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Todo mueve á creer que el espíritu soldadesco, ó sea el militarismo, alentaba, pero opri. mido por el actual solevantamiento de las energías civiles de la sociedad y del gobierno. Sin caer en inverosimilitud uno se imagina que los jefes y oficiales fuera del servicio ó descontentos con su reforma, todos sin hábito de trabajar, sesteaban diariamente mano sobre mano á la sombra de los hermosos sauces de la ribera que ya no existen. Y no es menos probable que su parla incontenible y fluida lo arreglaba todo á maravilla diciendo mal del gobierno de la regeneración de Buenos Aires.

A decir verdad, durante el pacífico interregno de la provincia (1821-1828) no faltaron conatos sediciosos con base en los cuarteles. En ellos no se ocupan cosa los nacionales historiadores grandes ni los chicos. El buen Zinny cuenta de unas tres tentativas, que son sin duda las solas que han dejado huella en lo impreso (2).

primeros, 27 tenientes segundos, 41 subtenientes. Véase el Registro Oficial de la República Argentina, tomo II, páginas 8, 9 y 34.

(2) Historia de los Gobernadores Argentinos, tomo I, páginas 52, 56 y 61.

El intento había sido destruír de cuajo los cuerpos militares, si posible abolir en la república la profesión de las armas.

El pueblo argentino no se conformó jamás con la ocupación extranjera de la gran provincia uruguaya; por su parte él no transigió mediante cómoda neutralidad con aquel salteo escandaloso á la faz de las naciones; ignoraba enteramente la secreta labor porteña para dejar fuera de la comunidad argentina la Banda Oriental. Tan pronto como consideró ajustado á firme el pacto de unión con Buenos Aires, el pueblo argentino impuso con apremio el ir a la guerra, y la guerra se hizo. De ella volvieron victoriosos. y más soldados que nunca aquellos militares que don Bernardino, con buenas razones y siempre sin acierto, quisiera dejar perfectamente paisanizados. Habían servido con gloria á su patria y á la causa de América.

Los dirigentes del partido federal argentino habían intentado traer á Bolívar al Río de la Plata. Este señor consideraba eminentemente americana la expulsión de aquellos usurpadores monarquistas. Los dirigentes le consideraban

caudillo capaz de llevarla á cabo con una ventaja: la de hacer saltar el trono construído en el Janeiro como superestructura de la independencia del Brasil.

No lo olvidemos: el espíritu americano había sido la oriflama bonaerense de los ejércitos de la Patria. Esos ejércitos habían sostenido con su sangre hasta muy lejos la causa de la emancipación. Al señor Rivadavia no tocó ver realizado, ni en Buenos Aires, su anhelo de ver substituído, dentro de su patria, al espíritu marcial el mercantil. En cambio sus trabajos externos en sentido exclusivo y excluyente, hay que decirlo, han hecho escuela y logrado prevalecer en Argentina. Hoy el afán mercantil ha expulsado allí todo sentimiento americano, por más que la gárrula y sonante palabrería diga otra cosa.

Por falta de espacio en el volumen, adentro ya de mi asunto, sin defraudar espectativas tendentes á un literario efecto, y con la libertad propia del simple anotador de cosas concordantes,

alentando una esperanza tengo que cortar aquí mis originales escritos sobre el tema: la de poder proseguir su publicación en otro volumen que se titularía Bolivia y Perú Nuevas Notas Históricas y Bibliográficas.

FIN DE

BOLIVIA Y PERÚ MÁS NOTAS
HISTÓRICAS Y BIBLIOGRÁFICAS

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112

gei
ALVARADO Rudesindo 217
241 300
ALVAREZ Mariano Alejo:
Enlaces de la persona y
opúsculo de este arequi-
peño con la revolución
altoperuana 1 á 8 26
85 86; anterioridades y
simultaneidades y poste-
rioridades biblicgráficas
9 10 19 20 46 47
68 á 72; rivalidad entre
europeos y criollos por
causa de los empleos 9

B. Y P.-T. II

á 17; análisis del Discur-
so de Alvarez sobre la
preferencia debida á los
americanos para los em-
pleos de América 18 á
22; parte incisiva y vehe.
mente de la disertación
23 á 27; puntos de ésta
pertenecientes al silogis-
mo ad usum jurisperito -
rum de los doctores de
Chuquisaca 27 á 29; con
ser doctor legista en Chu-
quisaca pudo ser precur-
sor de una revolución ra-
dical en Lima 38 39; esta
contrariedad a parente
estampa la unidad que
encierra de suyo la duali-
dad de la revolución al-
toperuana 39. Véase RE-
VOLUCIÓN ALTOPE-
RUANA.

ALVAREZ DE ARENALES
Juan Antonio 95 126
131 231 236 241
ALVAREZ Y THOMAS Igna-
cio
291
ALVEAR Carlos 291 292
Anatole France. Véase THI-

BAULT

20

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