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porque con la mayor distancia que avia á México, no podian acudir los pobres con sus quejas y apelaciones, Acerca del trato del achiote, escribe Villagutierre lib. 3 cap. 2, que no teniendo ningunos pies de esta planta los índios de la Verapaz, solo del que res-➡ cataban del Chol, salian todos los años por la Veracruz y castillo del Golfo sobre 36 mil libras; y Ximenez lib. 5 cap. 37, hablando del comercio de este género que hacia el alcalde mayor Solivera, dice, que solo una remision le valió en la Veracruz 50 mil pesos.

El designio del camino proyectado obligó tambien al p. Moran á hacer jornada por tierra á Yucatan, y dió su derrotero hasta Bacalar. Despues la emprendió el p. Delgado por tierra y por agua, sacando letras del presidente Escobedo para el gobernador de aquella provincia: Expresa en la relacion de su viage, transcrita por Ximenez cap. 33, su fecha en Bacalar á 26 de setiembre de 677, que á cuatro dias de camino de Manché llegó á la ranchería del cacique Martin Petz, contigua al rio Yaxal, verosímilmente el mismo que Juarros llama Chaxal y el mapa del estado Jabon, donde se embarcó en una piragua. Nombrando los rios que bañan la costa por aquella parte hasta Bacalar, menciona entre ellos uno que llama Balix, y Valenzuela que escribió el año de 96 cap. 4, copió Valis: señal de que es voz originaria.

La poblacion de españoles y camino que los religiosos anhelaban y procuraron por tanto tiempo y con tanto afan, no solamente habrian aprovechado para su comunicacion y comercio con Yucatan, mas tambien habrian servido de resguardo y defensa á los diez pueblos hasta entónces formados, que componían la vicaría de Manché; y así resguardados contra las irrupciones de infieles, la misma fortaleza y presidio de la poblacion habrian servido de escala para nuevas entradas y reducciones; pero no realizados los caminos, ni verificada la poblacion, imposible era pasar adelante, ni conservar lo adquirido.

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CAPÍTULO 41.

Entrada de franciscanos en Teguzgalpa y Tologalpa.

Con el nombre de Teguzgalpa es conocida por Vazquez la extremidad oriental de la costa de Honduras, y con el de Tologalpa la costa oriental de Nicaragua, lindantes entre sí y divididas por el rio Yare, llamado de Segovia. Una cédula que cita este escritor 1. 5 tr. 1 c. 1, dirigida al presidente Cerrato en 3 de octubre de 547, no permite á un capitan la salida de la ciudad de Segovia á poblar ni conquistar esta provincia, segun lo ordenado en las nuevas leyes. En otra de 31 de agosto de 560 se refiere, que al tiempo que la provincia de Honduras se descubrió y conquistó, los índios naturales de ellas se fueron huyendo á estas montañas; y en otra de 2 de junio de 594 se avisa, que algunas personas se ofrecian á hacer el descubrimiento, pacificacion y poblacion de esta provincia, por ser tierra rica y poblada de naturales, y se pide á esta audiencia informe de las condiciones con que esto pudiera concederse. Pero esto, dice Vazquez, se dificultó emprender, porque los índios se fueron haciendo montaraces, errando de lugar en lugar, sin tenerlo fijo, para ser ménos apercibidos, y tener en todo caso fácil la huida á los montes.

Se vé pues suceder en esta provincia en el siglo 16 lo que en la del Chol. Es á saber: haber sido la tierra rica y poblada de naturales: entrañarse en ellos el miedo así de los españoles que asaltaban esclavos en la costa, como de los que conquistaban la tierra adentro: dejar de vivir en pueblos y ciudades, y volverse montaraces fugitivos en su mismo patria. Es decir: que no eran ya al comenzar el siglo 17, lo que fueron, al empezar el antecedente; en fin, que habian degenerado de ser hombres y convertidose en na-, tura de liebres.

En cartas dirigidas al presidente doctor Alonso Criado de Castilla, de 7 de junio de 607 y 22 de octubre de 609, le recomienda el rey, se procure la conquista de esta provincia sin armas, y con solo la predicacion de los religiosos. Los franciscanos la emprendieron entónces. Verdelete y Monteagudo entran el año de 610 por el rio de Segovia, y llegan á los lencas, los cuales en número de ciento los recibieron con muestras de regocijo: no dejaron luego

de ofrecer motivos de recelo. Un secular Daza, que fué en compañia de los religiosos, como por diversion disparó algunos tiros de arcabúz, con que acobardados los indígenas, no por eso dejaron de inspirar confianza. Comenzó la predicacion y luego se formaron dos reducciones; mas á poco comenzaron tambien á ausentarse los reducidos. Para contener la desercion se tomaron algunos niños por prenda, y mas pronto fueron incendiadas ambas poblaciones. Huidos sus vecinos, y no pareciendo tampoco en los montes inmediatos, los religiosos trataron de volverse á esta capital, é informar de lo que habia pasado, y que para entrar de nuevo era forzoso algun resguardo de soldados.

Así lo practicaron volviendo el año siguiente con 25 hombres, y Daza por cabo de ellos: tomaron en la entrada él mismo rumbo en busca de los lencas y luego de los taguacas, y reduciendo muchos de los unos y los otros, los reunieron en forma de pueblos. Determinando seguir su camino en solicitud de mas infieles, mayormente siendo llamados de otros taguacas en lo interior de la tierra, ocurrió á Daza detener á los padres, y pasar él delante, para reconocer la disposicion de los naturales, y darles aviso. Lo hizo así, y en efecto, los halló alborotados y atrevidos; y tratando de sosegarlos, dice Vazquez cap. 8, con el rumor de tiros al aire, los fué retirando, no sin muerte de algunos españoles. Al dar la vuelta para verse con los padres, uno de los soldados traia con sigo prisionero un índio tan valeroso, que él solo habia muerto dos españoles y venia respirando corage. Siendo por ello reprendido del soldado, todavia mas airado, le dió un bofeton. El español, que se vió herido tan afrentosamente, prosigue este escritor, ayudado de otro, forcejó con el índio, y despues de algunas coces y bofetadas, que le dió, atándole la mano izquierda fuertemente con una liga á la cintura, le clavó la derecha contra un árbol con una herradura de caballo y ocho clavos, con mucha crueldad, dejándolo así preso desesperadamente, sin que lo supiese otro que los dos soldados.

Los taguacas, recorriendo las selvas, hallaron al prisionero clavado al árbol, muerto, y concibieron gran ódio contra los españoles, y para buscar la venganza hicieron viage á los pueblecillos formados, en que á la sazon hacian mansion los padres, y el capitan Daza con su gente. Se humillaron y pidieron perdon de la refriega pasada, solicitando entrasen sin soldados, ó si éstos iban, fuesen sin armas, pues no querian guerra, sino paz. Los padres y el capitan,

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que ignoraban lo del soldado, aunque no hallaban sinceridad en ellos, condescendieron, adelantándose otra vez Daza, para dar noticia de si era positiva la sumision que ofrecian; y juzgando los padres, que era cobardía dejar al capitan y los soldados solos en el riesgo, tomaron tambien el camino. Primero tuvieron aviso de Daza, por carta suya, de que los taguacas estaban disgustados, sin saberse la causa de ello: mas adelante les salieron al encuentro ocho canoas con dos indígenas cada una, y mensage de que el capitan los llamaba; y aunque pedian carta suya, respondieron, que no la habia dado por estar componiendo diferencias suscitadas entre ellos; y como esto hacia alusion à la carta, que habian recibido, lo creyeron.

Caminaron rio abajo buen trecho, hasta dar vuelta á un ribazo de tierra, en cuya caida vieron innumerables índios tiznados y embijados con sus penachos, plumas, y lanzas, y en una muy alta, puesta una cabeza, que parecia, como era en efecto, la del capitan Daza, y en otras, algunas manos de españoles, una de ellas con herradura, y clavos. Ya puestos en sus manos, sin esperar á que salieran á tierra, saltaron sobre ellos, y les dieron cruel muerte. De los soldados solo escaparon algunos ayudados de las bocas de fuego, pero heridos y maltratados. Pasó esto entrando el año de 1612.

La tercera entrada, al paso que presenta mas regularidad, no por eso dejó de tener igual éxito. La dispuso el padre Martinez el año de 622, por la costa, saliendo de Trujillo en una fragata del gobernador Juan de Miranda, que viajaba á Jamayca, y fué á desembarcar al cabo de Gracias en Tologalpa, territorio dilatado, el mas septentrional de Nicaragua, donde quedó con el lego Vaena, y cuatro indígenas de la Guanaja, que Vazquez cap. 16 llama Ruatan. Con ellos al cabo de dos dias penetró entre los payas: le salió al encuentro un anciano blanco de color, con mucha comitiva de hombres y mugeres cortesmente, dándole acojida en términos, que hallando lugar para la predicacion, se formó el pueblo de Xarúa. Mas adelante, reduciendo nuevas tribus, dispuso otros seis pueblos; pero, ausentándose de uno en uno sus vecinos, comenzado el año de 23, quedaron los lugares desiertos. Llegó á ese tiempo una fragata de Trujillo con bastimento y con otro padre que fué en su auxilio; y llevándolo en su compañia el p. Martinez, sin desviarse de la costa pasó treinta leguas adelante al paraje de los guabas, que el propio Vazquez juzga mestizos de indígenas y españoles, arriba

dos años antes á aquella playa, que corresponde al antiguo Cariay, visitado por Colon. Éstos, continúa, recibiendo la predicacion, y reuniéndose en pueblo, sirvieron de ejemplo, para que las tribus de jicaques á donde se dirijieron los padres en la tierra adentro, las recibiesen tambien y formasen otros pueblos. Andando mas, llegaron á los albatuinas, quienes, simulando recibirlos, dieron sobre eHos, y condujeron al suplicio, estacando á uno en alto, partiendo á cercen la cabeza á los otros. El gobernador Miranda, que lo entendió, entró á castigar el hecho, y dando con sus cenizas, fueron éstas conducidas á Trujillo, y luego traidas á la capital el año siguiente de 24.

La cuarta entrada, comenzada con nuevas circunstancias, terminó del modo que las anteriores. Por el año de 61, cuenta el pro-da pio escritor cap. 23, experimentando don Bartolomé Escoto, hacendado de Olancho, los daños que le hacian unas tribus de payas conocidas por jicaques, juntando gente hizo entradas en ellos, aprisionó algunos, y los pobló en parage conveniente, el año de 64. En el de 67 vinieron tres de estos infieles á la capital, á pedir ministro que repitiese su mision en aquellas montañas. Hizo viage el padre Espino, y llegó á los índios parakas, de nacion lencas, y consiguió formar con ellos siete reducciones: de modo que el año de 79 contaban en ellas porcion de vecindario. El hacendado Escoto, que daba favor á estos trabajos, en el de 85 redujo los siete pueblos á tres que situó mas cerca de su antigua mansion, pero comarcanos á otras tribus que les eran enemigas; y viniendo éstas sobre ellos, los dispersaron.

He aquí frustrado lamentablemente el éxito de las entradas de los misioneros en Teguzgalpa y Tologalpa, por mas que en ellas se emplearon hombres de letras, de idiomas, de robustez y virtud, sacerdotes que habian sido maestros y prelados, ministros de toda aptitud. Sus esfuerzos, en mucha parte lisonjeros y fructuosos, al fin caducan y son malogrados. En unas misiones faltan á la compañia y resguardo la discrecion y el acierto; y las otras, despues de mucho adquirido, son destituidas de toda defensa. Pues si bien se forman en Tologalpa las reducciones de Xarúa y los huabas, y en Teguzgalpa las de los payas y lencas, nunca se destina para ellas una poblacion española, que se sitúe en la frontera y las resguarde: léjos de eso, éstas últimas son desalojadas de su sitio, y aproximadas á tribus enemigas; y de consiguiente expuestas al riesgo de su

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