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rieron diez Capitanes de Cavallos, y sesenta Capitanes de Ynfantería y otros Cabos. El Marqués de Torrecusa ordenó al Vicario General, que juntando los Clérigos, y Pueblo de Talavera, del Arroyo de Mérida, del Montijo, y de la Puebla, enterrasen los muertos del Campo Portugués, y él lo hizo en un malacon, y zanja antigua, retirándolos de los pies en cavallos uncidos, y enterrando el Domingo, Lunes y Martes, tres mil y sesenta y siete cuerpos. Estos fueron los que se hallaron en la Campaña, y sin llegar al monte, en el cual, y donde se detuvieron, passaron de mil los que murieron, y la derrota fué tal, que su Exército llegó deshecho á Portugal, pues solo se hallaron dos mil Ynfantes, y doscientos Cavallos. >

Hasta aquí la relación que encontramos de esta batalla, y los recuerdos del Montijo.

Á poco más de un kilómetro de este pueblo está Puebla de la Calzada (1), llamada así por la vía romana que á sus inmediaciones pasa. No sabemos qué nombre tuvo en los tiempos de Roma. Existía ya cuando el engrandecimiento de Mérida, pero había de ser una población insignificante cuando no la cita en su Itinerario Antonino Pío, entre las mansiones comprendidas de Lisboa á Mérida, ni en las de esta ciudad á Badajoz. Además, los vestigios antiguos encontrados en esta población denuncian su origen romano y aun su correspondencia á población árabe, de menos importancia acaso que su vecina Mentesa.

«Ya no arde el Montijo,

ni La-Puebla llora;
no teme Talavera
quedarse sola.

La guerra con Portugal ha sido muy sanguina: más sangre mea un pollo

cuando tiene mal de orina.»>

(1) Es lo mismo que pobladura por la que atraviesa la calzada ó camino roma

no, y efectivamente le cruza.

El maestre de Santiago la arrebató de manos de los Templarios, formando desde entonces parte de la encomienda de Mérida, y en 1580, le fueron concedidos los privilegios de villazgo, en el acto de venderla á D.a María Enríquez, marquesa de Villanueva del Fresno, y al fallecimiento de esta señora pasó á los estados del conde del Montijo.

Hasta mediados del siglo XVII fué población importante entre los pueblos que contó Extremadura desde la Reconquista; pero la guerra de Portugal la destruyó totalmente, saqueándola prime. ro, y quemándola después, pues consta que estuvo ardiendo desde el día 23 de Mayo de 1644, que fué lunes, hasta el 26 por la mañana, que fué jueves, día de la batalla del Montijo. El conde la repobló seguidamente concediendo á los que quisieran habitarla ciertas prerrogativas y mercedes que sirvieron para aumen tar su vecindario en pocos años. Por estas razones todo lo que existe en esta villa es moderno, desde su parroquia de la Asunción hasta la casa de Ayuntamiento.

La Garrovilla sigue en la prolongación de la carretera de Mérida, y está situada á ocho kilómetros de la Puebla. Población romana de bastante importancia, conocida por el nombre de Daxpo Augustæ, asentada en la margen derecha del Guadiana, los tiempos han borrado de ella todo recuerdo antiguo. Su parroquial, la Asunción de Nuestra Señora, no deja de tener importancia, especialmente su portada, que indica ser de los mejores tiempos del siglo XVI.

II

Apenas el viajero abandona las inmediaciones de Garrovilla. y á manera que avanza hacia Mérida, comienza á observar por todas direcciones despojos de población romana. Las primeras

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ruinas que se encuentran son las del antiguo monasterio de Cauliana, donde los romanos tenían población, y en el siglo v se edificó un templo católico que era visitado frecuentemente por los arzobispos de Mérida, y por su construcción á semejanza de fortaleza, los Templarios, que la poseían, fué teatro de sangrientos hechos durante la guerra de la reconquista. Los historiadores antiguos citan este monasterio con frecuencia y en él ocurrió, en los primeros días de la invasión de los árabes, un hecho que la historia aún no ha podido presentar con entera claridad.

Después de aquella famosa batalla de Guadalete, dada él 31 de Julio de 711, y vencido en ella el rey D. Rodrigo, corrió el monarca godo á ocultarse á la Lusitania; estando en Mérida disfrazado de pastor y reconocido que fué por un diáco

no, le llevó á ocultarse en el monasterio de Cauliana, donde le esperaban un puñado de leales suyos y juntos marcharon á Badajoz, internáronse en el hoy Portugal, llegando hasta Alcaboza, no lejos de Pedermeira (1), muriendo en 714 rigiendo el pequeño reino que fundara en el extremo del río Duero (2), según la lápida sepulcral de este monarca hallada poco hace, é interpretada hábilmente por un sabio arqueólogo portugués.

Siguiendo hacia Mérida, antes de llegar á ella, como á unos cuatro kilómetros, se ven levantarse erguidos los restos de sus famosos acueductos, y su memorable puente desafía á los tiempos y se burla de los siglos, ni más ni menos que si pretendiese ser eterno; y como panorama de agradable aspecto, está la ciudad esparramada sobre una baja colina de terreno de arrastre que la eleva sobre el río Guadiana unos 20 metros al sumo.

(1) No se sabe si el arzobispo de Mérida, que asistió á la batalla de Guadalete, fué Máximo ú otro que le sustituyese; pero se asegura que, destruído el ejército cristiano, el rey D. Rodrigo se vino huyendo con pocos de los suyos hasta el monasterio de Cauliana, distante dos leguas de Mérida.-(Historia de Mérida, por Fernández y Pérez, pág. 112.)

(2) La tradición de que apenas arribó á Portugal fué á morir al convento de Pedermeira, confesando á un monje del mismo su personalidad, es un cuento basado en lo que sobre el particular refiere cierto cronista religioso autor de esta falsedad.

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