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Los pobladores de Arauco tenian sus poetas, que en el entierro de algun muerto, en medio de la jeneral borrachera, declamaban composiciones en verso, que los parientes remuneraban con chicha,

«La poesía de esta lengua, dice Olivares, hablando en términos mas jenerales, si no tiene aquellos conceptos altos, alusiones eruditas i locuciones figuradas que se ven en obras poéticas de otras naciones sábias, por lo menos es dulce i numerosa, y aunque sea soberbísimo el juicio de los oidos que condena sin apelacion todo lo que no le cuadra, con todo, el mas delicado no hallará cosa que reprender en la cadencia i numerosidad de sus metros».

Pero, puede decirse que de todos los jéneros literarios el único que cultivaban era el de la oratoria. Guerreros por excelencia. conocian perfectamente las grandes determinaciones que en sus reuniones bélicas estaba destinado a producir el uso elegante ‚o apasionado de la palabra, que los llevaba a la pelea prometiéndoles la victoria. «Como en lo antiguo los griegos y romanos tenian i ahora los que profesan las buenas letras usan cotidianos ejercicios de la oratoria, i así estos indios ejercitan, se puede decir, a todas horas los bárbaros primores de que son capaces unos injenios destituidos de toda ciencia i dejados a la enseñanza de la naturaleza, porque en este particular no hai nacion que tenga semejanza con ésta, que practica como moda cortesana lo que entre los escitas fuera la mayor impertinencia.

Nada, pues, tuvieron los invasores que aprender del pueblo que venian a conquistar. Al reves de lo que sucedió en Europa cuando el imperio romano a segregarse en diversas nacionalidades, en que los conquistadores, encontrando en su camino pueblos mas civilizados que ellos, adoptaron sus costumbres,

se impregnaron de la civilizacion mucho mas adelantada que halla, i, poco a poco, su bárbaro idioma fué trasformándose para dar oríjen a las diversas lenguas de las naciones modernas; los españoles nada recibieron de los hijos de Arauco, a no ser una que otra voz que vino a aumentar el castellano.

Pero, en cambio, la lucha constante en que vivieron, el peligro diario en que sus vidas se hallaron por la indomable resistencia de un pueblo salvaje, vino a imprimir a los escritos que se elaboraron durante todo el curso del período colonial una fisonomía especial. Interesados en recordar las esperiencias del pasado para resguardarse de los peligros del porvenir, se dedicaron con afan a escribir la crónica de los sucesos de la guerra araucana. Bajo este aspecto, puede asegurarse que, a escepcion de los libros teolójicos i de otros de menor importancia, toda la literatura colonial está reducida a la historia de los hijos de Arauco. Ellos inspiraron a los poetas, ellos dieron asunto a los viajeros, ellos, por fin, ocuparon la pluma de los polítitos.

Este contínuo batallar, imprimiendo a las letras un carácter diverso del que asumieron en el resto de los dominios españoles de América, constituye precisamente su orijinalidad i su importancia, pues en ese período se escribieron en Chile mas obras históricas que las que los literatos de todas las colonias restantes pudieron fabricar, siendo cierto, como dice M. Moke, que «en las muestras de la literatura de un pueblo es donde se reflejan sus sentimientos i sus ideas, porque ella es la que ofrece la espresion mas viva, mas pronunciada i mas intelijente». Así, al paso que en otros lugares se trabajaba con mas holgura i sobre temas acaso mas variados i abstractos, pero siempre mucho mas frívolos,

entre nosotros, limitado el horizonte de produccion por la necesidad de la conservacion propia, nos han quedado, por ese mismo motivo, obras que interesan en alto grado a la posteridad. ¿Quién irá hoi a leer la vida de místicos personajes, los abultados volúmenes, las recopilaciones de versos disparatados que en la metrópoli del virreinato se escribieron en aquel tiempo? I, por el contrario, un libro cualquiera de entre los numerosos que se redactaron sobre Arauco, ¿no será siempre un monumento digno de consultarse?

Prescindiendo de este rasgo capital, hai otra circunstancia que concurre a dar a la literatura colonial de Chile cierto sello distintivo, i es el doble papel de actores i escritores que representaron los hombres de quienes vamos a ocuparnos. Este estudio nos revelará, pues, al mismo tiempo que el conocimiento de las obras que la componen las líneas personales de los que la formaron. Tal hecho fué siempre anómalo en los anales literarios de cualquier pueblo, pero entre nosotros la escepcion la constituye el sistema contrario. Refiriéndose Voltaire a este preciso caso, decia con razon, que punto de vista tan nuevo, debia tambien orijinar nuevas ideas.

En nuestra época es difícil esplicarse como aquellos hombres ansiosos de dinero i dotados de intelijencia muchas veces cultivada, se lanzaban en pos de lo desconocido i del ignorado mas allá con tanta fé i entusiasmo que nunca admiraremos bastante sus esfuerzos de jigantes. Para ellos, ajenos siempre a las fatigas, las distancias fabulosas, interrumpidas por inmensos desiertos ielevadas cumbres, eran devoradas en momentos; las acciones mas sorprendentes se veian realizadas como la cosa mas vulgar.

i siempre el desprecio de la vida, asentándose sobre su codicia i crueldad, producia en ocasiones la singular paradoja de llevarlos a la fortuna por los caminos que ordinariamente le son mas opuestos.

En cambio, muchas veces, una vida entera consagrada al servicio de la causa del rei para la sujecion de un pais que a cada momento reclamaba sacrificios de todo jénero en sus vasallos, se aproximaba a la vejez sin que el mas iniserable premio recompensase sus desvelos, terminando al fin oscurecida i olvidada; «hasta morir en un hospital, decia el rei en 1664 don Jorje de Eguia i Lumbe; ordinario premio de los que sirven en las Indias despues de haber gastado su juventud en servicio de S. M». En la indijencia no quedaba a esos infelices mas recurso que consignar por escrito en forma de memoriales la relacion de sus servicios, cuya estension solo podremos apreciar cuando sepamos que algu

nos de ellos asistieron a mas cien batallas.

Pero en todos permanecia entero el amor al pais en cuyo servicio habian consumido sus mejores años. El nombre de Chile aparece casi siempre en las obras de esos escritores rodeado de una especie de aureola iluminada por los destellos de un cariño entusiasta. Ovalle, Molina, i mas que ninguno, Santiago de Tesillo, que veia reproducirse en los Andes las montañas de su pueblo, no tienen palabras bastantes con que ponderar las bellezas de nuestro suelo.

El estudio de la vida de uno de estos escritores conduce naturalmente a hablar de la de los demas. Pedro de Valdivia nos recuerda a Góngora Marmolejo i a Mariño de Lovera; frai Juan de Jesus María nos hace pensar inmediatamente en el defensor de don Francisco de Meneses; i así, sucesivamente. Sin

embargo, poco a poco va desapareciendo esa personalidad vinculada a las obras históricas principalmente, hasta llegar a Molina que ha podido prescindir de ella casi por completo.

DON LUIS RODRIGUEZ VELASCO

Elilustre poeta cuya silueta esbozamos en esta pájina, ha sido el cantor de un nuevo ideal en el arte, modelando el sentimiento de la inspiracion en el verso vibrante i melodioso.

Guillermo Matta, el bardo egrejio de la musa heroica, lo presentaba, en el libro de sus Obras Poéticas, como el iniciador de ese nuevo ideal del arte que arrebata a la naturaleza sus mas delicadas armonias.

Canta con estro siempre melodioso i conmovedor, todos los nobles anhelos del alma i de la vida.

Desde el poema Eva, en El Beso del Paraiso, o las gloriosas tradiciones del mar i de la patria, cual su canto a la Esmeralda, la nave lejendaria de nuestra historia, Rodriguez Velasco ha arrancado a su lira acordes sentidos i emocionantes en todos los temas que ha elejido su inspiracion.

Sus poemas A mi Madre, Hojas Secas, La Mujer del Pescador, Treinta Años, Arturo Prat, Ante la Estatua de Bolívar, a Flor de la Vida, En la Muerte de Francisco Bilbao, La Rendicion de Puebla, El 21 de Mayo, Una hora de Lord Byron, Abraham Lincoln, La Nueva Jerusalen, El Reverso de la Medalla, La Esperanza en Dios, llevan el sello de una honda i sentimental idealidad, que brota espontánea del fondo de su alma de artista que ama i busca la belleza en todos los horizontes del cielo i del pensamiento.

Viajero i luchador del periodismo, ha sido, en todas las faces de su existencia, el poeta del corazon i de la armonia.

Sus crónicas de La Voz de Chile, tienen esa espresion vivaz i atrayente que su pluma imprime a sus producciones en prosa o verso.

Cuando se produjo la Guerra del Pacífico, en 1859, sus cantos, de inspiracion patriótica, como el consagrado A los Héroes de Iquique, sacudian los espíritus i las multitudes con su entonacion de trompeta guerrera

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