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hai noticia cierta, se componia de arjentinos i alto-peruanos pertenecientes a los cursos universitarios. Mui en breve todos ellos pasaron a ser corifeos de la revolucion, distinguiéndose por su amor a la libertad i sus sacrificios por la independencia. Eran todos amigos i fraternizaban en el vínculo de la mas perfecta unidad de ideas i sentimientos contra la metrópoli. Sus reuniones tenian por fuerza que ser sijilosas i discretas; pero una vez solos i seguros, estallaba el fuego de los corazones. Entónces se denigraba a voces el mal gobierno i se excecraba el despotismo español en América (1).

El tema favorito de los debates mas empeñosos e interesantes, era la suerte futura del pais i los medios de operar en él a toda costa un cambio de cosas, favorable a la libertad i el adelanto. A escondidas murmurar del rei de España era todavía lo de ménos. Menester era pensar ya con decision en arrancarle estos dominios, adquiridos sin derecho i conservados tiránicamente. ¡Hasta cuando soportar la servidumbre ominosa i degradante del coloniaje! (2).

¿Se concertó algun plan de ejecucion? Nada se sabe. Hubo a lo ménos proyectos largamente meditados, i a ellos sin duda alguna se refiere la gloriosa proclama de 1809, cuando dice: «Revelad vuestros proyectos para la ejecucion, valerosos hijos de La Paz i de todo el imperiodel Perú.>>

Entre los mas exaltados en este belicoso cenáculo, se cita al presbítero doctor don José Antonio Medina, ocho años mas tarde uno de los mas enérjicos miembros de la junta revolucionaria de La Paz, su provincia natal, i autor sin duda alguna de la antedicha proclama de guerra a España por la independencia. Excedia a todos los circunstantes en vehemencia. Nadie le sobrepasó en fuego cuando condenaba la célebre fórmula de las reales cédulas o reales órdenes al derogar lo mas sagrado i secular: «no obstante de lo que prescriben las leyes en el particular, pues tal es mi voluntad.» La pasion tribunicia del presbítero Medina remataba entónces con los acentos mas solemnes i proféticos de la Escritura:

mentacion lenta de ideas subversivas. El individuo mas exaltado entre los conjurados teóricos a que se refiere el doctor Moreno, es tambien segun los hechos uno de los miembros mas exaltados de la junta que nueve años despues lanzó la proclama. La correlacion retrospectiva de las ideas políticas, arriba indicada, es pues evidente.

(1) MORENO, Coleccion de arengas, pref., páj. 39.

(2) Ibid.—Memorias de la revolucion del 16 de julio, proclama, páj. 16.

«Hé ahí, esclamaba, al déspota insolente, que hace alarde de su arbitrariedad. No dice: porque así es justo, porque así es necesario, ni siquiera porque así lo creo i me parece conveniente. Lo que dice es: mando lo contrario a las leyes, porque así lo quiero, porque así se me antoja, porque tal es mi voluntad. Pero la hora de la reforma está por sonar, i la revolucion se acerca. Audituri enim cstis prælia et opiniones præliorum. Videti ne turbemini. Oportet enim hæc fieri, sed nondum est finis. «Oireis guerras i rumores de » guerras, pero no os turbeis; pues todas estas cosas han de suce» der, mas el plazo no ha llegado aun» (1).

Tales arranques de elocuencia a solas i de coraje a puerta cerrada, sazonaban con ráfagas de alegre buen humor la gravedad de aquellas deliberaciones. Mas tarde, cuando sus colegas todos de la junta revolucionaria de 1809 pagaban su arrojo pereciendo en las horcas de Goyeneche, Medina escapaba del suplicio gracias tan solo a su carácter sacerdotal. Pero fueron indecibles los trabajos i tribulaciones que pasó por la santa causa que habia soñado en su juventud, i que tan eficazmente supo inculcar a los pueblos con su ejemplo. De esta suerte ha probado a la posteridad que él no era en La Plata un vano declamador.

El sentimiento de la dignidad humana ultrajada, i la conciencia del derecho imprescriptible de estos pueblos a la soberanía, alimentaban en aquel puñado de patriotas doctrinarios el espíritu de rebelion i de independencia. Estos u otros pocos hombres superio-. res se mantenian en acecho entre la muchedumbre indiferente, aguardando la hora propicia de la emancipacion, cuando el estrépito lejano de un suceso estraordinario resonó en el interior del Alto-Perú: la ocupacion de Buenos Aires por los ingleses.

G. RENE-MORENO,

(1) MORENO, Coleccion de arengas, pref., páj 39.

EL CENTENARIO DE O'HIGGINS.

El 20 de agosto de 1876 hará un siglo contado dia a dia, que vino al mundo el mas ilustre de los hijos de Chile, el capitan jeneral don Bernardo O'Higgins.

Hoi, cuando el trascurso del tiempo ha borrado las pasiones i los odios de la época en que le tocó vivir, ha llegado el momento de tributar un homenaje espontáneo i sincero de reconocimiento a la memoria de ese gran patriota. Cualesquiera que sean las faltas con que empañó alguna vez su gloria, cualesquiera que seán las acusaciones que la pasion forjó en contra de él, la posteridad, mucho mas justiciera que los contemporáneos, tiene que pagar a O'Higgins una inmensa deuda de gratitud.

O'Higgins es el verdadero fundador de la independencia nacional. No solo fué él quien firmó el acta de la solemne declaracion en 1818, sino que despues de haber sido uno de los iniciadores i propagadores de la idea revolucionaria desde los primeros años de nuestro siglo, defendió esta causa en el primer congreso, en las primitivas juntas de gobierno, i en seguida en la larga i penosa guerra que fué necesario sostener contra los antiguos dominadores de nuestro suelo. Combatió primero con audacia i sagacidad las ideas reinantes, las preocupaciones arraigadas que servian de sólido cimiento al poder secular de la España, i en seguida haciéndose soldado, peleó con un ardor incansable en los campos de batalla. Desplegó la misma constancia i el mismo patriotismo en la paz i en la guerra, en el consejo i en el combate. Estraño a las ciencias legales i a las prácticas de la administra

cion, su profundo buen sentido i el recuerdo de los países que habia visitado en su juventud i de los hombres que habia tratado durante sus viajes, le permitieron sobresalir con brillo entre los hombres mas ilustrados de la colonia que ajitaban los ánimos para despertarlos del letargo i de la postracion i para prepararlos a la grande obra de la independencia. Ajeno igualmente a la ciencia i a toda práctica militar, empuñó sin embargo las armas el dia que fué necesario combatir al enemigo; i por su valor incontrastable i por su talento natural conquistó en mil combates la gloria de ser contado como primer jeneral de Chile.

Pero no son estos servicios los únicos que realzan el nombre de O'Higgins. El comprendió perfectamente que la independencia de Chile no podia ser un hecho consumado mientras hubiese soldados españoles en cualquiera parte de América. Envió auxilios a los independientes de Colombia i una palabra de aliento a los de Méjico; i en medio de las mayores penurias del erario, i de las espinosas complicaciones políticas i administrativas, teniendo que hacer frente con mui escasos recursos a los enemigos interiores i esteriores, preparó i realizó la empresa mas atrevida i difícil, así como la mas importante i la mas célebre, de la revolucion hispanoamericana. Formó i equipó una escuadra respetable, organizó un ejército, i los envió a combatir por la independencia americana al vireinato del Perú, centro entónces de todo el poder i de todos los recursos de la autoridad real en nuestro continente. Si en esta empresa O'Higgins fué ausiliado por los consejos de San Martin, si este ilustre capitan se encargó de la ejecucion de ese vasto i arriesgado plan, O'Higgins fué quien sacó recursos de la nada, quien venció todas las dificultades que le oponian los embarazos políticos de la época así como la pobreza i la despoblacion de Chile, i quien elevó por medio de aquella empresa memorable al primer rango entre los pueblos hermanos, a la mas miserable i oscura de las colonias españolas del nuevo mundo.

La historia ha referido todos estos hechos, i ha dado a O'Higgins el puesto honroso de uno de los primeros de los pro-hombres de la revolucion hispano-americana. Pero hasta ahora no ha estudiado los esfuerzos i los trabajos de otro órden sin los cuales la independencia habria sido solo un cambio de dominacion, i no lo que debia ser, una revolucion social, para constituir una república liberal i democrática en e! pais que hasta entonces era un humilde rincon de una monarquía absoluta.

Estudiando esta faz de la vida de O'Higgins a la luz de los documentos, en gran parte inéditos todavía, es como se conoce su verdadero papel de jefe del movimiento revolucionario i rejenerador. En ellos es donde se puede apreciar su verdadera importancia, su superioridad de carácter i de propósitos sobre la mayor parte de los hombres de su época, su firmeza inquebrantable para vencer las dificultades que a cada paso le oponian las preocupaciones coloniales i la supersticion relijiosa.

Hubo un momento en que los mas ilustres caudillos de la revolucion americana desesperaron del triunfo definitivo de la democracia. Los trastornos consiguientes a los primeros pasos de la libertad, la instabilidad de los primeros gobiernos independientes, les hicieron creer que la forma monárquica a que desde siglos atras estaban habituados los americanos, era el único réjimen que pudiese asegurar la paz interna i la respetabilidad en el esterior. Unos creian que debia elevarse a la dignidad real a alguno de los mas conspicuos capitanes de la revolucion, otros que debia buscarse un príncipe europeo o el descendiente de alguno de los antiguos soberanos de América. Esta era la opinion del jeneral San Martin, que por sus talentos políticos i militares i por sus grandes servicios a la revolucion, ejercia una influencia casi absoluta en las decisiones del gobierno de Chile. O'Higgins, sin embargo, resistió enérjicamente a las sujestiones de los mas prestijiosos de entre sus contemporáneos, i al fin desconcertó los proyectos monárquicos. «¡Cómo! decia O'Higgins. ¿Seria posible que perdiéramos el fruto de tantos sacrificios levantando un trono en reemplazo del que acabamos de derribar? Mientras yo tenga influencia en los destinos de mi patria, arrostraré cualquier sacrificio ántes que tolerar que se busquen reyes para gobernarla.>>

O'Higgins comprendió tambien que la república no podia existir con títulos hereditarios, con condes i con marqueses que alimentase en nuestro suelo el espíritu aristocrático; i desde los primeros dias de su gobierno resolvió suprimir esos títulos así como el uso de escudos de armas i de otras insignias nobiliarias. Fué inútil que sus consejeros le representasen los peligros que podia traer esta resolucion, las resistencias que iba a crear para la revolucion en las altas clases sociales que en Chile, i mas aun en el Perú, conservaban un gran prestijio. O'Higgins dictó bajo su responsabilidad la providencia impugnada, i suprimió para siempre las distinciones aristocráticas fundadas solo en el nacimiento.

R. C.

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