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Vejacion de los indígenas.

Los usos vigentes en la Española sirvieron de guia á los casteHanos establecidos en Guatemala. La esclavitud, el tributo, las encomiendas y la hoguera, observadas en aquella isla, se trasladaron á este pais; y porque en ella, dice Herrera dec. 1 l. 9 cap. 5, se huian los indígenas hechos esclavos, y se ordenó que los marcasen en una pierna, para que so color que eran esclavos, otros no recibiesen vejaciones: tambien en Guatemala junto con la esclavitud se introdujo la práctica de marcar con hierro encendido á los que cupo padecerla, distinguiéndose los castellanos de su distrito en hacer estensiva la esclavitud á las mugeres. Bernal Dias c. 164, hablando de los prisioneros, concluida la guerra de Utatlan, dice, y herraron muchos esclavos é índias, y pagaron el real quinto.

Al rey Chignavicelut, que siguió la guerra, muerto en ella su antecesor, mandó Alvarado quemar por justicia; y aunque añade esté escritor que no se ejecutó esta pena, sino la de horca, el autor del Isagoge lib. 2 cap. 4 advierte, que así en este capítulo, como en otros muchos de su historia, se hallan en la impresion de Madrid muchas cosas añadidas, que no se leen en el original manuscrito; y acaso tuvo á la vista el que el supremo gobierno del estado conserva firmado del autor, que fué vecino y regidor de esta ciudad. Herrerá 3, 5, 7, hace mencion no de uno sino de muchos, cuando expone, que los señores que tomó presos Alvarado, fueron quemados por acuerdo suyo, pareciéndole que con esto acortaba la guerra.

El obispo Casas en la destruicion de las índias, hablando de Guatemala § 8, dice de sus habitantes: inventaron unos hoyos, en medio de los caminos, donde cayesen los caballos, y se hincasen por las tripas unas estacas agudas y tostadas de que estaban los hoyos llenos, cubiertos por encima de céspedes y yervas, que no parecia oviese nada. Una ó dos veces cayeron caballos en ellos no mas, porque los españoles se supieron de ellos guardar; pero para vengarse hicie ron ley, que todos cuantos índios tomasen á vida, echasen dentro en los hoyos: y así las mugeres, niños y viejos que podian tomar, echaban en los hoyos hasta que los henchian traspasados por las estacas, que era una lástima de ver, especialmente las mugeres con sus niños. Todos los demas mataban á lanzadas y cuchilladas:

echándolos á perros bravos, que los despedazaban y comian; y cuando algun señor topaban, por honra quemábanlo en vivas llamas. Estuviéronse en estas carnicerias tan inhumanas, cerca de siete años, desde el año de 24 hasta el de 30, ó de 31. Remesal lib. 4 cap. 5, escribe: los perros bravos que servian en la guerra, y habian sido sepultura de muchos reyes y caciques, faltándoles este alimento, comian las ovejas y puercos.

Llegado á Cuscatlan este infelice malaventurado tirano, prosigue el obispo, hablando de Alvarado, mandó que cada español tomase de aquel gran número de gente, todos los índios que quisiese, para los dias que allí estuviesen, servirse de ellos, y que tuviesen cargo de traer lo que oviesen menester. Cada uno tomó ciento ó cincuenta, los que parecia que bastaban para ser muy bien servido, y los inocentes corderos sufrieron la division y servian con todas sus fuerzas, que no faltaba sino adorallos. Entre tanto este capitan, pidió á los señores que le trajesen mucho oro, porque á aquello principalmente venian. Los índios responden que les place darles todo el oro que tienen y ayuntan muy gran cantidad de hachas de cobre, que tienen con que se sirven dorado, que parece oro, por que tiene alguno. Mándales poner el toque, y desque vido que eran cobre, dixo á los españoles, dad al diablo tal tierra: bámonos, pues que no hay oro: y cada uno los índios que tiene, que le sirven, échelos en cadena, y mandaré herrárselos por esclavos á todos los que pudieren atar; y yo vide al fijo del señor principal de aquella ciudad herrado.

Juarros trat. 6 cap. 13, dando por cierta la derrota de los serranos de Nebah, dice: al dia siguiente se herraron todos los vecinos; y hablando en el mismo supuesto de la toma de Uspantan en Sacapulas, escribe así: y se herraron y dieron por esclavos todos los prisioneros. En la reconquista de Sinacantan, Jumay y Guaymango, segun la relacion de este escritor, trat. 5 cap. 17, fueron herrados los prisioneros, y entre ellos los caciques de este último pueblo, el cual por la marca de sus señores, tomó, y fué reconocido con el nombre de los Esclavos. En la toma asimismo de los peñoles de Nimanche, con que se terminó la reconquista del pais, no faltaron, dice Vazquez lib. 1 cap. 14, castigos ejemplares de horca y fuego, es decir, ahorcados y quemados.

Moreno, fiscal de la Española, que viene á Honduras en 1524 á sosegar las contiendas de los conquistadores, hace entrada en e

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llas, dice Herrera 3, 6, 10, y no sale sino provisto de esclavos. Cortés llegando á Trujillo el año siguiente, manda reconocer la tierra, y llamar los caciques: algunos envian mensageros escusándose de ir en persona, dice el mismo Herrera lib. & cap. 4, de miedo que los llevasen en los navios, como habian hecho á otros poco ántes; sin embargo, él tambien hace esclavos, y ahorca al cacique Mazatl. Al propio tiempo, segun el mismo escritor cap. 7, llega queja de las Guanaxas, de que un navio armado de Cuba arriba á saltear esclavos en ellas. Bernal Dias cap. 183, testifica, que era dueño suyo el mismo fiscal Moreno, y que Cortés quiso aprehenderlo. Todavía á los dos años, el propio Herrera lib. 9 cap. 10, hablando de los habitantes de estas islas, dice: siendo pacíficos y obedientes al rey, los navios de Cuba los hurtaban y llevaban por escla→ vos, so color que venian á las Hibueras á comprarlos.

En 1527, Salcedo, gobernador de Honduras, escribe este autor dec. 4 lib. 1 cap. 7, partiendo para Nicaragua, llamaba á los caciques, para que le diesen gente de carga, y castigaba á los índios que le parecian culpados en la rota de la poblacion de Natividad, á unos con la horca, y á otros con hacerlos esclavos: detúvose un mes prendiendo y ahorcando índios, y enviándolos á vender fuera de la tierra. En el tránsito de su viaje por Ulancho murieron muchos índios, que llevaba cargados, usando con ellos de increible crueldad; y porque algunos dejaron las cargas, y se huyeron, inhumanamente los hizo matar. El teniente Vasco de Herrera, continúa este escritor, hizo entrada en tierra por Puerto Caballos, tomó 150 índios, y los herraron con hierro hecho por su autoridad. Hizo guerra á muchos caciques, dice mas adelante, sin preceder exámen, si era justa, y herraron muchos índios: para ello ocupó el hierro real, y porque no alcanzaba, todavía hizo otros dos, para que se ocupasen tres en ello. Hizo una entrada en el valle de Naco, Ꭹ volviendo con tres navios cargados de gente, el maestre se huyó con ellos. Corriendo el año de 1535, Cereceda, otro teniente, cuenta el mismo escritor 5, 8, 9, que dió mucha licencia para destruir la tierra, que fueron sin número los índios que sacó y dejó sacar de Honduras; y mas adelante 6, 1, 8, expresa, que á unos índios prófugos, que habian formado una trinchera, para impedirle el paso junto al rio Balahama, hizo cortar las manos y echárselas al cuello.› En Nicaragua, Martin Estete, teniente de Pedrarías, dice Herrera 4, 3, 2, salió á reconocer el desaguadero de la laguna y correr

la tierra, llevando consigo el hierro de los esclavos, que estaba en arca de tres llaves, para hacer muchos á su voluntad; y fué haciendo desórdenes y crueldades, llevando los índios cargados y encadenados con argolla, porque no se volviesen, y porque uno se cansó, por no quitarle la argolla, le quitaron la cabeza. Bernal Dias cap. 184 refiere, que Garro, teniente de Pedrarías, pasó por unos pueblos quitando á los vecinos sus haciendas, hijos y mugeres, y que los echaban en cadenas de hierro; y que á unos índios é índias traían en collares.

Casas, en la destruic. de las ind. § 6, hablando de Pedrarías, dice: enviaba 50 de caballo y hacia alancear toda una provincia, mayor que el condado de Rusellon, que no dejaba hombre ni muger, ni viejo ni niño á vida por una muy liviana cosa: así como por que no venian tan presto á su llamado, ó no le trahían tantas cargas de maiz, ó tantos índios, para que sirviesen á él, ó á otro de su compañia: porque como era la tierra llana, no podia huir de los caballos ninguno, ni de su ira infernal. Enviaba españoles á hacer entradas, que es ir á saltear índios á otras provincias, y dejaba llevar á los salteadores cuantos índios querian de los pueblos pacíficos y que les servian: los cuales echaban en cadenas, porque no les dejasen las cargas de tres arrobas que les echaban á cuestas; y acaeció vez de muchas que esto hizo, que de 4000 indios no volviesen seis vivos á sus casas, que todos los dejaban muertos por los caminos.

Los indígenas que escapaban en la guerra de la esclavitud, eran sometidos en la paz al tributo, y los tributarios dados en encomienda á los conquistadores, bajo cuyo poder esclavitud, tributo, encomienda, confiscacion, destierro y muerte era todo uno, y lo mismo la paz que la guerra. Ximenez lib. 3 cap. 62, tocando esta materia,. escribe: sin mas delito que ser índios de sus encomiendas, los herraban por esclavos, y no avia término, ni modo en sacar índios de sus pueblos, que ademas del tributo que les daban tan exorbitante los casados y viudos, porque no quedasen sin parte aun los muchachos, sacaban de los pueblos cuadrillas de ellos de á doscientos y cuatrocientos, no reservando ni muchachas tiernas, las echaban por las barrancas del rio grande á recoger granos de oro, en que continuamente atareados, hambrientos y sin abrigo miserablemente perecian. Juarros trat. 6 cap. 9, hablando de Gonzalo Alvarado, teniente y hermano del adelantado, dice: á 200 niños impuso la

obligacion de que saliendo por los lavaderos de oro, le traxese cada uno un castellano de oro todos los dias. Tambien exijian esclavos de tributo. Casas, hablando de los conquistadores de Guatemala, en la destruic. § 8, dice: pídenles esclavos de tributo, y dánles los hijos é hijas, porque otros esclavos no tienen; y ellos enviando navios cargados de ellos á vender al Perú. Remesal lib. 7 cap. 9 refiere, que leyéndose en los estrados de la audiencia real de Gracias el padron del tributo del pueblo de Sinacantan de Chiapa, dijeron presidente y oidores, que era tan excesivo y tan exorbitante, que toda Sevilla tendría harto que hacer en pagarle. El mismo Casas, en el propio trat. y en el de la esclav. hablando de Nicaragua, dice: pedian cada cuatro ó cinco meses, ó cada vez que cada uno alcanzaba la gracia ó licencia del gobernador al cacique 50 esclavos, con amenazas, que si no los daban, lo habia de quemar vivo, ó echar á los perros bravos. Iban los señores por sus pueblos y tomaban lo primero todos los huérfanos, y despues pedia á quien tenia dos hijos uno, y á quien tres hijas las dos, y no de los mas indispuestos, sino escojidos y de tal estatura, como le daba el español una vara; y de esta manera cumplia el cacique el número que el tirano le pedia, con grandes alaridos y llantos del pueblo. Como esto se hacia tantas veces, asolaron desde el año de 23 hasta el año de 33, todo aquel reyno, llevando todas aquellas muchedumbres de índios, siendo tan libres como yo, á vender por esclavos á Panamá, y al Perú donde todos son muertos.

Hablando de las encomiendas este escritor, en el remedio 8 raz. 2, hace esta explicacion: al repartir los pueblos de los índios, acaece dar entre dos y tres y cuatro un pueblo, dando tantos á uno y tantos á otro; y ha acaecido llevar la muger repartida un español, y el marido otro, y los hijos otro, como si fuesen cochinos: y cada uno ocupa los índios que le caben en una hacienda, y el otro por el contrario en otra: otros los envian cargados á las minas como bestias, y otros los llevan ó los alquilan por recuas 50, 100 y 200 leguas, y esto cada dia lo vemos. Con color y pretesto del tributo, escribe Solórzano lib. 3 cap. 3, eran y son vejados y trabajados los índios, y tratados peor que si fuesen esclavos. En el cap. 1 n. 8, dice tambien: los encomenderos atentos á su provecho y ganancia, no habia trabajo en que no los pusiesen, y los fatigaban mas que á las bestias.

El obispo, en este tratado, hablando de Nicaragua, sigue expo

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