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El 26, desde las primeras horas de la mañana, se notaron muchos correteos de empleados, oficiales á caballo y otros sujetos visibles de la ciudad. El gobierno político y militar recayó en la Audiencia, y los cabecillas del alboroto se ausentaron inmediatamente á La Paz, Potosí, Cochabamba y Buenos Aires para llevar á esos puntos, en calidad de emisarios, la chispa de la revolución.

En Chuquisaca se comenzó entonces por disolver la fuerza veterana, y se emprendió la organización y disciplina de nuevas tropas, que con el nombre de patrullas, eran las encargadas de sostener permanentemente los hechos consumados. Se formaron compañías de negros, llamados los Terrores, y otras de los diversos gremios de artesanos, encabezadas por jefes improvisados, pero de toda confianza. Las cajas reales estaban llenas y pudieron atender puntual y pródigamente á estos gastos.

Fue entonces una de las grandes novedades que Arenales, subdelegado de Yamparaes por el rey y español de nacimiento, tomase la dirección de la fuerza armada por los revolucionarios de la

ciudad, que eran en su mayor parte criollos y mestizos. ¡Pero qué raro podía ser esto, cuando los mismos oidores, españoles y realistas todos, sin excepción, cayeron en el lazo de los Zudáñez y se hicieron patriotas sin saberlo! Don Ramón Abecia, oficial del rey, se pasó igualmente á los revolucionarios. Á Gascón lo pusieron preso como á realista peligroso en las mazmorras del convento de la Merced, que son célebres por lo obscuras, profundas y terribles. Mas después, cuando vinieron á Chuquisaca los porteños, Gascón se volcó á los patriotas (1).

(1) Véase la Adición Quinta.

Acerca del suceso del 25 de Mayo de Chuquisaca se han publicado allí en nuestros días (1891 á 1896) los folletos 4240, 4332, 4335, 4338, 4358, 4386, 4369, 4408 y 4447 de mi Primer Suplemento á la BIBLIOTECA BOLIVIANA. El primer nombrado contiene, con mérito historiográfico, una crónica del suceso, seguida de noticias biográficas y un facsímile de firmas. Esta publicación bien informada se debe á don Valentín Abecia. Es asímismo interesante la pieza 4338. Contiene una relación de fray Marcos Jorge Benavente, guardián de San Francisco, testigo ocular y actor en parte. Como pro ducción coetánea, á raíz de los hechos, es algo informativa y mayormente sugestiva á la vuelta de casi un siglo. No contradice sino confirma las exterioridades y conceptos tradicionales de doña Martina y del canónigo

Flores. No carece hoy de interés la pieza 4386. Es una representación del señor Manuel Antonio Tardío al virrey en Agosto 26 de 1809. Del fondo de las dos piezas oculares antedichas se desprende que un grupo oculto de pechos soplaba y atizaba la hoguera de la discordia entre las autoridades españolas. Los demás folletos nada añaden, que valga, á lo que ya se tiene averiguado ó consta de las publicaciones documentales que ellos reproducen.

II

RECTIFICACIONES AL ANTERIOR RELATO EN LO
REFERENTE Á PIZARRO, POR EL NIETO DE ÉSTE,
EL CANÓNIGO DON MIGUEL TABORGA.

Para cumplir el deseo de mi amigo el señor G. René-Moreno, de suministrarle algunas noticias relativas al señor D. Ramón García Pizarro, es poco lo que tengo que añadir al relato del señor don Juan C. Flores y de la señora doña Martina Lazcano, el que por lo general encuentro conforme con lo que muchas veces oí á mi seño. ra madre, hija natural de Pizarro (1).

Si en los primeros años del presente siglo, alguno hubiese querido conocer de vista al Presi

(1) Era hija legítima. Véase atrás, pág. 116, la rectificación hecha catorce años más tarde, hecha con la modestia y sinceridad que el presente aserto.

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dente Pizarro, no tenía otra cosa que hacer sino colocarse á las nueve de la mañana en la calle de la Audiencia, y habríale visto envuelto en su capa grana y con su bata talar azul-perla, yendo á la misa mayor de la Catedral, acompañado de su mayordomo Bernardo, ó de su esclavo de servicio manual, el negro Silvestre, ó también en veces de los dos. Al pie del púlpito había un sillón con su cojín; era el puesto privado que Pizarro ocupaba en el templo. Si algún día se extrañaba la ausencia del Presidente, era porque su capellán Munili le había dicho misa en el oratorio de la casa pretorial, lo que era muy pocas

veces.

Don Ramón García Pizarro era alto, esbelto, bien plantado, enjuto de carnes, rostro oval bastante colorado, y para su edad muy fresco, nariz más bien corta que larga, ojos negros redondos, cabellera rizada, larga y empolvada, según la moda. Conocí su retrato y pudiera dirigir á un pintor para que le vuelva á formar; mas no sucede lo mismo con su retrato moral, que importa más, y que debe ser el resultado de todas las noticias y documentos que puedan reunirse de

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