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Tal es el origen de las presentes Informaciones y de otras que espero sacar á luz.

El relato marcado en seguida con el número I, ha sido, pues, escrito casi literalimente bajo el dictado de los dos ancianos, á medida que iban poniéndose de acuerdo sobre la individualidad de los hechos. El desorden que en él se nota es hijo de la misma fidelidad de la pluma, la cual no hacía sino trasuntar el ir y venir de la conversación. El acta se levantaba sobre tabla cada noche, y se puede decir que cada párrafo de este escrito fue un acta leída, aprobada y ratificada por los ancianos. Es así cómo estos vienen á ser autores del relato en todas sus partes. Me ha cabido en su redacción únicamente el derecho de omitir lo extraño á cada punto y el de escoger los puntos.

Aliento la confianza de que el éxito de este ensayo de tradición oral, introducida como documento histórico, será satisfactorio, como ya he tenido ocasión después de verificarlo yo mismo al compulsar algunos escritos coetáneos, los cuales deponen de una manera congruente, ó análoga ó confirmatoria respecto al contenido dé estas conversaciones.

Para que éstas revistiesen plenamente su carácter verbal, era menester escuchar y añadir también la voz de las tradiciones de familia conservadas en un hogar intachable y modesto. Tal es el objeto de las piezas-números II y II-que se sirvió comunicarme sobre los mismos asuntos del relato el señor canónigo dou Miguel S. Taborga, virtuoso caballero, con dotes de escritor, que ocupa un puesto distinguido en el clero boliviano, y que empeñó mi gratitud con su condescendencia. (1)

Las piezas comprendidas en el número IV, escogidas, entre otras de la especie extrañas al asunto y que reservo, son huellas reales de los sucesos y conviene sacar su estampa fiel antes que se borren del todo.

Por vía de apéndice he agrupado, bajo el número V, lo que al respecto de la persona de Pizarro reza mi documentación oficial de la época. Con vivo interés hoy se pregunta de la suerte, que, después de la guerra de la independencia,

(1) Hoy arzobispo de La Plata y metropolitano de Bolivia.

ha corrido cada uno de los personajes realistas que la victoria americana arrojó lejos. Para satisfacer esta natural curiosidad, curiosidad de los que ahora se sientan sobre la ruina completa del antiguo régimen, se han hecho con fruto investigaciones biográficas así en España como en América, merced á las cuales sabemos algo sobre el paradero que cupo á Canterac, La Serna, Pezuela, Elío y tantos otros. A pesar de no haber salido de Chusquisaca y de haber muerto allí, la carrera de Pizarro ha sido hasta aquí poco conocida.

Tú sostienes que la antigüedad te encanta por su sencillez de costumbres: pues bien, imítalas; pero, entretanto, cuida de explicarte y de hablar sólo para tu época.» Es una respuesta de retórico que Aulo-Gelio pone en boca del fi ósofo Faborino. La respuesta es también filosófica y para mi antiguo condiscípulo de la Univercidad. Pero ¿cómo hablar atractivamente de nuestra antigüedad colonial ante las opuestas ideas contemporáneas? El problema es de arte; y la incóg nita del problema se puede hallar, á mi juicio, en ese acento persuasivo de verdad que prestan

á un relato los informes de los documentos originales. Los que ahora publico no son de primera mano. Son apénas vecinos á la fuente. Pero pueden aspirar al título de fidedignos y veraces.

1877.

I.

RELATO DE DOÑA MARTINA LAZCANO
Y DEL CANÓNIGO DON JUAN C.

El Arzobispo Moxó

FLORES

San-Alberto murió como había vivido, en la pobreza, dejando desmantelada la morada de los arzobispos. El arzobispo Moxó escribió que le amueblaran con todo lujo su palacio. Aquí fue. ron los apuros en Chuquisaca. No había en la ciudad carpinteros ni ebanistas competentes. Se hizo el encargo á Cochabamba. De allí mandaron altas poltronas de baqueta labrada, canapés de la misma clase, mesas, escaparates etc. Cuando el arzobispo entró al salón de su palacio lo primero que hizo fue examinar el amueblado, agachándose y aplicando su lente (porque el

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