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Así pasaban las cosas a lo menos en el Alto-Perú; i tan a raya despues de todo se mantenian recíprocamente allí el sacerdocio i el imperio, en pró de la lejana autoridad real, que el mismo dignatario supremo de la iglesia a quien se va luego a recibir en triunfo como un emperador, no tardará mucho en ser arrastrado sin piedad al destierro i al sepulcro, con solo invocar pérfidamente el nombre del rei ante la turba silenciosa de los consternados feligreses.

Lo singular del caso está en que esta vez no fué para sacar medrada la dominacion del rei, sino para derrocarla.

XIV.

El dia de la entrada solemne del arzobispo amanecieron empavesados los balcones i azoteas de la ciudad. Los campanarios, las torres i las cúpulas se alzaban con gallardetes, oriflamas i pendones. La cohorte veterana i los milicianos urbanos formaron de gran parada al son de músicas i trompetas. El pavimento de las calles destinadas al recibimiento estaba cubjerto, desde el arrabal hasta la plaza mayor, de una alfombra muelle i fragante de ramajes i flores. A lo largo de las aceras el indio rústico habia levantado sobre postes arcadas i festones de molle, el crespo arbusto que con verde persistente matiza gotas de sangre en racimos olorosos, De trecho en trecho los gremios menores habian construido arcos triunfales en medio de la calle, i tendido cuerdas trasversales donde entre cintas, colgaduras i ropajes pendian relucientes espejos de acero, candelabros, zahumadores, pescaderas, jícaras, mancerinas, aguamaniles, escupideras i otras no nada nobles vasijas de plata bruñida. Los ricos criollos no perdieron la ocasion de lucir en las puertas, ventanas i balcones de sus casas, las colchas i tapices de demasco i brocado que eran tan de su gusto (1).

(1) Conversacion en Sucre con doña Martina Lazcano i el canónigo don Juan C. Flores, testigos oculares de la fiesta.-"... Alcalá, el dia cuatro, esto es, dos dias despues de la entrada pública del Iltmo. Señor Arzobispo, se queja de que no le deja descansar el ruido (que ya no habia) de las trompas i tambores. Pasando por alto, que segun el modo de esplicarse de este mismo interlocutor, no es su Iltma. el que ha hecho la entrada pública, sino los que han concurrido a ella, i porque en vez de decir: "entrada pública, que no ha hecho ni tan majes tuosa, ni tan solemne, ningun otro Prelado," dice: "que no se ha hecho tan majestuosa, ni tan solemne, con ningun otro Prelado...etc." Carta apolojética. etc. Si agregamos el jentío, las mojigangas danzantes, los castillos de cohetes, las camaretas, la caja, la chirimía i otras zarandajas, se tendrá una idea cabal de lo que constituye, hasta en nuestros dias, la solemnidad i majestad de una fiesta cívico-relijiosa en Bolivia.

Llegado al Tejar, el ilustre viajero hubo de detenerse en una granja a poca distancia de la ciudad, así para tomar descanso como para recibir en privado a las personas que allí acudieron impacientes i anhelosas a darle la bienvenida. Entrada la noche se encaminó de incógnito a la ciudad; i pasando hasta el siguiente dia en la casa-quinta del Buen-Retiro, aguardó la tarde del mismo para hacer su entrada pública en la capital (1). Esa entrada era un acto oficial, que debia verificarse rigurosamente conforme al ceremonial establecido de consorcio por las leyes i los cánones (2).

Era el 2 de enero de 1807 (3).

Desde las primeras horas de la mañana el movimiento i la algazara de la ciudad fueron estraordinarios. Dieron las cuatro en el reloj de la catedral; i resonaron al punto juntamente las salvas de artillería, los repiques jenerales, las músicas i trompetas. El momento habia llegado. Desfilando entónces el colejio azul, el seminario conciliar, el vecindario, el ayuntamiento, los empleados públicos, el claustro universitario, las comunidades de regulares, el clero i cabildo metropolitanos, se abrieron en dos alas delante del atrio de la catedral para hacer el recibimiento conforme al gran ceremonial de Clemente VIII. Allí aguardaban tambien la capi

(1) Informaciones verbales sabre algunos sucesos de 1809 en Chuquisaca i otras menudencias referentes. 1875. Ms. Acerca del oríjen i valor de este documento se hablará en otro lugar.

(2) Don frai GASPAR DE VILLARROEL, arzobispo de La Plata, que presenció la entrada del arzobispo don Gonzalo de Ocampo en Lima, i que describe la que él mismo hizo al posesionarse de su obispado en Santiago de Chile, da una pintura mui exacta de la manera cómo en esta América se hacia el recibimiento de un obispo en su capital diocesana; i la da con los cercenamientos hechos por la autoridad rejia al gran ceremonial romano, i con las modificaciones usuales i consiguientes a la parte que en la fiesta se prestaba a tomar de hecho la majistratura seglar. Gobierno eclesiástico pacífico, i union de los dos cuchillos, pontificio i rejio (Madrid, 1656-57, 2 vol. fol., Garcia Morrás). Part. Prim., cuest. 1., art. VI, fol. 28 i 29. Siendo niño he visto la entrada solemne, que despues de consagrado, hizo en Santa-Cruz el obispo don Manuel Anjel del Prado, la cual fué en lo esencial conforme a la descrita en el texto. Como por entonces dicha ciudad conservaba todavía las mismas costumbres de la colonia, brilló en dicha fiesta la pompa triunfante i ese esplendor jeneral que dimana tan solo del entusiasmo con que espontáneamente se asocian a una celebridad todos los corazones. En un Ms. de 1611 veo la descripcion de la entrada en La Plata del arzobispo don Alonso de Peralta; i en verdad nada hai mas estraordinario que esta fiesta triunfal, que duró algunos dias. Entre otras grandezas, se plantó en la plaza una selva tupida, de donde salieron danzantes al son de músicas peregrinas, cuando el arzobispo llegó a la catedral en procesion.

(8) Oficio de Moxó al virei marquez de Sobremonte, en enero 26 de 1807, Rejistro copiador de oficios... etc.

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lla alta de la catedral con su orquesta, i revestidos algunos canónigos i el colejio de párrocos (1).

En esos mismos instantes salia del Buen-Retiro el arzobispo sobre una mula ricamente enjaezada, a la cabeza de una numerosa i lucida cabalgata, compuesta de la nobleza i de comisionados de las diversas corporaciones, i seguido de a pié por el pueblo, que victoreándole i arrojándole flores i misturas, se prosternaba en tropel a uno i otro lado para recibir la bendicion episcopal. Recorrió de esta suerte la calle Larga, doblando en el templo de Santo Domingo hacia la plaza, para salir a la esquina del conde de Carma, dar la vuelta pasando por el cabildo i la universidad, i llegar al atrio de la catedral por la verja de la plaza. Allí fué recibido bajo de palio i llevado en procesion al templo con los cánticos de la iglesia (2).

Lo demas de esta festividad cívico-relijiosa, tan espléndida entónces como hoi inusitada, fué conforme a lo que no sin frecuencia solemos ver en el interior de nuestras basílicas. El arzobispo subió al solio metropolitano, servido de rodillas por sus familiares, en medio de su corte de canónigos, del clero, las comunidades relijiosas, las corporaciones civiles i de una inmensa concurrencia.

Salido de allí, el diocesano cancelario pasó al palacio de la universidad, adonde, con una laudatoria primorosa del rector, le aguardaba todavía un baño de inmersion en esencia pura destilada de rosas i jazmin, capaz de refrescar i restaurar sus recien venidos pero ya fatigados miembros.

(1) Conversacion en Sucre ántes citada.

(2) "Al bajarse de la mula ricamente enjaezada que montaba (una mula bajita mui lozana) el pertiguero de la catedral se la llevó para sí con todos sus arreos, i los monaguillos o seises cargaron con las aureas espuelas i otros ricos enseres de viaje que como gajes del oficio el arzobispo les dejó." Informaciones verbales sobre algunos sucesos de 1809... etc.-Paseando no ha muchos meses en Sucre las hermosas galerías i azoteas del oratorio de San Felipe Neri, en compañía de mi respetable amigo el padre prepósito de la congregacion don Pedro de la Llosa, al salir de la bóveda donde se me acababan de enseñar el sepulcro del presidente de Charcas García Pizarro i la urna cineraria del arzobispo Moxó, encontramos un anciano mui conocido en la casa, encorvado al parecer bajo el peso de unos cien años, quien preguntado por el padre prepósito acerca de la entrada solemne del dicho arzobispo, contestó con vehemencia: "Jesus! i qué jentío, i qué trajes tan raros, i qué calbagatas, i qué repicoteo, cañoneo i alboroto los de aquel dia!" Refirió en seguida algunos pormenores acerca de San-Alberto, cuyos piés tuvo la dicha nunca olvidada de haber besado, cuando estuvo el cadáver espuesto al público en este mismo templo de San Felipe de donde acabábamos de salir. Todavía quedan en Bolivia algunos viejos de la época i de las inmediatamente posteriores de la revolucion, a los cuales se pudiera interrogar i carear con gran ventaja para los anales de la historia.

XV.

Visitando la sala capitular de la catedral de Chuquisaca, i pasada la impresion que causa la majestuosa galería de obispos i arzobispos que cubre los muros, a dos pasos sobre la derecha de la puerta, al lado de la fisonomía dulce i benévola del arzobispo San-Alberto, llama hoi la atencion un prelado jóven, que lanza sobre el espectador una mirada penetrante e impenetrable, desde un rostro casi femenino por la blancura imberbe de su tez, la suavidad de sus perfiles, la gracia de sus labios breves i rojos, el abultamiento terso de sus carrillos i la negra cabellera echada en bucles tras de la oreja; pero que denota con vigor el sexo viril en la conformacion de las sienes, en la nariz toscamente abultada hácia su estremidad, en la frente discreta i cuadrada, en la grave impasibilidad del ceño, en la cabeza dominante i en su apostura señorial (1).

Ese era él. La inscripcion lo dice: don Benito María Moxó, arzobispo de La Plata (2).

Tal es la imájen que nos queda de la majestad con que, despues de haberse ceñido en Europa la cogulla, se presentó vistiendo la violeta i la púrpura ante sus feligreses de la colonia, el postrero de los arzobispos que envió a Chuquisaca la metrópoli (3). La imajinacion podria dar la última pincelada al retrato, la pincelada poética, con esas tintas que prestan siempre cierto interes al semblante del que, a la vuelta de trabajos i desdichas noblemente soportados, ha sido el que designó la Providencia para poner con

(1) La tela es de lo peor que hai como pintura en la galería. Contiene un error garrafal de dibujo en el brazo derecho. ¡Moxó en cambio era el mas entendido en pintura entre los prelados allí retratados! Se pudiera mui bien afirmar que ha sido el único efectivamente entendido en bellas-artes.

(2) Hé aquí esa inscripcion: "El Iltmo. i Revmo. S. D. D. Benito María de Moxó i Francolí Marañoza Zabater Sans de Latras, Caballero de la Órden de Cárlos III. Nació en la ciudad de Cervera en Cataluña el dia diez de abril de 1763. Fué Cathedrático de aquella Real Universidad i su diputado en ia Corte de Madrid. Viajó en las Cortes de Italia de Orden del Gobierno i recibió el grado de Poeta Laureado en el año de 1803 Fué elejido Obispo de Asura, i en el de 1805 Arzobispo de la Plata."

(3) Don Diego Antonio Navarro Martin de Villodres, cuyo hermoso retrato figura tambien en la galería, se volvió de La Paz a Europa, por órden de Sucre, que se negó a posesionarle en la silla. Tengo su correspondencia con éste i con su gobernador eclesiástico el dean Terrazas. El gran mariscal, que sabia poco de cánones, omitió arrancarle ántes su formal renuncia, por lo que principalmente el arzobispado estuvo vacante veinte años,

su persona término en la historia, a un linaje cualquiera de predominio, de soberanía o de grandeza (1).

I esa grandeza por aquel entónces brillaba desde el instante en su plenitud. Al dia siguiente de la entrada, divisarle era el anhelo universal, tratarle la porfia de los magnates i vecinos encopetados, besarle el anillo la dicha incomparable de unos pocos escojidos que acudieron listos en los momentos que el cansancio del viaje le permitiera recibir. ¿Cuál será la fiesta primera en que él aparezca a echar a todos su bendicion? Era la pregunta de todos. El rebaño pacia entónces mansamente en la dichosa Arcadia, i balaba de contento al divisar al pastor.

¿Qué persona, cuál asunto mas digno de absorber por completo el caudal de las conversaciones? Los viejos manuscritos no indican ningun otro tema que competirles pudiera; pero hablan de una persona i de un asunto, que relacionados con el gran suceso de la entrada, merecieron ocupar por esta causa la atencion pública esos dias.

Esa persona i ese asunto son el rector i su arenga de la universidad.

G. RENÉ-MORENO.

(1) Es imposible escuchar sin emocion la palabra postrera i serena del que se va despojado por la suerte i por los hombres. La del achacoso e infortunado Martin de Villodres, dictada en junio 5 de 1825 a su secretario, debió conmover el sano corazon de Sucre, quien hubo de imponer al arzobispo la lei de la emancipacion acaso con pena, segun se colije de no haberle hecho apurar el cáliz de golpe, sino en dósis proporcionadas, es decir, en tres o cuatro órdenes durante cuatro meses, significativas todas, pero no perentorias, i siempre mediante la autoridad local. La respuesta del anciano fué breve, sin murmurar, i puede servir de ejemplo: "Su Iltma, queda conforme i llano a su cumplimiento, i me manda que así lo diga a US. en contestacion." I se alejó para siempre, con tristeza. No hubo asomo de confusion, ni de soberbia, ni de cobardía en este silencio por otra parte tan lleno de dignidad; pues no omitió ocurrir a su tiempo enérjica i respetuosamente al Libertador, invocando su derecho, representando la estrechez de sus deberes, vindicándose del cargo que resultaba en su contra de haber permanecido entre realistas o al lado del mismo virei hasta la jornada de Ayacucho, i solicitando sentidamente "permiso para pasar a morir pronto en su ciudad metropolitana en medio de sus feligreses." Los vencedores se mostraron inexorables.

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