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Por toda la ciudad, ha corrido esto, i ha causado gran satisfacción. Dicen que es cosa grande ser chileno; i que los chilenos son ahora tan nobles, como en siglos antiguos».

Era lójico que el promotor de los centavos de cobre, fuera partidario acérrimo de la instrucción primaria dada a los hijos del pobre.

«Anciano ya (dice don Luís Salas Lazo en su biografía), recorría las escuelas públicas de la ciudad para cerciorarse de su estado i del aprovechamiento de los niños, i para ayudar a los maestros con sus consejos».

En aquel tiempo, se consideraba, en Europa i América, el sistema de Lancaster como el instrumento mas idóneo para difundir la enseñanza en una nación.

Tirad una piedra en un lago apacible, i vereis formarse círculos concéntricos que van agrandándose uno tras otro en una vasta estensión.

La enseñanza mutua producía, según sus sostenedores, un resultado análogo por lo tocante a la difusión de los conocimientos.

El secreto de esa táctica intelectual consistía en que un alumno fuese al mismo tiempo discípulo i

maestro.

Empleando esa sencilla maniobra, se podía lograr, sin mayores costos, que un niño enseñara a diez, diez a ciento, ciento a mil.

El prestijio de que gozaba ese decantado sistema, aparece de relieve en el siguiente decreto espedido por don Bernardo O'Higgins:

Santiago, 17 de enero de 1822.

«Siendo el medio probado i seguro de fijar la felicidad en los pueblos el hacerlos ilustrados i laboriosos, i habiendo llegado el término de los obstáculos que sofocaban en Chile la aptitud de sus naturales para entrar al goce de los bienes que con menos proporciones logran las naciones. que lo precedieron en la libertad de cultivar las letras i las artes, es necesario hacer los últimos esfuerzos para recuperar el tiempo del ocio i tinieblas, empezando por franquear a todos, sin escepción de calidad, fortuna, sexo o edad, la entrada a las luces.

«El sistema de Lancaster, o enseñanza mutua, establecido en la mayor parte del mundo civilizado, a que deben muchas provincias la mejoría de las costumbres, ha empezado entre nosotros con aquella aceptación que predice sus benéficos efectos, i exije su propagación, como el arbitrio seguro de estirpar radicalmente los principios de nuestra decadencia.

«El gobierno se propone protejerlo con predi lección; i cree realizar sus deseos, asociándose unas personas que junten a iguales sentimientos la actividad, celo e instrucción que demanda su importancia. En todas partes, prospera i se dilata por

sociedades, circunstancia que basta para seguir el ejemplo, i que me decide a establecerla.

«Me constituyo protector i primer individuo de ella. Mi primer ministro de estado i del departamento de gobierno será su presidente; i socios natos, el procurador jeneral de ciudad, el protector de escuelas que ella nombre i el rector del Instituto Nacional. Los demás miembros serán elejidos en adelante por la misma sociedad.

«Por la primera vez, nombro al brigadier don Joaquín Prieto, al vicario jeneral del ejército doctor don Casimiro Albano, al capellán del estado mayor jeneral ciudadano Camilo Henríquez, al prebendado doctor don José María Argandoña, al reverendo padre exprovincial de San Francisco frai Francisco Javier Guzmán, al rejidor don Francisco Ruíz Tagle, al doctor don Mariano de Egaña, a don Juan Parish Robertson, a don Felipe del Solar, a don Diego Thomson, a don Manuel de Salas, a don Domingo Eizaguirre, a don Joaquín Campino, i a don Francisco García Huidobro.

«Se tendrán las reuniones en el gabinete de la escuela central los días que acuerden en la primera, sin mas ceremonia, ni precedencia, que las que dicte la urbanidad.

<<Formarán un reglamento, i me lo presentarán para mi aprobación. Nombrarán de entre sí, o de fuera, secretario, contador i tesorero.

«La institución es dilatar hacia todos los puntos

de Chile la enseñanza en todas sus clases, especialmente en la mas numerosa, indijente i útil, adquirir los adelantamientos que se hagan en el método, i abrir recursos con que adaptarlos a nuestras necesidades i situación; en suma, erijirse i considerarse los instrumentos de un bien tan recomendable por su magnitud i eficacia, como por la inmensa estensión de que es susceptible.

«O'HIGGINS.

«Torres, prosecretario».

Camilo Henríquez fue nombrado miembro de este consejo de la instrucción pública antes de que hubiera llegado a Santiago

El individuo mas acatado i consultado de la junta, el alma de ella, era don Diego Thomson, que pertenecía a la sociedad escolar inglesa i estranjera, i había venido contratado para plantear en Chile el método de Lancáster.

Era propiamente un misionero de la instrucción pública.

En 1827, hizo imprimir en Londres un libro titulado Cartas sobre el estado moral i relijioso de la América del sur, escritas durante una residencia de cerca de siete años en Buenos Aires, Chile, Perú i Colombia.

En esta obra, tributa merecidos elojios a don Manuel de Salas, con quien el gobierno le habíạ

puesto en relaciones aún antes de dictar el decreto de 17 de enero de 1822.

«Habiendo preguntado (escribe Thomson) quién era este don Manuel de Salas, me contestaron que era un hombre altamente respetado por todos, i un filántropo tan modesto como lleno de abnegación. Desde entonces, he conversado varias veces con él, i me ha parecido realmente tal como le retrataron».

Siempre le tuvo en el mismo concepto, i le trató con igual aprecio.

En un informe que dirijió el 25 de mayo de 1826 a la comisión de la sociedad de escuelas británicas i estranjeras, traducido por don Andres Bello, decía a los miembros de dicha comisión:

«Las personas con quienes pudierais seguir correspondencia en Chile, son: el actual director jeneral Freire, don Rafael Echeverría, don Camilo Henríquez i don Manuel de Salas......

«Don Manuel de Salas, de quien os he hablado en mis cartas de Chile, es hombre ya entrado en años, i que solo piensa en procurar la felicidad de su patria por todos los medios posibles, entre los cuales mira la educación como el mas propio para producir bienes permanentes».

¿Quereis ahora conocer los primeros pasos dados por la nueva institución?

Don Manuel de Salas va a esponerlos en un oficio remitido al ministro de estado don Joaquín Echeverría:

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