforzaban su solicitud, eran los méritos contraidos en la conquista y poblacion de la tierra. El obispo Casas, que no llevaba las encomiendas por un instante, y mucho ménos el señorio de los encomenderos y vasallage de los encomendados, escribió el año de 55 á Carranza, confesor del rey, despues arzobispo de Toledo, la carta que corre en la coleccion de Llorente, en que hace la resistencia mas viva á semejante concesion, oponiendo, que los que alegaban servicios, no habian hecho sino deservicios á Dios, al rey y á la tierra, que no debian recibir premio por lo que merecian castigo; y diré, añade, que el rey será rigurosamente responsable, por no haber castigado estos asesinos. Solórzano lib. 3 cap. 32, advierte que ésta solicitud de perpetuidad en las encomiendas comenzó por Guatemala, donde la hicieron los oficiales reales de este reyno, desde el año de 30.

En el siguiente de 56 ya fué otra la contienda en materia de encomiendas; porque se pretendia su venta, segun expone Remesal lib. 10 cap. 24. En el año de 1556, dice, ejercitó grandemente el Sr. d. fr. Bartolomé de las Casas, su oficio de padre y protector de los índios. A causa de que dando mucha priesa el príncipe don Felipe II desde Inglaterra, donde estaba con la reyna Maria, que le enviasen dineros para irse á Flandes, querian vender en España los lugares de abadengo, y en índias las encomiendas y lugares de repartimiento. Opúsose á este arbitrio con todo valor nuestro obispo de Chiapa, como defensor de los índios, impidiendo la tal venta, como medio eficaz de acabarse las índias y destruirse de todo punte los naturales de ellas. A este tiempo refiere Llorente un tratado de Casas, que incluye en su coleccion, sobre la inenagibilidad de los súbditos, y de las ciudades, villas y lugares, en que sienta los principios mas luminosos del derecho público; y hablando de la potestad real, en el § 5, dice: la voluntad libre de la nacion es la única causa eficiente, el solo principio inmediato, y la verdadera fuente de la potestad de los reyes y príncipes; y al § 9, añade: el temor del pueblo y el aparató amenazante del príncipe, imprimen el carácter de nulidad en todo lo que parece consentido. El redactor admira que se produjesen tales especies en aquella época, y en el reynado de príncipes los mas absolutos y poderosos.

159

CAPÍTULO 21.

Jornada del oidor Quiñones al propio Lacandon.

[ocr errors]

En cédula transcrita por Remesal, lib. 10 cap. 11, se refiere, que por el año de 52, destruyeron los índios de Puchutla y. Acalá un pueblo quince leguas distante de Ciudad-Real: que no habia año que no hiciesen iguales daños en pueblos comarcanos.ya sugetos á la corona, y que de ellos llevaban ya destruidos unos catorce; de que dada queja á la audiencia, no puso remedio, contestando que le estaba vedado hacer guerra á los naturales: con que otros pueblos amedrentados y amenazados, viéndose sin defensa ni proteccion se habian alzado tambien y unídose á los infieles. Por lo que el año de 56, en capítulo celebrado por los pp. domínicos en Coban á 8 de mayo, se propuso, cuenta este escritor cap. 9, entre otras dudas la siguiente: ¿Si ahora es lícito á nuestro rey hacer guerra á los índios de Puchutla y Lacandon? Respondieron, dice, los misericordiosísimos y piísimos padres y que en gran manera amaban á los índios: que no solo le era lícito al rey hacerles guerra, sino que en conciencia estaba á ello obligado, y para defender á sus súbditos totalmente destruir á los de Lacandon у Puchutla. Se puso la queja al rey por Casillas, segundo obispo de Chiapa; y el rey en cédula de 16 de marzo de 1558, mandó hacer la guerra á los índios de la provincia de Lacandon, ordenando. que sacados de este distrito, fuesen trasladados á la otra parte de Chiapa, en Tabasco, que habia quedado despoblada, y que los españoles de Guatemala y Chiapa que hiciesen la guerra, se los repartiesen y pudiesen aprovecharse de sus tributos, derogando por esta vez la ley del emperador que vedaba hacer guerra á los naturales, y permitiendo que los índios que fuesen cautivados en ella, fuesen habidos por esclavos, y como tales pudiesen tomarlos y servirse de ellos. Muy pronto habian olvidado los mismos padres, moradores del pais clásico de la paz, el aviso que su establecedor dejó consignado en sus escritos y de palabra, y muy bien fué comprendido en México, de que se situase poblacion armada en la frontera de lo conquistado para su resguardo; pero de este cargo y facultad se dieron por agenos los individuos de la audiencia, estando

encomendada del gobierno y su defensa.

En fin, la cédula se publicó en Guatemala á 3 de enero de 59. La audiencia tenia entónces todos los ramos de gobierno: policía, justicia, hacienda y guerra, y dió todas las órdenes. Fué nombrado capitan general el licenciado Pedro Ramirez de Quiñones, oidor de la misma audiencia, que el año de 47 habia ido con la gente de este reyno en auxilio de Gasca al Perú. Bajo su bandera se asentaron muchos españoles, y entre ellos algunos caballeros hijos dalgos y gente noble, de los cuales los principales fueron los siguientes. Nicolas Lopez de Irarraga, alguacil mayor de la audiencia, Francisco Giron, alferez mayor, Cárlos Bonifaz, don Cárlos de Arellano, don Felipe de Mendoza, Juan Vasquez Cronado, no se expresa si el adelantado de Costa-Rica, Gaspar Arias Dávila, Gaspar Arias Hurtado, Alvaro Dorrego, Gaspar Perez de las Varillas, Alonso Gutierrez de Monzón, Juan de Morales, Juan Men→ dez de Sotomayor, Gregorio de Polanco, Melchor Ortiz de la Puente, Alonso Hidalgo, Sancho de Barahona, Pedro de Barahona su hermano, y Francisco de Bañuelos. Cada uno de estos personages, son palabras de Remesal, no dejó de llevar consigo tres ó cuatro españoles que le servian y eran de guerra. Iban por capellanes de esta bandera tres clérigos.

Se acopió todo género de mantenimiento: trigo, carne, cecinas, maiz y otras legumbres, y todo se pagó de la hacienda real, por mano de los tesoreros y contadores del rey. La gente española de Guatemala se puso tan galana y lucida, como se ha visto otra jamas, porque fué mas de lo que se puede creer lo que para esta jornada gastaron en vestidos, plumages, pabellones, y cosas de este menester. Algunos quedaron ricos y desembarazados de mercaderías de que quizás no salieran en su vida, sino fuera en està ocasion. De otros baste solo decir, que ni ellos ni sus hijos no lo pudieron pagar, que hoy en dia, cuando escribia el autor, hay muchas casas acensuadas por el empeño de esta jornada.

Fué nombrado por capitan de la gente española de CiudadReal de Chiapa Gonzalo Dovalle, caballero noble de aquella ciudad, y uno de los primeros y principales fundadores de ésta de Santiago de Guatemala: los españoles que se alistaron, era gente noble y lucida, como aquella ciudad lo acostumbra siempre á tener.

Se armaron mil índíos de la provincia de Guatemala, genté robusta y valiente; y ochocientos de la de Chiapa, todo á costa de

sus pueblos; y por cierto que algunos no quedaron tan bien librados, si no es que se diga que quedaron libres y desembarazados de su hacienda, que se les tomó mucha parte para esta jornada. Hiciéronse armas para todos los soldados, lanzas, arcos, flechas, rodelas y escaupiles ó cotas y caperuzas, é imponíanse tan bien, que parecian en las reseñas soldados viejos de Italia. Los de Chiapa y Cinacantlan nombraron sus capitanes, y apercibieron su gente; y hicieron sus banderas muy galanas, y atambores; y sus trompetas, muy bien vestidos y con sus libréas coloradas y penachos, que parecia bien. Tres índios mancebos hijos de señores, tomaron arcabuces. Llevaron en el ejército el aderezo de dos vergantines, que en cada uno de ellos cabrian cien hombres. El matalotage de los españoles era abundantísimo, y los índios que trayan de carga infinitos, con que recibieron algun daño los lugares por donde pasaban. El gobernador de la Verapaz alistó gente de su distrito, y disponiendo la de Guatemala y Chiapa juntarse en Comitlan para acometer por esta parte, poco mas ó ménos por donde entró Cortés, aquella tomó el rumbo opuesto, casi por donde salió este general, para atacar de aquella parte las poblaciones de Lacandon.

El general Quiñones se dirigió á la principal, que era la del Peten, en que tenian los moradores un peñol grande, á que se juntan otros pequeños, todos cercados de agua, sitio muy fuerte; y en ellos habia buenas casas y grandes. Confiados en su fortaleza, aunque la gente les pareció mucha, hicieron poco caso de ella. Con todo eso, vinieron algunos índios en canóas pequeñas, con ánimo en el hablar, preguntando á la gente, qué queria, ó qué buscaban en su tierra. Despues vinieron diciendo que querian paz; pero pidiéndoseles canoas para pasar la gente, no trajeron, sino solas onee. El no traherlas, era por llevar los españoles ó su gente poco á poco, y como llegasen irlos matando.

En estas dilaciones, idas y venidas se acabó de armar y embrear uno de los bergantines, y se echó al agua con gran ruido y vocería de la gente. Los del Peten, que vieron un monstruo tan grande en su mar, admiráronse grandemente, y viendo en él gente armada, y que á toda priesa caminaba hacia el peñol donde ellos estaban, dieron á huir; y este fué todo el aparato de la primera batalla, y el provecho de ella, cautivarse 150 índios, y derrivar sus casas despues de despojadas. Muchos de los índios fugitivos se metieron en un rio grande, y en canóas caminaban hácia Yucatan, dice Reme

[blocks in formation]
« AnteriorContinuar »