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sal; pero no puede ser sino un brazo del de Sacapulas, que sale á Tabasco.

Los españoles, como si hubiesen sido los que huian, dejaron en el monte el otro bergantin, y echando á pique el que sirvió, salieron de Peten, y pasando al pueblo de Totiltepec, iban tan descuidados y desconcertados, que ochenta índios de los que esperaron en un estrecho, desde un cerrillo les dieron con tanta fúria una rociada de flechas, que los pusieron en gran trabajo, y algunos salieron muy mal heridos, especialmente Juán de Guzman, maese de campo de los de Guatemala, y fuérale peor, si Sancho de Barahona no le socorriera, hasta que acabadas las flechas, desaparecieron los índios, y aunque fueron en pos de ellos, no los pudieron alcanzar, y así ganaron el combate y ocuparon el pueblo, que hallaron vacio, pero con bastante comida, que fué buen socorro para el ejército.

De aquí pasaron á Puchutla, que tambien está en agua, y los índios los esperaron en sus casas, hasta tanto que los españoles hicieron balsas, y se encaminaron á sus peñoles. Los índios, especialmente de Chiapa, nadando sobre carrizos, formaron sus escuadras, conduciendo las balsas y manejando sus armas el espacio de una legua. Entónces salieron los de Puchutla al encuentro con gran muchedumbre de canóas, y acabose esta batalla naval con harta brevedad, porque los índios, espantados de los arcabuces, huyeron luego, dejando algunos de los suyos muertos en el agua. Entraron los españoles al pueblo, y halláronle sin gente, porque apercibidos los índios, escondieron en el monte sus hijos y mugeres, y la miseria de hacienda que podian tener. El licenciado Ramirez no permitió que los buscasen, ni que la gente se detuviese, y muchos contra su voluntad dieron la vuelta, porque no sacaron interes alguno para reparar los gastos de la jornada. Tampoco se ocupó en apoderarse de los lugares ganados, ni en situar poblacion española en alguno de ellos, que sirviese de resguardo á los súbditos, y de entrada al interior de la tierra, para relacionarse con sus habitantes.

No expresa Remesal que los españoles derrivasen las casas, como en el Peten. Mr. Galindo, en relacion transcrita en el boletin de la sociedad geográfica de Paris, n. 114, de octubre de 1832, describe los fragmentos de una torre de cinco cuerpos, y otros edificios en que aun subsisten escombros de una madera que llama jabin. Tampoco hace mencion de los pueblezuelos que así este lago

como el del Peten refiere Bernal Dias tenian en su contorno, en número de mas de veinte, y existian en tiempo del tránsito de Cortés.

La otra batalla se dió por el cacique don Juan, gobernador de la Verapaz, en Acalá, de la otra parte del Peten, donde estrechó á sus habitantes, los venció, y luego ahorcó de ellos 80 principales; y con esto, nota Remesal, quedó Acalá casi destruida. Semejante desvio de los avisos del obispo Casas viene de atras, y seguramente no fué autor de él este cacique, capaz de mejor direccion.

De los españoles fueron algunos bien premiados por el trabajo de la jornada. Otros, con las informaciones que hicieron de sus gastos, y deseo de servir á su magestad, cobraron grandes esperanzas de repartimientos. Con respecto á los índios de Guatemala, sin distinguir si de carga ó soldados, ó dueños de los frutos acopiados para el matalotage de los españoles, advierte Remesal, que quedaron libres, y desembarazados de la paga, porque librándosela los oficiales reales de hoy para mañana, y de agora para la vuelta, nunca la vieron. Su magestad libró de su real hacienda 4500 pesos de oro de minas, de valor cada peso de 450 maravedís.

A los índios de Chiapa, en prémio de su trabajo, se les perdonó algo del tributo que pagaban, y á algunos principales dió el oidor espadas y alabardas, con que entraron en su pueblo muy contentos y honrados. Otros trajeron del Peten algunas preséas, que les duraron años para su honra y fama. Indio hubo que por no entrar en el pueblo vacio, que era afrenta, viniendo de la guerra, hinchó un cestoncillo, que llaman chicubite, de piedras, y el peso le hizo sudar mucho, y con esta apariencia entró tan ufano, como si triunfara en Roma. Duróle poco el gozo. Porque codiciosa su muger de las riquezas, que entendia, que el marido trahia de la guerra, abrió el chicubite, y como le iba aligerando, iba tambien apedreando al que le habia trahido aquellas alhajas á casa. Los de Cinacantlan quedaron algo quejosos, porque no se les hizo favor ninguno; y hiciéronles compañia los de Chiapa: porque dentro de pocos años un oidor les quitó las alabardas, diciendo que no era arma para índios, y que pertenecia al rey, y enviólas á Guatemala. No se vé en Quiñones un concierto y un designio para sacar ventaja de sus operaciones; pero tampoco se encuentra en él un espíritu dañino para los indígenas: pues aun los 150 que se tomaron cautivos, fué como si se dejaran en su casa, que todos se huyeron y no quedó uno. La campaña fué emprendida sin el fin de redu

cir á los naturales de la tierra; y modelada por el tipo de la que se dispuso contra los españoles del Perú, en que se halló este caudillo: ella llevaba en sí misma un principio de aberracion, que terminó por hacerla infructuosa, y privó á la posteridad del pais de ejemplos útiles.

CAPÍTULO 22.

Supresion y reposicion de la Audiencia.

Quiñones habia sido de los primeros oidores nombrados para esta audiencia, y en este tiempo era ya el mas antiguo: por lo cual habiendo fallecido en noviembre de 38 el doctor Quezada, que era presidente de ella, entró á serlo el licenciado Quiñones, hasta septiembre de 59, en que entró el licenciado Landecho, provisto para este destino. Quiñones fué promovido para la audiencia de Lima, á donde partió por Acajutla, acompañado del mismo presidente Landecho y de mucho vecindario, en agradecimiento de la mucha justicia con que gobernó: lo que fué faltando notablemente despues. Por el año de 60, cuenta Remesal 10, 5, estaban los oidores unos privados y otros suspensos, y todo el gobierno remitido al presidente, asociado del doctor Cota; y al cap. 18 dice de Landecho, ser hombre amigo de su parecer, nada aficionado á los naturales, poco limpio en el manejo de la hacienda real, y ménos escrupuloso en recibir de entrambas partes litigantes: que á contemplacion suya hacian lo mismo los demas oidores, y fueron notables los males que recibieron religiosos, clérigos y muchos particulares, y especialmente lo fueron las extorciones que hicieron á los miserables índios, afligiéndolos con nuevas imposiciones y tributos.

Llegaron á la corte las quejas y clamores de tales exesos, y el rey, informado de ellos, por provision de 30 de mayo de 63, nombró visitador general al licenciado Briceño, para que viniese à visitar esta audiencia, es decir, su presidente, ministros, fiscal, escribanos y abogados, dice Francisco del Valle Marroquin, procurador de esta ciudad en España, en carta de 20 de febrero de 64; añadiendo, que hacia siete meses, que está el visitador demorado en Sevilla por falta de embarcacion. Hay tradicion, dice Juarros tr.

4 cap. 10, que este letrado vino con gran cautela y disfraz, sin ser conocido, y habiendo llegado á la capital se aposentó en el convento de nuestra señora de la Merced, declarando solamente al prelado su comision; y continuando oculto para los demas, se llegaba á las conversaciones y corros: de este modo tuvo campo de informarse por sus oídos de muchas cosas; y habiéndose hecho capaz del estado de esta república, así por lo que oyó, como por lo que vió, se salió para el pueblo de Petapa, distante seis leguas de la capital, y desde allí dió aviso de su llegada á la propia audiencia y á la ciudad: de las cuales aquella reusó hacerle recibimiento, y ésta, haciendo mas de lo que debia, salió en cuerpo de cabildo, y con este acompañamiento hizo su entrada pública en 12 de febrero de 65. Pero la narración de Remesal dá poco lugar á esta tradicion; pues hablando del año de 64, expresa, que al fin de julio de este año vinieron de España los padres Cárdenas y Lopez con los sacerdotes que fueron á traher para esta provincia; y mas adelante, dice: venian estos padres en compañia del licenciado Briceño, á quien su magestad enviaba por visitador de la audiencia: lo cual, siendo interesados, y acaso querellantes, no se les podia ocultar desde su salida en España mismo; y luego añade: llegó este juez á la ciudad por fin de julio de este año.

Por el mes de agosto siguiente, prosigue este escritor, abrió el visitador la visita contra el presidente y oidores y demas oficiales de la audiencia. Convino arrestar al licenciado Landecho en su casa. Que sabiendo por su conciencia, y otros que se lo dijeron, cuan malos andaban sus negocios, y como se entendia que le condenaria el visitador á restitucion, así al rey como á particulares, de cantidad de 30 mil pesos, se finjió enfermo, y dió órden á sus criados, que no dejasen entrar á nadie. Con esto se escondió unos dias, mientras apercibió postas para el Golfo-dulce de la Verapaz. Llegó állá con brevedad y secreto, metióse en una barca, y al salir á la mar le sobrevino temporal, y nunca mas pareció. Llevaba consigo cantidad de oro. El licenciado Briceño por pesquizas hizo parecer la haeienda que dejó en Guatemala, para pagar con ella los agravios que el reo habia hecho. Los oidores libraron mejor, porque no eran sus delitos tan graves; pero solo uno quedó con la plaza, aunque ninguno dejó de ser condenado, el que mas en nueve mil pesos, el que ménos en tres mil.

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El conde Las Casas, en el resúmen de la historia de Guatemala

que dá en su Atlas, expone que Briceño, con mas rectitud que cordura, disolvió la audiencia de Guatemala y la trasladó á Panamá. Briceño no procedió á esto de movimiento propio, sino por órden real, segun parece de la carta de Marroquin, que vá citada, cuando dice: su magestad manda mudar esa audiencia á Panamá; y en otra posterior, de 18 de marzo, tambien de 64, expone: que por el descontento con que se retiraron los procuradores del Perú, juzgó oportuno el consejo trasladar la audiencia: que sobre ello hubo dictámenes en contra de personas graves, y aun el visitador de México lo contradijo; pero la órden real se repitió, dice Remesal, en 17 de mayo del mismo año de 64, y cumpliendo con ella obró el visitador de Guatemala. Mas como éste pudo representar contra ella, del modo que representó el visitador de Nueva-España desde México, queda vigente el motivo de la censura de Casas. Todavia en carta de 10 de febrero de 65, ya hecha la supresion de la audiencia, dice el propio Marroquin que el negocio aun se habia de consultar con su magestad: que se le avise si estarán aquí mejor sin audiencia, y cual sea lo que conviene al bien público.

De los oidores, cuenta Remesal, uno solo conservó su plaza, mas no expresa quien; y solo añade que publicada en la ciudad de Guatemala en 19 de noviembre la real provision de la supresion de la audiencia de ella, y su traslacion á Panamá en Tierra firme, el doctor Barros sacó el sello real para aquella ciudad. De que puede congeturarse, que éste fué el oidor que conservaría su plaza; pues aunque Juarros afirma haber sido el licenciado Jofre de Loayza, no produce autoridad alguna, para desviarse de dicho escritor, el cual en el contesto de su narracion, agrega: los escritos de de esta visita, que no son pocos ni para olvidar, estan en el oficio del secretario Garcia de Escobar. Remesal añade, que Juan Bustos de Villegas, que á la sazon era gobernador de Tierra firme, fué provisto por el rey para que lo viniese á ser de Guatemala. Marroquin en su primera carta, dando por sentada la audiencia en Panamá, dice: quedan en aquella audiencia las provincias de Nicaragua y Honduras; y las provincias de Guatemala y Chiapa, Soconusco y Verapaz quedamos á México súbditos. En la segunda, dice: y así emos de ser gobernados como provincia de nueva-españa. Entonces no habia gobernador en Soconusco, y ménos alcalde mayor en Chiapa, sino á lo mas gobernador indígena en Verapaz; y así el nuevo gobernador Briceño solo substituyó en el gobierno á la

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