Imágenes de páginas
PDF
EPUB

Yo salí a buscar una casa aunque fuera un palomar; pero donde no hubiera boticarios, ni españoles, ni cosa parecida.

Cuando volví, me encontré con otra catástrofe; mi mujer a quien yo habia aconsejado que tomara un baño, se habia olvidado de cerrar la llave del agua potable que continuaba cayendo en el baño lleno, desde hacia dos horas. El envenenamiento del dia anterior le habia hecho perder la memoria.

Era una verdadera inundacion; el cuarto de baño i nuestro dormitorio tenian a lo ménos un pié de agua; yo veia sobre la superficie flotar mis chinelas, como pequeñas embarcaciones, i zapatos, camisas, un sombrero de paja i otros objetos nadaban en aquel mar tranquilo. Pero aquí no acaba todo; el agua principió a filtrarse por el piso i a caer sobre la tienda de un tercer vecino que me habia olvidado de mencionar i que me cobró dos mil pesos por daños i perjuicios.

Yo caí enfermo, estuve un mes en cama; una gran parte de este tiempo lo pasé delirando, veia por todas partes boticarios, españoles, alguaciles que me perseguian i mil veces me parecia que me ahogaba en una inundacion, i que me sofocaba con hidrójeno sulfurado, i que me cobraban, i que yo no podia pagar, i que me moria en aquella horrible situacion.

Al levantarme de la cama me puse de rodillas, i con una emocion indecible esclamé: Señor: yo soi un hombre de letras; esto no es una pretension, porque si no fueran testigos de ello mis pobres trabajos, aquí estaria mi pobreza, carácter distintivo del oficio en esta tierra de promision de los tontos de capirote; soi pobre, es decir, tengo todas las cualidades negativas que un hombre puede tener, es decir, soi un personaje que no tiene ningun valor absoluto ni relativo, valgo ménos que el cero porque no valgo nada aunque me pongan a la derecha de otro; valgo ménos que la nada porque a mí me toman por algo, lo que me espone al ridículo; yo no aspiro a nada, yo no quiero ser senador, ni diputado, ni intendente, ni gobernador, ni inspector de barrio, ni seisillo de la catedral, ni portero de ninguna parte; pero, Señor, yo quiero ser propietario de una casa en cualquiera calle, de cualquier barrio, de cualquiera ciudad, en cualquiera de las cinco partes del mundo.

Hoi vivo en una casa de mi propiedad en la calle tal, número tantos. Dios habia oido mi plegaria.

Santiago, diciembre 1875.

A. VALDERRAMA.

M. LITTRÉ (1).

Nos hallamos en la Asamblea de Versalles, el año de gracia de 1874, primero del septenado. Celebrábase sesion: la discusion parecia bastante interesante i los debates animados. La atencion de la cámara se dirijia hácia dos puntos diferentes: uno era el orador que ocupaba la tribuna; otro un simple representante, tranquilamente sentado a la izquierda, en el fondo de un sillon, en el banco de los oficiales de sala, corrijiendo algunas pruebas de imprenta, segun se podia juzgar a la distancia.

El nombre del primero no hace a la cuestion: bastará decir que en ese momento era un orador sagrado. Ocupábase en materias filosófico-relijiosas o relijioso-filosóficas, como se quiera, i hacia oir a cada instante las palabras de materialismo, de positivismo, de ateismo, un enjambre de términos técnicos, sazonados con un acento furibundo que iba, si no al alma, a los oidos de toda la cámara. Algunos honorables representantes se contentaban con escuchar manteniendo cerrados los ojos: otros reian mirando el banco de los oficiales de sala, i al representante que permanecia siempre inclinado sobre sus pruebas.

Sin embargo, no se descubria una gran parte de su persona; na

(1) Traducimos este artículo de un libro que casi puede considerarse inédito para nosotros. Es un volúmen anónimo que acaba de publicarse en Paris por la librería Michel Levy frères, con el título de Les portraits de Kel-Kun (queloun, cualquiera). El retrato de M. Littré, sin ser propiamente científico, es interesante i característico. Los lectores verán que algunas de las injustas i vulgares acusaciones que se han hecho al eminente sabio frances son las mismas que se han reproducido en Chile en contra de alguno de nuestros hombres mas distinguidos.

da mas que largos cabellos caidos en grandes mechas lácias al rededor de la cara, los hombros abovedados, el gancho de los anteojos i la estremidad de los dedos: todo el resto se confundia con los papeles i el pupitre. Pero se sabia que ese resto era M. Littré, lo que daba un vivo interes al espectáculo. Visto por la espalda i por el cráneo, M. Littré era verdaderamente hermoso por la calma, soberbio por la indiferencia. En vano el orador, mas i mas sagrado cada momento, lo rociaba a cada instante con una regadera prestada sin duda alguna en la oficina del Univers. Esa lluvia. de epítetos que caia sobre su persona, no lo hacia ni siquiera sacudir las orejas, como lo haria un perro mojado. M. Littré se limitaba a hacer cada cinco minutos un lijero movimiento para susituir una tira de papel por otra. Así fué como atravesó la prueba del discurso relijioso corrijiendo sus pruebas de imprenta.

Esta calma superior, este desden abundante i fácil, actitud de benedictino absorbido, perdido en sus meditaciones, esta coraza de indiferencia en la que venian a mellarse las puntas aceradas, son los rasgos distintivos i el verdadero sello de M. Littré; tipo especial, combinacion singular de los estremos: naturaleza delicada i suave, casi femenil, unida a un espíritu virilmente resuelto, indomablemente lójico; apariencias tímidas i reservadas coincidiendo con un apetito insaciable de verdad, una pasion infatigable por lo real; en fin la elocuencia ménos dogmática, la forma ménos altanera, aplicadas al fondo mas rico, a la erudicion mas vasta que sea posible imajinar.

Para darse una cuenta exacta del personaje, para tomar bien todos los méritos negativos de su actitud, es menester ponerlo en paralelo con su íntimo enemigo, M. Dupanloup. ¿En qué bases se apoya el orador católico? En la fé, en la teolojía, en resúmen, en la hipótesis. ¿Se siente molesto, turbado, vacilante? Al contrario. Afirmaciones netas i cortantes, axiomas, reproches, tales son los resortes que emplea M. Dupanloup en los asuntos que trata, acalorado, terrible, violento hasta la descortesía. Nada lo distrae ni lo detiene: untuoso i furibundo, trivial i lírico, va siempre hasta la apoteosis de sus propias ideas, hasta el anatema contra las teorías adversas. Por su parte, el filósofo positivista se mantiene en las altas rejiones i rehusa salir de ellas. Confiado i respetuoso a la vez acerca de su doctrina, léjos de tener la pretension altanera de encarnarla en sí mismo, se absorbe en ella, se refujia en ella contra los ataques, como en una patria tranquila i segura.

Contemplad a ambos: a aquél con su tez inflamada, sus jestos agresivos, sus sobresaltos de cuerpo i de elocuencia; a éste con su paciencia, su suavidad, su mutismo, i comparad. ¿Dónde está el sacerdote, dónde está el apóstol? Monseñor Dupanloup tiene el aire de un arcánjel demoniaco, M. Littré el de un mono anjélico.

Digo mono para conformarme a la realidad física del personaje, i no para complacer a la leyenda popular de que hablaré mas adelante, i que es falsa como todas las leyendas. M. Littré tiene la apariencia simiana: es inútil ocultarle la verdad, porque es un filósofo práctico. El labio inferior prominente, las cejas espesas, los ojos pequeños i brillantes, el rostro lampiño i apergaminado, cabellos de color incierto, talle corto, movimientos mecánicos: el conjunto i los detalles del personaje representan un cuadrumano de la última potencia, es decir en el estado de civilizacion.

Pero la muchedumbre no lo entiende así. Si estas dos palabras, Littré i mono, mono i Littré, se asocian súbitamente, casi involuntariamente, en el espíritu i en los labios del primero que pasa por la calle, es que poco a poco se ha formado, se ha desarrollado, se ha infiltrado en las masas una tradicion segun la cual M. Littré seria el padre o padrino de cierto sistema antropolójico. Este sistema asolador hace descender al rubio Raul Duval de un orangutan i al amable vizconde de Castellane de otro mono de las selvas vírjenes. Todo lo cual sería bien horrible de pensar i de creer ¿no es verdad, señoras?

La tradicion es antigua, i ha seguido su camino. M. Littré nos hace descender a todos del gran chimpance; hé ahí lo que piensa el vulgo, lo que ha oido decir, lo que recuerda, lo que encuentra interesante en el personaje que nos ocupa. ¡Pobre Littré! Afortunadamente, desprecia la gloria por carácter i por deber profesional. Sin esto ¿qué diria él al ver donde se coloca la suya? Porque, suprimid el mono, i Littré no existe para el vulgo. Este ha reunido i confundido el hombre i la bestia en un rincon del cerebro de las jentes vulgares. El vulgo los ha hecho inseparables; tiene pesadillas por la noche, cuando el tiempo está borrascoso o cuando un accidente cualquiera ha desarreglado sus nervios. Ambos aparecen como los hermanos siameses del positivismo. Quitad el cuadrumano i adios el filósofo.

Así se escribe la historia. Este gran sabio, este hombre admirable de paciencia, de erudicion, de fidelidad a la memoria de su maestro, este trabajador infatigable, este obrero universal que ha

B. C.

18

construido una enciclopedia, es decir un monumento, no es conocido del vulgo mas que por una opinion--i esa opinion no es la suya, Es preciso decirlo mui claramente al filisteo, es menester arrebatarle violentamente sus mas caras ilusiones: la teoría del mono no pertenece a Littré. Littré no tiene nada que ver con la teoría del mono.

Este sistema antropolójico con que se ha hecho tanto ruido en los últimos tiempos, no data de ayer. Remonta a Lamark i sobre todo a Darwin. Consiste en decir que el desarrollo de la vida no ha sido completo en la tierra desde el primer dia, que los organismos mas sencillos han debido aparecer primero; i que ha habido una evolucion, una marcha, un progreso hacia lo mas complejo. El organismo mas complejo es Monseñor Dupanloup, es M. Littré, es Ud., soi yo, es el hombre, comprendiendo igualmente a la mujer.

Os dispenso los términos técnicos, la «concurrencia vital», la «seleccion de las especies», la influencia de los medios en que se desarrolla el animal, la herencia que señala i fija los progresos, para llegar a la conclusion segun la cual los hombres no son mas que antropoides perfeccionados.

Antropoide es una palabra griega i científica, pero galana, destinada a no excitar los nervios de las mujeres sensibles, i que sencillamente quiere decir mono.

El transformismo es, pues, anterior a M. Littré. El sabio positivista se ha limitado a recojerlo, a estudiarlo, a profundizarlo, como todos los otros sistemas. Aun lo ha comentado i llevado a sus últimas consecuencias.-Aquí, yo su lico al vulgo que me preste todos sus oidos, porque la cuestion se hace mui interesante para él.-M. Littré piensa que Darwin se ha detenido demasiado cerca, demasiado pronto, deteniéndose en el mono. Porque se necesita una lójica, i los antropoides no pueden descender de ellos mismos. Provienen de un tipo mamífero primordial, el cual a su turno debe ser un tipo vertebrado, igualmente primordial, i éste procede necesariamente de un tipo no vertebrado rudimentario; i todo se desenreda así hasta los organismos mas ínfimos. ¡Dése por feliz el vulgo! Si el darwinismo tuviera la razon, no descenderia del mono sino de la ostra.

Pero que no se consuele demasiado pronto, que no se apresure a reemplazar una imájen por otra, a reunir en la série de sus sueños a M. Littré i a un molusco cualquiera. M. Littré conduce has

« AnteriorContinuar »