Yo he libado el amor en muchas copas I con él me he embriagado muchas veces; Pero siempre he encontrado Al fondo de la copa amargas heces. He llorado de amor en muchos brazos; Junto al mio he sentido,
En ardientes, dulcísimos abrazos De muchos corazones el latido.
He visto abrirse el cielo en las miradas De mujeres amantes,
I las he visto mudas, sollozantes, Caer sobre mi seno desmayadas. I loco he palpitado,
En delirio febril estremecido,' Por corrientes de fuego electrizado. El placer en su colmo devoraba, Por solo el placer. Jamas he hallado Lo que con ansia férvida buscaba:
El amor, santo, puro,
Como en mi corazon yo lo soñaba!
Ahora, yo no sé... todo me hastía, Sin rumbo mi camino voi siguiendo, Ya en el mundo no encuentro poesia, Yo mismo lo que tengo no comprendo. Es un disgusto estraño,
Algo sin esperanza i sin consuelo, Que no puedo alejar, que me hace daño. Todo lo hallo sombrio,
Nada llega a mover mi indiferencia,
Porque este mundo impio Nada en el alma me ha dejado, nada, Ni amor, ni sentimiento, ni creencia.
Yo he caminado mucho, he caminado Por el sendero a la esperanza abierto; El término he buscado,
I al fin de la jornada solo he hallado La inmensidad horrible del desierto.
Una pasión que disipó en mi mente Los sueños que de niño la guardaron, Fué la hoguera fatal donde a agotarse Las flores de mi alma comenzaron. En esa pira que en mi sueño ardia, Que con mi propia sangre alimentaba, Cada boton hermoso que nacia, Antes de abrirse en flor ya se quemaba Espíritu de llamas
Mi corazon amante sacudia; Trataba de apagar aquella hoguera. I la hoguera crecia!
I ella ¡la ingrata! ella ¡la altanera! Brisas de amor al corazon mandaba, Con rayos de su luz lo acariciaba, En él entónces una flor nacia, I luego la implacable, que no amaba, En desgarrar la flor se entretenia. I a cada hoja que la cruel rompia, Mi corazon deshecho
En ruda convulsion se estremecia!
¡l la amaba! la amaba!
I ocultando la sangre de mi herida, Iba a buscar la savia de mi vida En aquella mujer que me mataba! I esperanza, i amor, i sentimiento, Inocencia, ventura,
El placer ideal del pensamiento, Todas las ilusiones que he creado, Sueños, delirios, todo
En esa hoguera horrible se ha quemado.
Me ha tocado nacer, por desventura, En un siglo de torpes vanidades, Campo abierto en que luchan con locura Grandezas i ruindades.
Este que llaman siglo de las luces, De gloria, de virtud, de libertades No ofrece al alma nada
Mas que la hiel de amargo escepticismo. La atmósfera cargada
que estuviera envenenada
En el frio letal del egoismo.
Mucho vapor, telégrafos, imprenta,
Se ve en el fondo del mar, se lee en el cielo.
Pero el ruido de tanta maquinaria
No deja oir la voz de una plegaria. Cada dia se ostentan
De la industria mas grandes inventores I cada dia tienen
Mas dulzura i mas hiel los corazones. Mucho adelanto en artes i placeres, Progreso sorprendente!
I el hombre aun mata jente,
I el verdugo es el bravo entre los bravos, I hai mercados infames de mujeres,
I aun hai razas de esclavos!
La virtud casta i seria
Queda siglos atras, i pronto el mundo Donde se rinda culto al Dios Materia! No hai corazones puros, almas buenas, Conciencias elevadas,
Que luchan por romper esas cadenas, Que jimen por mirarse aprisionadas, Que aspiran a lo bueno?
Ai! son perlas preciosas,
Perlas perdidas en un mar de cieno!
Triste es pensar, mui triste, como pienso; Mas la culpa no es mia.
El lodazal es demasiado inmenso, I por mas que evitarlo yo queria, El vendaval del siglo me arrastraba I me empujó a la sima
Que de solo mirarla me espantaba. Oh! mi alma era pura!
por ella, con su hálito de muerte. Pasó el escepticismo,
¡Ai! apagó la luz, secó las flores,
I do estaba el volcan dejó el abismo.
Los pocos sentimientos que me restan Ya al desolado corazon no abrazan; Me conmueven apénas,
Son solamente ráfagas que pasan
Sin dejar una huella duradera: Son las tímidas chispas
Que saltan de los restos de una hoguera.
Esas chispas diversas que han saltado, A veces han caido
Sobre algun corazon que han incendiado.
¡Oh! vosotras, las tiernas criaturas, Vírjenes de quince años,
Que rodeasteis mis negros desengaños De sonrisas i ensueños, i ternuras Sin amaros no he podido
Con la sublime fé que habreis soñado, Perdonadme el amor que os he pedido, El anjélico amor que me habeis dado! Del corazon enfermo, sin aliento
Tan solo, en vez de canto, os he exhalado Un amargo estertor de sentimiento. Aquellas impresiones no eran flores Eran hojas de otoño,
Que al rozarlas no mas vuestros amores Temblorosas caian
Volaban, al espacio, i se perdian. Era poco ese riego
Para dar vida a la infecunda tierra Que habia herido un huracan de fuego.
Yo he refrescado mi abrasada frente En la brisa empapada en los suspiros De vuestra alma inocente.
Yo he rejuvenecido mi existencia En nuestra juventud de primavera,
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