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girse con su Regimiento á San Antonio y más tarde á Juntas, donde llegó el 27 á las 2 a. m.

Aquí se celebró un Consejo de Guerra y, no obstante los anhelos de Stephan de quedarse en la provincia para hostilizar al enemigo en guerra de escaramuzas y emboscadas, se acordó proseguir la retirada por no haber ninguna probabilidad de éxito contra tropas diez ó más veces superiores.

Se discutió además el rumbo de la retirada. Stephan quiso hacerla hacia Coquimbo, pasando por el paso de Huasco y aun por Freirina, pero el desembarco de los Revolucionarios por Carrizal y más al Sur, convenció á los otros Jefes que no podía hacerse esa travesía sin peligro evidente de caer en poder de los enemigos con gran desproporción de fuerzas.

Estas razones impulsaron al Consejo á optar por el paso al través del territorio Argentino. Así se hizo. Se cruzó la cordillera cerca de Jorquera y en Angualasto se hizo la entrega de las armas á las autoridades de dicha nación. De aquí se pasó por Rodeo, Ullan, Zonda, Pocito, San Juan y en seguida Mendoza.

Una indisposición de Stephan le impidió seguir con el Regimiento, el que pasó la Cordillera al mando del Coronel Francisco J. Zelaya.

Más tarde siguió Stephan con 10 oficiales y 17 soldados dejando en Punta de Vacas á 1 oficial y 28 individuos de tropas al cuidado de un cargamento de armas que enviaba el Ministro Vidal á Chile.

La travesía de la cordillera de los Andes hecha por parcialidades por Zelaya y Stephan, en pleno invierno (principios y mediados del mes de Junio), es una empresa digna de espartanos. Tanto Zelaya como Stephan sufrieron horribles penalidades. Hubo muchos con los pies quemados por el hielo. Temporales de nieve furiosos los persiguieron más de una vez. Grandes nevazones habían cubierto los caminos y los hacían intransitables; había partes con un metro de nieve y otras, como en Ojos de Agua con tres, y otras como la Calavera, con

nueve.

Los auxilios enviados desde los Andes impidieron la pérdida total del grupo que venía con Stephan.

La actividad desplegada por el Gobierno y sus comisionados evitaron un desastre para Jefes y soldados que venían de dar pruebas irrefragables de tenaz paciencia y de heroico espíritu de disciplina y de lealtad (1).

(1) Además de los Partes oficiales, léase la Exposición de Cris

pín Aguirre, publicada en un folleto en 1891.

CAPITULO XXI

CAMPAÑA MARÍTIMA.

I. Adquisición de buques. II. Primeras Expediciones del Imperial. III Sublevación de las Torpederas Lynch y Cóndell,

y de la Pilcomayo. IV. Combates de Caldera y de Caderilla. Hundimiento del Blanco Encalada. V. Últimas Expediciones de las Torpederas y del Imperial.

I

Declarada la Revolución, el primer cuidado de Balmaceda, después de asegurarse del Ejército, fué adquirir buques y elementos marítimos que le permitieran auxiliar á Tarapacá y si fuera posible, atacar y destruír á la Escuadra rebelde.

Desde los primeros momentos, con aquella actividad y lucidez de espíritu que lo caracterizaban y que quedarán legendarios en la historia de Chile, telegrafió á Europa y Estados Unidos, sea para apurar la construcción de las naves del Gobierno los Cruceros Pinto y Errázuriz y el blindado Arturo Prat -sea para adquirir otras de igual o mayor poder, sea para proporcionarse transportes ágiles que burlaran á los buques insurrectos.

Como se sabe, éstos se componían de tres blindados: -el Blanco Encalada, el Cochrane y el Monitor Huáscar,

del Crucero la Esmeralda, de las Corbetas O'Higgins y Abtao y de la Cañonera Magallanes. Junto á estos tenían dos Escampavías, el Cóndor y el Huemul y diversos transportes como ser el Amazonas, el Aconcagua, el Cachapoal, el Itata, el Bio-Bio, y más tarde el Maipo y otros de menos importancia. Los transportes mencionados eran de la Compañía Sud-Americana de Vapores y fueron tomados gradualmente.

Los buques de la Escuadra de combate con la sola excepción de la Esmeralda, ó sea, el Blanco, el Cochrane, el Huáscar, la O'Higgins, el Abtao y la Magallanes, andaban un máximo de 10 millas francas par hora y capaces de mantenerse en caza prolongada.

De aquí el interés del Gobierno de poseer buques de andar superior á 15 millas.

La Esmeralda podía andar más de 15 millas; pero, en otras condiciones que las que tuvo durante la Revolución. Las tentativas para apurar el pronto despacho de los dos Cruceros Presidente Pinto y Presidente Errázuriz — tropezaron, en primer lugar, con dificultades diplomáticas y, en seguida, con obstáculos materiales de que me ocuparé en el Capítulo respectivo.

En el Arturo Prat no había que pensar, porque aún le faltaba mucho. No obstante ello, se hicieron propuestas muy ventajosas á los constructores y se hizo mucho por obtener un cambio del blindado por otro de su especie ó por otros Cruceros ó buques de combate. Los activos empeños al respecto quedaron frustrados.

En materia de Transportes, se ocuparon en Valparaíso los Vapores Imperial y Maipo de la Compañía Sud-Americana, se emprendieron enérgicas negociaciones con los Directores de la misma y con el Gobierno del Perú para obtener el Mapocho y el Laja anclados en el Callao, se estudiaron diversas propuestas en Enropa y Estados Unidos y se alcanzó á comprar el Águila cuyo contrato de venta todavía es objeto de litigio ante los tribunales de la República Argentina.

En París casi se adquirió un blindado de gran poder del Gobierno griego y hubo propuestas hasta por dos de

la misma especie y nacionalidad. Esta compra habría dado término con la Revolución, porque eran buques de mucho más poder que el Blanco, el Cochrane, la Esmeralda

el Huáscar. Eran superiores en artillería, en blindaje y en andar. Dificultades, diplomáticas unas y de resistencia nacional otras, impdieron al Gobierno de Chile poseer elementos tan decisivos.

Igualmente frustradas salieron tentativas en los Estados Unidos y en otros países.

La fecunda actividad de Lazcano llegó á obtener propuestas de torpederas; pero, se preferían buques capaces de entrar en combate.

Es un hecho que la salida oportuna de los Cruceros Pinto y Errázuriz habría puesto en seria crisis á los Revolucionarios. El andar de esos buques, unido á su poder ofensivo y á ataques combinados con las Torpederas Cóndelly Lynch, habría hecho imposible el envio al Sur, sin peligro evidente, de un convoy de desembarco como el que se mandó al final de la campaña.

El Imperial prestó brillantes servicios durante la Re

volución.

No pasó lo mismo con el Maipo, cuyos servicios no alcanzó á aprovecharlos el Gobierno legal.

En efecto, estando alistándose este vapor en Valparaíso para expedición auxiliadora, se trama una conspiración para entregarlo á la Escuadra. Tomaron parte en ella diversas personas de los Comitées revolucionarios de Santiago y de Valparaíso. El plan fué ejecutado por Juan García Valdivieso, uno de los Jefes del Regimiento de Artillería de Costa, el Capitán Ledesma del mismo cuerpo y que estaba al mando de la guarnición del Maipo y el Capitán de Corbeta Fernando Gómez, que fué el que, unido al anterior, tomó posesión de la nave en la noche del 7 de Marzo. Al amanecer del mismo día, después de embarcarse García Valdivieso con algunos oficiales y soldados, partió el vapor con rumbo á Pichilemu y á la caleta del Molle. En ambas partes se embarcaron varios Jefes, oficiales y agentes revolucionarios que enviaba la Junta de Santiago á la de Iquique y un piquete de

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