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Potosí, en recompensa de su celo, al contador interino don Gregorio González Blanco.

En cuanto a lo que ella hizo en lo sustancial de la materia, el cronista Carvallo, que fué testigo presencial, nos lo refiere en las líneas que siguen: "Por grados fué la corte librando las correspondientes órdenes para hacer subir los reales derechos, hasta que ha quedado admitido sin contradiccion el plan de González Blanco, que ántes rehusaron porque le vieron de vulto. En llegando el caso de establecer nuevos impuestos, la prudencia debe hacer todo el costo, así en su establecimiento, como en su exaccion; que el imprudente modo de conducirse de algunos comisionados hace duras e insoportables muchas cosas, i mas en aquellos países remotos, i en las críticas circunstancias de estos tiempos."

Mas si, como lo refiere Carvallo i Goyeneche, el gobierno peninsular logró establecer poco a poco un sistema mas oneroso de contribuciones, sin provocar tumultos estrepitosos, no pudo conseguir su objeto sin dar motivo para murmuraciones, i sin producir una gran desconfianza en los habitantes de Chile.

Referiré una incidencia que manifiesta hasta qué grado de alarma habian llegado los ciudada

nos.

En 6 de julio de 1780, el rejente de la real audiencia don Tomas Alvarez de Acevedo sucedió interinamente en el mando superior a don Agustin de Jáuregui, mientras venía el propietario.

Como el rejente era un administrador bastante laborioso, realizó en el corto período de su interinidad varias mejoras mas o ménos importantes, i entre ellas la de numerar las casas de Santiago;

pero era tanta la suspicacia que habia despertado el procedimiento de la corte en el asunto de las alcabalas i pulperías, que tuvo que suspenderse la comenzada numeracion; porque principió a decirse que aquello se encaminaba a imponer nuevas contribuciones, i en consecuencia, a conmoverse el vecindario de un modo serio (1).

Este pequeño incidente manifiesta cuál era el descontento público que habia en 1780 a causa de los rigores que se ejercian en el cobro de los derechos de alcabalas i de pulperías.

II.

A la causa mencionada de desagrado, se agregaba otra que debia perturbar los ánimos no ménos fuertemente.

Allá por el año referido de 1780, se estaba tratando en Chile de efectuar la reforma de los regulares, decretada por real cédula de 16 de octubre de 1769. Habiendo las órdenes monásticas ido relajando poco a poco sus constituciones, muchos individuos de ellas vivian fuera de los claustros, sin observar los preceptos de sus reglas, i distraídos en la administracion de bienes propios o ajenos. El rei, para poner fin a tales escándalos, habia mandado que se nombraran visitadores encargados de restablecer la vida comun en los conventos, haciendo que los relijiosos orasen a Dios, en vez de ocuparse en negocios mundanos.

Fácilmente se concebirá que la ejecucion de esta disposicion real debia ser mui desagradable para los pacientes i sus allegados.

(1) Pérez García, Historia Natural, Oivil i Sagrada del reino de Ohile, libro 10, capítulo 14.

Ahora bien, es sabido que los frailes tenian una grande influencia en la época colonial. Cada familia era dirijida, puede decirse, por alguno de ellos. Así no se estrañará que la cuestion de la reforma monástica inquietase los ánimos tanto como la de las alcabalas i pulperías.

III.

En medio de estas diversas conmociones que estuvieron ajitando al pueblo de Chile desde 1776, las cuales eran simples disgustos de súbditos buenos i leales, i de ninguu modo conatos de rebelion, ni siquiera lejanos, nació la primera idea de independencia.

Los que concibieron un pensamiento tan inmaturo fueron dos franceses, llamados, el uno Antonio Gramuset, i el otro Antonio Alejandro Ber

ney.

Gramuset estaba residiendo en el país hacía muchos años, i se habia casado en él.

Era un individuo emprendedor, que habia pasado la vida cortejando a la fortuna, sin lograr jamas merecer sus favores.

El primer rastro suyo que he podido descubrir se refiere al año de 1769.

En aquel año se habia ordenado espulsar por mandato del rei a todos los estranjeros que se hubieran introducido en Chile, sin competente permiso.

Estaban los infelices haciendo sus lios para partir, cuando mui oportunamente para ellos estalló en Arauco un levantamiento jeneral i terrible de los pehuenches, guilliches e indios de los llanos, los cuales mataron a cuantos cristianos pudieron

haber a las manos, tomaron cautivas a sus mujeres e hijas i saquearon sus propiedades.

Despues de haber cometido estos estragos, los bárbaros alzados tomaron una actitud amenazante, manifestando intenciones de invadir la parte civilizada de Chile.

El oidor decano don Juan de Balmaceda, que acumulaba interinamente el cargo de presidente del reino, adoptó, entre otras medidas aconsejadas por la gravedad del caso, la de invitar por bando a los estranjeros para que armados i montados a su propia costa formasen una compañía que fuese a la guerra de Arauco, ofreciéndoles en recompensa solicitar para ellos del soberano, real carta de naturaleza que los facultase para residir libremente en el país.

Sesenta i siete portugueses, franceses, italianos i holandeses, halagados por la oferta, respondieron al llamamiento.

Don Antonio Gramuset fué cadete de esta compañía.

El cuerpo de voluntarios estranjeros marchó efectivamente a la frontera, donde hizo una campaña de cuatro meses en la columna del teniente coronel don Antonio Narciso de Santa María, desempeñándose a satisfaccion de su jefe, i contribuyendo al escarmiento del enemigo.

A su regreso a Santiago, el presidente don Francisco Javier de Moráles les dió las gracias a nombre del monarca, les encargó que estuvieran apercibidos para volver a salir contra los indios, si fuera menester, i les permitió que quedaran en Chile (1).

(1) Espediente formado por el capitan de la compañía de estranjeros don Reinaldo Breton, i don Juan Anjel Berenguel, teniente de la misma, a fin de que se concediera a ellos i sus compañeros la carta de naturaleza que se les habia prometido.

El rei llevó mui a mal el que se hubiera hecho semejante concesion a estranjeros, i mandó con tono bastante severo que no se dieran las cartas de naturaleza hasta que él pudiera instruirse bien de los antecedentes, i fuese informado de cómo habia podido reunirse en sus dominios de Chile tanta jente estraña (1).

A pesar del real enojo, aquellos estranjeros permanecieron en el país.

Gramuset fué por varios años, arrendatario de Cumpeu, hacienda perteneciente a la órden mercenaria, i situada en el partido del Maule (2).

Estuvo dedicado, no solo a los trabajos agrícolas, sino tambien a los de minas; pero los provechos no habian correspondido nunca, ni a sus fatigas, ni mucho menos a sus aspiraciones, que eran grandes.

Sin embargo, Gramuset no se desanimaba. Cuando se persuadia de que una empresa no correspondia a las risueñas esperanzas que ella le había hecho concebir al acometerla, buscaba inmediatamente otra, en seguida otra, i despues otra, lisonjeándose siempre con que la última de las intentadas habia de compensarle todas las pérdidas i desengaños de las anteriores.

Era un hombre que vivia divisando a alguna distancia delante de sí a la diosa de la riqueza, que le llamaba con semblante amigo, pero que no le dejaba aproximarse para poder recibir los dones ofrecidos solo desde léjos. Gramuset, no obstante, corria siempre tras ella, sin desesperarse.

En 1776, le encontramos arrendando, en vez de

(1) Real Cédula de 12 de junio de 1772, i Real Orden de 22 del mismo mes de 1773.

(2) Espediente promovido por Gramuset en 6 de noviembre de 1777 contra doña Josefa Gaete i otros.

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