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pero no lo es tanto como la intelijencia; es una facultad de recepcion i asimilacion i no de produccion e invencion como la intelijencia; por esto es que ámbas desempeñan diferentes funciones en la vida social, i es preciso que la intelijencia ejerza una accion influente i continua para que el hombre se aparte de los hábitos dañosos i se dirija por las ideas i los dictados de la razon. El sentimiento es, pues, por su carácter natural, estacionario, es el elemento conservador en la vida humana i resiste a separarse de los objetos que han llegado a serle familiares; mientras que la intelijencia es el elemento innovador i progresivo i trabaja constantemente por la mejora de la condicion humana.

En la infancia de las sociedades predomina el sentimiento, i estas se dirijen jeneralmente por los instintos i las pasiones, sin que la intelijencia tenga mas fuerza que la necesaria para servir a las afecciones, inventando una organizacion social propia a satisfacerlas. Pero con este mismo ejercicio se ilustra poco a poco la intelijencia i adquiriendo la suficiente enerjía para encaminar las pasiones, se ocupa en modificar la organizacion social con arreglo a los principios del bien i de la justicia : las resistencias que encuentra en esta nueva accion a veces son tenaces, mas al fin la lucha comunica a la sociedad un nuevo espíritu que le da fuerza para combatir constantemente por la supremacia de la razon i de la libertad, como elementos principales en la organizacion de la vida humana.

Las costumbres, los hábitos que ha contraido el pueblo sirven siempre de punto de apoyo al sentimiento, que a fuer de conservador se opone a la accion de la intelijencia. Las costumbres son en gran parte el resultado de las opiniones o preocupaciones que se difunden

en cierta época sobre la vida, sobre las relaciones del hombre con sus semejantes, con el mundo i con la divinidad; i el sentimiento obra en el hombre de modo que le adhiere a ellas i le identifica con su existencia, por mas que a causa de lo erróneo de las opiniones, sean tambien falsas las costumbres i no pocas veces atroces. Mas afortunadamente la intelijencia puede correjirlas, purificando su fuente, i por eso es que la cultura de las costumbres viene constantemente como consecuencia del desenvolvimiento de las ideas i se verifica por leyes análogas a las que rijen la cultura intelectual de la sociedad. De aquí procede la influencia recíproca de las costumbres en las leyes i de estas en aquellas, porque si bien es efectivo que las leyes que se establecen en una época llevan en sí mas o ménos marcado el sello de las costumbres reinantes, es tambien evidente que si esas leyes se forman segun las nuevas ideas de justicia i en razon de los principios de la verdadera política, modifican a su vez las costumbres de la sociedad, aunque sea de un modo lento e insensible. Asi se puede establecer que aun cuando el principio conservador sea el mas fuerte en esta lucha, el elemento racional i progresivo influye en las instituciones sociales i cada triunfo que obtiene liberta a la sociedad de alguna de las trabas que se oponen a su marcha natural.

Estas son las leyes eternas que mantienen la existen-` cia de la sociedad i dirijen su desarrollo, i las que importa conocer para tener una idea exacta de la naturaleza de esta i de su destino.

II.

Fin de la sociedad.

Examinada la naturaleza de la sociedad humana, nos importa conocer el fin racional que tiene i que debe realizar, porque la determinacion precisa de este fin es indispensable para la organizacion de los poderes políticos, los cuales no son mas que los verdaderos instrumentos que deben emplearse para su consecucion.

Esta cuestion ha sido jeneralmente desatendida i la idea del fin social no ha sido espresada sino por términos vagos que se prestan a diversas interpretaciones i que pueden tener una aplicacion funesta i contraria a la libertad i moralidad del hombre. En efecto, cuando se dice que el fin de la sociedad humana es el bien o felicidad jeneral, el interes de todos, o la utilidad comun, no se fija ni determina con precision i exactitud la idea que se quiere espresar. El fin social se ha confundido tambien con el fin político del Estado sin embargo de ser marcada la diferencia de ámbos, i este error ha conducido a contradicciones i dificultades que ofuscan i embrollan la verdadera organizacion de los poderes políticos, dando al Estado atribuciones vastas i estensas que no pueden comprenderse en su limitada esfera de accion.

La sociedad como agregacion de hombres no puede tener otro fin que el que se funda en la naturaleza humana. El bien del hombre consiste en el desarrollo de sus facultades i de sus relaciones con el órden jeneral de los seres del universo, porque está destinado a desenvolverse sucesivamente por su propia naturaleza; i así su fin racional no puede consistir en otra

cosa que en la perfeccion i estension de esas mismas facultades i de esas relaciones con sus semejantes, con el órden natural i con el Ser supremo. Este fin es el mas cierto i el mas suceptible de una aplicacion jeneral, i, admitiendo una vida futura, no se puede concebir otro fin en el hombre que el desarrollo continuo de su naturaleza interior i el engrandecimiento constante del círculo de su vida. Mas para alcanzar este bien deben conocerse los fines particulares en que se resuelve i es preciso crear para cada uno de ellos una esfera de actividad, dentro de la cual se realize por medio de la asociacion de todos los individuos que hagan de cada fin particular la vocacion de su vida. Así es como la sociedad humana debe dividirse i organizarse en sociedad política, relijiosa, científica, industrial, i proseguir en dominios diferentes i con organizaciones especiales los varios fines en que se divide el bien jeneral. Por consiguiente se ve que el fin de la sociedad no difiere del del hombre, sinó en cuanto se realiza en una escala mayor i de una manera mas perfecta por la reunion de los hombres asociados.

Los filósofos que identifican el fin social con el fin político del Estado han creido que aquel es diferente del fin del hombre, porque dicen que el suponerlos iguales seria envilecer al hombre, encerrándole dentro de los límites de la existencia presente i autorizando al poder público para que impusiese leyes a su actividad; de todo lo cual naceria infaliblemente el despotismo i no la felicidad de los asociados. En efecto, serian ciertas tales consecuencias, si el fin social fuese lo mismo que el fin del Estado, porque siendo el Estado una institucion particular que tiene por objeto la aplicacion, el mantenimiento i el desenvolvimiento del

principio del derecho, i que emplea para la realizacion de este principio todos los medios de fuerza que están a su disposicion, es claro que no podria sin arbitrariedad i despotismo propender al cumplimiento de los fines que la naturaleza ha confiado a la intelijencia i a la libre voluntad del hombre. Mas la sociedad es un ser libre i moral, i su direccion debe ser esencialmente libre para que sea compatible con la dignidad i personalidad humana. Su fin no puede ser diferente del fin del hombre porque la sociedad no es otra cosa que la espresion de la naturaleza del hombre en toda su estension, i le representa completamente, sin necesidad de aniquilar sus facultades i tendencias naturales. El hombre no está limitado al círculo de la vida presente, porque es inmortal, i la sociedad debe estar organizada de modo que le facilite las condiciones. que pueden llevarle al cumplimiento de su destino futuro, por cuya razon es absurdo creer que la sociedad tiene un fin mas limitado que el del hombre i que su influencia está ceñida a la vida actual del ser intelijente. El despotismo que se teme sancionar se evita ménos con la separacion que por la identificacion del fin del hombre con el de la sociedad, porque cuando los intereses de este en jeneral se establecen como base de los intereses sociales, la sociedad no puede desconocerlos verdad es esta que permanece intacta a pesar de la consideracion de que alguna vez se haya desconocido con pretestos erróneos o arbitrarios.

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