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mente conforme con la doctrina de Santo Tomás enseñada en la Universidad de Chuquisaca; algo más, que aquella reversión era el principio que proclamaban, como basa de su interina autoridad suprema, las propias juntas provinciales gubernativas formadas tumultuariamente en la península para defender su independencia y con ésta el trono de su dinastía.

La maciza sumisión del inveterado vasallaje, aquella interna tabla rasa de la fidelidad à la metrópoli, se destrizó en todos los ánimos. Por las endiduras saltaron aspiraciones á inquietar el pecho de los desposeídos regnícolas superiores del distrito de Charcas. Uno hoy mira el estrago en la conciencia jurídica de los doctores leales, y mira el aguijar de la tentación subver. siva en el ánimo de los doctores radicales.

Esta la prosa de la tempranísima aventura de Chuquisaca, trascendente á La Paz y à todo el Alto-Perú. Su parte de poesía se advierte en el invento y máquina de la revolución misma. Asunto que sería propio de otra nota histórica y bibliográfica.

ÁLVAREZ en pisando Lima pone á prueba la

tolerancia abascalesca tan cacareada allí entonces por los palaciegos. Mas tan sólo un ardor impaciente de liberalismo pudo no prever algún lance en el abogadil cenáculo. Porque el joven letrado traía bullente el cerebro innovador. Su actitud oratoria denota lo bastante á la perspicacia más simple. No se diga que el enfático frontis puesto al folleto en 1820, pero sí la arrogante arquitectura de ideas, que se hallaba detrás desde 1811, induce hoy á percibir, en la mente reflectora de este sectario alumno, con cuál viveza de incentivo dos años antes, desde la ciudad mediterránea, suceda lo que sucediere, aquellos doc. tores hubieron de lanzarse á festinar su acariciado proyecto sobre la revolución de HispanoAmérica.

Y aquí de paso una advertencia sobre la sinceridad de convicciones de nuestro autor. Los empleos de América para los americanos; y, si mente personal interesada hubo en el tema, no podía ser sino ésta: para americanos dignos por preparación y vocación. Porque él va á ser uno de ellos, primero entre los primeros. En 1826 arrojó sus empleos á la cara del Consejo de Gobier

no con entereza de magistrado. Era uno de los opositores francos y resueltos á la dominación de Bolívar. Después, un ministro fue que por su rectitud y sabiduría ha honrado al tribunal de la Corte Suprema del Perú.

<Como principio, la soberanía inalienable del pueblo; como objeto, la independencia autónoma; como fin, la reforma del gobierno y de la sociedad.» Tal era desde los primeros años del siglo XIX, según queda dicho, el sistema americano de los doctores de Chuquisaca.

Basta ojear este discurso para advertir cuánto es él rico de sentido en orden á las doctrinas secretas del centro universitario donde el autor se había doctorado. Naturalmente, de los tres términos antedichos, sólo dos se atreve ÁLVAREZ á proclamar: la soberanía y la reforma, ya proclamadas en las Cortes de Cádiz. Calla sobre el medio ú objeto inmediato del plan. Eso sí, no es entusiasmo sino indignación lo que alienta en el espíritu de reforma.

II

Cervantes dice que «hay una manera y otra manera de encantamientos.» En el Discurso sobre la preferencia que deben tener los americanos en los empleos de América dos valentías hay que tocan en el humano encanto vengativo: el nervio de la demostración y la viveza de la reconvención. Y eso que faltaba entonces al asunto la estadística. Por eso un golpe numérico de agravios y abusos falta á una y á otra para contundir concluyentemente como demostración y como reconvención oratorias.

No se ha compuesto aún esa estadística general con referencia á un año cualquiera de estas colonias. Existe poco y se debe á lo averiguado y hecho valer durante la polémica de la Revolución. Ese propio año 1811, del discurso de nuestro ÁLVAREZ, alzaba el vuelo esa gran polémica en las costas atlánticas hispano-americanas y en

Europa. Comenzaron á hacerse en Cádiz y en Londres, años 1812 y 1813, ensayos sobre la cuenta y nómina relativas á la exclusión de americanos en Méjico (1). Inventario es el mejicano por demás inductivo y deductivo de lo muy enorme que en la materia existía como conjunto en estas colonias. Como hemos de verlo, casi total era en Nueva España el apoderamiento de los destinos de judicatura, iglesia, fisco y milicia por los europeos (2).

(1) Fue en El Censor de Cádiz, número 37, ordinario de Mayo 1.o y extraordinario de Mayo 3 de 1812. Escritos estaban con sustancial erudición por el diputado mejicano de Tlascala en las Cortes, D. D. Miguel Guridi y Alcocer. No pocos de estos datos han sido trascritos, con más noticias y luminosos comentarios, en la obra-aunque rara mucho menos sin duda alguna que esos cuadernos-del mejicano D. D. Servando de Mier y Noriega titulada Historia de la Revolucion de Nueva España. Escribíala D. José Guerra (Londres, 1813, dos volúmenes en 4.o), páginas 277 é inmediatas del tomo I y 624, 625 y 626 del tomo II. ALAMÁN, Historia de Méjico, tomo I, páginas 12 y 13, ha resumido los guarismos del cura Guridi y Alcocer y del P. Mier y Noriega.

(2) El editor de las Noticias Secretas de América, don David Barry, dice sobre el monopolio de los empleos por los peninsulares en estas colonias cosas enormes y muy verdaderas, pero sin precisión especificativa ni mucho

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