Imágenes de páginas
PDF
EPUB

patolojia jeneral, como los de Bouchut i Billorth, i para la especial elejir los manuales que estén mas al corriente de la ciencia. Mas adelante, las monografías i las obras majistrales, que se llaman la clínica de los grandes maestros, completarán la educacion del alumno. Entónces, como lo hacia nuestro inolvidable profesor Petit, cada catedrático les indicará las mejores i mas sanas fuentes, en medio del maremagnum de libros de todo jénero, que dia a dia produce la prensa médica.

Debemos observar aquí que los años que se dedican en Paris al estudio de la patolojía especial, no son, como podria creerse, con el objeto de repasar toda la estension de aquella ciencia. Se reducen (como por otra parte sucede con todos los demas cursos) al estudio de un grupo mui limitado de fenómenos o afecciones. En todo un semestre, por ejemplo, el profesor no esplica mas que las del sistema huesoso o de las articulaciones, las enfermedades de pecho u otras, etc. Esas lecciones se publican integras uno o dos meses despues, i el alumno puede meditar i abarcar en pocas horas, toda la enseñanza de un semestre! Esto, que es una exijencia natural de los grandes centros científicos, no es un obstáculo para que el alumno complete por sí mismo, o con ayuda de profesores particulares, el cuadro de sus estudios i entre perfectamente preparado a las clínicas.

Respecto a nosotros, debemos concluir de todo lo dicho, que basta un año consagrado a la patolojía jeneral, para reducir considerablemente los límites de la patolojía especial, dejando el mayor tiempo posible a la práctica de los hospitales.

Ahí tenemos el diagnóstico aplicado dia a dia, la anatomía patolójica, esplicada en mas de 500 autopsias por año, i la terapéutica en accion.

Reducir, pues, en lo posible, nuestras lecciones teóricas, dejando lo mas a la iniciativa o la accion individual del alumno, tal creemos que deben ser el principio i punto de mira especial de los estudios médicos en Chile. Con buena anatomía i buena fisiolojía, previas las ciencias físico-inorgánicas esperimentales, basta un estudio sintético de las enfermedades, para abordar las clínicas, con las mas sólidas garantías de buen éxito.

Vamos ahora a ocuparnos de estas últimas. Las creemos susceptibles de una organizacion mas completa que la que tienen hoi dia. Un buen número de los miembros de nuestra facultad son médicos de los hospitales, i tendrian a honor, no lo dudamos, pres

B. C.

50

tar un servicio a la instruccion iniciada a los alumnos en tal o cual grupo especial de enfermedades. Es verdad que siempre se ha hecho una cosa parecida, pero con notables imperfecciones. Desde luego, no existen propiamente hablando, salas especiales de clínica, a escepcion de dos o tres, (enfermedades internas, cirujía, niños) sin que haya siempre una regular distribucion de los casos interesantes, que debieran esclusivamente reservarse para los servicios de la enseñanza. Es cierto que eso contrariaria a algunos médicos; pero no pasaria de ser una especie de espropiacion mui lejítima, por causa de utilidad pública.

Por otra parte, i es lo mas esencial, seria preciso aumentar el número de nuestros profesores titulares de clínica. Se les daria así toda la importancia consiguiente a sus elevadas funciones. Una clínica de enfermedades venéreas i de la piel, otra de enfermedades uterinas, son por lo menos de estricta necesidad.

A partir del 4.o año no quedan en nuestro programa, otros cursos teóricos que la hijiene i medicina legal, enfermedades mentales i obstetricia. Hai, pues, mas que suficiente espacio para amplificar nuestras clínicas, que quedarian organizadas como sigue:

2 de hombres, medicina i cirujía en jeneral.

2 de mujeres, id.

1 de obstetricia.

1 de enfermedades venéreas i de la piel.
1 de jinecolojía.

1 de niños.

Todas ellas servidas por 4 o 5 profesores a lo sumo. El de clínica médica, como el de cirujía jeneral, tendria a su disposicion una sala de hombres, una de mujeres i una de niños, cnyas visitas podrian hacerse sucesivamente cada mañana. Esto en el caso de que se dedicara uno de nuestros hospitales, como indisputablemente conviene, al servicio de las clínicas. Bastaria hacerlo jeneral, de hombres i mujeres, tal como sucede en todas partes.

Otro profesor desempeñaria las salas de venéreo i de enfermedades uterinas, cuyas visitas podria hacerse sin inconveniente a medio dia, para no embarazar en lo menor las clínicas jenerales.

El cuarto, en fin, daria como siempre sus lecciones teórico-prácticas en la maternidad, o mejor aun en una sala especial del hospital de mujeres, dejando aquel establecimiento para la instruccion de las matronas.

Nótese que al hablar de clínicas especiales, es nuestro ánimo hacer de ellas una enseñanza obligatoria a todos los alumnos. Las sífilis i las afecciones uterinas, llámeselas, si se quiere, especialidades, constituyen un grupo de padecimientos de los mas comunes, i que bien merecen a ese título un lugar aparte en el cuadro de las clínicas. «La sífilis, ha dicho Andral, es la clave de toda la patolojía». Sin entrar en el desarrollo de esta idea, nada mas fácil que imajinar la importancia del estudio de un mal que se insinúa por todas partes, i se presenta bajo las formas mas caprichosas i variadas.

Algo análogo podríamos decir de las afecciones uterinas. Un autor antiguo, mil veces citado, dice que la mujer es todo útero; propter uterum mulier est id quod est.

Tendremos ocasion de volver a tratar detenidamente de este asunto, cuando hablemos de las clínicas europeas.

Con tres años pasados al lado del enfermo, en la práctica hospitalaria, i mejor todavía si llegara a instituirse entre nosotros (como existe en Lima) un internado, bajo las bases del de Paris, la escuela de Santiago, daria talvez ménos médicos, pero esos, con toda ciencia i conciencia de su profesion i entusiasmo por el porvenir i adelanto de ella en Chile.

Nos resta tocar, todavía en estos apuntes, trazados al correr de la pluma i sin otra pretension que su franqueza, un gran número de cuestiones que atañen a la enseñanza, la de hospitales etc. etc.; lo que haremos en primera oportunidad.

Paris, setiembre de 1875.

DR. F. R. MARTINEZ.

CAUSAS DE LA GUERRA

ENTRE CHILE I LA CONFEDERACION PERÚ

BOLIVIANA

(1835-1837).

II.

Hemos visto en el capítulo anterior que las relaciones de Chile i el Perú habian empeorado en vez de mejorar con los acontecimientos políticos de 1835 i 1836. A las antiguas causas de desconfianza se añadian otras nuevas, revestidas por los mismos acontecimientos de un carácter alarmante. Nadie dejaba de percibir la gravedad de la situacion; mucho ménos la mirada previsora i patriótica que rejia los destinos de Chile.

Las relaciones de Chile i el Perú, habian entrado en ese período tirante i agudo, que ha sido bautizado con el nombre de momento sicolójico por un político célebre. La solucion no podia tardar.

El material del descontento i de la susceptibilidad irritada, necesitaba solo una chispa para convertirse en una hoguera de sanguineos reflejos. Los jenerales Santa Cruz i Orbegoso tendrán la triste gloria, de haber arrojado la brasa que encendió esa hoguera.

Antes de entrar en esta nueva faz de la cuestion no estará demas una observacion sobre la conducta del gobierno de Chile.

Si cada época tiene sus exijencias, nada es mas difícil para el hombre público que comprender la situacion que le va creando la marcha de los acontecimientos. Amoldar su política a cada situacion dada, es todo el arte de gobernar, es el raro e inmenso privilejio con que enriquece la naturaleza el espíritu del hombre de estado.

El Gobierno de Prieto moderado, frio, respetuoso, miéntras creyó posible conjurar el peligro, tomó una actitud arrogante i amenazadora cuando la guerra se hizo inevitable.

No ha faltado quien atribuya este proceder a la intemperancia de carácter del ministro Portales. Los que así juzgan, no han penetrado el profundo pensamiento que iluminaba su marcha política. La situacion del gobierno en esa época fué o debió serlo el reflejo del país: reservado i prudente mientras hubo probabilidades de paz: altivo i orgulloso, cuando se vió lanzado en la guerra, supliendo a la exiguidad de sus fuerzas con la audacia de sus procedimientos.

Entramos a la parte mas árdua de nuestro trabajo por la dificultad de mantener la imparcialidad a la altura de la historia i nuestra justicia al nivel del patriotismo.

Hemos dicho que el tratado de comercio del 20 de enero de 1835 fué anulado por Orbegoso a los pocos dias de su vuelta a Lima. Las dificultades comerciales renacian, pero dobladas con el encono que produjo en todos los ánimos la forma empleada por Orbegoso para derogarlo. Las razones alegadas para justificar una medida tan grave fueron por demas fútiles: se dijo que el presidente estaba obligado a romper por dignidad un pacto ratificado por su enemigo; razon personal i de mezquina susceptibilidad, que no debió siquiera tomarse en cuenta, cuando estaban de por medio las necesidades del comercio, del progreso i de la paz americana.

El jeneral O'Higgins, desterrado a la sazon en el Perú, interponia en vano su valioso influjo por mantener la amistad de ambos pueblos. El glorioso soldado de la independencia habia comprendido que a la guerra que creó la libertad esterior, debia suceder la paz que cimenta la libertad política i civil: el comercio i los sentimientos fraternales, a la lucha ciega i encarnizada. «Me consideraria, le dice a Prieto (1), un hombre desnaturalizado e ingrato (1) Carta de 20 de julio de 1836.

« AnteriorContinuar »