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de sacrificio i de victor
tras i en la política, siendo Minist
blica.

Alejado de la prensa i de la vida social, vive en el campo, en la comunion de la naturaleza, contemplando la belleza de nuestros prados i paisajes, recordando sus triunfos de ayer i acariciando la esperanza de la gloria del mañana.

El poeta misterioso del amor i los desengaños, que ha saboreado las amarguras del dolor i los deleites del arte, se entrega al plácˇdo reposo del eterno goce de la belleza del ideal.

Treinta Años

I

Ahora sí, cantor de las pasiones,
Ahora sí, Espronceda,

Que comprendo las hondas decepciones,
Las amarguras, la inquietud secreta
Que arrancaron a tu alma de poeta,
Al alumbrarte el sol de los treinta años,
Aquel profundo grito:

¡Funesta edad de amargos desengaños!

Ya no me siento viejo;

Me siento en esa edad triste i funesta
En que se hiela el corazon cansado,
I el alma sin aliento se recuesta
Como sobre una tumba en el pasado
Treinta años ¡ah! hoi siento

Que me pesa la carga de la vida.
Recuerdos no mas tiene el pensamiento,
Pero cada recuerdo abre una herida.
Recuerdos que dan aire a mi tristeza!...
Dulces sueños de gloria,

Entusiasmo i amor de la belleza,

Benditas ilusiones de la infancia,
Risueñas esperanzas de grandeza,
Pájinas dulces de mi oculta historia,
Flores, risas, canciones...

Todo eso pasa hoi por mi memoria
En estraño misterio,

Como jentes felices, pero tristes,
Que van a visitar un cementerio!

II

¿Qué guardo ya, viajero fatigado,
Para llegar al fin de mi camino?
Un corazon hastiado

Que los años tras años ha luchado
Para rendirse al fin a su destino.
¿Qué puede ya esperar el que no siente
Ni dolor ni placer entre los hombres
Marchando siempre solo, vagabundo,
Con el alma sin exio,

Por todas partes encontrando el mundo
Como está el corazon, seco o vacio?

III

Mi alma ha sido un rosal de primavera
En cándidos botones
Brotaban a la par entre las hojas
Ensueños e ilusiones.

Nacian en los tallos las sonrisas,
I a las flores traian juguetonas
Besos amantes, cariñosas brisas.
Si salia talvez algun jemido,
Sonaba musical en el ramaje;
Su raiz fecundaba un sol querido,

I en su verde follaje
Las aves del amor hicieron nido.

IV

Despues... ¡ai de las flores

Cuando sopla en borrasca el torbellino!
Sus hojas una a una

Se pierden entre el polvo del camino;
El viajero las pisa indiferente,

I en el rincon de su ignorada cuna
Queda apénas doliente

Un pobre tallo con las ramas yertas
Llorando el duelo ee sus flores muertas.

Yo he visto así volar de mi existencia

Una a una las blancas ilusiones.

En el rosal de májica apariencia
No asomar ya botones;

La brisa que jugaba en sus hojas
Apénas saca ya de entre las ramas
Tristes ayes de hondísimas congojas.

V

I hoi arrastro mi vida poco a poco,
Sin fe, sin ilusiones, sin cariño,
Algunas veces riendo como un loco,
Otras veces llorando como un niño,
Con alma indiferente i distraida,
No busco ya el placer i nada envidio:
Pero vivo infeliz, porque mi vida,
Cuando no es la tristeza es el fastidio.

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