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que yo buscaba. Dos índios me llevaron á Carambarú, adonde la
gente anda desnuda y al cuello un espejo de oro, mas no le que-
rian vender ni dar á trueque. Nombráronme muchos lugares de la
costa de la mar, á donde decian que habia oro y minas; el postrero
era Veragua, y léjos de allí obra de veinte y cinco leguas. Hasta
aquí lo conducente. La carta es fecha en Jamayca, á siete de julio
de mil quinientos y tres.

Herrera dec. 1 lib. 5 cap. 6, describiendo el cuarto viaje de Co-
lon, expresa que saltó á tierra en la Guanaxa y la llamó isla de Pi-
nos; y asigna otro lugar y tiempo á la posesion de la tierra firme,
pues expone, que allegado á punta de Casinas, salió domingo á 14
de agosto el adelantado, con mucha gente de los navios, á oír misa;
y el miércoles siguiente volvió á salir, para tomar la posesion por
los reyes de Castilla. Por lo que tomándola en Rio Tinto, debe
suponerse que repitió un acto que debia serle satisfactorio. En el
capítulo 7 habla del paso de Cariay á la bahia que tomó el nom-
bre del Almirante, y á la tierra firme, que donomina Carabaro,
frontera á una isla, y confin de otra tierra nombrada Aburena.

Un año despues del tercer viaje de Colon, aportó por la costa de
Pária Américo Vespucio, piloto instruido; y cuatro años despues

pate of bees del último, ya muerto Colon, habia delineado los paises descubier

$4000

tos, y obtenido consideracion en la corte, en que fué constituido pi-
loto mayor: se suscitaron emprendedores de nuevos descubrimien-
tos, y dirijió á Solís y Pinzon para que tomasen el hilo en los su-
yos desde la Guanaxa: llegaron á ella en 1500, descubrieron Utila,
Guayama, Guaydúa y Helen; y siguiendo la costa, llegaron á Gol-
fo-dulce, aunque no lo vieron por estar escondido, dice Herrera d.
1 lib. 6 cap. 17: luego recorrieron la de Tesulutlan ó Verapaz: lle-
garon á la ensenada que hace esta costa con la de Yucatan, á que
llamaron Bahia de Navidad; y volviendo al norte, descubrieron las
sierras de Caria y demas tierra de Yucatan. ?

Para adelantar en el reconocimiento de Veragua, fué provisto
Nicuesa por gobernador del territorio comprendido desde la mitad
del golfo hasta el cabo de Gracias, á que el rey dió el nombre de
Castilla de oro, que luego se estendió á la otra mitad llamada Da-
rien y tambien Andalucía; pero este gobernador solo llegó á Vera-
gua, volvió á poblar Portobelo y Nombre de Dios, y por el año de
1510, dice Herrera en la descripcion de las Indias cap. 13, vinien-
do á esta costa anduvo perdido entre la Boca del rio Yare y el ca-

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bo de Gracias, en el golfo que tomó su nombre, y no se supo mas de él.

Poco despues, traginando particulares esta costa con objeto de grangerías, por las calabazas que habia en la mar, á que en Santo Domingo llamaban hibueras, dieron a la tierra este nombre; y mas adelante, acercándose á la poblacion de Guaymura, porque en mucho trecho no hallaban fondo, cuando salieron de estas honduras llamaron tambien la tierra con este título. Así es que sus puertos ya eran conocidos, ántes que fuesen nombrados capitanes para ocuparla, segun nota Herrera dec. 4 lib. 8 cap. 3.

En 1513 descubrió la mar del sur Vasco Núñez de Balboa, por el istmo de Veragua; y estando Pedrarias con el gobierno de este distrito, dos capitanes suyos, Ponce y Hurtado, vinieron descubriendo, en 1516, al norte de esta costa, y entraron, dice este escritor dec. 2 lib. 2 cap. 10, en tierra de gentes llamadas Chiuchires, hoy Costa Rica, y reconocieron el golfo de Chira, que llamaron San Lucar.

Gil Gonzalez Dávila, nombrado capitan para descubrimientos del sur, pasado Costa Rica y llegado al golfo de San Lucar, envió á su piloto por agua, el cual navegó siguiendo la costa, dice Herrera dec. 3 lib. 4 cap. 6, 350 leguas, y él propio por la tierra aden→ tro 224: recorrió las tierras de Nicoya, Masaya, Imabite, Nicaragua y Diriangen: en Conchagua dió á la bahia el nombre de Fonseca, y en la vuelta reconoció la laguna que los índios llamaban mar dulce, y los pilotos advirtieron desaguaba en el mar del norte.

El inmortal Colon, en medio de sus servicios, se vió desfavorecido de la corte, y aun despojado del gobierno de los paises descubiertos; y sin embargo que reclamó su restitucion y ser sublimado al vireynato hereditario, estipulado en la capitulacion de su primer viaje y ratificado en los posteriores, nada consiguió del rey, sino el ser tentado de concierto, para que renunciase sus derechos por otras recompensas, segun testifica Herrera dec. 1 lib. 6 cap. 14: no queriendo mas que el cumplimiento de lo tratado, se negó á ello, y acabó sus dias en 1505; añadiendo al mérito de sus hazañas, el de la integridad y el honor.

En 1508 reprodujo la misma pretension su hijo D. Diego, heredero de sus derechos, y replicándole el monarca que no se detenia sino por sus hijos y sucesores, pidió licencia para solicitarlo en justicia ante el consejo: se le otorgó, restableciéndolo ante todas

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cosas en las funciones del almirantazgo. Américo Vespucio había puesto su nombre en la carta geográfica, y se atribuia el hallazgo del nuevo continente: con que abierto el juicio, hubo contradiccion en que Colon hubiese sido su descubridor; pero era cosa muy notoria, dice el mismo escritor lib. 4 cap. 2, haberle descubierto primero el almirante D. Cristoval. El fiscal admitia haber descubierto la otra parte del continente, mas no ésta del septentrion; pero D. Diego Colon, dice Herrera lib. 7 cap. 5, puso de manifiesto haber sido su padre el descubridor de la una y la otra, por haber tocado el primero en las costas de Guatemala, y llegó el caso de fallar en su derecho.

Refiere Plinio el menor, en el panegírico de Trajano, que este emperador previno al senado, que en las contiendas en que la justicia de las partes fuese dudosa, pronunciase contra el fisco; pero en ésta parece que se previno al consejo, que resultando positivo el derecho de la parte, decidiese en favor de aquel, pues en la instruccion dada á los primeros gobernadores de tierra firme, Ojeda y Nicuesa, se encarga averigüen no haber sido Colon su descubridor. Sin embargo, el consejo, bastante embarazado, hizo, segun el mismo escritor, algunas declaraciones parciales: una en que declara á D. Diego Colon el derecho al vireynato de las islas, y otra en que decide pertenecerle en todo lo descubierto la octava parte de la plata, oro y perlas correspondientes á la cámara; las cuales no tuvieron efecto.

Si el descubrimiento, pues, por Colon, es un punto definido y sancionado por la opinion, pertenece sin duda al pais la gloria de haber sido descubierto por este insigne almirante; y muy bien podia tomar su primer nombre suavizado, Cistovia, asi como Pária tomó el segundo de Colombia: ó pudiera por lo menos adoptar el de Vespucia, del cosmógrafo que delineó lo descubierto, ya que el uso aplicó el de América, á lo descrito por él. Humboldt en su viaje á las reg. lib. 8 cap. 26 se expresa así: es difícil hablar de pueblos que hacen un papel tan grande en la escena del mundo, y que carecen de nombres colectivos; y sería de desear, añade, que la nomenclatura de las naciones independientes, pudiera fijarse de una. manera cómoda, armoniosa y precisa.

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CAPÍTULO 2.

Salteamiento de guatemalanos.

La desventura de Colon comenzó desde que empezaron sus injusticias. Él abre en la Española la primera campaña contra los indígenas: su objeto fué reprimirlos, porque ofendidos impunemente de los españoles, toman las armas para defenderse. Los castellanos alojados en la Vega, dice Herrera dec. 1 lib. 2 cap. 16, vivian sin regla ni disciplima, destruyendo á los índios. Él vence, y á vuelta del triunfo, introduce la esclavitud, el tributo y las encomiendas.

El derecho público de Europa, segun Solórzano, no daba lugar á la esclavitud de los presos en la guerra, ni las leyes castellanas, entonces vigentes, exigian otra cosa que la sumision de los vencidos. Pero Colon obra muy de otra manera. Los muertos en la accion fueron infinitos, dice aquel escritor, y los presos, que no fueron pocos, se condenaron por esclavos; y de ellos, dice todavía lib. 3 cap. 5, fueron enviados 300 á España. Andando el tiempo, hubo mas guerras, y se hicieron mas esclavos, de modo que en 1498 salieron tres navios cargados de ellos, que llegaron á Cádiz en 29 de octubre, segun el mismo escritor cap. 9. En Yaquimo, añade, al sur de la isla, habia una grangería de corte de brasil, y de 4000 esclavos empleados en ella, se hacia cuenta que salian 4000 quintales.

Tampoco regía tributo alguno en los vencidos, mas solamente las gavelas ordinarias y las indemnizaciones estipuladas para la paz. Pero Colon desde luego lo impuso en nombre del rey de España á los pueblos subyugados, dice Herrera lib. 2 cap. 17, tasando á los cercanos á minas lo que hace un cascabel de oro por indivíduo, y á los otros una arroba de algodon. Guarionex, príncipe de un distrito, ofrecia, dice el mismo escritor, una labranza de pan desde la Isabela á Santo Domingo, que comprendia 150 leguas; pero el almirante no admitió el partido; y no pudiendo los índios cumplir, algunos se huian á los montes, y otros se iban vagamundos de unas provincias en otras. El obispo Casas, en su lib. de la destruicion de las índias, expresa que comprendia la labranza ofrecida, grandes 50 leguas: sé yo, añade, que la podia hacer y que valiera al rey mas de tres cuentos cada año, y por ella haber en la isla mas de 50

ciudades.

El mismo Casas, en el remed. 8 raz. 9, define la encomienda, muerte civil y natural á que era condenado el indígena sin causa ni ser oído. Pero el almirante, dice Herrera lib. 3 cap. 13, en lugar de los tributos, impuso á algunos pueblos, que tuviesen cuidado de hacer las labranzas de las poblaciones de los castellanos, á imitacion de lo que usaban con sus caciques. El efugio que pareció oportuno á los índios, dice este escritor cap. 18, fué no sembrar para los españoles ni para sí, para que no se cojiese fruto, y recojerse ellos á los montes, en donde hay buenas raices, y con la caza de conejos, que llamaban utias, pasar como quiera.

Semejante resistencia pareció á Colon y á sus sucesores "un delito digno de la esclavitud y la hoguera. Los índios que no obedecian en estas labores, dice Herrera cap. 13, eran castigados, y los que se huian, tenidos por esclavos. En la fortaleza de Santo Domingo estaba repartido un cacique, que cesando de acudir al servicio, se fué á los montes: enviaron soldados que hicieron una buena presa de gente, la cual se llevó en cinco navios que estaban en el puerto, porque hacia juicio el almirante, dice este escritor, que los reyes católicos se aprovechasen de estos índios, como los reyes de Por tugal de los negros de Guinea.

Ovando, subrogado á Colon en el mando, para castigar la rebelion de unos caciques de Xaragua, en la misma isla, dió traza por engaño de haberlos á las manos, y atados y reunidos en una casa, mandó ponerle fuego, y en ella fueron abrasados, segun el testimonio del mismo Herrera lib. 6 cap. 4. El horror de los castigos promovió mas la fuga de los indígenas, y á su fuga y desamparo fué consiguiente la calamidad, porque como andaban, dice este escritor lib. 3 cap. 18, con sus mugeres é hijos á cuestas, hambrientos y sin tener lugar de cazar y pescar por andar escondidos, vino sobre ellos grandísima enfermedad, de tal manera que, á los cuatro años, faltó la tercera parte de la gente de la isla. Para evitar el hambre y la enfermedad, dice todavía lib. 6 cap. 4, muchos índios en canoas huyeron á una isla distante ocho leguas; con que se agotaron mas los habitadores.

Por el tenor de las leyes penales, puede hacerse juicio de las que se dictaron en materia de poblacion, todas las cuales, andando el tiempo, alcanzaron á Guatemala. Pues habiendo ya 12000 españoles en la isla, dice Herrera lib. 7 cap. 3, avisaron al rey que habia pocos

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