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timentalidad i su fervor con que alimenta el ideal de amor humano que se anida en su pensamiento.

Las dos violetas que arrebatamos a su verjel campestre, son el mejor testimonio del abundoso paisaje de sus canciones.

Paisaje de Estio

A mis plantas, ya sereno, ya bravío,
entre altísimos ribazos pasa el rio,
i se pierde en las campiñas,

culebreando por sembrados i por viñas.

Es la hora de la siesta: en los jarales
dan su alerta los zorzales;

i en los olmos de la cumbre,
las torcazas, su tristísima quejumbre.

A la sombra de los sauces de la vega,
se ha dormido la cuadrilla de la siega,
Turba a veces el silencio el repentino
galopar de algun caballo en el camino,
o alguna áspera carreta gavillera
que atraviesa la caldeada sementera.

¡Cuán hermoso es el paisaje!
el trigal con áureo oleaje,

el murmullo de la fuente soñadora,
el perfume de la flor que el sol colora,
las caricias de los vientos refrescantes,
el aroma de los tréboles distantes,
los rebaños en las lomas,

i en los aires, las bandadas de palomas,
impresionan de tal modo, que parece
que en el fondo de las almas reverdece
el boscaje, que los fieros desengaños
marchitaron con el frio de los años.

I al hallarme en aquel sitio, me imajino detenido en un remanso cristalino, contemplando indiferente

a los otros que se van con la corriente.

Tarde de Invierno

Pardea de léjos la viña en la falda cual mancha de siena en el verde esmeralda; sus troncos torcidos

parecen enormes reptiles dormidos.
Abajo en el valle, sombríos i mudos,
los álamos alzan sus brazos desnudos
i sobre los bordes de los canalones,
inclinan sus frentes los sauces llorones.
Tan solo interrumpen la gama sombría
en aquella tarde desolada i fria,

tras de los tapiales, con su áureo color,
los grandes manchones de aromos en flor.

Ostentan el suelo revuelto, encharcado las fértiles vegas que rompió el arado, i se estienden hasta los cerros primeros del Ande i la costa los grandes potreros, donde los rebaños pacen los pastales de las bienhechoras lluvias invernales. En la angosta via que, cual cinta oscura, entre zarzas moras cruza la llanura, siéntense las voces de los mayorales que guian los carros por los barrizales. En los espinares, como tristes quejas, arrojan sus gritos de amor las vulpejas, i en son de protesta, se escuchan lejanos en las alquerías ladridos de alanos.

Va a morir el dia: sobre la campaña
pasa como un soplo de tristeza estraña.
Tiembla todo el valle con el viento frio
que trae la turbia corriente del rio,
i al ver que niebla nocturna que baja
ya cubre los cerros, como una mortaja,
suspende el labriego su ruda tarea

i va paso a paso con rumbo a la aldea.
Queltehues i garzas tambien van en viaje,
dejando desierto, callado el paisaje,
solo los pidenes en el campo muerto
se quedan cantando su triste concierto.

SEÑORA NICOLASA MONTT DE MARAMBIO

A semejanza de Mercedes Marin de Solar, Quiteria Varas Marin, Rosario Orrego de Uribe i Teresa de Sarratea, la señora Montt de Marambio ha cultivado las letras con delicado sentimiento de arte i de inspiracion. La poesía i el cuento han brotado de su pluma con el primor de su ternura esquisita, poniendo de relieve su ideal del bien humano.

Su bello libro titulado Pajinas Intimas, encierra en sus romances i poemas ese tierno anhelo de dicha infinita para el linaje humano que es don supremo del corazon ennoblecido en esa virtud soberana del amor heroico.

La Caridad, con todos sus mas delicados afectos, ha inspirado su númen arrebatándole sus mas sentidas estrofas.

El injenio, que brilla con luz propia, le ha merecido himnos de gloria.

El arte o la poesía, es, en la mujer jenial, una manifestacion de su índole delicada o de su idealismo de armonia de la naturaleza vibradora.

Por eso sus poemas o sus obras de pensamiento, llevan el sello de una inspiracion de ternura elocuente i conmovedora.

Reproducimos una de sus poesías mas sentimentales.

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