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ta el estremo de la teoría, la esclarece, la esplica, pero personalmente no la acepta. «La teoría de la descendencia, dice con este motivo, es una hipótesis verdaderamente admisible a la discusion. Veamos ahora el obstáculo que ella no ha podido vencer i que impedirá que sirva de base i de principio a deducciones seguras. Este obstáculo está en en la fijeza del tipo específico, opuesto a la concepcion puramente especulativa de la variabilidad limitada de las especies. Hasta ahora, nosotros no hemos llegado a cambiar un tipo específico. Por lo tanto, mientras no hayamos comprobado por la esperiencia una mutacion de este jénero, será menester no considerar la especulacion mas averiguada de lo que está (1).»

¿Es esto bastante neto, esplícito i leal? Puede que nosotros descendamos de un molusco: M. Littré, por su parte, no tendria ninguna repugnancia. La teoría le parece clara, bien concebida i pintoresca. Pero como hasta ahora no ha visto nunca a una ostra, es decir a un animal no vertebrado, trasformarse en pez, es decir en vertebrado, es preciso contentarse con poner cuidadosamente un marco al darwinismo i clavarlo en un rincon del museo filosófico, sin atribuirle otra importancia.

Es simplemente una hipótesis, i M. Littré no quiere ninguna hipótesis. ¡Paz a la verdad, guerra a la hipótesis! Tal es el grito de consigna de la escuela positivista. Esa es la razon porque los teólogos tienen tanto miedo cuando lo oyen. Por eso se atrincheran tan cuidadosamente en sus iglesias, lanzando gritos anticipados i escomulgando cuando no tienen otra cosa que hacer. Frecuentemente se ha comparado la entrada de los positivistas en el dominio filosófico i relijioso a una verdadera invasion de los bárbaros, que entrega todo al saqueo i al pillaje, que no respeta ni la belleza, ni la gracia, ni la poesía. Sin embargo, sería mas propio compararlos a una banda de descubridores que llevan el fierro i el fuego a una selva del nuevo mundo, que cortan, incendian el inextricable monton de troncos i de enredaderas, para trazar en ella un camino recto i rápido, ancho i luminoso.

Los positivistas no han concebido otra empresa que la de cons

(1) La Science au point de vue philosophique, páj. 557. Se sabe que el doctor don R. A Philippi ha sostenido una opinion análoga a ésta en sus Elementos de historia natural, i que sin embargo ha sido atacado en la prensa i en la cámara, como M. Littré en Francia, de enseñar que el hombre desciende del mono. Las mismas causas han producido los mismos efectos en ambos paises. El espíritu de partido, estimulando los instintos del vulgo ignorante, ha acusado allá i aquí a dos hombres mui distinguidos de profesar ideas que ambos han criticado categóricamente.

truir un camino que conduzca de lo real a lo cierto. Los Augusto Comte i los Littré han abierto esta via con una nitidez, a veces con una franqueza singular.

«Nosotros no somos nada fuera de la esperiencia.» Tal es el arma con que el positivismo destroza, demuele, derriba de sus pedestales tantas estátuas agradables i poéticas, las hipótesis de la metafísica i de la teolojía, vanos adornos que no tienen ningun valor para él. Es preciso, pues, renunciar; i en lugar de agotarse en la investigacion de lo que no se puede conocer, hacer una filosofía con lo que se sabe realmente.

La doctrina positiva no niega el espiritualismo; solo lo ignora. Se detiene en la puerta de las causas finales sin tratar de mirar por el agujero de la cerradura para ver una punta del ideal. No tiene necesidad de las hipótesis trascendentales i primordiales que han sostenido los pasos i favorecido el primer desarrollo de la humanidad. La doctrina positiva se basta a sí misma: encuentra en sí su consagracion i su fuerza. Se puede encontrar altiva su pretension: en todo caso no es estéril. Reducida a la esperiencia, ha concentrado en ella las riquezas: ha llegado a ser la coordinacion de los hechos jenerales, de las verdades fundamentales, de los resultados adquiridos en todas las ciencias.

Augusto Comte habia echado los primeros cimientos de esta enciclopedia del siglo XIX. Pero la doctrina debia individualizarse en un espíritu de una concepcion a la vez mas vasta i mas clara, de una facultad de asimilacion mas estensa, capaz de reunirlo todo, de transformarlo todo i de fecundarlo todo en el seno de la filosofía positiva. Este vulgarizador se llamó Littré.

Solo por los años de 1845 acometió M. Littré esta pesada tarea. Solo entonces se fijó su espíritu, o por mejor decir, se cristalizó en el positivismo, cansado de vagar en todos los campos de la actividad humana. Nuestro héroe habia pasado ya de los cuarenta años. De sus primeras tentativas, de sus ilusiones de juventud, no le quedaban mas que los eternos cabellos que caen en largas mechas al rededor de su cara, i los nombres indestructibles de Maximiliano-Paulo-Emilio. Habia paseado a unos i a otros en todos los hospitales de Paris, en la salas de diseccion, en las clínicas. En seguida, abandonando sus funciones de interno para entregarse a investigaciones de filolojía i de historia del arte médico, habia aprendido uno tras otro, i sin tomar aliento, el griego, el sanscrito, el árabe, los principales idiomas antiguos i modernos.

Publicaba una traduccion de Hipócrates, i con ella se hacia abrir las puertas de la Academia de inscripciones. Entraba, en fin a la redacción del Nacional, como antiguo combatiente de julio (1830), i se empeñaba en la polémica del diarismo.

Pero, desde su conversion al positivismo, M. Littré no ha abandonado su celda filosófica. Estraviado en la política activa en 1845, se retiraba pronto de ella i aun renunciaba sus funciones de consejero municipal. Vuelto a la vida literaria, no tardaba en publicar su Diccionario de la lengua francesa, la mas grande de todas sus obras, i la única que no ha hallado mas que aplausos en la prensa de todos los colores i de todos los principios.

M. Littré ha entrado a la Academia francesa apesar de Monseñor Dupanloup, i casi apesar de si mismo. A lo ménos, él no ha solicitado jamas la casaca de bordados verdes. Se le ha hecho inmortal como se le habia hecho diputado. En el Instituto trabaja mucho i habla poco. En Versalles, se deja ver en las salas de las comisiones i huye de la tribuna. En su calidad de observador, sabe los peligros que encierra. Latet anguis sub herba, como decia M. Dupin en la época en que papá Anguis (culebra) era diputado. La tribuna es el cabo de las Tormentas para los filósofos.

Hemos visto a Littré positivista, a Littré filólogo, a Littré lítico. No es esto todo: hai tambien un Littré poeta.

po

El hecho es curioso; pero la revelacion no es antigua, data de ayer no mas. M. Littré se muestra bajo esta nueva faz en un volúmen de Misceláneas en que acaba de reunir cierto número de antiguos artículos. Nos da aquí seis composiciones en verso. Un gran soplo filosófico se hace sentir en estas pájinas.

O terre, mon pays, monde parmi les mondes,
Tandis que je te suis dans les plaines profondes,
Il me prend un plaisir austère et pénétrant

A joindre mes destins aux tiens, dans la carrière
D'où tu viens en arrière

Où tu vas en avant!

He querido reproducir esta última estrofa para demostrar que el positivismo, por escéptico que se le suponga, o que él mismo se crea, tiene aun su ideal, su fé, su dios: el progreso.

EL VIDRIO INQUEBRANTABLE.

MEMORIA REMITIDA AL CONSEJO DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE.

En la Esposicion Internacional de Santiago, se ha presentado un producto de la industria vidriera francesa completamente nuevo. Es un vidrio elástico, maleable, duro i en fin cincuenta veces mas resistente que el vidrio ordinario.

Desde que se dió a conocer esta nueva invencion, llamó mucho la atencion del público por sus ventajas, pero mayor aun fué el interes que despertó cuando se supo que cualquier vidrio o cristal era susceptible de adquirir las espresadas propiedades por una simple operacion de temple, análoga a la que se practica con el acero. Sumerjiendo cualquier objeto de vidrio en un baño, cuya composicion indicaré mas adelante, se obtiene un endurecimiento tal de la materia, que puede botarse el objeto al suelo, darle fuertes choques sin quebrarlo.

Muchos de los lectores no ignoran: 1.o que, si acabado de fabricar un objeto de vidrio se le deja enfriar bruscamente, cualquier choque determinará la rotura, a causa de la no conductibilidad por el calórico de las sustancias vidriosas, la que produce desigualdad en el enfriamiento; 2.o que si sacando del crisol una gota de vidrio fundido se deja caer en agua, esta gota solidificada en forma de lágrima con una punta aguda, es sumamente dura i resistente al choque, pero si se viene a quebrar con tenazas la punta, instantáneamente estalla la lágrima en polvo casi impalpable. Esta pro

piedad de las lágrimas de vidrio habrá sido probablemente el punto de partida para el nuevo descubrimiento de Mr. de la Bastie. Este inventor reconoció que no podia emplearse el agua para templar el vidrio, pues todos los objetos se quebrarian, i que era preciso emplear un líquido cuya temperatura alcanzase a 300 grados C.

El baño que dió los mejores resultados es una mezcla de pez, aceite, brea i cera.

La marcha de la operacion consiste en elevar los objetos a la temperatura del rojo, sumerjirlos en el baño, sacarlos al poco tiempo i dejarlos enfriar.

Daré algunos detalles de fabricacion que completarán el cabal conocimiento de la nueva invencion.

M. de la Bastie tropieza con una primera dificultad, la inflamacion del baño no solo a consecuencia de la temperatura que debe dársele, sino tambien por el contacto del vidrio elevado a la temperatura del rojo. Se le presentó tambien una segunda dificultad, es que los objetos calentados al rojo se deformaban en las manipulaciones.

En fin, una tercera dificultad era la inmersion de los objetos sin que tropiecen entre sí, ni con otros cuerpos susceptibles de romperlos o deformarlos.

Mr. de la Bastie resolvió estos tres problemas del modo siguiente: Ha colocado la caldera que contiene el baño al estremo del horno de calentar los objetos a la temperatura del rojo, i en la atmósfera de ácido carbónico que se desprende de este horno no puede inflamarse el baño. Entre la plaza del horno i la caldera del baño hai un plano susceptible de pasar de la posicion horizontal a una inclinada suficientemente, para que los objetos colocados en él, caigan de repente en la caldera. Los objetos despues de tomar la temperatura del rojo se corren uno a uno sobre el plano móvil con un gancho, e inclinando el plano, el objeto se sumerje en el baño. El plano que ha penetrado en el baño al mismo tiempo que el objeto está dispuesto de manera que al volverse a levantar recoje el objeto i entónces como es sólido, es fácil traerlo a los costados de la caldera i sacarlos por pequeñas galerías donde se acaban de enfriar.

Los objetos fabricados de varias piezas como copas, botellas, etc., pasan por una estufa larga ántes de llegar al horno para hacerlos adquirir la temperatura necesaria progresivamente. La plaza

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