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El libre pensamiento es creador i revela carác

ter.

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Al considerar la actitud que cada uno debe asumir en ese Congreso, es menester desentenderse de la idea enervadora de que no es posible hacer nada porque los demas no harán nada. Tal idea no es mas que un sofisma de la pereza individual. Pensemos que las naciones no solo viven del comercio i de la industria, sino esencialmente de las producciones intelectuales que modifican formas antiguas i sujieren formas nuevas de existencia, mas verdaderas í mas equitativas. Pensemos en un porvenir lejano, cuando esta faja de tierra no esté poblada principalmente por séres estraños a todo movimien to intelectual, sino por personas ávidas de luz que mirarán hácia atras para ver quienes fueron sus oscuros antepasados i dejémosles un legado, si no de hechos deslumbrantes, por lo menos de esfuerzos que puedan ser calificados de heroicos dados nuestros cortos medios. Que cada cual cumpla con su deber i organizaremos un torneo grandioso que elevará el nivel intelectual comun i el nombre de nuestra patria, i animará la sagrada llama del pensar libre, que ha de ser el hogar en torno del cual se agruparán todos los espíritus chilenos de los futuros tiempos.

ANTONIO ORREGO BARROS

La poesia de índole nativa, llena de gracia esquisita, ha sido cultivada con inimitable primor de concepto i de inspiracion por Antonio Orrego Barros, que ha pues

to de relieve la gracia criolla en sus poemas populares. Joven, casi un niño, se ha revelado poeta criollo, espiritual i tierno, melodioso i delicado en su arte tan dificil de pintar los caracteres i las costumbres de la raza nativa, orijinaria i sencilla.

Sus poesias están saturadas de sentimientos puros i de esquisita belleza, revelando la impresionabilidad de la mujer campestre, injenua, apasionada, que siente embargada el alma por el amor i se abandona con la sencillez de paloma sin hiel.

Esta poesia orijinal i melodiosa, como música del valle, desprovista de apasionamiento mundial, pintoresca, emocionante, cargada con los aromas del campo, no es comun en nuestra América, donde la naturaleza presenta a los poetas la orquestacion maravillosa de todas las armonias i el deslumbrador espectáculo de las mas soberbias bellezas.

Orrego Barros, en su libro Alma Criolla, ha recojido los rumores risueños de esa espléndida naturaleza nativa.

Nacido en 1880, se dió a conocer en el periodismo con sus poesias de típica índole criolla, conmoviendo las almas con sus cantos de ternura jovial i risueña.

Estudió humanidades en el Instituto Nacional i cursó medicina, pero consagrado a las letras ha seguido rumbos diversos siendo redactor de sesiones del Senado. Pertenece al Ateneo de Méjico, a propuesta del jenial poeta americano Juan de Dios Peza.

Su poesia mas delicada i tierna es la que reproducimos como rasgo característico de su musa nativa.

Margarita la lavandera

Como un perfume que se ha aspirado,
Como un murmullo de voz lejana,
Como un buen sueño que se ha olvidado
I se recuerda por la mañana.

Surje la historia vaga, infinita,
De aquella vida de primavera,
La historia alegre de Margarita,
De Margarita la lavandera.

Un rancho viejo, junto a un estero, Un jardincito lleno de flores, I una batea, bajo el alero Que sombreaba los corredores.

Junto a unos ojos llenos de risa,
Una boquita siempre sonriendo,
I, en la batea, mas que de prisa,
Sus manecitas yendo i viniendo.

En los cordeles ropa tendida,
Ropa tendida sobre las breñas,
¡Ropitas blancas que a mi venida,
Me parecia que hacian señas!

Aunque vivia desamparada,
Léjos, bien léjos del caserio,
I aparentaba no saber nada
De lo que pasa próximo al rio,

Me relataba, con voz sumisa, Los mil enredos de aquella aldea, Mientras batia, siempre de prisa, La ropa blanca de la batea.

La eterna historia del amorio, Con sus enjuagues i sus enredos, Que perturbaban al pueblo mio, Me relataban sus labios quedos.

Tal fué la historia de mi alborada, Siempre escuchando su voz parlera: Esa voz suave i acariciada De Margarita la lavandera.

Pasó mi infancia, vino la vida,
Dejé mi casa, dejé el lugar,
¡Como lloraron mi despedida
Las buenas jentes de aquel hogar!

Ella me dijo, desvanecida,
Con su lenguaje vago i sincero,
Que no me fuera, que era su vida,
Que me quedara junto al estero.

¿De aquella vida qué es lo que queda? Pasó mi infancia, pasó mi gloria. ¡Como un perfume de la arboleda Guardo en el alma solo su historia!

Como un estraño llego a mi tierra
Sin que se alegren de mi venida
Ni las aldeanas de aquella sierra,
Ni los amigos de aquella vida.

Ya nada resta del pueblo mio; Nuevas viviendas i nuevos dueños I entre las jentes del caserio Nuevos amores, nuevos ensueños.

I allá en el rancho, junto al estero,
No hai jardincito lleno de flores,
Ni ya hai batea bajo el alero
Que sombreaba los corredores.

Ni se ven ojos llenos de risa,
Ni esa boquita siempre sonriendo,
Ni aquellas manos yendo de prisa
Entre la ropa que están batiendo;

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