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discursos, en todas sus conferencias, en todas sus cartas, en todos y cada uno de sus actos hasta que bajó al sepulcro con el estoicismo de un espartano (1)

Su sangre fría, su dominio de sí mismo y su absoluta posesión de las responsabilidades que lo envolvían en trance tan supremo, brillaron con especialidad en el mes de Enero, desde que la sublevación de la Escuadra cayó como una bomba sobre la Capital, hasta que pudo eontarse con el ejército y elementos indispensables para contener cualquier ataque repentino sobre Santiago y Valparaíso.

Antes del 7 de Enero habían llegado á la Moneda sordas murmuraciones, ecos subterráneos, que presagiaban un motín de la guarnición de Santiago. Se sondeaba aquí y allá, se escudriñaba el horizonte; pero, nada de tangible se recogía. Vagos presentimientos, problemas que urdían las zozobras de la sospecha, denuncios incesantes, é informaciones contradictorias que forjaba la extraña entidad moral personalizada por el ilustre trágico contemporáneo español Echegaray y formada por la resultante de todo lo que se exagera, trama, ensancha, tergiversa y descompone en el inmenso laboratorio social.

Balmaceda todo lo escuchaba y combinaba con increíble estoicismo y con su legendaria amabilidad.

En la noche del 7 de Enero y en las dos siguientes, que fueron pasadas casi en vela por él y por los que le acompañábamos en la Moneda, se esperaba de momento en momento un anunciado asalto organizado por parte de la guarnición y por elementos políticos sacados de la juventud opositora y de las Cofradías al servicio del Clero y del partido Conservador.

Los anuncios, despejados un poco, volvieron á reproducirse con mayor intensidad entre el 15 y el 25 de Enero.

Los Jefes superiores de la Policía y del Ejército de la capital traían detalles casi exactos de las conspiraciones

(1) Perfil Biográfico de Balmaceda que publiqué en El Comercio de Lima al saber la noticia de la muerte de tan ilustre ciudadano.

TOMO II.

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cuyos hilos se percibían aquí y allá. Era público y notorio que manos ocultas ponían reguero de pólvora en torno del Gobierno para encenderlo cuando los jefes y hombres de la revolución estuvieran acordes para dar el golpe y apoderarse del Jefe del Estado y de la Capital.

En aquellos días aciagos y de terribles inquietudes, Balmaceda pasaba hasta muy tarde de la noche esperando el momento del asalto y de la sublevación. En el día combinaba con los Jefes superiores de la Policía y del Ejército los medios de defensa y el plan de seguridad, y después esperaba con impasible resignación la hora del estallido.

Hubo noches en que se fijó hasta la hora precisa del motín. Los denuncios eran especialmente sobre el 5.o de Linea y la Artillería núm. 2.

El incansable y heroico General Barbosa era el centinela avanzado de aquella crítica situación. Todas las noches visitaba asiduamente los cuarteles.

Era admirable su sangre fría y su valor sereno.

Pasada la revolución he podido ver confirmados en todas sus partes los denuncios que se tuvieron en la Moneda en el mes de Enero de 1891. En publicaciones casi oficialesse dan hasta los detalles más insignificantes del doble motín que debía tener lugar, el uno el 18 y el otro el 22 de ese mes.

La Junta Revolucionaria de Santiago señaló á varios Jefes partidarios del Congreso y de la Escuadra, para obtener la sublevación del 5.° y del 8.° de línea, de los Cazadores y de la Artillería núm. 2.

El Teniente Coronel Enrique del Canto, encargado de obtener la adhesión del Comandante del 8.° de línea, y el Teniente Coronel Boonen Rivera, encargado del Regimiento de Cazadores, se dieron muy luego por vencidos. El Coronel Gorostiaga, comisionado para sublevar la Artillería, casi fué tomado preso en los momentos de esperar la conferencia con uno de los Jefes de ese Regimiento. Igual resultado se obtuvo con la tentativa hecha por el Teniente Coronel Anibal Frías con el Comandante del 6.° de Linea.

Los esfuerzos principales se contrajeron sobre los subalternos del 5.o de Línea y de la Artillería núm. 2.

Algo se consiguió en ambos cuerpos; pero, la prisión del Sargento Mayor Carlos Gatica, uno de los brazos de la conspiración, echó por tierra la tentativa del día 17 de Enero.

Esto no desalentó á los conjurados, y se siguió en la obra de zapa en los mismos dos cuerpos. A falta de Gorostiaga para la Artillería, se puso en acción á los Coroneles José Manuel Novoa y José de la Cruz Salvo.

La mina se extendió á la Policía de Santiago donde la revolución encontró cooperadores en Rodolfo Ovalle y Julio B. Sanhueza.

Se puso en acción también á parte de la juventud disciplinada por Pedro Lira y á dos mil hermanos de la Cofradía de San José.

Según el plan, el motín debía estallar á las 10 de la noche del día 22 y comenzaría con la salida de su cuartel del 5.° de Línea para trasladarse á la Plaza de Armas, y seguir con la concentración sobre el mismo punto y sobre la Alameda de los hermanos de la Cofradía de San José, de los Jóvenes, de las brigadas de Policía de Ovalle y de Sanhueza. Hechas las reuniones, los grupos de Jóvenes con las dos brigadas de Policía debía dirigirse sobre el Cuartel de Artillería. Tomado éste, todo concluiría en la Moneda (1).

El día 22, Carlos Wálker Martínez enviaba á los Comandantes Frías, Del Canto y á algunos otros la siguiente orden:

« Monten á caballo y vénganse al centro, por que hoy es el día que hemos señalado para efectuar un movimiento. que llevaremos á cabo con dos mil Cofrades de la Sociedad de San José ».

Las comisiones de Jóvenes y la Junta Revolucionaria estuvieron en sus puestos. Para obrar se esperaba que antes de las 10 de la noche dieran aviso los oficiales del 5.°

(1) Véase El Mercurio de los días 6, 7, 8, 9, 10 y 12 de Diciembre de 1892.

de Línea que todo se ejecutaría puntualmente á la hora convenida.

'

Por qué se frustró el movimiento? Por la previsión de Barbosa.

Conocedor por diversas sospechas y denuncios vagos que algo se tramaba para ese día en el 5.o de Línea, tomó todo clase de precauciones tanto en el Cuartel de la Maestranza como en el de Artillería. Llevó su previsión hasta colocar tropas de otro batallón en las proximidades y en el Cuartel del 5.° de Línea.

Ese día, entre 8 y 12 de la noche, Barbosa estuvo en dicho Cuartel, en la Sala del Comandante Méndez, esperando el pronunciamiento. El bravo General se paseó al través de las Cuadras y en seguida conferenció tranquilamente con los Jefes del Batallón.

Aquella conferencia fué amistosa, sin aparato alguno y sin que Barbosa expresara á los oficiales inferiores duda alguna acerca de su actitud y lealtad. Pocas veces he visto á Barbosa más tranquilo.

Esa noche estuvo también en el cuartel de Artillería, donde el Comandante Fuentes tenía todo listo para rechazar un ataque cualquiera. La tropa podía en cinco minutos estar sobre las armas. Patrullas montadas del Regimiento vigilaban los alrededores del Cuartel. En los torreones estaban listas las ametralladoras. Los cañones de montaña podían ponerse en acción en pocos momentos. Fuentes pasó en vela noches enteras en cumplimiento de su deber.

La impresión que dejó el Comandante Méndez en aquella noche como en las anteriores, fué de tranquilidad y de disciplina.

La actitud resuelta y previsora de Barbosa y del Gobierno dió fin con los conatos de sublevación por aquellos dias y restableció la serenidad en la Moneda y en los circulos sociales.

Los esfuerzos que tan activamente desplegó la Junta Revolucionaria en el mes de Enero, parece que se detuvieron como si violento anestésico hubiera sido aspirado. por los caudillos principales.

III

La Revolución encabezada por la Escuadra, de acuerdo y por inspiración de gran parte del Congreso, ponía al Presidente de la República en situación verdaderamente excepcional y excéntrica.

La Constitución de 1833, como las Estatutos Fundamentales de los pueblos libres, se puso en el caso de una revolución popular ó militar; pero, no pudo ponerse en la emergencia insólita de que se sublevara uno de los Poderes del Estado, es decir, una de las entidades componentes del Gobierno y encargada á su vez y proporcionalmente de velar por la conservación del orden público.

La Constitución, en previsión de un trastorno público facultó al Congreso en el n.o 6.o del art. 27 para « dictar leyes excepcionales y de duración transitoria que no podía exceder de un año, para restringir la libertad personal y la libertad de imprenta, y para suspender ó restringir el ejercicio de la libertad de reunión cuando lo reclamara la necesidad imperiosa de la defensa del Estado, de la conservación del régimen constitucional ó de la paz interior. »

Sólo en virtud de una ley se puede también contraer deudas y señalar gastos extraordinarios.

Prieto, Bulnes y Montt tuvieron que resistir revoluciones; pero, para hacer uso de las Facultades Extraor dinarias, contaron siempre con el concurso patriótico y resuelto del Congreso. Las dictaduras que ejercieron por varios años fueron, pues, de acuerdo con el Parlamento.

La situación de Balmaceda, si igual en cuanto al deber de conservar y defender el orden público, era diversa en cuanto á la actitud de los otros Poderes del Estado.

El artículo 72 de la Constitución confia al Presidente de la República «la administración y gobierno del Estado » y agrega que « su autoridad se extiende á todo cuanto tiene por objeto la conservación del orden público en el interior».

Este mandato es el complemento del Juramento so

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