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Rompiendo abiertamente con las prácticas administrativas i legales, i con las preocupaciones del mayor número de los negociantes chilenos, restableció con mano firme la libertad de comercio en nuestras costas, que habia decretado el congreso de 1811, pero que habia destruido la reconquista española de 1814. Para ello, ofreció garantías de todo jénero a los especuladores estranjeros, espresando en los documentos de su gobierno que la presencia de éstos, léjos de ser un mal para nuestro pais, como lo creian los españoles, era un beneficio inmenso para el desarrollo de nuestra riqueza.

A fin de atraer a nuestro suelo la inmigracion estranjera, O'Higgins no vaciló en romper con las mas arraigadas preocupaciones coloniales. Aseguró a los emigrantes que profesaban una relijion diversa al catolicismo, que en Chile no seria perseguido nadie por sus creencias. Al firmar el acta de la independencia, que habian redactado sus ministros, suprimió resueltamente una cláusula por la cual se queria imponer perpetuamente al pais la intolerancia relijiosa. «La protesta de fé que observo en el borrador cuando habla de nuestro deseo de vivir i morir libres defendiendo la fé santa en que nacimos, dijo con este motivo, me parece suprimible por cuanto no hai de ella una necesidad absoluta i que acaso pueda chocar algun dia con nuestros principios de política. Los paises cultos han proclamado abiertamente la libertad de creencias; e importaria tanto proclamar en Chile una relijion escluyente, como prohibir la emigracion hácia nosotros de multitud de talentos i brazos útiles de que abunda el otro continente.>>

Para dar a los inmigrantes estranjeros mas garantías de que serian respetados en Chile, aunque profesasen una relijion diferente, permitió los cementerios para protestantes, con gran resistencia i escándalo del clero i de la mayoría de los chilenos que creian que los cadáveres de los protestantes debian ser arrojados a los muladares. Un célebre historiador aleman, que ha juzgado con raro acierto los actos de la administracion de O'Higgins, dice que éste «era un verdadero patriota, cuyo ídolo fué la felicidad de la patria, felicidad que estaba resuelto a imponer aun a viva fuerza a sus compatriotas cuando éstos no querian hacer esfuerzos para alcanzarla por sí mismos.»

A este mismo principio obedecia cuando, hollando todas las preocupaciones de la ignorancia i de la supersticion, creó los primeros cementerios, i prohibió para siempre la perniciosa costumbre de

sepultar los cadáveres dentro de las iglesias. En nuestro tiempo no se comprenden fácilmente las inmensas dificultades que fué necesario vencer para l'evar a cabo esta reforma: es preciso leer los documentos de la época para apreciar la enerjía intransijente quo necesitó desplegar O'Higgins para hacerse obedecer.

Su accion se hizo sentir en muchos otros actos de la administracion, que revelan a la vez el atraso en que se hallaba nuestro pais al hacerse independiente i la superioridad de O'Higgins sobre las ideas i los sentimientos de sus contemporáneos. A él se debe la reapertura del Instituto i de la Biblioteca Nacional, establecimientos creados por la revolucion en 1813 i destruidos el año siguiente por la reconquista española. Fundó igualmente escuelas, i formó el plan de un Museo de historia natural, que no alcanzó a establecerse por entonces. Consultando la salubridad i el ornato de nuestras poblaciones, construyó mercados públicos i abrió paseos donde ántes existia un basural. La cultura de su espíritu condenó las diversiones públicas que, como los combates de toros, eran un resto de la barbarie de nuestros antiguos opresores, i fomentó en su lugar el teatro que habian rechazado siempre las preocupaciones coloniales.

O'Higgins llevó a cabo estas reformas en medio de los grndeas i multiplicados trabajos que le imponia la lucha de la independencia. En el curso de su laboriosa carrera cometió tambien algunas faltas de que la posteridad no debe desentenderse, i que sus adversarios han exajerado con pasion encarnizada; pero estudiando en su conjunto i en sus pormenores el cuadro de sus servicios, haciendo abstraccion de los odios i rencores del momento, i que el trascurso del tiempo va borrando rápidamente, es imposible dejar de reconocer que O'Higgins es por las dotes de su intelijencia i de su corazon la mas alta i la mas ilustre personalidad de nuestra historia, i una de las mas grandes glorias de América.

Aquellos de los contemporáneos de O'Higgins que por su posicion vivieron léjos de las pasiones de la política interior, han pronunciado este mismo juicio con tanta conviccion como franqueza. El almirante Cochrane, su secretario Stevenson, el jeneral Miller, el coronel Beauchef, los viajeros Hall, Miers i Graham, i en jeneral todos los estranjeros que sirvieron en el ejército de Chile durante la revolucion de la independencia o que, despues de visitar nuestro pais bajo la administracion de O'Higgins, consignaron en sus libros el recuerdo de sus impresiones, le tributaron los mas francos

i ardorosos elojios. Posteriormente, los escritores europeos que han estudiado sériamente la historia de la revolucion hispano-americana, el español Torrente, tan violento i apasionado para juzgar a los patriotas del nuevo mundo, el aleman Gervinus i el frances Hubbard, han hecho justicia al patriotismo, al carácter i al buen sentido del jeneral O'Higgins.

El 20 de agosto de 1876, hemos dicho al comenzar este artículo, hará un siglo que vino al mundo el jeneral O'Higgins. ¿Por qué el pueblo chileno no aprovecharia esta ocasion para tributar un nuevo honor a su memoria? ¿Por qué no imitaríamos el ejemplo de otras naciones mas adelantadas celebrando con fiestas públicas el centenario del nacimiento de los mas grandes hombres de nuestro pais?

Por una coincidencia singular, el 20 de agosto de 1876 será dia domingo, de tal suerte que sin interrumpir trabajos de ninguna naturaleza, pueden llevarse a cabo en las principales ciudades de Chile algunas fiestas que recuerden el aniversario secular del nacimiento del fundador de nuestra independencia. Una parada militar, un paseo de los niños de las escuelas llevando banderas en que estén escritos los principales hechos de la vida del héroe, algunos discursos patrióticos, i mil otras manifestaciones análogas que seria fácil combinar, i que es inútil indicar aquí, servirian para demostrar que el pueblo chileno no olvida la memoria de sus grandes hombres. La ciudad de Chillan, que fué la cuna de O’Higgins, Valparaiso, que tiene que recordar ese mismo dia el aniversario de uno de los hechos mas gloriosos de nuestra historia, la partida de la espedicion libertadora del Perú en 1820, i Santiago que tiene tantos recuerdos de aquel insigne patriota, están en el deber de tomar una parte principal en esta fiesta que proponemos.

La celebracion del centenario que ahora haríamos en honor de O'Higgins, podria celebrarse mas tarde en honor de otros grandes ciudadanos cuyos servicios han empeñado la gratitud de los chilenos. Así habriamos adaptado a nuestras costumbres la celebracion de fiestas públicas que a la vez que espresan un sentimiento de patriotismo, dejan ver la cultura del pais.

DIEGO BARROS ARANA.

LOS ENTERRADOS VIVOS.

(ESTUDIO DE MEDICINA LEGAL)

I.

Hai problemas cuyo solo enunciado basta para sumerjir el espíritu en una série de profundas i amargas reflexiones; son problemas que se levantan delante de la conciencia humana amenazadores i terribles como se levantaria un fantasma delante de nuestros ojos.

El pensamiento del hombre tiene escalofrios, vértigos i convulsiones lo mismo que su cuerpo i nunca son esos escalofrios tan intensos, esos vértigos tan penosos, ni esas convulsiones tan horribles como cuando tratamos de penetrar las sombrías oscuridades que envuelven los problemas de la muerte.

¿Qué hai mas allá de la vida? Se estingue realm ente el pensamiento, concluye la enerjía cerebral, no oimos, no vemos, no sentimos nada cuando termina el drama de la agonía? Es bien triste pensar que para calmar estas dudas febriles la ciencia solo tiene respuestas contradictorias, probabilidades oscuras, vacilaciones, conjeturas tímidas, vagas, i mil veces mas abrumadoras que nuestras propias i terribles dudas.

No se puede afirmar resueltamente que las manifestaciones vitales concluyen con el último estertor de la agonía; léjos de eso, se

presentan hechos positivos i evidentes que debilitan por completo esa opinion.

Sabemos que las uñas crecen en los cadáveres, que crece el pelo, i, cosa mas estraña todavia, sabemos tambien que el complicado trabajo dijestivo continúa su accion algunas horas despues de la inuerte. Spallanzani nos ha dejado de este hecho una prueba irrecusable. El injenioso fisiólogo hizo comer cierta cantidad de carne a una corneja i le dió la muerte apénas concluyó de comer. Colocó en seguida el cadáver en un lugar cuya temperatura era sensiblemente igual a la del animal vivo i seis horas despues abrió el estómago. La dijestion estaba casi completamente terminada. Las funciones del estómago habian por consiguiente continuado despues de la muerte.

Esta esperiencia fué mas tarde repetida por Dallan i por Watt, quien colocó al animal simplemente bajo un cobertor, i los dos, tomando las mas esquisitas precauciones, llegaron al mismo resultado que el fisiólogo italiano.

Delante de esta doble confirmacion nos vemos obligados a aceptar, a lo ménos, que está en la esfera de las posibilidades el hecho de que continúe el trabajo dijestivo cuando ya la agonía ha ter

minado.

Pero ¿solo el estómago tiene el privilejio de continuar en esta vida estraña i misteriosa del cadáver?—Quién sabe. Entretanto, hé aquí otro hecho observado por uno de los fisiólogos mas eminentes de nuestro siglo i que encontramos aceptado i confirmado por Darwin, quien lo cita en la pájina 35 de su notable estudio sobre la Espresion de los Sentimientos. Si se pone una gota de ácido en el muslo de una rana decapitada, ésta frotará la gota con la parte superior del pié de la misma pierna. Si se corta el pié de ese lado, despues de algunos esfuerzos inútiles, dice Pflüger, se queda tranquila, como si buscara otro medio i por fin haciendo uso del pié de la otra pierna se quita el ácido. Aquí no tenemos solamento contracciones musculares sino tambien contracciones continuadas i harmonizadas con un objeto dado.

Gracias a los esfuerzos de los fisiólogos modernos i en especial a los de Claudio Bernard ha quedado definitivamente establecida la funcion glycogénica del hígado, es decir la propiedad que tiene esta glándula de producir una sustancia análoga al almidon que se transforma en azúcar. Pues bien, el mismo Bernard ha observado que «la cantidad de azúcar variaba segun el momento en

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