NOTAS ADICIONALES Á LAS PRECEDENTES INFORMACIONES Al reproducir en este libro las Informaciones Verbales sobre los Sucesos de 1809, reproducióndolas á la vuelta de veintiocho años, adiciono en seguida ciertos particulares suyos no escasos de interés. Apéndices son éstos, que, para decirlo con exactitud, amplían ó rectifican las Informaciones relevando á la vez mayormente su ingenuidad originaria. No podía ser de otro modo. La suma de esos recuerdos, el espíritu que en ellos mora, han sido y serán siempre un último eco de lo pasado; son una contribución de certidumbres sinceras al estudio de los anales del país. Nadie tanto como el que esto escribe, que ha compuesto un volumen sobre los antecedentes de aquellas ocurren cias de Chuquisaca, podría afirmarlo por el pronto con igual acento de convicción. Nadie también está más obligado á rendir público testimonio de gratitud á los tres fidedignos declarantes. Hoy vive sólo uno de ellos. Es una leuda que el discípulo satisface en estas líneas con penoso atraso. Aquellas noticias guiaron como antorcha las primeras pisadas del investigador hacia adentro de un campo obscuro y todavía sin explorar. ADICIÓN PRIMERA El Arzobispo Moxó (Página 114) Ocúpase en la prisión de Moxó un lugar de la incompleta «Autobiografía del General D. José Rondeau, publicada por D. Andrés Lamas en su rarísima hoy é importante siempre Colección de Memorias y Documentos para la Historia y la Geografia de los pueblos del Río de la Plata (Montevideo, 1849, un volumen en folio á dos columnas con 639 páginas). Dice Rondeau desde Potosí en los promedios de 1815: <Fueron muchos los avisos que recibí, de los nuevos mandatarios patriotas decididos, y también de algunos curas, sobre lo perjudicial que era á la causa de la independencia la permanen cia en la ciudad de Charcas de su arzobispo D. Benito María Moxó y de Francoly, porque predicaba abiertamente contra ella, y amenazaba con rigorosas penas á los que la siguieran. Recuerdo en este momento, que uno de los más grandes hechos de que era acusado, para probar lo enemigo que era de nuestro sistema, fue el haber relajado ó levantado á los oficiales del ejército de línea el juramento que prestaron en Salta, cuando fueron batidos por el general Belgrano, declarándolos expeditos para volver á tomar las armas contra las Provincias Unidas. «En fuerza, pues, de tantas acriminaciones contra el dicho prelado, resolví hacerlo salir de su diócesis y remitirlo á Buenos Aires, porque de esta medida resultaba que ganaría la justicia de la causa americana; y para que se efectuase nombré á un jefe del ejército, el cual con una escolta marchó á Chuquisaca á traer á mi presencia al señor arzobispo. ¿Cuántas no serían y fueron sus alegaciones para no ponerse en camino? Y la más especial fue, la de que se hallaba enfermo; de modo que obligó al jefe comisionado á suspender todo procedimiento y darme cuenta, por un expreso, del mal estado de salud de S. R. para ponerse en marcha, á más de otros motivos que también pretextaba: le contesté manifestándole mi extrañeza por haberse dejado sorprender, y reiterándole el cumplimiento de lo mandado, sin admitirle más excusación, dejando en el arbitrio del señor Moxó el modo como quisiera viajar; y para el caso de dificultarlo, que le acercase una silla de posta de dos manos, y que á hombros de los naturales, relevándose en los pueblos ó haciendas del tránsito, le insinuase la salida de grado ó por fuerza; así debió de ser, porque ya no hizo réplica, y el magistrado eclesiástico llegó á los pocos días á un pueblo inmediato á Potosí, á donde previne se detuviese, porque él mismo solicitó descansar en aquel lugar: fue en seguida el mayor general Cruz á saludarlo en mi nombre y advertirle que estaba decretada la continuación de su viaje hasta la capital de Buenos Aires, porque así lo exigía el interés público y la quietud de los americanos de aquellas provincias; que en esta inteligencia se preparase para la marcha, manifestando los días que necesitaba detenerse en el punto en que actualmente se hallaba, para su apresto. |