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índios, y las de los lucayos estaban llenas de gente, y dió su alteza licencia para pasarlos á ella.

Semejante transporte, no precediendo el consentimiento de los propios naturales y vecinos de ellas, venia á ser ademas una deportacion y especie de expatriacion y confiscacion de bienes, casas y huertos, impuesta, no á personas ó familias, sino á pueblos y naciones enteras, de que no hay ejemplo. Sin embargo, en cuatro ó cinco años, dice el mismo escritor, se llevaron 40000 personas; y deseosos de volver á su tierra, añade, muchos intentaron estrañezas: entre otros hubo uno, que tomó cierto árbol grueso muy liviano y todo hueco, y sobre él armó con otros palos una balsa, metió en lo hueco maiz y algunas calabazas de agua, tapó con hojas los cabos, y acompañado de otro índio y una índia, sus parientes, con unos palos como remos, se echaron á la mar; y teniendo navegadas 50 leguas, toparon con un navio de castellanos, que los volvió á la Española.

Arrancar al indígena de sus hogares, era poco interesante, si no se ligaba á la aprehension su esclavitud; y de esta grangería dió tambien Colon el ejemplo, para que sirviese de ley: pues en su cuarto viaje, entrado á Veragua, segun relacion de Herrera lib. 6 cap. 2, asaltó la casa de Quibia, un cacique, y hecho botin de 300 ducados de oro en águilas y espejos, hizo presa de él, y de unas 50 personas que estaban en la casa, y remitió á un navio, para llevar á Castilla. A media legua de la tierra, y en la obscuridad de la noche, se soltó el cacique, y saltó á la mar: los otros, bajo la cubierta amontonaron piedras del lastre, y encaramados abrieron la escotilla y saltaron al agua muchos: los otros, acudiendo los marineros, quedaron debajo; y viéndose sin remedio á la mañana, con las cuerdas los hallaron á todos ahorcados, teniendo los mas de ellos los pies y las rodillas por el plan.

Por el año de 1504 prohibieron los reyes hacer á los indígenas esclavos, y mucho mas llevarlos á España. Esto último podía escusarse, mas no lo primero, estando la costumbre formada, y arraigada la esclavitud. Fué preciso, pues, eludir las órdenes, y para esto informaron á la reina católica, dice Herrera lib. 6 cap. 10, que los moradores de algunas islas, llamados caribes, reusaban sugetarse á su obediencia, y hacian guerra, mataban y comian á los de otras islas que se habian sometido á ella: con lo que, horrorizada, dió permiso para que, si porfiaban en su rebeldía, pudiesen cautivarlos y venderlos, sin incurrir en pena alguna, pagando el derecho real,

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que era el quinto de su valor.

El obispo Casas, en el remed. 8 raz. 6, contradice esta imputacion hecha á los indígenas de las islas, y la atribuye al desafecto que les profesaban los españoles, para servirse de ellos: lo mismo decimos, son sus palabras, y de la misma manera del comer de la carne humana, que no lo ovo en las dichas partes. No obstante, el delito se imputó y la pena se impuso; y no fué menester mas, para que en todas las islas se buscase como ántes esta especie de rebeldes, y se hiciesen esclavos.

Herrera lib. 7 cap. 14, pone á la letra la manera de requerimiento, que el capitan de los castellanos hacia á los indígenas que descu bria, para calificar su rebeldía, poniendo en su noticia que el rey de España era el dueño de estos paises, y que de su parte les requería para que le reconociesen y prestasen obediencia; y si no, les darian guerra y los harian esclavos. Casas, en su tratado de la nulidad de la esclavitud de los indígenas, advierte, que este requerimiento se hacia sin dar tiempo para responder, exigiendo en el acto la sumision á un rey que no conocian, y que les parecia tan duro como ellos: que otras veces no se hacia á los indígenas en su persona, sino clandestinamente en el ejército, y otras no se hacia alguno, mayormente cuando eran cuadrillas las que asaltaban los indígenas; sin embargo, todos eran reputados rebeldes, y se hacian esclavos. Por este tiempo se habia ganado la isla de Cuba, y como al paso que se pobló de gente castellana, se despoblaba de indígenas, se aumentó la solicitud por esclavos; de modo que se hacia presa de ellos no solo en las islas, mas tambien en la tierra firme hasta entónces · descubierta.

Aquí comienza la desventura de Guatemala, y la correría de sus islas y costas. Herrera dec. 2 lib. 2 cap. 7 cuenta de un navio y un bergantin, salidos del puerto de Santiago en Cuba con 80 castellanos en 1516, que llegados á la isla de Guanaxos, estando los naturales descuidados, prendieron toda la gente que pudieron, primero en la una y luego en la otra llamada Guayama, hoy Roatan, y cargado el navio de ella, se volvieron á Cuba, donde saltaron para holgar en tierra, dejando 9 de guardia en el navio: los índios, que estaban bajo la cubierta, no sintiendo pisadas ni estruendo, y juzgando salida la gente, forcejaron y rompieron el escotillon, sin ser sentidos, mataron á los marineros, y como si fuesen experimentados, alzaron las velas, subiendo por la járcia, y sin aguja ni carta nave

garon á sus islas, que están á mas de 250 leguas: los castellanos, desde la ribera, viendo tender velas, dieron voces y capeaban á los compañeros, si habian perdido el seso; pero alejándose y desapareciendo el navio, cayeron en la cuenta del desastre. Los isleños hallaron bien descuidados 25 castellanos que habian quedado con el bergantin para hacer mas carga, y la dieron sobre ellos en tierra con lanzas y palos, y descalabrados muchos de ambas partes, al cabo prevalecieron contra los castellanos, que no pudiendo resistir mas, se recojieron en el bergantin, y partieron para el Darien.

Con la noticia que dieron los dueños al gobernador de Cuba, de haberse alzado los índios con el navio, proveyó de armar dos con gente suficiente, para que fuesen tras los índios al socorro de los 25 castellanos, y llegados á la isla, hallaron quemada la caravela, saltaron en tierra, pelearon con los vecinos y cautivaron los que pudieron: pasaron á Utila, é hicieron lo mismo, y teniendo hasta 500 personas, metiéronlas bajo cubierta en los dos navios, cerraron los escotillones, y salieron á holgar á la isla. Luego se repitió otra escena semejante. Porque los índios de la una caravela, sintiendo que habia quedado poca gente, tuvieron manera para urgando y forcejando quebrar el escotillon, y con ímpetu y prisa comenzaron á salir: los marineros que habia á la mano, acudieron á impedirles la salida; pero no pudiendo sufrir la resistencia y carga que recibian con palos y piedras del mismo lastre, se echaron unos á la mar, y otros perecieron en manos de los índios.

Entretanto, el triunfo de éstos no fué completo, debiendo entrar en segunda accion para saltar en tierra, donde los castellanos regados en la isla acudieron, y viendo lo que pasaba, se recojieron en el otro navio, y fueron sobre ellos al primero, en que éstos se defendieron por mas de dos horas, hasta que huyeron echándose á la mar hombres y mugeres: unos salieron en tierra; otros, recojidos en barcas, quedaron en poder de castellanos, quienes con ámbos navios y obra de 400 personas y 20000 pesos en oro, que cojieron en la tierra, se fueron á la Habana.

El propio Herrera, en el mismo lugar, testifica que por este tiempo continuaron los castellanos en hacer compañias, y con uno, dos ó tres navios andaban de unas tierras en otras, á correr, descubrir y cautivar índios á donde podian, para lo cual el gobernador de Cuba les daba licencia. Casas, en su lib. de nul. de la escl. dice así: iban de las islas, especialmente la Española y San Juan y Cuba,

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dando de ello autoridad y licencia la audiencia y las justicias, con dos ó tres navios á la tierra firme y á otras islas; y los que tomaban á vida, de muchos saltos que hacian, henchian los navios y traíanlos á vender por esclavos. Bernal Dias cap. 1, refiriendo que en Cuba él y sus compañeros tenian dos navios y necesitaban de otro para salir á descubrimientos, el mismo gobernador Velazquez, dice, nos daba uno fiado, con condicion que primero que nos le diese, nos habiamos de obligar todos los soldados á que con aquellos tres habíamos de ir á unas isletas que estan entre la isla de Cuba Ꭹ Honduras, que ahora se llaman las islas de los Guanajes, y que habíamos de ir de guerra y cargar los navios de índios de aquellas islas, para pagar con ellos el barco, para servirse de ellos por esclavos. Entonces se daba denominacion de Honduras á toda la costa desde el cabo de Gracias hasta el de Catoche, inclusa la de Verapaz, y el nombre de Guanaxas á las islas de ella y á las isletas del golfo, de que habla el autor en número de mas de 20, segun Juarros trat. 5 cap. 9, todas, igualmente que la tierra firme, sugetas á la misma plaga del salteamiento de esclavos de parte de Cuba. En el cap. 183, habla tambien este escritor de un navio procedente de Cuba, que andaba con 25 soldados á saltar índios en la de Cozumel, que es de las últimas. Así es que Guatemala no habia empezado á ser conquistada ni á poblarse de españoles, y ya habia comenzado á despoblarse de indígenas.

CAPÍTULO 3.

Conquista del reyno.

Una prueba de la civilizacion del pueblo guatemalano, se encuentra en su amor á la libertad, resistiendo la agresion de los españoles. No la buscan en la fuga, ni al abrigo de los montes. Emprenden la guerra, marchan á las fronteras y disputan el paso á sus invasores. Soldados aguerridos en siglos de contienda con los moros en la península, á cuyas armas se tenia á la sazon en Europa un terror general, entraron con ventaja en América á luchar con guatemalanos destituidos de armas y disciplina.

Casas, en la destruic. de las índ. cap. 9, comenzando á hablar del

gran caudillo, que vino á los reynos de Guatemala, nada dice de alarma de los naturales de la tierra; y aun refiere, que no obstante la mucha matanza de gente que entró haciendo, salióle á rerecibir en unas andas y con trompetas y atabales y mucha fiesta el señor principal con otros muchos señores de la ciudad de Utatlan, cabeza de todo el reyno, donde le sirvieron de todo lo que tenian, en especial, dándoles de comer cumplidamente; y que en la ciudad de Cuscatlan, cabeza de aquella provincia, le hicieron grandísimo recibimiento, esperándole sobre veinte mil índios cargados de gallinas y comida. Mas esto fué peculiar á Guatemala y Cuscatlan, y no comun á los otros señoríos y lugares, en que desde la aproximacion de los españoles, se dispusieron á impedirles la entrada; así vemos á sus habitantes y señores generalmente armarse para la guerra y entrar en accion.

y

Siguiendo la relacion del Isagoge lib. 2 cap. 4, la primera batalla se dió en Tonalá, primera plaza del reyno en Soconusco: la segunda, en el rio que divide esta provincia de la de Suchitepequez: la tercera, en Sapotitlan, cabecera del partido: cuarta, en la cuesta que sube á Quezaltenango: quinta, en las inmediaciones de esta ciudad, en que el rey Tecum-Umam, hirió el caballo de Alvarado, pereciendo luego en la accion; y sexta, en las de Utatlan, en que fué incendiada esta corte, y Chignavicelut, sucesor suyo, condenado á muerte.

Bernal Dias cap. 164 concuerda en el número de batallas, sin contar con reencuentros inferiores, ponderando de una parte el grande ánimo con que peleaban los soldados de Alvarado, y de otra la valentia de los guerreros indígenas. Hablando de la cuarta accion, escribe: creyendo desbaratar al Pedro de Alvarado y á su gente, le aguardaron de arte, que se venian ya pié á pié con los de Pedro Alvarado; y muchos índios hubo de ellos, que aguardaron dos ó tres juntos á un caballo, y se ponian á fuerzas para derrocalle, é otros los tomaban de las colas. Aquí se vió el Pedro de Alvarado en gran aprieto, porque como eran muchos los contrarios, no podian sustentar á tantas partes de los escuadrones que les daban guerra. Observa así mismo este escritor, que en la quinta derrota fué cuando los pueblos comenzaron á temer mucho á Alvarado. Herrera 3, 5, 7, hablando de la misma cuarta batalla, dice: murieron algunos castellanos, y muchos quedaron heridos, y tambien muchos caballos.

En el séptimo combate, fué tomado Atitlan y rendido su monar

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