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los anuncios de ambas publicaciones, que por ahora repetimos en nuestra revista. Nos reservamos para hacer de ellas un exámen detenido cuando hayamos podido procurárnoslas.

Don Ramon Sotomayor Valdes ha publicado la 5.a entrega de su Historia de Chile durante los cuarenta años trascurridos desde 1831 hasta 1871. Ella pone fin al primero de los ocho volúmenes de que debe constar la obra.

Este primer tomo cuenta la historia de Chile desde el establecimiento del réjimen provisional bajo el cual se gobernó el pais despues de terminada la guerra civil de 1830, hasta el fin del primer período del gobierno del jeneral Prieto en 1836. Estos mismos hechos habian sido referidos por don Benjamin Vicuña Mackenna en una obra que puede considerarse la mas notable de cuantas han salido de su fecunda pluma. Nos referimos a Don Diego Portales, cuyos dos gruesos volúmenes contienen tantas noticias históricas hábilmente escritas i tantos documentos desconocidos hasta entónces desentrañados i compajinados con tanta laboriosidad i paciencia.

Pero el señor Sotomayor, escribiendo una obra mas jeneral, ha tenido que tratar algunas materias que no, entraban en el cuadro esencialmente biográfico del señor Vicuña Mackenna. Su libro es una historia en toda la estension de la palabra, en que ha dado cabida a los hechos de todo órden. Para componerlo, ha adelantado considerablemente la investigacion sobre todos los puntos, ha salvado omisiones, ha correjido descuidos, i ha escrito al fin una obra de un mérito sólido, que enseña a la vez que despierta nuestro interes.

No creemos que la obra del señor Sotomayor sea la historia definitiva de ese período. Aun nos parece que nuevas investigaciones pueden adelantar el conocimiento de muchos sucesos. Creemos tambien que el autor ha podido recojer datos de otras fuentes que ha desdeñado consultar, como seria la tradicion oral. Pero nos complacemos en recomendar su libro como uno de los buenos trabajos de nuestra literatura histórica. Hai allí un verdadero talento en la distribucion de los materiales, arte en la disposicion, seriedad, elevacion i rectitud en los juicios, elegancia i buen gusto en la elocucion. Ademas, tratando, como trata, tantas i tan variadas cuestiones administrativas, diplomáticas, financieras, etc., el señor Sotomayor ha probado que habia adquirido de antemano la conve niente preparacion para apreciar i discutir todas estas cuestiones con pulso i dicernimiento.

Si bien es verdad que el señor Sotomayor pretende casi sistemáticamente justificar el partido conservador de las acusaciones de que se le ha hecho objeto, i demostrar los títulos que tiene a la gratitud nacional por haber organizado definitivamente el pais despues de la revolucion de la independencia, es preciso reconocer en esa defensa una sinceridad i una honradez que no le permiten falsear un solo hecho, ni siquiera desfigurar las circunstancias. Uno de los principales méritos que hallamos al libro de que damos cuenta, es esa seriedad en la apreciacion de los hechos i de los hombres, que prueba que el autor se ha penetrado de los deberes que impone el sacerdocio de la historia,

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Sea que narre, sea que juzgue, el señor Sotomayor conserva siempre la digni

dad de la historia en todas sus pájinas. Conserva igualmente la buena forma literaria, apesar de conocerse a veces que ciertas pájinas han sido trazadas de carrera. Así se comprende que el lector se interese vivamente por los sucesos que se le cuentan i por los personajes que se le dar a conocer; i ademas que sobre ciertos puntos desee mas noticias que las que se le dan.

En el libro de que damos noticia abundan las digresiones realmente útiles en una obra histórica. Cada vez que el autor aborda una materia que no habia tratado ántes, comienza por esponer sus antecedentes, recojiendo al efecto a la lijera los hechos anteriores de nuestra historia que se relacionan con el asunto en que va a entrar. De esta manera, el lector se prepara para comprender bien los sucesos que se le refieren en seguida.

La obra del señor Sotomayor merece ser leida por todos los que se interesan por el estudio de la historia nacional, como merece la proteccion i el estímulo de todos los amigos de la ilustracion.

D. B. A.

ESTUDIO

SOBRE LA VIDA DE STUART-MILL.

CAPITULO X.

ENTRADA AL PARLAMENTO.-CONDUCTA POLÍTICA.

(Continuacion.)

«Tocóme en suerte tener que cumplir, dentro como fuera del » Parlamento, durante esos años, otro deber público de la mas sé» ria especie. Un disturbio en Jamaica, provocado por la injus> ticia i exajerado, por la rabia i el pánico, hasta una rebelion > premeditada, habia sido el motivo o la excusa para arrebatar la ▷ vida a centenares de inocentes, por la violencia militar o por una > sentencia de lo que se llamaba corte-marcial, durante varias > semanas despues de que el pequeño disturbio habia sido sufoca» do, añadiéndose muchas atrocidades de destruccion de propiedad, » de azotar mujeres i hombres i de un despliegue jeneral de ese » desden brutal que prevalece ordinariamente cuando se da suelta > al fuego i a la espada. Los perpetradores de estos actos fueron >> defendidos i aplaudidos por la misma especie de jentes que ha» bia defendido tan largo tiempo la esclavatura; i al principio es> taba pareciendo como si la Nacion británica estuviese a pique » de incurrir en la desgracia de dejar pasar, aun sin una protes» ta, excesos de autoridad tan repugnantes como cualesquiera » ótros que, perpetrados por instrumentos de Gobiernos estraños,

B. 0.

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L

>ponen a los ingleses en la casi imposibilidad de encontrar tér>> minos suficientes para espresar su aborrecimiento. Despues de » un breve tiempo, sin embargo, levantóse un sentimiento de in>> dignacion: formóse una Asociacion voluntaria, bajo el nombre » de «Comision de Jamaica», para tomar las resoluciones i las » medidas que el caso pudiera requerir i llegáronle, de todas par»tes del país, adhesiones. Yo estaba, entónces, fuera, pero luego » que lo supe envié mi nombre a la Comision i tomé una parte >> activa en sus procedimientos desde que volví a Inglaterra. Ha» bia mucho más en el envite que la justicia solamente para los » Negros, aun cuando esta consideracion fuese imperativa: la > cuestion era de si las dependencias Británicas i eventualmente, » quizá, la Gran-Bretaña misma, podian estar bajo el imperio de » la lei o él de la licencia militar; de si las vidas i las personas » de súbditos británicos están a la merced de cualesquiera dos o » tres oficiales, por ignorantes e inesperimentados o desdeñosos » i brutales que sean, a quienes un Gobernador o cualquiera otro >> funcionario, sobrecojido de espanto, puede tener el derecho de > constituir en lo que se ha llamado corte-marcial. Esta cues» tion podia solamente ser decidida por un recurso a los tribuna» les; i ese recurso estaba la Comision resuelta a entablar. Su de» terminacion produjo un cambio en la presidencia de ésta, pues>to que su Presidente, el señor Cárlos Buxton creia, no injusto, » pero sí inoportuno perseguir al Gobernador Eyre i a sus subordinados principales ante una Corte del crímen; pero habien» do una mui numerosa reunion jeneral de la Asociacion deci» dido este punto en contra de su opinion, el señor Buxton se re» tiró de la Comision aun cuando continuó trabajando en la obra; » i de una manera completamente inesperada de mi parte, yo » fuí propuesto i electo presidente. En consecuencia, llegó a ser » deber mio representar a la Comision en la Cámara de los Co>> munes, haciendo interrogaciones, a veces, al Gobierno, ótras, >> recibiéndolas yo, de una manera mas o ménos provocativa, de >> parte de algunos individuos de la Asociacion; pero, en especial, >> como orador en el debate importante que suscitó en la Lejislatura de 1866 el señor Buxton, i el discurso que entonces pronuncié » es el que probablemente escojeria yo como el mejor de mis dis» cursos parlamentarios. Por mas de dos años proseguimos el >> combate ante las Cortes de justicia criminal, ensayando todo » camino legal que se nos abriese; un tribunal, en uno de los con

▷ dados mas toris de Inglaterra, no admitió nuestra causa; pero > tuvimos mejor éxito ante los majistrados de la calle del Arco » que dieron una oportunidad al Lord-Chief-Justice del Tribu»nal de la Reina, señor Alejandro Cockburn, para pronunciar » un célebre resúmen que puso la lei del caso en favor de la liber> tad, tanto cuanto está en el poder del resúmen de un juez po»nerlo. Allí, sin embargo, terminó nuestro buen éxito, porque el » Gran-Jurado de Old Bailey, echando a un lado nuestra acu» sacion, impidió que el caso llegara a ser sometido a juicio. Claro » quedó que llevar a funcionarios ingleses a la barra de un tribu» nal, por abusos de poder cometidos contra negros i mulatos, no » era un acto popular entre las clases medias de Inglaterra. No>sotros, entre tanto i en la medida que estaba en nuestro poder, > habíamos salvado el carácter de nuestro país, mostrando que, >> costara lo que costase, habia un grupo de personas determi» nado a emplear todos los medios, ofrecidos por las leyes, a fin » de obtener justicia para los agraviados. Habíamos conseguido, » del mas alto juez en materia criminal, en la Nacion, una decla>> racion que hacia autoridad, de que la lei era lo que nosotros » pretendíamos que es, i habíamos hecho una séria amonestacion » a aquellos que podian dejarse arrastrar a faltas semejantes de » que, aun cuando podian escapar a la sentencia actual de un tri>> bunal en materia criminal, no estaban exentos de las molestias > i de los gastos para poder evitarla. Los Gobernadores de colo>> nia i todas las demas personas en autoridad tendrán motivos >> considerables para detenerse, en lo futuro, ante tales estremi> dades.>>

«Como objeto de curiosidad conservo algunas muestras de las >> cartas ofensivas, casi todas ellas anónimas, que recibí miéntras » duraron todas esas dilijencias; son una prueba de la simpatía » que sentia, para con las brutalidades de Jamaica, la parte bru» tal de la poblacion de la metrópoli, yendo, desde las burlas gro▷ seras en palabras o en dibujos, hasta las amenazas de asesina> to.D (Pájs. 295, 296, 297, 298 i 299.)

El que, como ya lo hemos visto, habia juzgado con tan elevadas miras, la política del Gobierno i de los partidos de Inglaterra respecto a la guerra civil en Norte-América, no podia aparecer destituido de ellas, al juzgar de uno de los abusos de poder mas escandalosos i mas injustificados que se hayan cometido por gobernantes europeos en América: él de Jamaica en 1865.

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